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Calendario de un poema: "México: Olimpiada de 1968"

Guillermo Sheridan

Año

1968

Lugares

La India

Personas

Fuentes, Carlos; Tomlinson, Charles; Ashton, Dore; Monsiváis, Carlos; Benítez, Fernando; Carrillo Flores, Antonio

Tipología

Análisis y crítica

Temas

1968: Olimpiadas y Tlatelolco

 

Tanques en el Zócalo de México el 28 de agosto de 1968.

Este poema de Paz es el primero en la lista de los muchos que provocó la masacre del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco. Apareció en la prensa a fines de ese mes miserable, luego lo recogió Paz en su libro Ladera este (1969) y ahora está recogido en Obra poética I (1935-1970), volumen 11 de las Obras completas[1]

     Su origen se halla en dos peticiones que le había hecho a Paz el Comité Organizador del Programa Cultural de la XIX Olimpiada [2] a finales de 1967: un “canto a la juventud” al que le pondría música el compositor Carlos Jiménez Mabarak y que funcionaría como himno olímpico; y que aceptase presidir un Encuentro Mundial de Poetas que comenzaría justamente el 2 de octubre, en vísperas de la Olimpiada. Paz le comunicó a principios de 1969 a ese Comité que no aceptaba ni el encargo ni la invitación.


Sábado 16 de marzo

En una carta dirigida a Paz, fechada en Londres el 6 de marzo, Carlos Fuentes despotrica con especial virulencia contra “los corrales culturales mexicanos” y su tendencia a acogerse “a las manifestaciones oficiales de la cultura”. [3] Paz, que está de acuerdo, lamenta que se trate de un problema no sólo “moral sino visceral”. Para ilustrar el asunto, se refiere a la petición del Comité: [4]

¡Me invitaron a escribir una cantata a la juventud, música de Jiménez Mabarak, que sería tocada el día de la inauguración de la Olimpíada! Rehusé, naturalmente —y estoy seguro de que mi actitud les ha parecido incomprensible. Vivimos en plenos Juegos Florales.


Jueves 16 de mayo

A Fuentes —que le ha contado que a él también lo invitaron a la Olimpiada Cultural, y que también se rehusó—, Paz le dice: “La única cantata que yo escribiría sería en honor de los estudiantes que se manifiestan en Varsovia, París, Berlín y Madrid”. Incluye Varsovia porque en marzo el Gobierno polaco había aplastado las protestas estudiantiles contra la censura e implementado una ley que expulsó de Polonia a miles de judíos. Y, a Berlín porque los jóvenes del sector occidental habían sido reprimidos por solidarizarse con los jóvenes polacos.


Sábado 3 de agosto

A finales de julio, Paz se entera de que ha iniciado la rebelión estudiantil en México. Ese día le escribe a su querido amigo, el poeta inglés Charles Tomlinson:

En México también se han amotinado los estudiantes. Mis informaciones son confusas: desde hace más de ocho días hay una huelga de periódicos en Delhi y estamos reducidos a las noticias de la B.B.C. y a Le Monde y Times [de Londres] que llegan con varios días de retraso. Parece que la represión ha sido severa, brutal. Es horrible.


Viernes 30 de agosto de 1968 

Paz lee en la prensa matutina local que, dos días antes, en la madrugada del día 28, el Ejército había dispersado con tanques una manifestación estudiantil en el Zócalo de la Ciudad de México.

     En el curso de ese viernes, recibió de Nueva York una carta de su amiga, la crítica de arte Dore Ashton, casada con el pintor Adja Yunkers. Paz y Ashton se habían conocido en México en 1958 y no habían dejado de escribirse cartas nutritivas con relativa asiduidad. Como se desprende de la respuesta de Paz, Ashton menciona las imágenes de la prensa reciente que muestran a los tanques de guerra soviéticos en las calles de Praga para reprimir su primavera democrática, así como a los estadounidenses que, en las calles de Chicago, inhibían las protestas contra la guerra en Vietnam. Paz aprecia que los de Praga y Chicago son los mismos tanques que circulan ahora por las calles de México y escribe el poema.

     En la noche del mismo día le escribe una extensa carta a Fuentes narrándole la sincronicidad:

Acababa de leer en el periódico que la policía había dispersado con tanques una manifestación de estudiantes en El Zócalo, cuando recibí una carta de Dore Ashton que empieza con estas líneas: “Last night there were two photographs in The New York Times that broke my heart. One was a tank in Prague, the other was a tank in Chicago. Believe me, there was not the slightest way to tell them apart”[5] México, Praga, Chicago: una misma imagen, un mismo Tanque. Ahora sí somos contemporáneos de todos los hombres. [6]  Y no sólo, como yo creía, por la quiebra universal de todas las ideologías y sistemas sino por la aparición del Tanque en todas las esquinas.


Lunes 2 de septiembre 

Paz le escribe ahora a Ashton (su carta llegó el mismo día en que leyó que los tanques también aparecieron en las calles de México): “es el mismo tanque en todas partes”. Y lo que opina está en “el pequeño poema que te envío” (la transcripción es a la letra, como en el resto de los documentos que se citan):

 

A g o s t o  d e  1968*

                         A Dore y Adja Yunkers.

La limpidez
(Quizá valga la pena
Escribirlo sobre la limpieza
De esta hoja
No es límpida:
Es una rabia
Amarilla y negra
Acumulación de bilis en español)
Extendida sobre la página.
¿Por qué?
La vergüenza es ira Vuelta contra uno mismo:
Si
Una nación entera se avergüenza
Es león que se agazapa
Para saltar.)
Mira ahora,
Manchada antes de haber dicho algo
Que valga la pena,
La limpidez.

* Praga, Chicago, México. Las frases subrayadas son de una carta de Marx a Engels. [7] 

El poema viaja ya mecanografiado. Como Paz escribía sus originales a mano, hay que suponer que el escrito ha ingresado a la etapa de revisión.


Viernes 6 de septiembre 

Este día, Paz termina la redacción del extenso oficio dirigido a Antonio Carrillo Flores, secretario de Relaciones Exteriores, en respuesta a una “circular” del día 4 en la que se le pedía informar sobre los disturbios recientes en la India, en especial, los estudiantiles. En su respuesta oficial, Paz explica que tales disturbios “no son fenómenos aislados, sino que reflejan, en forma más aguda y violenta, conflictos sociales latentes”, como en París y en los Estados Unidos, y encomia que la primera ministra Indira Gandhi haya optado por dialogar con los jóvenes.

 

Lunes 9 de septiembre 

Preocupado por los tanques en las calles de México, Paz agrega a su oficio una carta manuscrita (es decir, privada) a su “querido amigo” Carrillo Flores. Es necesario calcular, le dice, lo que podría ocurrir si el Gobierno no realiza cambios profundos. “No es un conflicto estudiantil únicamente” y, de no avanzar en la democratización, existe el riesgo de que el descontento “mañana pueda expresarse de otra manera y por medio de otros grupos sociales”.


Jueves 3 de octubre 

Durante la mañana en Nueva Delhi, por medio del noticiero de la BBC de Londres, Paz se entera de la matanza en Tlatelolco (el huso horario de Nueva Delhi está doce horas y media adelante del mexicano.) El mismo día, le escribe a Carrillo Flores que se ha enterado de que:

Las fuerzas armadas dispararon contra una multitud compuesta en su mayoría por estudiantes. El resultado, más de veinticinco muertos, varios centenares de heridos y un millar de personas en la cárcel. No describiré a usted mi estado de ánimo. Me imagino que el de la mayoría de los mexicanos: tristeza y cólera.

Agrega que lo ocurrido lo ha obligado a realizar “un examen de conciencia”, preguntándose si:

Podía seguir sirviendo con lealtad y sin reservas mentales al Gobierno. Mi respuesta es la petición que ahora le hago: le ruego que se sirva ponerme en disponibilidad, tal como lo señala la Ley del Servicio Exterior Mexicano [pues] no estoy de acuerdo en lo absoluto con los métodos empleados para resolver (en realidad: reprimir) las demandas y problemas que ha planteado nuestra juventud. [8]

Ese día, Paz regresa al poema escrito un mes antes. La “tristeza y cólera” por lo ocurrido en México se agregan a la rabia, la vergüenza y la ira del poema original. Esto provoca tres versos nuevos, a los que traslada los paréntesis que antes tenía la cita de Marx:

(Los empleados
Municipales lavan la sangre
En la plaza de los sacrificios.)

El cúmulo de emociones se extrema en una estrofa paradójicamente lacónica que suena a pie de foto en un periódico imaginario (en tanto que no parece existir una foto de esa escena). Llamar al lugar del crimen la “plaza de los sacrificios” introduce al poema un elemento histórico particular que atormenta singularmente a Paz: Tlatelolco había sido la sede del teocalli sacrificial azteca. La opresión del pasado circular se activa en su imaginación: Tlatelolco es la "plaza de los sacrificios" restaurada por Díaz Ordaz, avatar del tlatoani o del “Cacique gordo de Cempoala”; del sanguinario Huitzilopochtli o de su gran sacerdote.

     Además de los tres nuevos versos, modifica detalles paratextuales. El poema ahora se titula “México: Olimpiada de 1968” y desplaza al previo “Agosto de 1968”: se diría que ha extremado la carga emocional de ese verano en Praga, Varsovia, Berlín, París, Berkeley y Chicago hacia su manifestación más atroz. También firma y fecha el poema en “Delhi, a 3 de octubre de 1968”. Dentro del poema, ajusta las alteridades espaciales y divide el verso “Manchada antes de haber dicho algo” para que el participio “Manchada” contraste con redoblado vigor visual y conceptual frente a “La limpidez”. La nueva, segunda versión queda así:

 

México: Olimpiada de 1968

                                        A Dore y Adja Yunkers

La limpidez
(Quizá valga la pena
Escribirlo sobre la limpieza
De esta hoja)
No es límpida:
Es una rabia
(Amarilla y negra
Acumulación de bilis en español)
Extendida sobre la página.
¿Por qué?
La vergüenza es ira
Vuelta contra uno mismo:
                                      Si
Una nación entera se avergüenza
Es león que se agazapa
Para saltar.      
    (Los empleados
Municipales lavan la sangre
En la plaza de los sacrificios.)
Mira ahora,
Manchada
Antes de haber dicho algo
Que valga la pena,
La limpidez.

Delhi, a 3 de octubre de 1968


Viernes 4 de octubre

Paz recuerda la petición que le había hecho el Comité Cultural para escribir el canto a la juventud. Ante la paradoja de un Gobierno que la canta al tiempo que la asesina, acepta la tarea a destiempo, irónicamente, y lo justifica con (la que llamaré) la “Carta olímpica”:

Señores Coordinadores del Programa Cultural de la XIX Olimpiada,
México, D. F.

Muy señores míos:

Tuvieron ustedes, hace algún tiempo, la amabilidad de invitarme a participar en el Encuentro Mundial de Poetas que se celebrará en México durante el presente mes de octubre, como una parte de las actividades del Programa Cultural de la XIX Olimpiada. Asimismo, me invitaron a escribir un poema que exaltase el espíritu olímpico.

Decliné ambas invitaciones porque, según expresé a ustedes oportunamente, no pensaba que yo fuese la persona más a propósito para concurrir a esa reunión internacional y, sobre todo, para escribir un poema con ese tema. No obstante, el giro reciente de los acontecimientos me ha hecho cambiar de opinión. He escrito un pequeño poema en conmemoración de esta Olimpiada. Se lo envío a ustedes, anexo a esta carta y con la atenta súplica de que sirvan transmitirlo a los poetas que asistirán al Encuentro.

Les agradezco de antemano la atención que les merezca el ruego contenido en la parte final del segundo párrafo de esta comunicación.

Sírvanse aceptar la expresión de mi atenta consideración.

Octavio Paz    


Domingo 6 de octubre 

Paz le escribe a Fuentes: “la matanza del 2 de octubre disipó mis últimas reticencias. He dejado el servicio exterior” y le informa que se prepara para abandonar la India. [9] Le remite la Carta olímpica y una nueva versión del poema, la tercera, pues ahora ha puesto en mayúsculas la frase “Plaza de los Sacrificios”. Parecería un cambio nimio de no ser por la explicación que le hace a Fuentes: “el tema ya no es el Tanque en Praga, Chicago y México sino los sacrificios humanos”:

El poema oscila entre la página en blanco de Mallarmé y la sangre regada en el gran teocalli por el Gran Sacerdote de Huitzilopochtli. Porque eso —el rito azteca del sacerdote-dios— [10] es el trasfondo de todo esto.

Luego le pide que busque en París a Claude Esteban o a Jean-Clarence Lambert para que traduzcan el poema y la carta. Ese mismo domingo, envía ambos textos a Fernando Benítez, pidiéndole que los publique en La cultura en México (el suplemento que dirige en la revista Siempre!) y que haga circular el poema entre los invitados al Encuentro Mundial de Poetas. “Mi carta y mi poema tienen ese objeto, entre otros”, explica con su propio subrayado, el de movilizar a los poetas visitantes. [11]

     También le escribe a Tomlinson y de nuevo se refiere a lo sucedido como una “vuelta a los sacrificios humanos”. Ante la matanza hay explicaciones políticas y sociológicas pero, a su parecer, la relevante es la de naturaleza mítica: “los viejos dioses andan sueltos otra vez y nuestro presidente se ha convertido en el Gran Sacerdote de Huitzilopochtli”. Para entender ese retorno, le pide leer su poema de 1955, “El cántaro roto” (11:213), en el que un presidente moderno figura como avatar del cacique o tlatoani prehispánico.

   

Lunes 7 de octubre 

Recibe una carta de Fuentes fechada en París el 2 de octubre, pero antes de haberse enterado de lo ocurrido en Tlatelolco. Fuentes le comenta que Héctor García le envió una foto con versos de Paz grafiteados en las calles de México (¿cuáles serían?) y se declara entusiasmado con “el nacimiento de la conciencia cívica y democrática” que recorre México:

Han muerto Moctezuma, el Virrey y el Arzobispo: los guardianes de la pirámide. Creo que nunca había sufrido un quebranto tan terrible la verticalidad secular de nuestras formas de vida pública. ¿Somos testigos del nacimiento, por primera vez, de una política horizontal, democrática?

Le parece a Fuentes una vergüenza que intelectuales de izquierda como David Alfaro Siqueiros y Ermilo Abreu Gómez hayan aplaudido la invasión de Checoslovaquia: ¿cómo exigirían ahora que los tanques salgan de la UNAM y del Politécnico? “Tienes razón: a tank is a tank is a tank”, resume parodiando a la rosa de Gertrude Stein.


Martes 8 de octubre 

Paz responde a Fuentes que la escritura literaria se ha interrumpido por “la dura realidad” de pensar en “los ritos sangrientos del Gran Sacerdote en la Plaza de Tlatelolco”. Le pregunta si “¿no es terriblemente simbólico, mítico, todo esto?” Un año más tarde, en Posdata, Paz responderá su propia pregunta:

El gobierno regresó a periodos anteriores de la historia de México: agresión es sinónimo de regresión. Fue una repetición instintiva que asumió la forma de un ritual de expiación; las correspondencias con el pasado mexicano, especialmente con el mundo azteca, son fascinantes, sobrecogedoras y repelentes. La matanza de Tlatelolco nos revela que un pasado que creíamos enterrado está vivo e irrumpe entre nosotros. [12]

Le narra haber “hecho muchas copias de los dos textos para distribuirlas entre los amigos”. Entre los destinatarios menciona a James Laughlin en Nueva York, Stephen Spender en Londres, José Bianco y Julio Cortázar en Buenos Aires, Blanca Varela en Lima y, en México, Fernando Benítez, Arnaldo Orfila, Gabriel Zaid y Ramón Xirau. No los envió en cambio a Cuba, furioso como dice estar por “las declaraciones de Fidel Castro sobre lo de Checoslovaquia” (en apoyo a la invasión soviética). A todos les pide que circulen y publiquen ambos textos y a cada destinatario le agrega una nota personal: por ejemplo, a Bianco —que publica el poema en la revista Sur (314, septiembre-octubre de 1968)— le sugiere para entender la relación entre el teocalli y la plaza de Tlatelolco que lea “las páginas de Bernal Díaz acerca de ese lugar”. [13]

     Finalmente, le escribe a Fuentes que lamenta dejar el “jardín encantado” de la India y “volver a la historia”:

Nunca había odiado más esa palabra que ahora: no quiero historia, quiero lo atemporal —no la eternidad, sino la calma […], la calma y los cambios naturales, no esta discordante actividad humana. Pero la vieja puta hechicera, la vieja Historia, la perdición de Occidente y sus hijos, me ha atrapado otra vez. ¿Qué será de nosotros? Porque tienes razón, nos esperan días terribles y espléndidos —no a Carlos y a Octavio, sino a los mexicanos. Si acabamos con el mito, podremos respirar tranquilos e, incluso, morir tranquilos.


Sábado 12 de octubre 

Recibe Paz la carta en que Fuentes ya se ha enterado de la masacre, fechada en París el 4 de octubre: “Octavio, Octavio, Octavio: no sé cuándo he vivido un día más amargo”. Propone que “Victoriano Huerta ha resucitado en México”, compara la toma de la Ciudadela en 1913 con la Plaza de las Tres Culturas en 1968 y evoca también “El cántaro roto” al describir una fotografía que ve en la prensa: un muchacho que grita y llora mientras “el asesino con casco, el verdugo de tu inmortal Cacique de Cempoala, el sapo verde sentado de nalgas sobre México, lo arrastra de la cabellera”.

     En su respuesta, Paz lamenta no haber sabido aún nada de Carrillo Flores. Ignora qué ha decidido, “o más bien el presidente: o me cesa o me niega la ‘puesta en disponibilidad’ y así me obliga a renunciar. Me imagino que después de la carta y del poema la respuesta será el cese. En realidad nada de esto me importa ahora”.    


Miércoles 16 de octubre 

Paz ha visto en un ejemplar de la revista The Economist la foto de los cuerpos en “la morgue municipal”. Ese ejemplar de la revista se lo dio su colega Chester Bowles, el embajador estadounidense en la India, diciéndole: “También ustedes han tenido su Chicago”. “Lo que no dijo —dice Paz a Fuentes— es que en Chicago no hubo 50 muertos. Eso es lo que me aterra: la desproporción entre la amenaza que representaban los estudiantes para el régimen y la represión.” Como sigue sin llegar la respuesta del canciller, Paz especula:

Tal vez espera acordar con Díaz Ordaz. Como para estas fechas ya habrán recibido mi carta y mi poema los del Comité Coordinador del Programa Cultural (Agustín Yáñez y Pedro Ramírez Vázquez), y como además también habrán recibido copias Benítez, Xirau, Orfila y otras diez personas más, no podrán ignorar o silenciar este incidente (digo ‘incidente’ porque aunque para mí no lo sea, sí lo es objetivamente. Nos esperan tiempos duros, pero yo tengo fe o, más bien, alegría. La vieja divisa de Vasconcelos: pesimismo alegre). [14] Ojalá que la carta y el poema se publiquen también fuera, sobre todo en Francia, Estados Unidos y América Latina.

Unos días después, Carrillo Flores le pide que reconsidere y que pida en cambio “una licencia ilimitada”. Paz le responde que su decisión es irrevocable. El canciller acepta entonces su “puesta en disponibilidad”, pero el mismo día aparece un boletín de prensa que dice que fue cesado. Paz convoca a una rueda de prensa en Delhi para declarar que no había habido tal cese.

     En estos días, Paz concede una entrevista al periodista Jean Wetz, que la publicará en el diario Le Monde en Delhi el 14 de noviembre. [15] Paz declara que lo acontecido “fue simple y llanamente un acto de terrorismo por parte del Estado”, denuncia la incapacidad del PRI para terminar con “el poder personal” del presidente, uno cuya substancia es la misma que la de los sumos sacerdotes de Huitzilopochtli y los virreyes españoles” y sus burocracias. A su parecer, no es una casualidad...

Que los jóvenes asesinados el 2 de octubre estuviesen en la antigua plaza de Tlatelolco, donde se encontraba el teocalli azteca para realizar sacrificios humanos. Hoy, en Tlatelolco, hay unos edificios oficiales destinados a los empleados, es decir a la burocracia. El asesinato de los estudiantes fue un sacrificio ritual en tanto que no hubo razón política alguna que justificase ese acto. Se trataba nomás de aterrorizar a la población usando los mismos métodos de sacrificios humanos de los aztecas.


Miércoles 30 de octubre 

El poema y la carta aparecen publicados este día en el número 350 del suplemento La Cultura en México que dirige Fernando Benítez con José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis como redactores. [16] Como el suplemento —que diseñaba Vicente Rojo— no podía imprimir cursivas, las convierte en negritas, lo que enfatiza aún más la cita de Marx: 

México: Olimpiada de 1968

Antes de aparecer en el suplemento, la carta y el poema llevan una semana circulando de mano en mano como un samizdat. En sus notas de esos días, Carlos Monsiváis registra que “el 7 de octubre, Paz envía desde Nueva Delhi su negativa a participar en el Encuentro Mundial de Poetas. Con la carta viene un poema, que recibe también Fernando Benítez. Leemos con euforia el poema, repetidamente”. [17] Entre esa euforia, Benítez le escribe a Fuentes:

El poema es insuperable a causa de su ira y su desprecio, de su deslumbradora claridad. Nos ha justificado; ha consagrado todo lo que nosotros hemos podido hacer en estos días amargos. Ha inclinado la balanza en nuestro favor y de manera definitiva. [18]


Diciembre de 1968 

Mientras viaja con su esposa en el Victoria de Bombay a Barcelona, Paz revisa nuevamente su poesía escrita en la India desde Salamandra (1962). Entre los más recientes incluye el poema olímpico, su despedida de la India —“Domingo en la isla de Elefanta”, escrito en la víspera antes de embarcarse— y el extenso “Cuento de dos jardines”, escrito a bordo del barco. En Niza, en diciembre, le envió el manuscrito de Ladera este a Joaquín Díez-Canedo, director de la editorial Joaquín Mortiz, quien fecharía la edición el 30 de mayo de 1969 con un tiraje de tres mil ciento cincuenta ejemplares.

     “México: olimpiada de 1968” aparece en Ladera este como la tercera de las cuatro “Intermitencias del Oeste”, ésas que interrumpen —desde Rusia, México y París— el talante oriental del poemario. Es la cuarta versión, si bien los únicos cambios de relieve, ambos paratextuales, son la desaparición de la fecha puesta en Delhi el 3 de octubre y la aparición de una nota alusiva que figura entre las que agregó a algunos de los poemas (explicaciones sobre conceptos, lugares o personajes). La que se refiere a “Intermitencias del Oeste (3) (México: Olimpiada de 1968)” dice:

El Comité Organizador del Programa Cultural de la Olimpiada en México me invitó a escribir un poema que celebrase el “espíritu olímpico”. Decliné la invitación pero el giro de los acontecimientos me llevó a escribir este pequeño poema, en conmemoración de la matanza de Tlatelolco.

En la última edición que revisó Paz, la que corresponde al volumen undécimo de sus Obras completas, el titulado Obra poética I (1996), el único cambio consistió en prescindir finalmente de las mayúsculas al inicio de cada verso. 





[1] Me referiré siempre en adelante a esa edición del autor que publicó en México el Fondo de Cultura Económica, indicando entre paréntesis el volumen y la página. Se citarán el volumen 1: La casa de la presencia. Poesía e historia; el 8, El peregrino en su patria, historia y política de México, y el 11: Obra poética I (1935-1970).

[2] En Posdata (8:277), Paz escribe que ese programa fue “una nota original tendiente a subrayar el carácter pacífico y no competitivo de la Olimpiada mexicana”, no obstante, “dentro del contexto de la rebelión juvenil y de la represión que la siguió, estas celebraciones parecieron gestos espectaculares con los que se quería ocultar la realidad de un país conmovido y aterrado por la violencia gubernamental”. Entre los artistas que participaron estuvieron John Cage y su compañero, el bailarín Merce Cunningham; los coreógrafos Martha Graham y Maurice Béjart; los jazzistas Duke Ellington y Dave Brubeck; el escultor Alexander Calder; los dramaturgos Eugène Ionesco y Arthur Miller; el actor Maurice Chevalier; el director teatral Jerzy Grotowski; el director de orquesta Sir John Barbirolli; así como varios grupos de danza, orquestas y sí, un grupo de teatro noh.

[3] Las cartas entre Paz y Fuentes están al cuidado de la Biblioteca Firestone de la Universidad de Princeton, en los Estados Unidos.

[4] Sobre la Olimpiada Cultural puede verse el libro de Claire y Keith Brewster Representing the Nation: Sport and Spectacle in Post-revolutionary Mexico (Abingdon: Routledge, 2010) en el que hay un capítulo sobre la Olimpiada y la política.

[5] “Anoche salieron dos fotos en el New York Times que me rompieron el corazón. Una mostraba un tanque en Praga; la otra, uno en Chicago. Créeme que no había forma de diferenciarlos.”

[6] La oración “Somos, por primera vez en nuestra historia, contemporáneos de todos los hombres” cerraba la primera edición (1950) de su libro El laberinto de la soledad (8:167).

[7] Error de Paz: es una carta de juventud de Marx a su amigo de juventud Arnold Ruge.

[8] Esta y otras cartas relacionadas con esa renuncia de facto, reunidas y prologadas por Enrique Krauze en “Un sueño de libertad: Cartas a la Cancillería”, aparecieron en el número 256 de la revista Vuelta, en marzo de 1998. Se reproducen, editadas, en Octavio Paz en 1968: el año axial.

[9] Carta número 28 en Octavio Paz en 1968: el año axial.

[10] Desde El laberinto de la soledad (1950), Paz aceptaba la definición de Jacques Soustelle en La pensée cosmologique des anciens mexicains (1940) en el sentido de que Huitzilopochtli (escribe Paz) “es el dios tribal de la guerra y del sacrificio… y comienza su carrera con una matanza” (8: 108).

[11] Eran los ingleses Robert Graves y Stephen Spender; el ruso Yevgueni Yevtushenko; el italiano Giuseppe Ungaretti; el español refugiado en México León Felipe; el senegalés Léopold Sédar Senghor; la sueca Nelly Sachs; el chileno Pablo Neruda; el francés René Char; el estadounidense Robert Lowell y “Ulises Elites”, como rebautizó la prensa oficial al griego Odysséas Elýtis. Sólo llegaron a México Graves, Yevtushenko (que se fue a pasear con Carlos Monsiváis) y un puertorriqueño llamado Jorge Luis Morales.

[12] Tema recurrente en sus escritos sobre poesía, mito e historia: “El orden mítico invierte los términos: el pasado es un futuro que desemboca en el presente”, escribe, por ejemplo, en El arco y la lira (1:84).

[13] No especifica cuáles, y son muchas: las primeras a los cuatro días de haber llegado los españoles a Tenochtitlán; luego durante las batallas, cuando la plaza está llena de cadáveres, y, finalmente, cuando se rinde ahí Cuauhtémoc.

[14] “Pesimismo alegre” es el imperativo de aceptar la vida a pesar de su esencial contradicción: “disgusto y horror totales, sí, pero de todo nace alegría. Alegría porque ya todo lo perdimos, porque ya nada nos detiene, porque si todo se va, también todo es vano”, escribe Vasconcelos (Divagaciones literarias. México, Imprenta Murguía, 1919, p. 94).

[15] “Le parti gouvernemental est un obstacle au développement du pays, nous déclare M. Octavio Paz”.

[16] El número lleva además un editorial valiente de Benítez defendiendo a los escritores e intelectuales de “los políticos, los llamados líderes obreros, los periodistas venales, los conformistas a sueldo”. También recoge la carta del PEN Club firmada por su presidente, Arthur Miller, que deplora la violencia y la toma de la Ciudad Universitaria.

[17] En Parte de guerra II. Los rostros del 68, con ensayos de Monsiváis y Julio Scherer, México, Nuevo Siglo, Ed. Aguilar y UNAM, 2002, p. 270. Recogido después en el libro de Monsiváis El 68, la tradición de la resistencia, México,  Ediciones Era, 2008.

[18] Fuentes le envía a Paz copia de ese párrafo, uno que formará parte de “Nuestra solidaridad con Octavio Paz”, manifiesto firmado por Benítez, Rojo, Pacheco y Monsiváis en la sección “Actitudes” del número 351 de La Cultura en México, correspondiente al 6 de noviembre.


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