Conversaciones y novedades

La renuncia que sí fue

Ángel Gilberto Adame

Año

1968

Lugares

La India

Tipología

Controversias

Temas

1968: Olimpiadas y Tlatelolco

Lustros

1965-1969

 

Octavio Paz en la Cancillería (1957). Foto de Ricardo Salazar.

En abril de 2015, Jacinto Rodríguez Munguía publicó, en el número 349 de la revista Emeequis, un controvertido artículo titulado “La trampa de Octavio Paz”. Si bien la separación del poeta del servicio diplomático se ha investigado con minuciosidad, Rodríguez Munguía llegó a una conclusión condenatoria: Paz mintió, pues siguió el procedimiento de la puesta en disponibilidad —el cual le permitía conservar sus derechos como trabajador del Estado— al tiempo que se preciaba de mantener un estatuto moral que prácticamente ningún otro funcionario mexicano tuvo la valentía de emular.

     Tras consultar distintos archivos, Rodríguez Munguía dio con un aviso administrativo de control de personal de la Secretaría de Relaciones Exteriores en el cual se indica que la disponibilidad de Paz tuvo una vigencia de casi tres años y que llegó a su fin el 1 de septiembre de 1971. Aparece, además, el sueldo que el escritor supuestamente percibió hasta ese momento, equivalente al de un embajador. Aunque en apariencia se trata de un documento oficial, no está avalado por la firma de Paz ni por la de ningún otro funcionario que certifique su autenticidad.


Aviso de cambio de situación de persona federal

La información señalada permitió a Rodríguez Munguía formular una nueva hipótesis: Paz recurrió a una artimaña legal para tomarse una licencia, seguir cobrando y esperar su jubilación. Esto supone que Paz comenzó a trabajar en el Gobierno en 1941; de ese modo, habría cumplido en 1971 los treinta años de servicio que establece la ley para hacer valer ese derecho. Munguía sugiere que el poeta timó a quienes celebraron su reacción ante lo sucedido en la Plaza de las Tres Culturas.

     En 2014 dediqué un ensayo al asunto, recogido en mi libro Octavio Paz. El misterio de la vocación (Aguilar). En él advertí que, si bien Paz no dejó su empleo de manera unilateral, era respetable que un empleado intentase conservar la prerrogativa de su retiro. Esto no menoscaba a Paz, pues, en el decurso de su correspondencia, él mismo reconoce que ya había meditado la posibilidad de apartarse del servicio público y que lo ocurrido el 2 de octubre apresuraba su decisión.

     El debate ha continuado pese a aquellas precisiones. Ahora bien: es importante añadir el último párrafo a esta historia tantas veces mal contada. En 1968, Octavio Paz ya había iniciado los trámites de su jubilación. Así lo prueba su expediente personal de la Secretaría de Educación Pública, en el que consta que recibió el nombramiento de “secretario de internado de secundaria” el 1 de febrero de 1937. Es decir: al presentar su requerimiento ante el ISSSTE, Paz solicitó que el cómputo de su trayectoria como burócrata iniciara en la fecha adecuada —1937—, por lo que desde 1967 cumplió el plazo exigido por la ley.

Expediente personal de Paz en la Secretaría de Educación Pública

En el registro de la Dirección de Prestaciones Económicas, Sociales y Culturales del ISSSTE, obra la constancia de que le fue concedido el beneficio pensionario el 1 de septiembre de 1970. En el mismo ánimo de aclarar el episodio, he comprobado también que, desde su separación en 1968, Paz no recibió un solo pago del Gobierno, sino hasta el momento en que se le reconoció como jubilado. En ese sentido, su separación fue definitiva, pues se negó terminantemente a ocupar de nuevo un puesto gubernamental.

Constancia del beneficio pensionario de Paz, en la Dirección de Prestaciones Económicas, Sociales y Culturales del ISSSTE

 

Constancia del beneficio pensionario de Paz, en la Dirección de Prestaciones Económicas, Sociales y Culturales del ISSSTE

Despojado así de las interpretaciones interesadas y desdeñosas, el relato de este periplo revela incontestablemente a un hombre que enfrentó una encrucijada histórica con la entereza y el ímpetu de quien se exige congruencia, a diferencia de tantos otros intelectuales cuyo actuar no ha sido juzgado por los tribunales morales tan en boga en nuestros días...

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