Conversaciones y novedades

Mensaje desde la India

Octavio Paz

Año

1964

Lugares

Nueva Delhi

Personas

Dorantes Arce, Rodolfo

Tipología

Memorias

Temas

Embajador en la India

 

Despedida del comandante Carlos (Vittorio Vidali) en 1945. Antonio Prieto, José Alvarado, José Revueltas, Juliac, Enrique Ramírez y Ramírez, Rodolfo Dorantes y Carlos Rojas Juanco.

Rodolfo Dorantes Arce (19 de mayo de 1908 - 31 de octubre de 1964) fue un periodista y editor que conoció a Paz desde los años de San Ildefonso. Simpatizante comunista, fue uno de los cuatro testigos del enlace del poeta, el 25 de mayo de 1937, con Elena Garro —los otros tres fueron los barandales Salvador Toscano, Rafael López Malo y Raúl Vega Córdova—, lo que demuestra el grado de amistad que tenían en esa época.

          Colaborador de El Popular, se integró al círculo de Vicente Lombardo Toledano, y afianzó su amistad con Enrique Ramírez y Ramírez, José Revueltas, Efraín Huerta, José Alvarado, Ricardo Cortés Tamayo, entre otros, mientras se iba alejando de Paz. 

Su súbita muerte, a los 56 años, conmovió a su antiguo camarada, quien remitió, el 15 de noviembre de 1964 , al periódico El Día, este texto que no fue recogido en sus Obras completas. (AGAL)




Un telegrama me anuncia la muerte de Rodolfo Dorantes.

Veo desde el balcón la masa oscilante y enorme de los árboles.

Una banda de loros rasga el cielo sin nubes.

En la altura, diminuto en la luz luminosa, un gavilán en círculos.

Por el camino de la tierra rojiza pasa un ciclista vestido de blanco.

Más pájaros.

Tres mujeres, tres girasoles oscuros y centellantes, descalzas andrajosas, cubiertas de ajorcas de plata brazos y tobillos.

En México hay otros árboles, otros pájaros, otra gente. Pero la luz es la misma, la hermosura es la misma, el horror es el mismo.

Hace treinta años, en los patios de la Preparatoria, el cielo no era menos azul ni el aire menos vibrante que ahora.

Rodolfo Dorantes, que amaba la belleza, decidió que no basta con amarla: hay que compartirla.

Pensó que la belleza, como el pan y como todo lo que el hombre produce y crea, es un bien común.

No hay belleza sin justicia ni justicia sin fraternidad.

Desde su adolescencia luchó por estas ideas, como periodista como militante político.

Fue un internacionalista sin dejar de ser mexicano; conoció el rigor de la represión y la alegría de la solidaridad; fue el compañero de los obreros y el amigo de los escritores; disciplinado y no sectario, fue el hombre de acción y también de pasión y contemplación: amó la poesía y amó a la mujer y quiso a sus amigos con el mismo fervor lúcido con que participó en las luchas revolucionarias.

No siempre estuvimos de acuerdo, pero nunca dejé de quererlo y admirarlo.

Amigo seguro, compañero alegre, sensibilidad abierta, hombre que conservó intactos su corazón y su finura nativa en medio de la lucha.

Murió pobre e integro, hombre cabal.

Esta luz es la misma que vibraba en los patios de la Preparatoria.

A esta hora unos muchachos se juntan y discuten, como hace unos años.

Uno de ellos decide que no hay belleza sin justicia ni justicia sin fraternidad.

La masa verde de los árboles ennegrece: se ha cubierto de pájaros.


Nueva Delhi, 7 de noviembre de 1964


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