Conversaciones y novedades

El embajador Raúl Valdés evoca a Paz en la India

Raúl Valdés

Año

2014

Lugares

La India

Tipología

Conversación

Temas

Embajador en la India (1962-1968)

Lustros

1960-1964
1965-1969

 

Octavio Paz presenta las credenciales como embajador de México en la India, 10 de septiembre de 1962. AHD, Expediente personal Octavio Paz, III-2944-1 parte 1.

En su número especial 114 (2014, páginas 125-142), dedicado al centenario de Paz, la cuatrimestral Revista Mexicana de Política Exterior que publica desde 1983 la Secretaría de Relaciones Exteriores, recoge un testimonio del ahora embajador eminente Raúl Valdés sobre su estancia en la India como jefe de Cancillería de la embajada mexicana cuando la presidía el poeta. 



Valdés, quien llegó a Nueva Delhi en 1962, se refiere a las actividades culturales, económicas, políticas y comerciales que, en su opinión, “Paz potenció de manera notable”. Comenta lo mismo las actividades culturales, como la muestra “Retrato de México”, que las políticas. Se detiene, por ejemplo, en el conflicto sociopolítico de Cachemira, en los movimientos estudiantiles (que Paz estudia en la India para pedir prudencia en México, en 1968); la forma en que la embajada mexicana medió entre los gobiernos de Portugal y la India, ocupándose de sus respectivos intereses, durante el “proceso de descolonización” (una gestión que Paz llevaba con especial cuidado por respeto tanto a la soberanía ganada por la India como a la heredad cultural portuguesa que Paz admiraba); los negocios de cooperación agroindustrial con el “trigo enano” de Sonora, capaz de producir un rendimiento cinco veces superior al trigo de la India... 

Es divertido el relato del día en que “una imponente y peligrosa cobra” decidió hospedarse en los jardines de la embajada. Paz y su segundo de a bordo llamaron a la policía y a los bomberos, que decidieron no intervenir, por lo que alguien (que yo supongo fue el jardinero Hassan) sugirió llamar a un “encantador de serpientes” que llegó con su flauta y su canasta y no tardó en capturar a la bestia. (Y no lo dice el embajador Valdés, pero yo no descarto que ese encantador pudiese haber tenido un contrato con esa cobra…). 

Valdés llegó a la India a los 31 años, en 1964, con rango de secretario, para ayudar al embajador Paz que tenía 50 años y había tomado en 1962 las riendas de la embajada en Nueva Delhi, en sustitución del doctor Salvador Pardo Bolland. Valdés y su familia estuvieron presentes en la boda del embajador con la Sra. Marie José Tramini el 20 de enero de 1966. 

“Era muy reservado con su trabajo de escritor”, cuenta Valdés: “En su oficina se veían en ocasiones algunas hojas de papel tachonadas y arrugadas. Sólo en un par de veces lo escucharon lamentarse en voz alta por mandar a la oficina de correos un nuevo manuscrito al que debió corregir o agregar una línea o explicitar aún más una idea. Se preguntaba si todavía podía detener el despacho de su texto. En realidad, en gran medida se concentraba en las tareas de la embajada. Por igual se mantenía alerta y lo impresionaban los problemas de su país de adscripción y los de aquellos en que tenía acreditación concurrente: Ceilán, hoy Sri Lanka, y Afganistán”. 

Una historia interesante es la que se relaciona con la crisis alimentaria y de la que da cuenta pormenorizada el embajador. Ante la hambruna, dice, Paz gestionó que se abrieran “algunos rubros memorables”: coordinó que se trajeran semillas de trigo enano del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (Cimmyt) de Sonora, México, pero “los campesinos indios eran recelosos de las semillas mexicanas, no por su origen geográfico, sino por el aprecio a sus propias variedades, aunque fuesen débiles y poco rendidoras”, una variedad de “trigo silvestre cultivada allá era una hermosa planta que crecía muy alto y de tallos enormes, lo que le imprimía una visión especial a los paisajes rurales. Sin embargo, apenas enfrentaba una fuerte ventisca, el trigo se acamaba y perdía en la intemperie”. Valdés insiste en que no fue sencillo introducir las nuevas semillas: hubo que organizar un programa piloto y persuadir pacientemente a distintos grupos de campesinos, hasta que lograron convencerlos. “Se calcula que inicialmente se enviaron a la India 200 toneladas de semilla de trigo ‘Sonora 63 y 64’ y que con el paso del tiempo se tradujeron en el fin de las hambrunas. Fue una acción que enorgulleció a Octavio Paz, a la vez que le produjo un cierto desencanto por el poco aprecio oficial que recibió la cooperación mexicana. Así lo hizo patente en el informe que escribió a la Secretaría de Relaciones Exteriores”. 

En el artículo aparece luego un buen relato de la vida en la embajada durante el conflicto entre la India y Paquistán de 1965. Reporta Paz a la cancillería:

El personal a mis órdenes trabaja con discreción y eficacia. Para alentarlo, sugiero a la Secretaría el envío diario de algún periódico mexicano, tal como he solicitado en otros oficios (nunca se ha contestado a mis peticiones). Por último, seguiré informando con toda regularidad —a no ser que el estado del correo aéreo o cualquiera otra circunstancia me obliguen a emplear medios menos directos. En este caso, la Secretaría comprenderá la razón de mi discreción y, aún, de mi silencio. Por lo demás, utilizaré la vía telegráfica cada vez que sea necesario. Una última sugestión: es indispensable iniciar el anunciado servicio de valijas. 

Y luego, el relato de los trabajos para la exposición “Retrato de México”. Evoca Valdés: “La SRE patrocinó la muestra y Fernando Gamboa fue el curador del proyecto. Abarcaba los distintos periodos en que se suele presentar el arte de México: el precolombino, el virreinal y también el del siglo XIX, y las expresiones pictóricas que se derivaron de la Revolución mexicana. Fue sin duda un momento brillante de la diplomacia cultural mexicana. Al embajador Valdés le divierte aún recordar que Gamboa convenció a varios coleccionistas mexicanos para que prestaran temporalmente sus obras en la muestra, pues lo de ‘temporalmente’ era un decir, ya que las obras tardaron más de cinco años en retornar a México”. 

Para terminar, las evocaciones del embajador Valdés van a la salida de Paz de la embajada en 1968:

Habían pasado más de tres lustros de la carrera de Octavio Paz en el Servicio Exterior; comenzó con el rango más bajo y alcanzó el más alto, de embajador. En forma paralela, su importancia internacional como poeta y ensayista se hacía cada vez más evidente e influyente. Al igual que su obra, el reconocimiento crecía sin cesar. Se veía obligado a solicitar licencia para ser profesor invitado en universidades, asistir a festivales de poesía y encuentros de escritores…. 

Como apunta Guillermo Sheridan, su renuncia “es el final de la estancia de Paz en la India, es decir, el final de su carrera diplomática, el que se ha convertido en el episodio paradójicamente central de una extensa hoja de servicios”. En efecto, no es poco lo que se ha escrito y publicado sobre su separación del Servicio Exterior y las circunstancias en que se produjo, además de las repercusiones que tuvo a nivel nacional e internacional. El embajador Raúl Valdés, que había sido transferido unos meses antes a la embajada mexicana en La Habana, Cuba, sintetiza cualquier explicación al respecto: “A Octavio Paz le disgustaba sobremanera el autoritarismo. Viniese de donde viniese, no lo toleraba”. Al dejar su cargo, Paz remitió a la SRE un último informe en el que recapituló su gestión como embajador en la India. Podría haberse jactado de una labor diplomática estupenda, pero no lo hizo. Por el contrario, redactó nueve páginas a renglón seguido sobre el estado de la relación bilateral y las oportunidades que debían buscarse en áreas como la comercial y la científica; plasmó también un análisis de la evolución de la política exterior de la India y sus perspectivas futuras, y concluyó con el estado en que dejaba la administración de la embajada.

En su libro Vislumbres de la India, publicado muchos años después, se refirió así a su vida diplomática:

No reniego de los años que pasé en el servicio exterior de México, al contrario, los recuerdo con gratitud. Aparte de que, grosso modo, estuve casi siempre de acuerdo con nuestra política internacional, pude viajar, conocer países y ciudades, tratar con gentes de diversos oficios, lenguas, razas, condiciones, y, en fin, escribir. Mi carrera, si se la puede llamar así, fue oscura y muy lenta. 

Y concluye: “Se puede coincidir en lo segundo, pero no en lo primero: Octavio Paz fue un distinguido diplomático mexicano”. 

La revista recoge, por último, algunas fotos oficiales que pueden verse aquí.