Conversaciones y novedades

El inspector Paz

Ángel Gilberto Adame

Año

1938

Tipología

Historiografía

Temas

Los inicios del poeta (1936-1943)

 

Credencial de Paz durante su estancia en la Comisión Nacional Bancaria (24 de abril de 1941)

En junio de 1938, ante la imperiosa necesidad de aumentar sus ingresos, Octavio Paz ingresó a la entonces Comisión Nacional Bancaria. [1]



En junio de 1938, ante la imperiosa necesidad de aumentar sus ingresos, Octavio Paz optó por abandonar el proyecto educativo en el que participaba en Mérida e instalarse en la Ciudad de México. A partir de entonces tomó cuanto empleo pudo: fue redactor periodístico, maestro, ayudante en el negocio de su tío Guillermo y, además, se internó en el mundo burocrático —tal como confesó a Enrico Mario Santí— de la mano de Eduardo Villaseñor, economista admirador de la poesía y mecenas de Taller, revista de cuyo consejo editorial Paz formaba parte.

     Con el apoyo de Villaseñor, Paz ingresó ese mismo año a la entonces Comisión Nacional Bancaria, ubicada en San Juan de Letrán número 11, con el puesto de inspector de sección. De la revisión de su expediente de empleado se desprenden incidencias que permiten atisbar el mosaico biográfico del poeta antes de que abandonara México como miembro del Servicio Exterior.

     Las funciones de Paz como inspector, además de la eventual quema de billetes, incluían realizar visitas de verificación ordinarias y extraordinarias a las oficinas de las instituciones bancarias. También revisaba cortes de caja y comprobaba la cantidad y el valor de los títulos de crédito de las cuentas, así como la cancelación de los mismos. Igualmente, debía asistir a los remates y sorteos que efectuaran los bancos, además de rendir un reporte de las supervisiones que efectuaba dos veces al año. Por todo ello recibía una remuneración de $250.00 mensuales.

     Además de los habituales escritos informativos, entre los papeles salta a la vista la inestabilidad por la que atravesó durante los cinco años en que laboró en el ámbito administrativo, que transcurrieron entre intempestivos cambios de domicilio, tal como lo demuestra el siguiente informe:

El Sr. Octavio Paz Lozano no concurrió a sus labores hace varios días […] al encontrarse enfermo, por lo que ayer se giraron órdenes a la Clínica Médico Quiroga para que pasara un doctor a la casa núm. 208 Depto. 12, de la calle Industria, Colonia Hipódromo Tamaulipas, a fin de proporcionar información sobre la enfermedad que aqueja al empleado de referencia, y hoy [se] informó que el Sr. Paz Lozano no vive en la dirección [por él] indicada.

Otra constante visible en los folios son las inasistencias no justificadas y las solicitudes de vacaciones. El temperamento saturnal de Paz pareciera templarse en las oficinas bancarias, en las que dedicaba parte de su tiempo a “componer mentalmente una serie de sonetos”. En una entrevista con Julián Ríos, detalló: “Vi, diríamos, el otro aspecto de la economía, la otra cara del régimen capitalista. También, el carácter fantasmal del dinero: el dinero es un signo, pero un signo que se destruye. Vi las grandes llamaradas que se comían millones de pesos que ya no eran millones sino papel viejo”.

     Quizás, el nacimiento de Laura Helena en 1939 lo llevó a prolongar su permanencia en un trabajo que, aunque le parecía detestable, le brindaba prestaciones. Así lo hizo constar en sus disposiciones firmadas en 1942, según las cuales las beneficiarias de su seguro, en caso de fallecimiento, eran su esposa y su hija.

     Al año siguiente, agobiado por el “tedio y la rabia” que le producía su vida en México, Paz se postuló para obtener una beca de la Fundación Guggenheim, con el objetivo de radicarse en San Francisco y estudiar “La expresión poética del concepto de América”, según apuntó en su solicitud. De acuerdo con su relato:

Esto era en plena Guerra Mundial, en la época de la gran alianza entre los rusos y los norteamericanos. Yo me encontraba en una situación muy difícil, no sólo en el sentido material sino en el moral y el político. En fin, sentí que me ahogaba en México y que tenía que cambiar de país si no quería morirme de asfixia. […] Por fortuna, conseguí la beca y fui a dar a los Estados Unidos. Desempeñé oficios diversos, traté toda clase de gente, pasé estrecheces, conocí días de exaltación y otros de abatimiento, leí incansablemente a los poetas ingleses y norteamericanos y, en fin, comencé a escribir unos poemas libres de la retórica que asfixiaba a la poesía que, en esos años, escribían los jóvenes en Hispanoamérica y en España.

Su jefe en la Comisión, Manuel López y Sánchez de Tagle, le extendió una recomendación que dirigió al Cónsul General de Estados Unidos: “Tengo el honor de manifestar a usted que el señor Octavio Paz es persona de reconocida honorabilidad y solvencia moral. Desde el año 1938 ha desempeñado el puesto de inspector en esta Institución, de modo que nos son perfectamente conocidas su honradez y su seriedad profesional”.

     La beca tuvo duración de un año. Surtió efectos a partir del primero de diciembre de 1943 y consistió en un apoyo de 165 dólares por mes. Pocos días después de su partida, Paz escribió a Octavio G. Barreda: “Desde que llegué a San Francisco he intentado escribirle unas líneas, pero al principio todo conspiró contra mi propósito: la búsqueda de casa, el aturdimiento de los primeros días, las nuevas amistades… y la inercia”.

     Además de la subvención que recibía, la Comisión le concedió un ascenso en enero de 1944 y le extendió una licencia que se prolongó por “tres meses de sueldo y un mes de gratificación”. Cumplido el plazo, Paz presentó su renuncia ante el encargado de su sección el 25 de junio de 1944:

En virtud de que la beca que [se] me concedió […] termina hasta el mes de noviembre del año en curso […], no me será posible presentarme a esas oficinas sino hasta esta fecha, tengo la pena de pedirle que se sirva a considerar este escrito como la formal renuncia al empleo de  inspector […] que había venido desempeñando bajo sus dignas órdenes.
[…]
Al presentar esta renuncia me es grato manifestarle, una vez más, la sinceridad de mi reconocimiento por las inmerecidas atenciones de que he sido objeto, […] para no hablar de las pruebas de afecto de mis compañeros de trabajo.

Su paso por la Comisión sería tema recurrente de su meditación poética; quizás, una de las alusiones más contundentes sea la que aparece en Vuelta

Madura en el subsuelo
la vegetación de los desastres
                                                     Queman
millones y millones de billetes viejos
en el Banco de México.




[1] Una primera versión de este artículo se publicó en la página de Letras Libres el 23 de noviembre de 2015: https://www.letraslibres.com/mexico-espana/el-inspector-paz


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