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Paz en Morelos

Ángel Gilberto Adame

Año

1925

Lugares

Morelos

Personas

Paz Solórzano, Octavio

Tipología

Historiografía

Temas

El origen y la familia

 

Zócalo de Cuernavaca, Morelos (1925)

[1] En nuestro sistema legal, la declaración de desaparición de poderes es una medida de carácter excepcional en la que, dada la continua violación a la ley o la imposibilidad de que las dirigencias locales la apliquen, la Federación invade la soberanía de la entidad afectada con el fin de restablecer el orden. Aunque es una decisión sumamente grave, desde que entró en vigor la Constitución de 1917, se ha recurrido a ella en cuarenta y siete ocasiones.

     Al inicio del movimiento revolucionario, todo rastro de autoridad legítima desapareció en Morelos. Luego del asesinato de Emiliano Zapata el 10 de abril de 1919, se abrió una oportunidad para instaurar un gobierno apegado a los principios de la legislación fundamental. El presidente Carranza fracasó en ese intento, pues el recuerdo del caudillo seguía vivo entre sus seguidores, quienes se comprometieron a “consumar la obra del reformador, vengar la sangre del mártir y seguir el ejemplo del héroe”. Su bandera era “el principio salvador de la repartición de tierras” y el desprecio a la “afrentosa dictadura de Carranza”.

     La elección de Gildardo Magaña como comandante en jefe del Ejército del Sur despejó el camino hacia la institucionalidad, ya que se distinguía entre los altos mandos por su prudencia y capacidad de negociación. Así, su adhesión al Plan de Agua Prieta generó un régimen de amnistías y la prerrogativa de dirigir el Gobierno de Morelos. Uno de los beneficiarios fue el emisario zapatista Octavio Paz Solórzano, quien había vivido en Estados Unidos por cuatro años. A su regreso fue elegido diputado para la XXIX legislatura (1920-1922) y fue también cofundador del Partido Nacional Agrarista (PNA).

     A pesar de lo anterior, las convulsiones políticas que trajo consigo la segunda década de la lucha revolucionaria dieron lugar al surgimiento de nuevos liderazgos y programas ideológicos. En ese periodo de reorganización, se dio la polémica transformación nominal del zapatismo en agrarismo, misma que provocó confrontaciones que fueron dividiendo al otrora sólido bloque en diferentes facciones que lucharon para hacerse con el dominio del territorio morelense.

     En ese escenario, el PNA logró colocar a José G. Parres a la cabeza de Morelos. Su mandato se desarrolló de 1920 a 1923 y, aunque desempeñó sus funciones con cierta estabilidad, fue destituido por Álvaro Obregón acusado de haber integrado a su gabinete a funcionarios cercanos al defenestrado Adolfo de la Huerta. A la caída de Parres se sucedieron varios interinatos que no rebasaron el año de duración.

     Al tiempo que la inestabilidad se apoderaba nuevamente de Morelos, Paz Solórzano pretendía reelegirse en el Congreso. Su intento no fructificó, por lo que se unió a los trabajos de la Confederación Nacional Agraria, un frente unido que apoyó a Obregón y a Calles durante la rebelión delahuertista. Hacia enero de 1924 se le designó jefe del Departamento de Acción Militar de la mencionada organización con residencia en Cuernavaca. Fue en ese periodo que entró en contacto con la política local, aunque no permaneció ahí, ya que tuvo una labor itinerante.

     El 12 de septiembre, el Senado declaró desiertos los poderes y nombró como gobernador provisional a otro agrarista, Ismael Velasco Quevedo, con la responsabilidad de organizar elecciones. Para lograr ese propósito debió enfrentar diferentes obstáculos, como la falta de apoyo económico y la existencia de leyes anacrónicas que no se ajustaban a la Constitución.

     La hostilidad campesina surgió cuando Velasco inició un programa de recaudaciones fiscales a fin de obtener ingresos para los comicios:

[En] el heroico estado de Morelos […] lo mismo el gobernante que los ediles, no sabrán nada de ley de oferta y de demanda; no conocerán tampoco qué se entiende por ley de Gresham; pero haciendo cuentas con puñados de colorines y garbanzos, sí saben que, para pagarse sus sueldos respectivos, no hay como “tomar el dinero a quien lo tenga”. Y la lánguida industria y el comercio paupérrimo son la vaca lechera de esos funcionarios “paniaguados”. No entienden de que con su fiscal codicia están devorando los pequeños capitales. No se dan cuenta de que, a mayores impuestos, más encarecimiento de la vida perra en esa ínsula. [2]

     Con el propósito de agilizar la transición y apaciguar la rabia popular, el secretario de Gobernación envió asesores para homologar los distintos ordenamientos jurídicos. En consecuencia, el primero de junio de 1925 Velasco designó al licenciado Paz como secretario general de Gobierno de Morelos, con el fin de apoyarse en la experiencia que tuvo en Chiapas. Los críticos de Velasco pronto identificaron a Paz Solórzano como parte de su camarilla:

Don Ismael, a juzgar por las crónicas locales, es un cadete verdadero. Amigo del amor y del buen vino, [3] no pierde tiempo para darle gozo al cuerpo. […] Su última regocijada hazaña tiene la mar de gracia. Ocurriósele a tan alto señor correr una alegre y bulliciosa juerga, pues para algo se es gobernador, en tiempos en que las libertades andan enteramente sueltas, y tomando de compañeros a algunos amigos y empleados de su gloriosa administración, cargó con ellos y con varias mujeres de la vida airada, para dar lustre con tan escogida compañía, al paseo del barrio de San Antón, en donde se celebraba popular verbena. Como era de etiqueta y de costumbre, el señor gobernador y sus acompañantes iban hechos una cuba, y no de agua, por cierto. Don Ismael había escogido por dama temporal de sus amores, a una de las falenas más guapas del cotarro; pero al llegar a un punto denominado Salto Chico, el mandatario abstemio tuvo una querella con su linda pareja, y porque “el moño así” y porque “el moño asado” se hicieron de razones. El señor gobernador recordó entonces que lo era y, como un buen gendarme cuando se comenten faltas a su autoridad, fuese sobre su adorada prenda, dándole la gran zurra, inhumana y brutal. No se conformaría tan ejecutiva reclamación de su indignado fuero, sino pescando en vilo a la mencionada señora, la arrojó al fondo de un barranco […]. El autor de esta portentosa hazaña y su noble comitiva sin ocuparse más en la malherida luciérnaga, siguieron su paseo hasta San Antón, en donde se divirtieron tanto y tan bien, que quedaron en la vía pública muellemente acostados y soñando en los paraísos de Mahoma. [4]

     Estos excesos, sumados a la desconfianza que los morelenses les tenían a los que no eran sus paisanos, poco a poco fueron minando a los agraristas: 

el presidente de la República ha recibido un memorial de cinco mil obreros y campesinos en que relatan con los suaves colores rojo y negro que los servidores de la entidad, desde el gobernador hasta el último pinche de las cocinas reales, los tienen ya, lo mismo que al estado entero, con un agotamiento de paciencia, que revienta como odre o barriga de hidrópico. [5]

     Mientras tanto, el atribulado secretario Paz intentaba defender las medidas fiscales: 

El licenciado Octavio Paz asienta la falsedad de que el gobierno del general Ismael Velasco esté sosteniéndose con los recursos naturales del estado y que se han condonado TODAS las contribuciones atrasadas. Respecto a la condonación, se lanzó un decreto condonando las contribuciones causadas hasta el 31 de diciembre de 1923 por las fincas rústicas, haciendo la excepción de aquellas que hayan sido embargadas con motivo de sus adeudos. […] Por otra parte, es inexacto que el gobierno no disponga más que de los recursos naturales del estado, “a pesar de la falta de puntualidad de los contribuyentes”, pues debe tenerse presente que los gobiernos anteriores, como consecuencia de contar con un subsidio de la federación, no concedían la importancia que debían al cobro de las contribuciones, fuente normal de los ingresos de la entidad y cuya organización y regularización es indispensable si se busca la independencia política, toda vez que esta no puede existir si no es económicamente independiente. [6]

     Entre otros actos en los que el secretario Paz tomó parte, estuvo la promulgación del decreto por el cual el estado de Morelos adoptó la Ley de Relaciones Familiares, que, entre otras novedades, estableció un divorcio simplificado, buscando atraer capitales a la hacienda local, lo que años después sería derogado.

     Ante la escasez, Velasco promovió que se declararan tierras ociosas aquellas donde sus propietarios no pagaran impuestos:

El presidente del Sindicato de Hacendados, Albarrán, ha contestado al gobernador del estado de Morelos que se propone declarar tierras ociosas las propiedades cuyos dueños no paguen las contribuciones atrasadas, diciéndole que estima que su resolución constituye una táctica obstruccionista para su Gobierno. Dice Albarrán que quisiera saber en qué leyes se basa el Gobierno de Morelos para adoptar tal medida, porque la ley de tierras ociosas no lo faculta para repartirlas por falta de pago de contribuciones. De un agregado al texto del Boletín Morelense se deduce que también se repartirán como ociosas las tierras sembradas. Se dice que los hacendados morelenses “no pagan sus contribuciones, por falta de garantías para trabajar”.  El secretario de Gobierno del estado de Morelos, don Octavio Paz, afirma que el desnivel económico no se debe más que a la hostilidad de los hacendados morelenses que no quieren trabajar en sus propiedades y que rehúsan pagar sus contribuciones, pretendiendo con esto orillar a la administración revolucionaria a una bancarrota, por la falta de arbitrios. [7]

     Paz también participó en la expropiación de la Compañía de Luz ocurrida el 31 de julio. El reporte que envió a la capital sobre lo sucedido le ganó duras críticas de la prensa local.  El 9 de agosto, El Heraldo publicó:

Naturalmente que el boletín oficial que el secretario de gobierno, Lic. Octavio Paz, entregó para publicarse en un colega metropolitano, produjo al conocerse aquí un efecto contrario al que de seguro se propuso el autor; pues dada la inexactitud notoria de todas sus afirmaciones y la forma incisiva y tendenciosa que mal encubre el deseo de agredir a la Compañía, ha hecho que el público de esta Capital lo recibiera con desagrado, pues cuando la autoridad hace afirmaciones distintas de la verdad, pierde ésta su principal carácter de ecuánime y veraz y por ende su respetabilidad. [8]

El suceso de mayor gravedad también ocurrió en agosto, a raíz de que Velasco desconoció a las autoridades del municipio de Tetecala aun cuando, según informantes de inteligencia, eran legítimas. Estos hechos desataron una balacera en la que fallecieron varios integrantes del Cabildo. El secretario Paz informó que la autoridad cayó en una provocación:

Posteriormente como a las trece horas, recibió en la misma Secretaría de Gobernación un segundo mensaje urgente firmado por el Secretario General de Gobierno, Octavio Paz, informando que el Capitán del destacamento en Puente de Ixtla participaba que había arribado a dicho lugar un piquete de soldados conduciendo el cadáver del Inspector de Policía de Cuernavaca y el de un Agente de la misma corporación, inclusive, conducían el cuerpo de otro paisano y varios heridos de más o menos gravedad, resultado de los combates que se han librado entre los dos bandos. [9]

     Las pasiones se desataron y varios hicieron responsable del crimen a la cúpula del partido que decía representar los intereses de los campesinos. Algunos señalaban que Velasco era “un funcionario probo […] que había beneficiado grandemente a los proletarios”; otros decían que era “un militar a quien poco le importan las habladurías. Lo mismo se coloca un ‘trueno’ en cantina céntrica […]  que se hecha entre pecho y espalda una parranda en alguno de los pintorescos lugares cercanos a la capital”.

     A fines de ese mes, Velasco y Paz Solórzano fueron llamados a cuentas por el secretario de Gobernación Adalberto Tejeda. Su visita a la capital fue con tan mala fortuna que, además de las recriminaciones del ministro, varios periódicos dieron a conocer la siguiente nota:

Esta madrugada, en la esquina que forman las calles de Liverpool y Nápoles, al salirse de los rieles el tranvía número 71, de la línea de Condesa, fue a estrellarse contra el auto 1458 de la Secretaría de Gobernación, en el que iban el general Ismael Velasco, gobernador del estado de Morelos y el licenciado Octavio Paz, quien resultó herido de cierta gravedad. Fernando Becerril, chofer, se presentó a la policía, indicando que él no tenía ninguna responsabilidad y que toda debería recaer sobre el motorista, el cual, comprendiéndolo así, escapó a alguno de los pintorescos lugares cercanos a la capital. [10]



Accidente de auto de Ismael Velasco y el licenciado Paz, 1 de septiembre de 1925.


Al final, a pesar de que incluso llegó a tramitar un amparo, el Senado cesó a Velasco el 9 de septiembre y el 11 del mismo mes nombró a Joaquín Rojas Hidalgo para ocupar su lugar a fin de evitar un vacío de poder.

     La información periodística revela que Rojas Hidalgo tardó unas semanas en arribar a Morelos, por lo que Velasco, con un magro auxilio de Paz Solórzano debido a sus heridas, continuó dirigiendo la entidad al menos hasta el 3 de octubre. Algunos historiadores interpretaron que, en el lapso comprendido entre la salida de uno y la llegada del otro, la Administración recayó en el licenciado Paz, por lo que lo incluyeron en la extensa lista de mandatarios temporales. Su propio hijo abonó a crear esta confusión cuando, en 1986, le informó a Felipe Gálvez que su padre “fue por un tiempo encargado del despacho, pues el gobernador Velasco dejó el cargo”. [11]

     No debe olvidarse que, para esas fechas, Morelos estaba sujeto al régimen excepcional de la desaparición de poderes y que las atribuciones de Velasco se encontraban restringidas a celebrar elecciones. Al ser destituido por su incumplimiento, la entidad continuó en dicha condición legal y nadie que no fuera nombrado por el poder federal estaba autorizado a ejercer el cargo. El hecho de que el padre del poeta siguiera despachando en el Palacio de Gobierno no le concedió el carácter de mandatario que, desde la página oficial de la entidad, se le pretende atribuir y que hasta ahora no ha sido refutado.

     Al tomar posesión Rojas Hidalgo, la prensa destacó que:

por todas las oficinas no hallaron una hoja de papel. Y salió un senador a comprar papel, porque en toda la casona no hubo un criado a quien mandar. Ya con el papel en la mano, se quiso escribir; y no hubo una sola máquina. Y determinaron hacer el acta a mano como en los buenos tiempos de las plumas de ave. Pero no se encontró una gota de tinta… Faltaba todo.

Incluso se llegó a afirmar que “los últimos tres mil pesos recaudados, se los repartieron entre los funcionarios de dicho gobierno”. [12] Al poco tiempo, el flamante gobernador Rojas Hidalgo, también fue removido.

     En febrero de 1926, el licenciado Paz fue considerado en la terna para ocupar el interinato, aunque no resultó vencedor. El régimen de ingobernabilidad se prolongó durante toda esa década. Los saldos de este proceso concluirían con la futura extinción del Partido Nacional Agrarista.



[1] Una primera versión de este artículo se publicó en Letras Libres el 18 de agosto de 2015:  https://www.letraslibres.com/mexico-espana/paz-en-morelos

[2] “Murmuraciones provincianas. Felices morelenses”, Omega, 25 de abril de 1925, p. 2.

[3] Esto era una tendencia de varios funcionarios del régimen de Elías Calles. Muy sonadas eran las francachelas del secretario de Agricultura Luis L. León (amigo del licenciado Paz) con la vedette Celia Padilla.

[4] “El Duque se divierte”, Omega, 25 de junio de 1925, p. 2.

[5] “Razzia de funcionarios morelenses”, Omega, 7 de julio de 1925, p. 2.

[6] “Morelos no se sostiene con sus propios recursos”, Omega, 25 de julio de 1925, p. 2.

[7] “La hostilidad de los hacendados morelenses al gobierno”, La Revista de Yucatán, 29 de julio de 1925, p. 6.

[8] El Heraldo, 9 de agosto de 1925.

[9] Sergio Valverde, “Apuntes para la historia de la revolución y de la política en el estado de Morelos: desde la muerte del gobernador Alarcón, pronunciamiento de los generales Pablo Torres Burgos y Emiliano Zapata, mártires, hasta la restauración de la reacción por Vicente Estrada Cajigal", Impostor, México, 1933, p. 257.

[10] “Esta madrugada”, El Universal Gráfico, 1° de septiembre de 1925, p. 3.

[11] “‘La falla de mi padre fue que no se dio cuenta de mi afecto’: Octavio Paz”, Proceso, 17 de noviembre de 1994.

[12] “Fue bochornoso el saqueo de Morelos”, La Revista de Yucatán, 15 de octubre de 1925, p. 1.


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