Conversaciones y novedades

La depuración

Ángel Gilberto Adame

Año

1911

Personas

Reyes, Alfonso; Paz Solórzano, Octavio

Tipología

Historiografía

Temas

El origen y la familia

Lustros

1910-1914

 

Porfirio Díaz y su gabinete

En una carta del 6 de junio de 1911, Alfonso Reyes le relató a Pedro Henríquez Ureña la situación imperante en la capital del país: “Los disturbios de México han llegado a molestar la vida privada de las gentes. [...] Ya triunfó la revolución. Madero llega mañana. […] Estamos solos Caso y yo. Nos parece que se ha derrumbado el mundo y los dos nos hemos hallado sentados en la cúspide de la pirámide de escombros”. [1]

     En esa misiva también le describía la campaña de linchamiento contra los “científicos” que se había desatado tras la caída de Díaz: “Probable confiscación de bienes de don Justo Sierra y de Caso (por científicos incluidos en una lista que publicó La Patria) a moción de Octavio Paz”. [2]

     Reyes hacía referencia a una nota firmada con el seudónimo “el campanero”, donde Paz Solórzano hacía una lista de los "científicos" en la capital y los dividía en tres grupos: aquéllos cuyos bienes debían ser confiscados, aquéllos cuya expoliación estaba sujeta a debate y aquéllos que, pese a ser científicos, no merecían esa pena. En el tercer grupo incluyó a Antonio Caso, por lo que la información del regiomontano es inexacta. Dentro del primer grupo colocó a Roberto Núñez, Pablo Macedo, Emilio Pimentel, los militares Manuel Mondragón y Enrique Mondragón, Justo Sierra, Fernando Pimentel y Fagoaga, Joaquín Casasús, Emilio Rabasa y Miguel S. Macedo. Entre los que estaban a debate puso, entre otros, a los periodistas Ángel Pola y Manuel Puga y Acal. Curiosamente, no incluyó a Limantour “porque ha negado varias veces pertenecer al partido científico”. [3]

          Como Paz Solórzano confesaría más tarde, al final de sus estudios de Derecho:

me hice reyista y fui el presidente del Partido Estudiantil, y lo digo porque en esa época la mayor parte fuimos reyistas o cuando menos una gran mayoría, los que pensábamos hacer oposición. Hicimos eso porque precisamente ese partido iba en contra de los científicos y por atavismo, por abolengo, por idiosincrasia, tenía forzosamente que ser anticientífico, porque mi padre los había atacado desde 1905. [4]

El licenciado Paz incurrió en un error. Ya varios autores han demostrado que la primera vez que se le aplicó tal apelativo a ese grupo de partidarios de Díaz fue el 25 de noviembre de 1893, en el periódico El Siglo Diez y Nueve, en el artículo “La escuela llamada científica es jacobina”. El mérito de Ireneo, junto con otros, fue popularizarlo y, aunque reconocía el liderazgo de Limantour —a quien procuraba y le concedía “eminentes dotes como financiero, sano de espíritu y limpio de antecedentes”—, desde 1903, a propósito de su polémica con Bulnes [5], los tachó de voraces, y sentenció:

Y si la meta de esa carrera a que se han lanzado en el vértigo de sus ambiciones, fuera algo que no significara algo mal para la patria, sería de vérseles con indiferencia, pero no podrán dirigirse a otro objetivo más que al de saciar el hambre, nunca satisfecha, de los logros personales, los que reniegan del pasado nacional, los que anhelan demoler lo existente, y los que son incapaces, según lo demuestra su conducta, de hacer nada en el porvenir, si no es su bien propio sobre la ruina de un pueblo que han befado, que han encarecido en cuanto tiene de grande y glorioso. Por fortuna, la insignificancia real de los imprudentes contumaces, de los impulsivos feroces, los hará caer para no levantarse en el momento en que les falten protecciones. [6]

Tras la caída de Díaz, los sectores que se habían sentido fuera de las canonjías del viejo gobernante exigían una depuración. Ireneo estaba entre ellos y más cuando Madero se confesaba un hombre sin ataduras:

Tampoco pertenezco a ninguno de los partidos militantes y que son el “reyismo” y el “científico”; así es que no me guía ninguna pasión baja, y si juzgo con dureza los resultados del gobierno absoluto que ha implantado el general Díaz, es porque así me lo dicta mi conciencia. [7]

Así, Ireneo clamaba por que se arrojara a los "científicos" de los puestos públicos, “porque si esperamos a que renuncien, ya tenemos para rato [porque] carecen por completo de dignidad, que han creído que los cargos que desempeñan son de su patrimonio y que pueden dejarlos a sus herederos”. Dentro de los casos más emblemáticos, señalaba al “fatídico y perverso” Miguel Macedo; a su hermano, “el señor de la Ignominia”, Pablo Macedo; y “al moro de Gobelinos” Victoriano Salado Álvarez. [8]

     Los renovados jacobinos exigían una real depuración. Madero tenía la palabra.



[1] Pedro Henríquez Ureña y Alfonso Reyes, Epistolario íntimo, Santo Domingo, UNPHU, 1981, tomo I, pp. 137 a 140.

[2] Ibidem.

[3] “Lista de científicos de la capital”, La Patria, 5 de junio de 1911, p. 2.

[4] Diario de los Debates de la Cámara de Diputados, Legislatura XXIX, Año I, Periodo extraordinario, 12 de mayo de 1921, número 44.

[5] Francisco Bulnes se reconocía como científico y destacaba las virtudes de sus integrantes.

[6] Ireneo Paz, “El impulsivismo de los científicos. Su historia de conspiradores”, La Patria, 8 de agosto de 1903, pp. 1 y 2.

[7]Francisco I. Madero, “La sucesión presidencial en 1910”, en Javier Garciadiego, Textos de la Revolución Mexicana, Caracas, Fundación Biblioteca Ayacucho, 2010, p. 161.

[8] “Debe arrojarse a los científicos de los puestos públicos”, La Patria, 5 de junio de 1911, pp. 1 y 2.


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