Conversaciones y novedades

Xavier Villaurrutia y Octavio Paz: Excursiones e incursiones en la revista "Sur"

Diego Armando Lima Martínez

Año

1938

Personas

Reyes, Alfonso; Bianco, José; Sheridan, Guillermo; Nandino, Elías; Mallea, Eduardo

Tipología

Historiografía

Temas

Los inicios del poeta (1936-1943)

 

Jorge González Durán, Xavier Villaurrutia y Paz en el parque "Miguel Hidalgo" o "Los Berros", Xalapa, Veracruz, 1942. Fotografía de Lola Álvarez Bravo

“La admiración ciega es, casi siempre, una forma de la injusticia”, así lo pensó Xavier Villaurrutia en el extraordinario estudio que dedicó a Ramón López Velarde en 1932; un escritor mucho “más admirado que leído”, cuando no “más leído que estudiado”.[1] Este juicio de Villaurrutia hacia los lectores del poeta zacatecano me hace pensar de manera oblicua en otra injusticia cometida por la admiración. Debido a una verdad a medias que se repite, gran parte de la crítica literaria suele atribuir a José Bianco el hacer posibles las colaboraciones del joven Octavio Paz en la revista Sur, al inicio de su gestión en 1938. No es del todo mentira aunque tampoco es toda la historia: se trata de una imprecisión. 

          Si atendemos a los documentos, la confusión debió ser motivada por el propio Paz, quien en “Profesión de fe” recordó el momento en que fue “armado escritor, no por un ventero pícaro, sino por José Bianco, que me invitó a colaborar en Sur. Mi ordalía fue escribir mi primera colaboración”.[2] Sin embargo, tal como Guillermo Sheridan ha esclarecido, lo que posiblemente sucedió fue que una vez nombrado jefe de redacción de la revista, “José Bianco le escribió a Octavio Paz pidiéndole una recensión de Nostalgia de la muerte cuyo autor, Xavier Villaurrutia, lo había propuesto”.[3] Sheridan seguramente toma como fuente otro recuerdo de Octavio Paz, esta vez el escrito a propósito de su deuda literaria con la persona y obra de Xavier Villaurrutia:


En 1938 la editorial Sur de Buenos Aires, gracias a la intervención de Alfonso Reyes publicó el libro central de Villaurrutia: Nostalgia de la muerte. José Bianco, el secretario de Sur, le había escrito a Xavier pidiéndole que encargase a algún escritor mexicano la nota que debería publicar la revista. Xavier me preguntó si yo quería escribirla. Asentí y así comenzaron mis colaboraciones en Sur y mi amistad con Bianco.[4] 


Años más tarde, en entrevista con José Luis Perdomo Orellana, Paz añadirá a esta anécdota que “menos de un mes después recibí una carta aérea con un cheque bastante generoso y una invitación de José Bianco, para colaborar en Sur. Convertido en un colaborador de la revista, inicié una correspondencia frecuente con Bianco”.[5] 

          En efecto, a partir de estos años dio inicio una fructífera relación intelectual entre José Bianco, Octavio Paz y la revista Sur, aunque todavía más curioso me parezca el adalid literario de Villaurrutia para que el joven escritor acelerara sus colaboraciones en Argentina. Sabemos gracias a diversos testimonios sobre la simpatía de Jorge Cuesta o el propio Villaurrutia hacia Paz en la década de los 30, pese a que esta simpatía no siempre comulgara de las mismas ideas en materia de política e ideas estéticas, frente a las que los Contemporáneos eran más bien escépticos y radicales, en justa correspondencia. Precisamente, en esa época en que ambos formaban a Paz en la difícil tarea de ser fiel a sí mismo en un país de zafios nacionalismos, Alfonso Reyes hacía posible el deseo de Villaurrutia por dar a conocer fuera de México, en la editorial sudamericana, una edición de Nocturnos, editado en 1933 en los talleres Fábula del poeta-impresor Miguel N. Lira, aumentado con los poemas que había escrito durante su estancia de 10 meses en la Universidad de Yale, entre 1935-1936. Según sabemos por la correspondencia de Villaurrutia a Reyes, entre marzo y mayo de 1937, la gestión, corrección e integración de los originales en un solo libro fue más bien encabezada por este último[6] y como resultado Nostalgia de la muerte se terminó de imprimir en Buenos Aires el 21 de febrero de 1938.

          Siete meses más tarde, en septiembre de ese 1938, Villaurrutia confirma a Reyes el arribo de los ejemplares a México, y vuelve a aparecer el nombre de Octavio Paz en nuestro relato:


Querido Alfonso:

Pocos días después de su ida, recibí de Sur los ejemplares de Nostalgia de la Muerte. Gracias una vez más por su intervención. Como no sé si su ausencia se prolongará o no, le he enviado un libro a su casa de México. Octavio Barreda me ha prometido prestarme el Mallarmé de Reyes. Voy a leerlo cuidadosamente y me prometo comentarlo en Letras de México. Estoy seguro de que ese nuevo libro suyo me dará muchísimos goces, querido Alfonso.

          Envié directamente a Sur un ensayo o comentario sobre mis versos escrito por Octavio Paz. No se ha publicado, no sé por qué. El ensayo es bueno y aparecerá —ahora que se han perdido las esperanzas de verlo en Sur—, en Letras de México, también.[7] 


Producto de ese azar objetivo en que creía André Breton, la impaciencia de los mexicanos hizo posible la aparición casi de manera simultánea de la reseña de Paz. Villaurrutia no lo sabía, pero “Cultura de la muerte” fue incluida en el número 47 de Sur, correspondiente al mes de agosto de 1938;[8]  no obstante, en esa época la revista mantenía una demora aproximada de 30 días con la imprenta, según consta en el colofón.[9] Esto quiere decir que la reseña comenzaba a circular entre los lectores a partir de septiembre, fecha en que llegan los ejemplares del libro a México, dos meses antes de que Villaurrutia diera la colaboración de Paz a la redacción de Letras de México, para que se incluyera finalmente en el número 33 del mes de noviembre, con la nota aclaratoria de que “el artículo” había aparecido con “ligeras variantes” en Buenos Aires (como requería la tenaz campaña de Sur por evitar reproducciones no autorizadas).[10]

          Sabemos por carta inédita de José Bianco a Villaurrutia, del 7 de mayo de 1940, que la colaboración de los mexicanos en aquel hemisferio fue bien recibida, pues además de fructificar los lazos de amistad entre Bianco (recién encargado de la secretaría de la publicación) con Alfonso Reyes, fortalecía la misión intelectual y unidad panamericanista promovida en las páginas de la revista desde su fundación, pero retomada con particular ahínco frente a los embates militares que comenzaban a poner en riesgo la libertad de pensamiento en gran parte de Europa, así como las no menos importantes amenazas de gobiernos dictatoriales a lo largo de toda la región del Río de la Plata. Bianco no abandona la formalidad en su trato con Villaurrutia, por lo que difícilmente podamos aludir a una verdadera amistad entre hombres de letras, pero no deja de llamar la atención que lo mantenga al tanto de su trato con Octavio Paz:


Buenos Aires, Mayo 7 de 1940

Señor Xavier Villaurrutia

México D. F.

Distinguido amigo:

En una de las últimas reuniones del Comité de Sur, se expresó el deseo —que todos sus miembros comparten— de vincular más estrechamente a la revista con los países de América Latina, de modo que sus páginas reflejen las corrientes literarias, artísticas o sociológicas que se diseñan en ellos, así como la obra cultural que vienen realizando. Esperamos que usted contribuya a este trabajo de acercamiento interamericano, colaborando en Sur con cierta periodicidad, ya sea en forma de artículos o de notas, los cuales serán remunerados inmediatamente de publicarse. Dejamos el tema enteramente a su elección.
          A la espera de su grata respuesta, lo saluda muy atentamente

José Bianco

Secretario de Redacción

P. S. Una carta semejante le envío a Octavio Paz por este mismo correo.[11] 


Es cierto que podría existir un relato paralelo al que proponen estos documentos, en que Paz traza su propio camino en concomitancia con la amistad de Bianco, y en el que únicamente por cortesía se le hace saber a Villaurrutia de los resultados de su gestión. No obstante, esta explicación no esclarece otro punto de esta historia literaria que corresponde tanto a los aciertos como a los malentendidos que se fueron tejiendo en torno a dicha publicación. 

          Gracias a la correspondencia entre Villaurrutia y Alfonso Reyes, tenemos noticia de que el poeta Elías Nandino, de manera velada, había enviado al Comité encabezado por Bianco un libro de poemas (desconozco si se tratará de Nuevos sonetos, editados posteriormente por Cuadernos México Nuevo, en 1939), supuestamente prologado (es decir, recomendados) por Villaurrutia, para la misma colección en que se publicó Nostalgia de la muerte. Nuestro poeta alude con molestia al incidente en que se ve envuelto:


Y, a propósito de Sur, quiero decirle que hace unos años y de una manera enteramente casual, me enteré que Elías Nandino se ha comunicado con usted para ver de colocar algo suyo en las ediciones argentinas. La carta de usted resultó, para mí, la primera noticia del asunto. Nandino nada me había dicho. Veo, por la respuesta, que se habla de un prólogo mío. Mi sorpresa ha sido muy grande y lamento que Nandino no me haya dicho nada. Nandino es alguien a quien yo estimo de veras en lo personal pero a quien —estableciendo una de esas separaciones a que yo soy afecto desde siempre y para siempre, entre el amigo auténtico y el posible artista— yo no he recomendado ni a usted ni a Sur. Hace años y a reiteradas instancias de Nandino escribí una breve introducción a un conjunto de poesías intitulado Eco. Allí digo que «el día más pensado» el autor de esos versos se convertirá en un poeta. No me toca a mí decir si ese día «más pensado» ha llegado en la vida de Nandino. Ya comprenderá usted mi sorpresa y el malestar que me produce no saber qué intervención me asignó Nandino en un asunto en el que no he intervenido ni intervendré.


El libro de Nandino fue rechazado por el Comité según confirmó Eduardo Mallea a Villaurrutia, en una carta en la que, además de volver a mencionar la reseña de Paz, muy apenado no descarta la posibilidad de que pueda incluirse a Nandino más adelante en la selección de poetas latinoamericanos:


Veré, de cualquier modo, lo que se puede hacer por el señor Nandino. Me hago cargo de los escrúpulos y los tendré en cuenta. Espero unas suyas: ya habrá visto la nota que dimos en Sur sobre su libro.

          Un apretón de manos de su lector y amigo

Eduardo Mallea[12]


Destaco este incidente porque no deja de parecerme relevante que en una conversación en la que, fiel a su rigurosidad crítica —esa separación que identifica “entre el amigo auténtico y el posible artista”—, Villaurrutia plantee su desconfianza hacia el poemario de Nandino al mismo tiempo que otorgue su voto de confianza a la internacionalización del joven Octavio Paz. Desde luego, se me podría rebatir con razón que Villaurrutia fue siempre más celoso de la poesía que de la crítica: bastaría recordar el incidente con Laurel. Antología de poesía moderna en lengua española, en que Paz quedará fuera de un proyecto que él mismo ayudaría a compilar. En ese momento los nombres de los implicados no serán Bianco, Mallea o Nandino sino José Bergamín, Emilio Prados, Juan Gil-Albert, y propiciaría un muro de silencio entre ambos poetas, hasta la muerte de Villaurrutia la mañana del 25 de diciembre de 1950.[13]  

          La historia de la primera publicación de Octavio Paz en la revista Sur nos devuelve dos imágenes en las que es necesario detenernos. La primera, la de Villaurrutia como gestor de jóvenes escritores; un lector sumamente crítico, al tanto de las publicaciones en el continente, que interviene en los grupos literarios, consolida sus alianzas, diferencias o complicidades no sólo al interior de México sino en el resto de Hispanoamérica. Se trata de una faceta que está aún por estudiarse pero cuyos testimonios nos invitan a visitar publicaciones como Proa, Martín Fierro e incluso en Orígenes. La otra imagen, no menos importante, es la de una relación literaria que no permitió concesiones e hizo preguntarse a Paz décadas después si realmente fue amigo de Villaurrutia:


Durante algunos años vi a Xavier dos o tres veces por semana. ¿Fui su amigo? Jamás nos tuteamos, nunca me invitó a su casa y él estuvo en la mía apenas dos o tres veces. Hablamos mucho y nada supe de su vida íntima ni él de la mía. […] Mi relación con Xavier, como la que mantuve con Cuesta, fue de índole intelectual. Mejor dicho: literaria.[14]  


En este sentido, no debería extrañarnos que otro de los escasos comentarios de Villaurrutia sobre Paz llegara hasta nosotros en forma de dedicatoria. En 1949 apareció la primera edición de Libertad bajo palabra, que Paz hizo llegar inmediatamente a Xavier desde la embajada de México en París. A cambio, Villaurrutia mandó un ejemplar de Canto a la primavera y otros poemas, con una dedicatoria que reconocía al joven que alguna vez, todavía en formación, se impacientaba por dar sus páginas a la imprenta: «A Octavio Paz, agradeciéndole el envío de su libro admirable, que no me he cansado de releer ni de recomendar y en el que encuentro la afirmación de otro gran poeta mexicano».[15]  

          Desconozco por qué Villaurrutia no escribió una reseña del libro de Paz que no se cansaba de “releer ni de recomendar”. Quizá la muerte lo sorprendió demasiado pronto o su personalidad reservada lo hizo aislar sus opiniones en el terreno de la vida privada. Sin embargo, la revisión de estos documentos nos permite dar cuenta de una historia de admiración que no fue ciega, sino más bien vigilante de su proceder.



[1] Xavier Villaurrutia, “Ramón López Velarde”, en Textos y pretextos, Fondo de Cultura Económica, México, 2018, p. 16.

[2] Octavio Paz, “Vuelta: cuatro notas”, en Obras completas VIII: El peregrino en su patria, Fondo de Cultura Económica, México, 2004, p. 569.

[3] Guillermo Sheridan, “Concordia. Las cartas de Octavio Paz a José Bianco”, en Cuadernos Hispanoamericanos núm. 756 (marzo 2014), p. 4.

[4] Octavio Paz, Xavier Villaurrutia en persona y en obra, Fondo de Cultura Económica, México, 1978, pp. 15-16.

[5] Octavio Paz, “Me asombra haber llegado a los 80”, entrevista de José Luis Perdomo Orellana, citado en Zona Paz. https://zonaoctaviopaz.com/mismo/3.

[6] Jacques Issorel, “Seize lettres inédites de Xavier Villaurrutia à Alfonso Reyes”, en Cahiers du Monde Hispanique et Luso-Brésilien núm. 23 (1974), pp. 47-61.

[7] Xavier Villaurrutia, “[Carta a Alfonso Reyes de septiembre de 1938]”, en Jacques Issorel, “Seize lettres inédites de Xavier Villaurrutia à Alfonso Reyes”, pp. 59-60.

[8] Octavio Paz, “Cultura de la muerte”, en Sur, Buenos Aires, núm. 47 (agosto de 1938), pp. 81-85.

[9] En el número en cuestión puede leerse: “Este cuadragésimo séptimo número de Sur acabose de imprimir el día treinta de agosto de mil novecientos treinta y ocho, en la imprenta López, Perú 666, Buenos Aires”.

[10] Octavio Paz, “Cultura de la muerte”, en Letras de México, Ciudad de México, núm. 33 (1 de noviembre de 1938), p. 5.

[11] Actualmente preparo una edición de las cartas a Xavier Villaurrutia que tiene bajo su resguardo el Centro de Investigación Teatral Rodolfo Usigli. Por el momento, consigno el archivo: José Bianco, “[Carta a Xavier Villaurrutia del 7 de mayo de 1940]”, en Centro de Investigación Teatral Rodolfo Usigli, Fondo Xavier Villaurrutia, Correspondencia, Caja 1, Expediente 2, Ítem 35.

[12] Eduardo Mallea, “[Carta a Xavier Villaurrutia, de noviembre de 1938]”, en Centro de Investigación Teatral Rodolfo Usigli, Fondo Xavier Villaurrutia, Correspondencia, Caja 1, Expediente 2, Ítem 31.

[13] Para conocer más sobre esta polémica véase Octavio Paz, “Poesía e historia: Laurel y nosotros", en Obras completas II: Excursiones e incursiones. Fundación y disidencia, Fondo de Cultura Económica, México, 2014, pp. 588-629.

[14] Octavio Paz, Xavier Villaurrutia en persona y en obra, pp. 19-20.

[15] Anthony Stanton, “Libertad bajo palabra: la genealogía de un libro y de un poeta. Entrevista con Octavio Paz”, en Vuelta núm. 145 (diciembre de 1988), p. 16.


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