En la mirada de otros

En la mirada de José Bianco

José Bianco

Año

1974

Tipología

En la mirada de otros

 

José "Pepe" Bianco

El narrador y crítico argentino José Bianco (21 de noviembre 1908 - 24 de abril 1986) fue el legendario editor de la revista Sur de Buenos Aires entre 1938 y 1961 y uno de los amigos más íntimos de Paz. Desde su primer año, Bianco invitó a colaborar en Sur a su amigo, que lo hizo con relativa frecuencia. Gracias a Bianco, pudo publicar en el ámbito hispanoamericano, en 1951, su escrito sobre David Rousset y “Los campos de concentración soviéticos” (9:167). Convivieron en París en 1949, donde el espléndido —y por tanto olvidado— narrador que fue Bianco se inspiró en el matrimonio de Paz y Elena Garro para trazar a ciertos personajes de su gran novela La pérdida del reino (1973). En 1948, Paz le dedicó su poema “Máscaras del alba” (11:197). En una de sus cartas, Paz le escribe: “Querido Pepe: (…) Leerte es siempre un placer. A veces me irritas y, una vez desahogada mi cólera, me encuentro ridículo y engreído. Si te quejas, lo haces con elegancia. Hay una raza (espiritual) a la que tú perteneces. No sé cómo definirla, es algo más fácil de sentir que de decir. Un tono —iba a decir unas maneras—, un temple, una simplicidad que es una complejidad, una familiaridad que jamás degenera en promiscuidad o complicidad. Queda poca gente como tú en este mundo de pop art, pintura ‘informal’, poetas comunistas o neodadaístas y erotismo sin secreto”.


          La carta de Bianco a García Ponce que se reproduce en seguida nos fue generosamente compartida por nuestra consejera Malva Flores. (AGA)


  

A Juan García Ponce 

Cerrito 1222

12 de marzo [de 1974]

 

Juan querido:


          Hoy llegó tu última carta mandada por expreso (como yo te pedía) y casi en seguida aunque la hayas fechado el 7 de enero en vez del 7 de marzo. Mientras estuve en cama releía y releía tus cartas y las de Michèle, miraba las fotos, pero no tenía fuerzas para levantarme, ir a mi escritorio y contestarlas. Es ridículo que te hable de mi salud después del golpe atroz que te has pegado. ¿Ha dejado de dolerte el cuerpo, realmente de dolerte? Tu golpe fue otra de mis preocupaciones, que en los últimos tiempos no han sido precisamente literarias. Tu artículo de Plural, aquel en que hablas de muerte y literatura, me pareció admirable. Lo leí en plena taquicardia. No sólo a mí me pareció admirable; a varios amigos, entre ellos a Teddy Paz, que tiene sobre tus novelas y ensayos la mejor opinión. Te confieso, sin embargo, mea máxima culpa, que los cuentos de Bataille —no sólo aquel a que tú te refieres— sino los pocos que he tenido ocasión de leer, no acaban de convencerme. Será una cuestión de familias de los espíritus. Yo no pertenezco a su familia.


          Como te decía, Juan, no puedo hablarte ahora de literatura sino de cosas más materiales que Wilde recomendaba excluir de la conversación. A toda hora caían personas a ver mi casa. Por fin ayer se vendió (muy mal) y la compró un muchacho muy rico y muy avaro, decidido por un motivo que parece inspirado en un cuento de Adolfito Bioy. A su padre, un hombre totalmente nulo que vive con el matrimonio, mi departamento le queda casi al lado del Jockey Club. ¿No es gracioso? Lo que será menos gracioso es la tarea de encontrar otro lugar donde meterme. Con la ayuda de Dios y tocando madera, quizá todo se arregle. Cada día tiene su afán, y me quedan 89 días por delante. Recibí carta de Octavio. Me pide el ensayo de Proust y Léautaud que leí en el Colegio de México, y que a mi vuelta mereció el premio de ensayo que otorga La Nación. Figúrate cómo serían los otros. Yo mismo le ofrecí el ensayo a Octavio, pero ahora me entran dudas. Para Plural, me parece muy superficial. En fin, tú no digas nada. Lo haré fotografiar y se lo mandaré —aunque es larguísimo. ¿Te parecería mal que para realzar un poco ese ensayo te lo dedicara? Me gustaría ver tu nombre encabezándolo. Claro está que siempre se plantea el problema de si llegará o no a México. Allí no se puede mandar nada por expreso porque a veces —me ha sucedido— la correspondencia te llega de vuelta. ¡Qué absurdo es todo! Pensar que personas como nosotros tengamos que preocuparnos del destino de lo que se manda por avión.


          Siempre pienso en ustedes. No con afecto: con devoción. Anhelo mudarme, desarmar mi biblioteca cuyo desorden es tal que nunca encuentro nada. Habré de deshacerme de muchos libros, pero conservaré siempre algunos mexicanos, entre ellos los de un señor que estornuda, se derrumba, casi se mata y que se llama Juan García Ponce. Sí, Juan, te admiro y te quiero mucho. Abraza y besa en mi nombre a la hermosa e impar Michèle.


               Un abrazo de tu

                                            Pepe


          En este momento me llega El signo y el garabato. Lo he hojeado mientras conversaba. Me detuve en el artículo sobre la traducción poética. Claro está que Octavio, que tiene condiciones geniales de tono intelectual y verbal, a la manera de Borges, puede permitirse traducirlo todo. Claro, me pregunto yo, ¿y la música? ¿Cómo traducir Verlaine o Apollinaire, pongo por caso? Además, en el soneto mismo de Mallarmé, lo simple, lo puramente simple, ¿está dado? ¿Es lo mismo Aboli bibelot d’inanité sonore que espiral espirada de inanidad sonora?


          Otro abrazo

                                 Piensa en esas dos palabras tan sencillas Aboli bibelot.