Conversaciones y novedades

Teodoro González de León sobre "El misterio de la vocación"

Teodoro González de León

Año

2015

Tipología

Conversación

Temas

Los años de San Ildefonso (1930-1932)

 

Christopher Domínguez Michael, con su olfato de crítico, ha dicho que Ángel Gilberto Adame escribió un libro fundamental; yo lo creo. Es un libro preciso que va a ser necesario como consulta, ya que incluye mucha información que no conocíamos, sorpresas del periodo de formación de Octavio Paz. El misterio de la vocación añade, además, un conjunto de fotografías desconocidas notables: con su abuelo, Ireneo Paz, con sus padres, con vecinos y amigos de infancia y juventud, con sus primos jugando. Un pasaje completo del libro aclara la relación de Paz con José Juan Bosch, amigo de la secundaria, tres años mayor que él, anarquista, nacido en Cataluña, que vivía en México por el exilio de sus padres. Bosch fue la primera instrucción de izquierda de Octavio Paz. Por seguir los pasos de rebeldía de su amigo, lo expulsaron de la escuela unos días. Según anotó otro condiscípulo de Paz muy célebre, Rafael Solana, Bosch era un insolente que paseaba entre las rejas de la escuela fumando. Esa amistad le costó a Octavio dos noches en la cárcel. Tenía quince años. Cuando estalla la Guerra Civil, Bosch regresa a España y se enlista en el bando republicano. Al poco tiempo, se reporta su muerte. Paz se entera y se apresura a escribir un poema en su honor, “Elegía a un compañero muerto en el frente de Aragón”. Todo esto es conocido, lo interesante es que Adame ha documentado que la historia no termina como pensábamos, pero para ello tendrán que leer el libro.

Regresando a los años de la secundaria de Paz, todavía en la avenida Chapultepec, Octavio tomaba el tranvía en Mixcoac y en veinte minutos lo dejaba frente a la escuela. Él me contó que, en ese viaje diario, coincidía con una mujer bellísima, Dolores Olmedo, amiga y modelo de Diego Rivera. Siempre muy despechugada, se sentaba al frente y Octavio, fingiendo distracción, viajaba de pie para contemplarla, con suficiente aceptación de ella. Octavio era muy guapo. La escuela se derrumbó en el sismo de 1985, junto con muchas escuelas (se cayeron más escuelas que edificios).

El gran documento del libro es la foto de la portada con los seis amigos que formaban la pandilla de la revista Barandal. Es algo inédito. Octavio tenía entre dieciséis y diecisiete años y estudiaba la preparatoria en San Ildefonso. Todos, con chaleco, corbata y sombrero. Fue tomada en los Viveros de Coyoacán. Era un lugar misterioso y algo abandonado para muchos jóvenes que buscaban silencio para charlar o leer, a los que fascinaban esos parajes solitarios.

Ángel Gilberto Adame dedica ochenta y seis páginas a los barandales. Rescata la vida de algunos integrantes totalmente desconocidos, porque murieron pronto y sin trascendencia. El más simpático fue Rafael López Malo, éste sí conocido. Fue un líder estudiantil, amigo de Vicente Lombardo, que dirigía la preparatoria. Tuve con Rafael López Malo dos visitas a su casa que me enseñaron mucho de la política nacional. Luego, claro, fue un líder sindical y fundador del Partido Popular. López Malo le dio la segunda enseñanza política a Octavio, compañero de ruta en esos años de los comunistas. Era inquieto y muy amable con los jóvenes. Se casó con la conocida Amalia Hernández, bailarina y fundadora del Ballet Folclórico de México. También Octavio fue compañero de Salvador Toscano, hijo del gran hombre del cine en México. También lo conocí por intermediación de Justino Fernández. Toscano murió trágicamente, muy joven, en 1949, en el avión que se estrelló en el Popocatépetl junto con el político Gabriel Ramos Millán y la bella actriz Blanca Estela Pavón.

Ángel Gilberto desmiente, con documentos, la patraña que inventó Elena Garro sobre su boda con Octavio. La Garro soltó el rumor de que la engañó para casarse con ella. En el libro descubrimos cómo la boda fue cuidadosamente preparada por su familia, sus hermanos y sus padres. Fueron testigos justamente Rafael López Malo y Salvador Toscano, amigos desde la preparatoria en San Idelfonso. Según cuenta José Iturriaga, Elena y Octavio eran novios felices y andaban siempre de la mano. Iturriaga fue amigo de Octavio y también mío.

También investigó al estudiante Octavio y encontró registros de su paso por la universidad, que nunca terminó. No me imagino a Octavio de abogado. Su vida cambió al volver del mítico viaje con Elena a España. Tenía una hija que mantener, y tuvo que trabajar con un sueldo ínfimo en el Archivo General de la Nación.

A Octavio lo conocí en 1948, en París, cuando él trabajaba en la embajada de México. Yo tenía 22 años y él 34. Me dijo que estaba escribiendo algo sobre México. No me dijo que sería El laberinto de la soledad, ni más ni menos. Quizá aún no tenía el título. Descubro, al leer el libro, un olvido ¿involuntario? de Paz con sus amigos. Su madre, que era muy guapa, se volvió a casar, tras la traumática muerte del padre de Octavio. Y Octavio nunca contó la segunda boda de su mamá en 1938. Pero Adame sí encontró los documentos y las referencias a este enlace.

Termino con una historia sobre La Castañeda. Ahí, en 1940, se suicidó su amigo Rafael Vega. Se ahorcó internado en ese sanatorio, en Mixcoac. A mí me tocó, como arquitecto, un proyecto de dos edificios de dieciséis pisos que iba a sustituir el viejo hospital psiquiátrico. Y, antes de su desmantelamiento, hice una visita técnica para ver qué podíamos salvar de la estructura. Me tocó ver el horror de sus reclusos desnudos, gritando, y los enfermeros calmándolos con cubetazos de agua fría. Era un espectáculo atroz. Conservé la entrada, donde vivía el doctor. Era un pabellón hecho por Porfirio Díaz.

Por cierto, en el poema de Octavio “Himno entre ruinas” menciona en un verso: “En lo alto de la pirámide los muchachos fuman marihuana”. No dejen de leer el libro de Adame y descubrirán quiénes podrían ser esos muchachos. 

Artículos relacionados