Alberto Gironella
José Alberto Gironella y Ojeda
(1929-1999) fue uno de los mayores representantes de la generación de la
Ruptura. Oficialmente, su amistad con Paz inició en 1962, aunque en la década
de los cincuenta se movían en círculos comunes. De hecho, su primera esposa,
Ana Cecilia Treviño, Bambi, entrevistó para Excélsior a Elena
Garro tras su regreso a México después de pasar una década en París con el
poeta.
Paz y Gironella se profesaban mutua
admiración. Tal vez ésta se cultivó a partir de las convergencias en la
historia de ambos; Paz tenía descendencia española por parte de madre y
Gironella por parte de padre; los dos estudiaron en el Colegio Williams y ambos
obtuvieron la beca Guggenheim. La más importante de estas coincidencias es que
Gironella comenzó una carrera literaria en la poesía y la novela, aunque
terminó por desistir de ella y dedicarse a las artes visuales.
Su amistad no fue de largo aliento, sino de tiempos. Sin embargo, de acuerdo a Fabienne Bradu, de todos los pintores sobre los que escribió, entre otros, Paz tenía especial predilección por la obra de Gironella. Las líneas que Paz dedicó a Gironella insisten en la juego de poesía-pintura: "Es pintor de nacimiento: piensa, siente y habla en líneas, colores y formas; asimismo, y con la misma fatalidad, es un poeta al que su imaginación lo lleva más allá de la vista. Sus ojos de pintor sirven a sus obsesiones: sus cuadros son obvisiones. Su imaginación no se contenta con presentar: quiere decir y, con frecuencia, dice. Pero lo dice sin caer jamás en la literatura y fiel a sus propios recursos plásticos. La pintura de Gironella no cuenta ni relata: es una descarga de imágenes que provoca en el espectador otra descarga. [1]
Los párrafos siguientes son una
compilación de los recuerdos de Gironella sobre Paz. (AGA)
Emocionado, me puse en contacto
con Édouard Jaguer para pedirle que me contactara con Breton. De inmediato fui
a la galería y en el libro mencionado encontré las palabras de Breton, y en la
misma página comentarios de Fernando Arrabal y de Joyce Mansour. A los pocos
días yo estábamos Bambi y yo en casa de Breton en rue Fontaine. Le
llevé como obsequio “la calavera quijotesca” de José Guadalupe Posada. Él quedó
emocionado y sorprendido de que le regalara ese grabado porque, sin saberlo, él
había tenido esa estampa con anterioridad, pero desapareció de su casa durante la
ocupación alemana. […] Fue André Breton quien incitó nuestra amistad, cuando
Octavio era consejero cultural de la Embajada Mexicana en París.[2]
Paz había regresado a Harvard
en septiembre de 1971, luego de que el 10 de junio estuvo en el auditorio Justo
Sierra en la UNAM mientras sucedía el ataque en San Cosme. Al día siguiente […]
había aparecido la “Declaración de los 14 intelectuales” (Paz, Fuentes, Gabriel
Zaid, Juan García Ponce, Salvador Elizondo, Fernando Benítez, Carlos Monsiváis,
José Luis Cuevas, Eduardo Lizalde, Alberto Gironella, Santiago Ramírez y Luis
Villoro) condenando la represión, defendiendo el derecho a manifestarse y
exigiendo investigar quién manejaba a los “halcones”. Hubo unas versiones en el
sentido de que había sido LEA para culpar a la vieja guardia del PRI, y otras
que decían lo contrario: que había sido esa vieja guardia para humillar a LEA.
Ésta última fue la postura de Fuentes en el libro que publicó en esos días, Tiempo
mexicano.[3]
Bebí muy poco con [Paz].
Una vez cenamos en su casa los Buñuel, Sanda [Racotta] y yo, y Octavio y Mari
Jo; pero en general, aunque nos queríamos mucho, no teníamos vida social.[4]
En París alquilé un estudio en la
avenida Frochot, en Pigalle. Es una cerrada. Queda enfrente del que fuera estudio
de Toulouse-Lautrec. Precioso sitio, con árboles, maravilloso. Al estudio en
París venía mucha gente. Puedo pintar con gente. Venía Cortázar, Octavio Paz,
Arrabal, Alechinsky.[5]
La primera vez que usé la
corcholata fue en un objeto dedicado a Emiliano Zapata, donde la corcholata
funge como un balazo. Ya luego las usé para competir con Carlos Fuentes y
Octavio Paz a ver quién tenía más, si yo corcholatas o ellos medallas. Me
ganaron con las medallas.[6]
En diciembre de 1977 regreso a la
Ciudad de México, para inaugurar la exposición “La vuelta del hijo pródigo”
—título que reúne el de dos revistas literarias: El hijo pródigo, de
Octavio G. Barreda y Vuelta, de Octavio Paz— en el Museo de Arte Moderno
de Chapultepec.[7]
[El catálogo se hizo] con
un texto de José Pierre en traducción de Rosa Chacel, pero estaba lleno de
erratas. Emilio Azcárraga, al verlo dijo: ¿Quién hizo ese catálogo? Resultó que
Gaspar Rionda. No sé qué le hicieron. Dicen que lo enviaron de garrotero a un
restaurante en Los Ángeles. Me llamó Azcárraga y me preguntó: —¿Qué hacemos?
—Otro catálogo. —¿Qué sugieres? —Que lo escriba Paz. Es así como Paz entró a Televisa
con su texto “Los sueños pintados de Alberto Gironella”.[8]
En una mesa redonda con Salvador Elizondo y Paz sobre Andre Breton, los llama: Los acólitos de esta misa en la cual Alberto Gironella oficia en honor de Alberto Gironella y canta la muerte y la resurrección de Alberto Gironella.[9]
Elizondo, Gironella y Paz
Yo he pintado a Paz, lo hice en
Madrid en 1983. El ámbito, el ambiente y la composición están inspirados en el
cuadro de Diego Rivera a Ramón Gómez de la Serna. Lo mismo he pintado a Buñuel,
a Valle Inclán y a José Bergamín. El arte de la pintura es el arte de silencio,
como explicó Ortega y Gasset. No dice nada, no dice estas cosas que acabo de
decir, está callado.[10]
Este primer cuadro surgió como un
encargo del gobierno español. Pretendían
hacer una galería de los premios Cervantes y, como Octavio acababa de ganarlo,
me pidieron que hiciera la obra. Me ofrecieron un muy buen pago y, por ello, me
fui a España a pintarlo. Mi sorpresa fue “que en Palacio las cosas van
despacio”, y que al cabo de varios meses seguían sin darme un quinto. Ya no
tenía ni con qué pagar el hotel cuando, para mi fortuna, se me apareció Miguel
Alemán y acabé vendiéndole ese cuadro.
[Ubiqué ahí a Paz como tendero
de ultramarinos entre jamones y botellas de alcohol porque] el jamón es un
elemento muy especial. Leí al poeta Pierre Reverdy, quien escribió en un poema:
“El sueño es un jamón pesado que cuelga del techo” y esta frase, junto con la
reproducción de El sueño del caballero, de Antonio Pereda, me
incitaron a decidir que “El sueño es un jamón” sería el título de una serie de
trabajos. Por eso, al pintar a Paz, quien también admiró al poeta surrealista
Reverdy, decidí colgar un jamón del techo. La botella de anís El Mono,
la puse para hacer un juego de palabras con la obra de Paz, El mono
gramático.
En 1984, cuando cumplió 70 años,
Alemán se lo regaló. Eso es potlatch en su
sentido de trueque: Paz cumple 70 años y su amigo, Miguel Alemán, le regala el
cuadro de su otro amigo, Alberto Gironella.
Al principio no [le gustó].
Cuando lo vio por primera vez en la exposición titulada Pintado en México
en el Banco Exterior de España, le comentó a Rosa Chacel, a Dámaso Alonso y al
poeta Luis Rosales que yo me había pintado mi autorretrato, porque él nada
tenía que ver con abarrotes o jamones, y yo sí era hijo de abarrotero.
De inmediato fui hacía él y le
dije que si quería cambiaba el jamón por una alcachofa, pero él, quien conocía
mi humor negro, prefirió quedarse con el jamón. Con respecto al título, La
poesía- Ultramarinos, le dije que lo puse porque ese es nuestro lenguaje:
no hablábamos náhuatl sino español, que es un lenguaje ultramarino. Él me
respondió llenando su rostro con una sonrisa luminosa. Sé que el cuadro, poco a
poco, le fue gustando. Por suerte se salvó del incendio que acabó con gran
parte del departamento de Octavio.[11]
En una ocasión Paz tuvo un
accidente el que en se quebró los dos brazos, creo que fue la primera vez que
se dejó barbas, y yo le di El tesoro de la lengua de Covarrubias y los Emblemas
de [Andrea] Alciato, para que tuviera visiones, y no un aparato de televisión.[12]
El que dice mejor quién es el comandante Marcos es Octavio Paz, a pesar de él. No tiene un pelo de tonto, ni uno solo. Él sabe que lo conozco muy bien y que lo he leído. Porque una cosa es tener amigos y otra tener lambiscones. Hay una diferencia brutal. Un amigo puede tener puntos de vista diferentes y estar equivocado. Naturalmente que puedo estarlo. Pero si fuera un lambiscón, no se lo diría nunca. Le daría por su lado siempre. Eso puede hacer perder el sentido de la realidad.
Gironella
está de acuerdo en parte con ciertas tesis del poeta Octavio Paz acerca de los
sucesos recientes. Uno de los puntos de afinidad entre ellos es el
reconocimiento del director de la revista Vuelta a las 12 retóricas de Marcos
frente a “ese balbuceo torpe, de plástico o de cartón, del político mexicano”.
Le
celebra igualmente la percepción estética de la vestimenta de los zapatistas
como lo vio en su momento, y dejó testimonio en El laberinto de la soledad
de la estética de los pachucos. En otros aspectos el pintor difiere
esencialmente del escritor. Principalmente con uno de los pasajes del artículo “Chiapas:
hechos, dichos, gestos” y particularmente el dedicado a las visiones y a la
televisión.
Lo lee:
“desde hace ya más de 30 años vivimos en lo que un agudo escritor francés ha
llamado la ‘sociedad del espectáculo’. En el mundo del espectáculo las
cosas pasan como en el mundo real, y al mismo tiempo, pasan de otra manera, en
el tiempo y en espacio mágico de la representación. Son de aquí y son de allá. No
es arbitrario que me sirva de un lenguaje que recuerda al de los religiosos:
los antiguos tenían visiones, nosotros tenemos la televisión”.
—No estoy de acuerdo —interrumpe la lectura.
En ese
texto Paz se refirió sin citarlo por su nombre —según interpretó la comunidad
cultural—, al escritor Carlos Fuentes como “un desaprensivo que se le ocurrió
decir que el movimiento de Chiapas es ‘la primera revolución poscomunista del
siglo XXI’”. Ahora media docena de pericos repiten imperturbables ese despapucho.
Lo que
Paz escribe sobre la visión y la televisión le parecen a Gironella un
despropósito. Explica:
—Hace tiempo Paz y yo cenamos con un inmenso visionario, el último gran visionario que hemos tenido cerca, que se llama Luis Buñuel. Y Luis Buñuel no era antiguo, era contemporáneo de nosotros. La televisión no suple a la visión. La televisión está manipulada por consorcios comerciales sin escrúpulos que hacen lo que les da la real y pontificia gana con las noticias. Pero esos no representan la visión. La visión, como siempre, la han presentado, y la presentan, los artistas.[13]
No tengo ninguna necesidad de
confrontar de manera obcecada. Me enfrento cuando no estoy de acuerdo y no me
importa que mi contrincante sea mi padre, mi hijo o mi mejor amigo.
Sé, además, que puedo ser el
enemigo perfecto, porque estudio con toda cautela cada movimiento. Con Paz y
con Fuentes ya lo publiqué en Proceso, y ninguno de los dos respondió
una palabra. A Fuentes lo llamo “Profesor” porque ejerce como tal y en su libro
El espejo enterrado (1992), que está dirigido a universitarios mexicanos
y norteamericanos, osó llamar bandido manco a Valle-Inclán. Y lo de bandido es
una calumnia.
Con Octavio Paz es otra la
cuestión. Él asegura que por la presencia de la televisión ya no hay más
visionarios y esto es un despapucho, porque basta ver a personajes como Rulfo,
Buñuel o Malcolm Lowry para rebatirlo. Además, le respondo que Televisa ha sido
un generador de violencia porque ha querido silenciar tanto a Marcos como a
Madonna, y amordazar es un tipo de violencia.
[…] No soy un santón que quiere
poner en orden al mundo, simplemente digo lo que creo y sobre todo cuando se
trata de gente tan cercana a mí como lo han sido Paz y Fuentes. […] Fuentes
dice que Paz no tiene amigos, que tiene cortesanos. Pero he de decirte que
Fuentes cojea de lo mismo. Además, considero una venganza ruin que omita el
nombre de Paz en El espejo enterrado, porque sus alumnos se convierten
en víctimas de las rencillas personales. […][14]
No nos volvimos a hablar hasta
unos días antes de su muerte, cuando Mari Jo me habló para invitarme a la
exposición de la Fundación Octavio Paz. Él tomó el teléfono y le dije que lo
quería mucho. Muy cariñosamente y con una lucidez absoluta me respondió:
“Alberto, yo siempre hablo mucho de ti, pero siempre bien”. En sus últimas, me
dio un tirón de orejas reclamándome de ese modo que me había salido del huacal.[15]
Poco después de la muerte de
Octavio Paz regresamos a Valle de Bravo, a visitar al mismo Gironella conocido
poco tiempo atrás. Al llegar, el pintor estaba sumamente enfadado por un libro
que acababa de publicarse. Era el de Elena Poniatowska titulado Las palabras
del árbol. Lo tenía indignado y calificaba la obra como de un "oportunismo
infame". Para el pintor, la autora se aprovechó del fallecimiento
inminente de uno de los grandes escritores a quien ella "jamás le
llegaría". Después de discutir un poco al respecto, comenzó, al igual que
la vez anterior, el desfile de botellas vacías que poco a poco iban siendo
retiradas de la misma mesa en torno de la cual, por segunda vez, nos reuníamos.
Una vez tranquilo y ya con
algunas copas encima, nos dijo que había preparado una exposición para
conmemorar la obra de Paz. Esto se montaría en algunos meses y su título sería Potlatch
de Gironella a Octavio Paz. Los cuadros que la integrarían estaban casi
terminados y, para sorpresa de mi padre y mía, las pinturas se encontraban en
el estudio del autor, en la parte inferior de su casa.[16]
Si Paz aún viviera, sonreiría. Él sabe por qué puse, por ejemplo, la obra de Fernando Pessoa: él la tradujo al castellano y yo la leí gracias a él. Pongo cosas tan ambiguas como un huarache sobre oro, y a su lado a Orozco y a Vasconcelos, en alusión a un texto también ambiguo de Paz donde escribió que “la Reacción mexicana tiene en Orozco y en Vasconcelos a sus dos expresiones más altas y auténticas en este siglo”.
Potlatch. Homenaje a Paz
Incluyo el libro de Pierre
Reverdy que hace referencia al jamón; la portada de Bajo el volcán de
Lowry que yo ilustré; un libro de su gran amigo André Breton, que se titula Yo
veo, yo imagino; agrego latas de caviar, porque a mí me gusta en
galletitas, además de que me lo unto cerca de los ojos para que no me salgan
patas de gallo; hago referencias a Buñuel y a sus películas; pego las portadas
de Gómez de la Serna y López Velarde, a los que juntos admiramos.
A Jorge Luis Borges, quien era
respetado por Paz, pero no por mí, pues padezco de argentinofobia, sólo lo
pongo en una tapa de aceitunas marca Borges. Con las cajas de galletas hago
alusión a don Quijote. En otra parte, pego un billete de cinco pesos para
recordar que Paz, en su juventud, trabajó quemando billetes de la Casa de
Moneda. Las botellas de vino y los cientos de corchos y corcholatas los pongo porque
no niego que soy un borracho.[17]
“Mi papá no era melómano, no le interesaba mucho la música y más que la fortaleza lírica de las letras de Madonna, le interesaba la capacidad de la cantante para provocar”, apunta Emiliano, quien también describe a su padre como un seductor nato, encantador, gran conversador y proveedor; aunque también lo revela como alguien que con el tiempo se volvía insoportable, como genio que era.[18]
NOTAS
[1] Octavio Paz, "Las obvisiones de Alberto Gironella" en Los privilegios de la vista II, México, Fondo de Cultura Económica, 1997, p. 366.
[2] Silvia Cherem, Trazos y revelaciones. Entrevista a diez
artistas mexicanos, México, Fondo de Cultura Económica, 2003, pp. 178, 179 y
194.
[3] Guillermo Sheridan, “Octavio Paz y Carlos Fuentes: el dilema
Echeverría” en Letras Libres, 24 de marzo de 2017. Disponible en:
https://www.letraslibres.com/mexico/historia/octavio-paz-y-carlos-fuentes-el-dilema-echeverria
[4] Cherem, op. cit., p. 194.
[5] Alberto Gironella: Lo mío es el loco intento de pintar el
tiempo (2004), dirigido por Luisa Riley y Ariel García, Canal 22, minuto 20:40.
Disponible en: https://youtu.be/i7vqPdIIwFs
[6] Ibid, minuto 19: 40.
[7] Alberto Gironella, Grupo Financiero Bital y Landucci
Editores, México, 2002, p. 188.
[8] Gerardo Ochoa Sandy, “Quiere dibujar a Marcos, a Camacho y
al obispo Samuel Ruiz en la segunda ronda” en Proceso, 23 de abril de 1994.
Disponible en línea.
[9] Alberto Gironella, op. cit. p. 189
[10] Ochoa, op. cit.
[11] Cherem, op. cit. p. 191.
[12] Ochoa, op. cit.
[13] Ochoa, op. cit.
[14] Cherem, op. cit., p. 177.
[15] Ibid, p. 194.
[16] Carlos Castillo López, Gironella como recuerdo. Disponible
en:
https://web.archive.org/web/20080612154554/http://www.larevista.com.mx/ed512/textual9.htm
[17] Cherem, op. cit. pp. 192 y 193.
[18] Emiliano Gironella Parra, “El pintor al que Madonna despreció” en Milenio. Disponible en: https://www.milenio.com/espectaculos/el-pintor-al-que-madonna-desprecio