Conversaciones y novedades

La primera entrevista a Elena Garro

Elena Garro

Año

1953

Tipología

Entrevista

Temas

Primer retorno a México

Lustros

1950-1954

 

Elena Garro (Foto Urbina)

Ana Cecilia Treviño, Bambi, fue la cara amable de las noticias culturales y de sociales de Excélsior durante décadas. Su especialidad fue la entrevista literaria y el chisme social disfrazado de buen gusto y actualidad. Presentamos la primera entrevista, hasta donde sabemos, hecha a Elena Garro. Mucho antes de su primera obra, la pieza teatral Un hogar sólido (1958). El encuentro tuvo lugar a las pocas semanas de su regreso a México tras un largo recorrido por el mundo acompañando la carrera diplomática de Octavio Paz. La pareja, que arrastraba lustros de conflictos y denuestos, se mantenía, sin embargo, unida en público. La conversación ofrece un cruel retrato de la vida cultural de México, con sus capillas y sus santones, tremendamente pobre en comparación a la vida intelectual de París. Con un toque esnob y otro ingenuo, la conversación ofrece la aportación indudable de ser hecha por una connacional que es, al mismo tiempo, portadora de una refrescante mirada extranjera. (AGA)



Escritores que hacen pintura*

Nota de Bambi


(Elena Paz estuvo diez años en París, Ginebra, Delhi y Tokio. Y al llegar a México... recibió un choque):

—Porque cuando partí las cosas iban de otro modo: existía Xavier Villaurrutia, se hablaba de Octavio Barreda, de José Gorostiza, de José Vasconcelos, de Alfonso Reyes. Pensando en ellos imaginaba el país. En diez años se olvidan muchas cosas y se empieza a inventar un poco México. Se produjo el choque cuando encontró un México muy falso.

(Entierro colectivo en este país):

—Se efectuó el entierro colectivo de los escritores mexicanos y los sustituyeron gentes que se hacen propaganda de una manera absurda. Hay una cantidad de personas que aparecen en los diarios y que... no existen. No hay revistas literarias. No hay crítica, porque la crítica es amable y llena de encomios, todo el mundo es genio.

(Las cinco cosas mexicanas que subyugaron a París):

 —Tamayo, "Los olvidados”, el arte prehispánico, el arte popular y Lupe Marín. Cuando llegó Tamayo todos los escritores, todos los grupos literarios antagónicos, de ideas diferentes, fueron a su "vernissage” y empezaron a escribir sobre México. Y esto se repitió ante la película de Buñuel, ante la exposición de arte mexicano y ante la personalidad de Lupe Marín.

 (El pájaro que se escapa por la camisa):

—Lupe Marín cayó en un grupo de escritores jóvenes que cultivan la literatura imaginativa surgida directamente del movimiento surrealista. Jullien Gracq, André Pieyre de Mandiargues, ganador del Premio de la Crítica en 1951 por su libro “El museo negro", George Sheadé, poeta y dramaturgo autor de “Monsieur Boble” (teatro poético), a quien la cocinera de mi casa llamaba “el pájaro que se va por la camisa". El persa Hedayat. Por un azar yo descubrí el secreto del éxito de Lupe: una especial fuerza magnética. Les hablaba en español y le entendía todo el mundo a la perfección.

 (Los franceses quieren información sobre Alfonso Reyes):

—Todo el mundo habla de Alfonso Reyes y nadie lo lee. Todos mencionan a José Gorostiza y tampoco se conoce su obra. Yo esperaba que México hubiera madurado, que se tuviera en cuenta a la gente que valía, y cuando llegué me encontré con un desorden total, con una mentira horrible. Se está mintiendo siempre. Yo tenía noticias de México por Jorge Luis Borges, por Victoria Ocampo. Los franceses preguntan nuevas sobre Alfonso Reyes y ningún mexicano las sabía.

(Los escritores hacen la pintura):

—Se da en México un curioso caso: que no hay escritores, los han enterrado a todos y, en cambio, se ha exagerado la pintura mexicana, cuando son los escritores los que hacen, entre otras cosas, la pintura. Cuando sobre un gran pintor escribe un gran escritor, el pintor empieza a ser verdaderamente grande. El escritor es el que lleva la crítica y el que consagra al artista.

(El teatro de México):

 —Otra cosa deprimente es el teatro. Hace diez años había revistas literarias, críiticas. Había personas como Julio Bracho, Alfredo Gómez de la Vega y Xavier Villaurrutia, que tenían la idea de fundar la Comedia Mexicana o el Teatro de México. Y no se ha pasado de los grupitos teatrales que proliferan como el cáncer, que traducen cosas maravillosas, convirtiéndolas en engendros desconocidos. A partir de la Comedia Francesa, existe el teatro en Francia. Por el Kabuki existe el teatro en Japón, y por el Old Vic, en Inglaterra. Sin la Comedia Mexicana no puede haber, lógicamente, teatro en México. Porque, ¿qué es el teatro de México? Un teatro traducido.

(En dónde acabó el existencialismo):

—Sartre pasó de moda. Se hizo una gran publicidad, pero todos sus discípulos acabaron en las cavernas. Los escritores que cuentan son Mandiargues, Gracq, Sheadé, Junger. Dicen que el surrealismo ha muerto, pero lo dicen quienes no saben ni lo que es el surrealismo. Lo que está pasado de moda es el realismo Italiano y el realismo de todas partes. En cuanto a cine, acaba de filmarse "La cortina escarlata”, una película de cierto tipo poético. No es como las películas de Cocteau (a Cocteau se le quiere mucho, pero no se le estima, y lo que hace se considera más bien un "pastiche", porque él ha sacado un poco de Buñuel, un poco de Breton y un poco de todos). Es una historia de amor que ocurre en el interior de una casa, en el transcurso de la noche mientras los padres de la muchacha están dormidos. La chica muere esa misma noche. Ella es Anouk Aimés, que es muy fina, muy inteligente también. ¿Cómo están en México en ese teatro y ese cine realistas todavía?

(El papá del Surrealismo):

—He notado que, en general, no se sabe lo que es el surrealismo. Dicen cada tontería sobre él, que yo me quedo estupefacta. El surrealismo vive y su papá es André Breton. Cuando él dice: "esto es bueno", todo el mundo lo toma en cuenta.

(La familia de la inteligencia):

—A Renato Leduc lo llaman "el rey del campo", por ese aire extraño con su pelo blanco y su sombrero tejano. Llegó y todos lo aceptaron en París. Los franceses son muy exigentes. Se necesita una calidad especial que tiene poca gente, para ser admitida entre ellos, y cuando lo es, se le considera ya como de la familia, de una gran familia de la Inteligencia. Allá no importa que se tenga dinero o no, que se llegue a una recepción en taxi y traje sastre. Lo único que sí se toma en cuenta es cierto, el buen gusto.

 (El salón de la licuadora):

—A veces llego aquí a una casa y me encuentro el salón destartalado. Pero asomo a la cocina y veo un refrigerador, una lavadora, una batidora. La licuadora es otro monstruo que nació en México y que no había cuando me fui. Me asomo más, y el refrigerador está vacío. Cenamos una taza de café con leche y una rosca (¿para qué sirven los aparatos?), en una mesa sin mantel (¿qué se lava en la lavadora?). Esto es el resultado de una Influencia norteamericana tremenda. Y yo me pregunto: para qué quieren en Estados Unidos tantos aparatos automáticos si siempre están comiendo latas y a eso se debe que la mayoría de las norteamericanas estén casi calvas o con el pelo escaso. En Europa no hay estas cosas.

(Menos enfermedades y más humor):

—Otra cosa que me ha sorprendido es que no se habla más que de achaques, de enfermedades, de tristezas. Recuerdo a una vieja dama amiga a la que su sobrina invitaba hace meses a ver a Edwige Feuillère  en "La Dama de las Camelias" y contestó: "Vi ‘La Dama de las Camelias’ hace cincuenta años y me parece que todavía se muere en el tercer acto, no voy”. Y el sentido del humor que siempre tienen: "¿A dónde va usted?, Señora, usted no se viste usted se disfraza"…



NOTAS

* La entrevista apareció en "Un entierro colectivo" en Excelsiór, 11 de noviembre de 1953, segunda sección, pp. 1 y 8.


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