Claudia Kerik
Año
1967
Tipología
Memorias
Lustros
1965-1969
Claudia Kerik es traductora, profesora e investigadora; algunos de sus temas de interés giran en torno a la poesía, las vanguardias artísticas y su legado. Además, se ha dedicado a la exploración de otros temas vinculados a la reflexión en torno al cuerpo y su representación en las artes plásticas y en la literatura, especialmente en los contextos bélicos que tuvieron lugar en el siglo XX. También se ha dedicado al estudio específico de la obra de Jorge Luis y de Federico García Lorca. Y por otra parte, a la reflexión en torno a la Literatura del Exilio Español, y al estudio particular del Teatro del Absurdo.
Este breve texto que nos regala Clauda Kerik recoge la breve pero no menos significativa relación entre Paz y el poeta israelí Yehuda Amijái, cuyo nombre de pila es Ludwig Pfeuffer (3 de mayo de 1924–22 de septiembre de 2000). El original fue publicado en 2019 en el libro Mira, tuvimos más que la vida (Nuevos poemas escogidos), sin embargo, esta anécdota especifica fue extraída del artículo de la autora titulado "Octavio Paz y Yehuda Amijái, dos poetas en Jerusalén" (AP)
Cuando Yehuda Amijái me nombró por vez primera a Octavio Paz, lo hizo refiriéndose a él como “Octavio”. Enseguida comprendí que eran amigos, o que al menos lo recordaba con cariño. Volvería a nombrarlo antes de mi regreso a México cuando me aconsejó que lo buscara para publicar, fuera de su país, la primera antología de su poesía en español:
“A Octavio le gustará. Debes buscarlo”
No se equivocaba. Mis traducciones pronto comenzaron a difundirse en la revista Vuelta, introduciendo así, para el gran público mexicano (e hispanoamericano), la voz del poeta israelí. Octavio Paz y Yehuda Amijái se habían conocido en el verano de 1967, al participar ambos en un festival de poesía que tuvo lugar en Spoleto, Italia [1], leyendo sus poemas junto a Pound, Ungaretti, Ginsberg, Berryman, Alberti y muchos otros, en medio de una atmósfera de improvisada comunión y encuentros exultantes en tabernas, una bacanalia poética que daría pie a no pocas anécdotas.
Los poetas son como un congreso de magos: cada uno haciendo un número de magia con su único truco. (“Spoleto, encuentro de poetas”, Y. Amijái)
Varda Schimmel, Yehuda Amijái y Octavio Paz en casa del poeta israelí, abril de 1977. En el archivo de Yehuda Amijái
Era la segunda ocasión en que Amijái asistía al mismo evento que habría de considerar su “debut internacional” como poeta; antes de eso, Ted Hughes ya lo había puesto “en órbita” dándolo a conocer al mundo entero. Con Octavio Paz se volvería a encontrar diez años después, en 1977, para compartir un momento memorable cuando el poeta mexicano viajara a Israel para recibir de manos de Teddy Kollek (alcalde de la ciudad) el prestigioso Premio Jerusalén que le había sido concedido.
Nuestro siglo ha sido y es un tiempo sombrío, inhumano. Un siglo terrible y que será visto con horror en el futuro —si los hombres vamos a tener un futuro—. Pero también hemos sido testigos de momentos y episodios luminosos. Uno de esos momentos fue la fundación de Israel; otro, el del combate por la existencia y la independencia de esta nueva nación; otro más, la unificación de Jerusalén y su actual renacimiento cívico y cultural. (Discurso en Jerusalén, O. Paz)
En esa ocasión los Amijái, Hana y Yehuda, le organizaron un convivio al que asistiría con su mujer Marie Jo, y al que también se acabarían uniendo Harold Schimmel (traductor al inglés de Amijái) y su esposa Varda. Amijái y Paz seguirían encontrándose, también en México. Primero en agosto de 1982 para el 2do. Festival Internacional de Poesía en Morelia, organizado por Homero y Betty Aridjis; y de nuevo en 1987 con la segunda participación del poeta israelí en uno de nuestros festivales. De esta última visita suya todavía guardo el recuerdo de la voz de Alejandro Aura irrumpiendo en el silencio del Teatro de la Ciudad al recitar los poemas de Yehuda Amijái, que el poeta de Jerusalén acostumbraba a leer casi susurrando, como si estuviera en el templo, rezando.
Estas fotografías atestiguan el que fuera un fructífero encuentro entre dos poetas con distintas cosmovisiones, la de un pensador que ha develado las máscaras mexicanas, y la de otro que ha visto de frente el laberinto de la soledad judía. Un intercambio que sin duda consiguió ensanchar nuestra “geografía literaria”.
[1] Se trataba del Decimo festival dei due mondi, que tuvo lugar entre el 30 de junio y el 16 de julio, un encuentro multidisciplinario de artistas internacionales del cine, la ópera, el teatro y la poesía, al que en esa ocasión habían acudido Jerzy Grotowski, la compañía teatral LaMaMa, Montserrat Caballé, Claudio Arrau, y más figuras notables, y que contaba con un espacio para la poesía titulado “Poets in Person” donde los poetas, según se indicaba, “leían sus propias palabras”.