Jean Daniel
Año
1994
Personas
Daniel, Jean
Tipología
En la mirada de otros
Temas
Últimos años (1991-1998)
Lustros
1990-1994
Jean Daniel (21 de julio de 1920- 19 de febrero de 2020) fue uno de los más aclamados periodistas franceses. Cercano a Camus, el pensamiento rebelde y a favor de la libertad habría de enfrentarlo tanto a la derecha nacionalista como a la izquierda autoritaria. Su amistad con el poeta se expande por décadas en las que el intercambio intelectual y la promoción mutua serían en extremo fructíferas para ambos. Recogemos una serie entradas de diarios y notas que hacen un retrato íntimo y multidimensional de la persona que fue Octavio Paz.
Estos fragmentos se hayan en Camus. A contracorriente, traducido por José Luis Gil Aristu, publicado por Galaxia Gutenberg en 2008, y Oeuvres Autobiographiques publicadas por Grasset en 2002. Por último, la nota del Nouvel Observateur es una traducción de Fabienne Bradu publicada originalmente en el número 211 de Vuelta, a la que agregamos un fragmento que se mantuvo un tiempo inédito en español, pero que fue publicado en Los míos también editado por Galaxia Gutenberg en 2012, y traducido por Malika Embarek, del cual también recogemos otros fragmentos. (ELA)
Sobre Camus, Milosz y Paz
Nosotros, europeos conversos, comprendemos bien lo que le debemos a hombres como Claude Lefort, pues su Invención democrática es inconcebible sin un judeo-heleno-cristianismo europeo, uno que se transforma tras la revolución sin terror del 89. Pero, ignoramos, en cambio, lo que le debemos a hombres como Octavio Paz y Czeslaw Milosz. Con el primero, un mexicano camusiano, fue nuestra eterna complicidad la que evitó que notara mi deuda. Por otro lado, ignoro casi todo sobre el poeta polaco del cual debí saberlo todo desde el momento que Camus dijo que El pensamiento cautivo se trataba de un libro fundacional, hoy diríamos inaugural.[1]
Cuando Milosz vino a París en 1945 fue bien recibido por Raymond Aron y otros amigos, pero él comentó que sólo con Camus se sentía como en casa. Luego llegó Octavio Paz y los tres en una habitación de un modesto hotel compartieron sus opiniones sobre comunismo, sovietismo, barbarie o sobre la guerra civil española.[2]
Están en París y son jóvenes. Aún no se atreven a pensar que tienen talento. Nadie los reconoce. Sufren por ello. Reniegan del estalinismo. Se lo harán pagar. Entonces se conocen. Camus, Milosz y Octavio Paz pasan algunas veladas juntos. Más tarde, mucho más tarde, a los tres les concederán el Premio Nobel…[3]
Czeslaw Milosz […] nos recordó que cuando llegó a Francia en 1947, y tras haber sido perseguido por los estalinistas, fue ignorado por todas las sociedades intelectuales, de las marxistas a las sartrianas, mientras que Camus lo recibió fraternalmente. Es también el caso del mexicano Octavio Paz, igualmente marginado por aquel entonces. Estos tres antiguos comunistas, Camus, Paz y Milosz, recibirán más tarde el premio Nobel en Estocolmo, donde, como en un acontecimiento dentro de otro acontecimiento, Solzhenitsyn, galardonado a su vez, citará el discurso de Camus al recibir el premio Nobel y su denuncia de la mentira.[4]
Martes 22 de marzo de 1994, Vuelo Monterrey-Guadalajara
Siento que llevamos en México dos semanas (a pesar de que llegamos el sábado 19), así de bastas han sido las cosas que hemos visto y las personas con las que nos encontramos. Imágenes densas, intensas, claramente contradictorias, de un México transformado. Sucesos de interés: cena con Carlos Fuentes y su gente. Velada con Octavio Paz y su gente. Los lugares de México, la iglesia barroca, los estudiantes de Monterrey, el mono de alabastro de Pasolini, los autorretratos de Frida Kahlo.
Unos amigos me convencieron de que yo podría contribuir a una reconciliación con la cual sueña toda la sociedad intelectual mexicana, una entre dos grandes escritores: Octavio Paz y Carlos Fuentes. Soy lo suficientemente ajeno a todas las intrigas locales, y suscito la confianza de ambos rivales. Claro que lo dudo. A la lista de disputas entre mis dos ilustres amigos se agrega hoy un debate muy polémico: Carlos apoya la revuelta indígena en el sur y Paz teme que se busque resucitar un tercermundismo sin los rusos […]. Distinguir entre la reparación social y la tentación de la afirmación étnica. Del subcomandante Marcos y de Monseñor Ruiz: Carlos y Octavio, cada uno desde su esquina, me pintaron como grandes novelistas retratos sabrosos y admirables de estos personajes.
30 de junio de 1995, Saulieu
Desayuno con los Paz. Octavio, físicamente demacrado, es más elocuente, más brillante (más ansioso por serlo, pero también más capaz) que nunca. Sobre el comandante Marcos (“Si Guevara viviera, sería actor”). Sobre el islam y el humanismo; religión y política; Quiroga (narrador).
28 de diciembre de 1997, en Sidi Bou-Saïd
Esta noche pensé que lo mejor de mí mismo, desde hace una decena de años, no lo he publicado en editoriales. Si hay un género al que me puedo entregar, está en las conferencias en el extranjero, pues son ellas las que preparo con tiempo y minucia, y devienen en libros. Sobre el escepticismo, la nación, el fanatismo religioso, Camus, etc. Mis conferencias en Portugal, España, Grecia, Italia, Chile, Argentina, Quebec, Estados Unidos, me permiten profundizar en un tema, hacer investigaciones y obtener las alegrías más preciosas. En México, en cinco ciudades seguidas, he afinado sin cesar mi meditación sobre el poscomunismo. Cuando acabé, me encontraba ya maduro y Octavio Paz me dio la bienvenida en su revista, me publicó y provocó un hermoso debate.
Le Nouvel Observateur, 23-29 de abril de 1998.
Desde hacía dos meses, junto con otros amigos, aplazábamos el momento de viajar a México, porque Octavio Paz, con quien teníamos una cita, estaba enfermo. Para una película en preparación sobre Albert Camus, queríamos grabar lo que el premio Nobel mexicano una vez me contó del Nobel francés. La conversación había tenido lugar durante una cena en mi casa, en 1996, a la que concurrieron él y su esposa Marie-Jo, Claude Roy, Loleh Bellon, Florence Malraux, Michèle Daniel y yo. Hacía tiempo que sabía que Octavio Paz tenía un cáncer y que lo sobrellevaba. Hasta el día en que lo operaron del corazón. Sobre todo, hasta el día en que, según Mari-Jo, un maldito incendio devastó la biblioteca de su casa: un cuarto amorosamente arreglado, que le era muy entrañable, como podía comprobarlo cualquiera que lo visitase. No sólo había manuscritos dedicados por poetas de muchos países, sino también partituras de música muy raras, así como grabados y objetos personales y preciosos, que había traído de la India, donde había sido embajador de 1962 a 1968.
Hijo de un revolucionario zapatista, tiene 23 años cuando lo invitan, en 1937, al congreso de escritores antifascistas de Valencia, adonde acude junto con Pablo Neruda, el gran escritor chileno, que fue su maestro en poesía durante mucho tiempo. En Valencia, los escritores conocen la tentación de reunirse con André Malraux, Arthur Koestler, Stephen Spender y George Orwell para luchar en las filas republicanas. Pero, como le sucedió a la filósofa Simone Weil, el espectáculo mismo de la guerra civil española conduce a Paz a romper íntimamente con el comunismo estaliniano. La ruptura se volvería definitiva luego del pacto germano-soviético, y pública a raíz del asesinato de Trotski en México. En esa época, entra en contacto con Alejo Carpentier, el franco-cubano que me llevaría a su casa, y luego con Benjamin Péret y André Breton.
En un momento de la cena ya mencionada, Octavio Paz se entregó, junto con Claude Roy, a una justa de citas poéticas, cuyos autores eran surrealistas de todos los países. Al filo de la conversación, se burló de mi ilusión de reconciliarlo con otro gran escritor mexicano, Carlos fuentes, cosa que intenté durante mi última estancia en México. En fin, evocó la impopularidad que compartía con otros dos premios Nobel, Czeslaw Milosz y Albert Camus, desde los tiempos en que eran antiestalinistas en París, después de la Liberación. Los tres fueron ninguneados y a veces perseguidos por la intelligentsia parisina. Paz afirmaba que, a diferencia de los otros dos, él nunca se había sentido culpable a causa del ostracismo, incluso cuando era más difícil ser anticomunista en México, es decir cerca de los Estados Unidos, que en cualquier otro país.
En Itinerario, la biografía intelectual y política de Octavio Paz, Claude Roy había subrayado una cita de Victor Serge, otro antiguo y célebre comunista convertido a anticomunismo: “No se trata de cambiar a los hombres, sino de acompañarlos, ser uno de ellos”. Sí, pero en el caso de Octavio Paz, uno de los más grandes.
De aquella extraordinaria velada en mi casa recuerdo lo que supe después. Cuando nos despedimos, tuvimos la impresión de que nada podía acentuar la amistad y la riqueza de nuestros diálogos. Pero, según su esposa, el gran hombre debía retirarse para irse a dormir. No lo hizo: se fue a bailar a una discoteca cubana. Retrospectivamente, esa fantasía me llenó de envidia. ¿Por qué no nos llevo con él? Él ignoraba que yo me habría sentido encantado de ser su cómplice. Más tarde me diría, como excusándose: “cuanto más viejos nos hacemos, más ganas tenemos de bailar”. Los mexicanos lo saben, los cubanos, también, pero no los franceses.
Viernes 12 de marzo de 1999
Llegué por la mañana a Oaxaca. Evoqué las páginas de Octavio Paz sobre el amor y la felicidad. Como a él, me gustaría releer El banquete [de Platón] todos los días.
[...]
Carlos Fuentes se acuerda muy bien del viaje a Praga de 1968 con García Márquez y Cortázar. Está encantado de que “Gabo” haya juzgado este recuerdo como importante. Para mi alegría, él cita muchas veces a Octavio Paz, de quien se separó hace tanto tiempo de manera radical. Le digo que el homenaje que le acababa de hacer a Octavio Paz en una revista me recuerda al que le hizo Sartre a Camus después de su muerte. Salvo que Sartre reaccionó el mismo día. A Carlos Fuentes le tomó un mes hacerlo. No importa: el homenaje no pierde lo bello de su factura. En pensamiento, esta tarde Octavio Paz se encuentra entre nosotros.
Domingo 9 de enero de 2000
Marie-Jo Paz vino a la casa. Vivaz, fresca, parlanchina, cálida. Ella no quiere ser una viuda “profesional”, así como no quiere ser una viuda abusiva o una viuda feliz. No hace mal en evitar todas esas trampas. Está llena de los más hermosos recuerdos de Octavio y sabe evocarlos naturalmente, con color y precisión.
[1] Entrada de diario: 9 de junio de 1987, Quiberon
[2] Público, 5 de diciembre de 2008
[3] De Los míos, p. 245
[4] De Camus. A contracorriente, p. 110