Conversaciones y novedades

La Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X El Sabio (1986)

Ángel Gilberto Adame

Año

1986

Lugares

Madrid

Personas

Mendoza, María Luisa

Tipología

Historiografía

Temas

La consolidación de la figura: Vuelta, encuentros y desencuentros (1976-1991)

 

José María Maravall, ministro de Educación y Ciencia de España, entrega a Octavio Paz la Gran Cruz de Alfonso X El Sabio en Madrid, el 18 de septiembre de 1986.

La tradición de las órdenes y condecoraciones es añeja en España. Tan sólo once días después de concluida la Guerra Civil Española, Franco instauró la Orden Civil de Alfonso X el Sabio con el objetivo de honrar los esfuerzos de las personas físicas en beneficio de la cultura española e internacional. Esta organización dio continuidad a la Orden Alfonso XII, creada en 1903 y abolida por los republicanos en 1931.

     La Orden Alfonso X comprendía siete categorías: Collar, Gran Cruz, Encomienda con placa, Corbata, Lazo, Cruz y Medalla. Las tres primeras se concedían por Real Decreto, mientras que las restantes eran otorgadas por el ministro de Educación y Ciencia. Al día de hoy, todos los grados subsisten, salvo la Medalla y el Lazo.

     Antes de 1988, los miembros de la Orden tenían representación personal o corporativa en los actos oficiales, así como entrada gratuita a museos, archivos, bibliotecas y demás centros cultuales, pero esta concesión fue suprimida, por lo que únicamente mantienen su carácter honorífico.

     La categoría Gran Cruz, segunda en importancia, es una distinción que se otorga a españoles o extranjeros que hayan contribuido en grado extraordinario al desarrollo de la educación, la ciencia, la cultura, la docencia o la investigación; además, estos logros deben afectar directamente a la cultura española y su excepcionalidad tiene que ser patente. A lo largo de ochenta años transcurridos desde su instauración, la lista de los condecorados incluye a políticos, activistas e intelectuales. El distintivo es una joya en forma de cruz abierta y florenzada de esmalte rojo oscuro; al centro lleva una medalla circular de oro con la efigie del jefe de Estado español y los emblemas heráldicos de Castilla y León.

Gran Cruz de la Orden Alfonso X el Sabio (rey de Castilla y León).

El 18 de septiembre de 1986, se concedió la Gran Cruz a Octavio Paz. Días antes se publicó el decreto respectivo:

En atención a los méritos y circunstancias que concurren en don Octavio Paz, a propuesta del Ministro de Educación y Ciencia y previa deliberación del Consejo de Ministros en su reunión del día 5 de septiembre de 1986, vengo en concederle la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio. Dado en Madrid a 5 de septiembre de 1986. [1]

Por esas fechas, Paz se encontraba ya en España. El editor Jaime Salinas recuerda los festejos y el evento alrededor de la entrega:

Madrid ha dedicado esta semana a Octavio Paz y a mí me «tocó» tres veces. Primero en el Palace, donde me había citado Siegfried Unseld, que estaba acompañado por una joven escritora alemana —no me preguntes su nombre— que en mi honor desplegó todos sus encantos —miradas penetrantes, labios húmedos— en busca de su editor español… Llegaron los Paz; abrazos, besos en mejillas. Me retiré discretamente pues Paz, con otras artimañas, estaba en busca de su editor alemán. Al día siguiente recepción en la embajada de México: trajes azules, camisas blancas y corbatas de seda. Más abrazos, más mejillas que besar. Por último, el jueves, acto más solemne a media mañana en el Ministerio de Educación y Ciencia, salón Goya (magníficos cartones del pintor en las paredes). Los mismos, por lo tanto, menos besos y abrazos. Mi ministro, como siempre, sembrando cariño a los cuatro vientos: «Llámame; tenemos que comer…». El de Educación, tímido, tieso, con una sonrisa congelada. Dificultades al probar a colgarle a Paz, en banderola, la medalla de Alfonso el Sabio. A mi lado el duque de Alba me daba codazos y me enseñaba la insignia de esa misma condecoración en el ojal de la solapa de su chaqueta. En fin, ese mundillo de opereta oficial que por «muy» socialista que sea el gobierno apesta a carquismo en el poder. [2]

La entrega se realizó en el Salón Goya del Ministerio de Educación y Ciencia. Los asistentes, de acuerdo con la prensa, fueron académicos, escritores, catedráticos y altos cargos gubernamentales. Entre los concurrentes resaltaron el duque de Alba, Dámaso Alonso, Luis Rosales, Pere Gimferrer, Antonio Gala, Rosa Chacel, Juan Benet, Juan Gil Albert y Ernestina de Champourcín. Presidió el acto el ministro José María Maravall, y estuvieron presentes Javier Solana, ministro de Cultura, y Rodolfo González Guevara, embajador de México en España.

     Maravall ofreció un discurso que conmovió a Paz, ya que le recordó su estancia en Madrid y Valencia en 1937, [3] así como la lucha por la democracia en aquel país: "España es ahora para los españoles y para los latinoamericanos, la democracia, que también ha entrado en Argentina, Brasil o Uruguay, y se ha fortalecido en otras naciones latinoamericanas". [4] Agregó: “al entregar la distinción al poeta deseaba apelar no sólo al reconocimiento por una extensa y magnífica obra, sino también a la gratitud y a la amistad respecto de las ideas y la persona de Octavio Paz”. Destacó que “en la obra del poeta hay una curiosidad infinita por la lengua española”, y puntualizó su “intensa pasión por la literatura que es su principal ocupación vital, lo que supone una hermosa tentativa por insertarse en la historia de la poesía moderna”. [5] El condecorado respondió:

Recibo esta medalla con emoción y gratitud. La veo no como un reconocimiento a mis dudosos méritos literarios, sino como un premio a la constancia. Comencé a escribir en mi adolescencia y en 1933, hace más de medio siglo, publiqué mi primer libro: un delgado cuaderno de versos. Páginas con justicia olvidadas; las recuerdo ahora sólo porque fueron el principio de una larga pasión, confundida con mi vida misma. La poesía es caprichosa y perdona todos los extravíos menos uno:  la infidelidad. Yo le he sido fiel y por esto, sin duda, hoy me premia usted, señor ministro y amigo, con la Cruz que lleva el nombre venerable de Alfonso el Sabio. Mi saber es nulo y mi sabiduría ha sido y es la de la hiedra ciega: una tenacidad siempre verde, una obstinada adhesión a nuestra lengua y a sus variadas manifestaciones. Leer y escribir han sido, para mí, dos maneras contradictorias y complementarias de satisfacer la misma pasión por una criatura única en todos sus cambios: la palabra. 

¿Por qué y para qué se escribe? Homero canta la cólera del héroe, Tu-Fu describe los horrores de la guerra civil, Dante relata la peregrinación del alma por los tres mundos, Quevedo el despeñarse de la conciencia en sus nulos reflejos y así sucesivamente. También puede ocurrir que el poema no tenga tema o, más exactamente, que su tema sea el poema mismo o incluso, como en Mallarmé, el acto de escribirlo. Los ejemplos pueden multiplicarse, pero en todos los casos el acto de escribir parece estar compuesto por dos elementos: el autor y su tema, el sujeto y el objeto. Las dos primeras personas del singular: yo, el poeta, y tú, mi tema. Sin embargo, entre uno y otro se desliza, incorpóreo, un tercero: el lenguaje. Es la tercera persona, el convidado hecho de aire, el eterno «él», a veces el Espíritu Santo y otras el Maligno, el velo que no nos deja ver el mundo y que se abre de pronto, la sombra que se vuelve transparencia y que, durante un segundo inundado de luz, nos muestra la realidad real. El lenguaje: la condición de existencia del autor, de su obra y del mundo.

El abanico de las relaciones entre el autor, su obra y el lenguaje es muy extenso, pero hay tres situaciones extremas en las que se manifiesta de un modo inequívoco lo que no tengo más remedio que llamar «la paradoja de la literatura». En la primera, el lenguaje se funde casi enteramente con el poeta y el mundo se vuelve una proyección del yo. En la segunda, el lenguaje se convierte en el objeto del canto o en el tema de la reflexión del autor; es una situación que aparece con frecuencia en la literatura del siglo XX, que ha sido constante y simultáneamente poesía y crítica del lenguaje y sus significados. En la tercera, la voz del poeta conquista la impersonalidad del lenguaje; no hablan ya ni el yo ni el tú, ni el sujeto ni el objeto, sino una realidad que los engloba: la tradición. Tal vez es el momento más alto y pleno de la creación literaria; el poeta alcanza la verdadera inmortalidad, que es siempre anónima, pues lo que cuenta en ella no son ni el nombre ni las otras circunstancias históricas sino únicamente la obra.

Desde que escribí la primera línea me encontré, no conmigo mismo ni con el mundo, sino con la realidad inmensa del idioma español. Vivía en Mixcoac, un pueblo a las orillas de la Ciudad de México y que era una suerte de viviente jeroglífico de mi país: una diminuta pirámide azteca, una capilla del siglo XVI —no menos diminuta—, un convento dominicano del XVII y otros edificios del siglo XVIII, XIX y el XX.  En aquel pueblo perdido en el alto valle de México yo escribía balbucientes endecasílabos y octosílabos en una lengua hablada por muchas naciones en dos continentes; su doble inmensidad, la del tiempo y la del espacio, no me aplastaba: el español era mi casa. Casa de palabras con las que hablaba con mi mundo y con los otros mundos, con mis fantasmas personales y con los fantasmas de nuestra literatura, más vivos que los vivos con los que convivía. Pronto descubrí que la casa del idioma español está habitada por muchas voces: gente de la pampa y de la montaña, gente de ríos y mesetas, del litoral y del interior, de lago y de cordillera, gente del Mediterráneo y del Atlántico, de los Andes y del Pacífico, gente, en suma, de los cuatro puntos cardinales. Lo prodigioso, sin embargo, no es tanta diversidad, sino que su identidad se haya preservado y fortificado. El mejor ejemplo de la condición una y plural de nuestra lengua es la obra de Valle-Inclán, el más americano de nuestros grandes escritores. Naturalmente, hay otras vías para alcanzar esa universalidad:  Darío abrió las ventanas del español, lo vivificó e inventó un idioma hecho más de aire que de tierra; otros han buscado un lenguaje que oscila entre el canto y la conversación, secreto de Antonio Machado y, en el otro extremo, del mexicano Ramón López Velarde; otros, como Vallejo, han pulido los huesos del idioma hasta arrancarles una chispa vivaz. Aunque he citado a escritores de varias nacionalidades, sería un error querer definir el carácter de nuestra literatura acudiendo al concepto de nación. No hay una literatura argentina, española, chilena, venezolana, peruana o mexicana: hay una literatura compuesta por distintas familias espirituales, tendencias, estilos, visiones, personalidades. ¿Entonces nuestra literatura no tiene carácter? Su diversidad es su carácter, o, dicho de otro modo, tal vez más exacto: nuestra literatura es un tejido de obras únicas, recreadas por generaciones de lectores. Nuestra literatura es una civilización. [6] 

Dada la premura, Paz no tramitó la autorización consignada en la Constitución, en el artículo 37, inciso C, que decretaba la pérdida de la ciudadanía mexicana “por aceptar o usar condecoraciones extranjeras sin permiso del Congreso Federal o de su Comisión Permanente”. El secretario de Relaciones Exteriores suplió la omisión a posteriori y presentó la solicitud en la Cámara de Senadores, que la aprobó el 26 de noviembre y la remitió a su colegisladora. Nadie se imaginó el alboroto que iba a desatarse.

     Según consta en el Diario de los Debates [7] del 9 de diciembre, ésta fue la discusión que se suscitó en la Cámara de Diputados. Aquí se muestra el dogmatismo que ya imperaba contra Paz en ciertos sectores de la izquierda:

Honorable asamblea: En oficio fechado el 3 de diciembre, la Cámara de Senadores remite el expediente con la minuta proyecto de decreto por el que se concede permiso al ciudadano escritor Octavio Paz, para aceptar y usar la Condecoración de la Orden Civil de Alfonso X El Sabio, en grado de Gran Cruz que le confiere el Gobierno de España, por sus méritos literarios.

La comisión responsable consideró cumplidos los requisitos legales y se pronunció por dar la autorización. Acto seguido, se sometió al pleno:

El C. presidente: […] ¿Hay oradores? En contra el ciudadano diputado Hildebrando Gaytán del Partido Popular Socialista.
El C. Hildebrando Gaytán Márquez: Señor presidente; señoras y señores diputados: No desconocemos ni negamos que el señor literato Octavio Paz, que hoy solicita a esta Soberanía aceptar y usar algunas condecoraciones del Gobierno de España, se trata de un individuo culto, muy versado en el arte y cuestiones de la literatura y en opiniones en general, de otras esferas del arte de la cultura.
Hemos dicho que los intelectuales y los grandes artistas, [sic] tienen un gran papel en la vida de cualquier pueblo para configurar la cultura de este y así fue el caso que ayer recordamos con verdadera emoción, la brillante contribución de Diego Rivera, porque la cultura no es una serie de conocimientos que en sí mismos se justifiquen y contra todo su ciclo, porque esa es la concepción de cultura de los que ven el arte por el arte o la cultura como un dominio individual, especulativo que dé satisfacción exclusivamente personal.
Pero la cultura viene siendo toda la concepción psicológica, filosófica de un pueblo en una época determinada para responder y comprender los problemas y poder acceder a nuevas soluciones y a la vez nuevos problemas, y seguir así superándose.
En consecuencia, la cultura no es fin en sí mismo, sino un medio de superación del pueblo, y para que esta cultura le sirva al pueblo, y para que los intelectuales que quieren enriquecer esa cultura le sirvan al pueblo, se necesita que todo eso vaya de acuerdo con los intereses históricos del pueblo en cada etapa; luego pues, de reconocerle esos méritos literarios a Octavio Paz, tengo que aseverar en seguida que la actitud de este señor, en relación con la cultura que requiere el pueblo en esta época, no corresponde a los intereses del pueblo mexicano.
Que este señor ha venido en una situación en que paso a paso sigue definiéndose como un intelectual, ajeno a los intereses profundos del pueblo, que disfraza sus actitudes y en ocasiones a algunos sectores logra engañar, eso es otra cosa; pero si atendemos a lo profundo de los contenidos ideológicos de su cultura y de su actitud política, tenemos que ubicarlo como una persona ajena y enemiga a los intereses del pueblo mexicano y de su movimiento revolucionario nacional. […]
Ayer exaltamos aquí el muralismo […] y este señor con supuestas críticas secundarias en los motivos que quiere golpear, en el fondo se levanta como un enemigo de este tipo de arte que dio la Revolución mexicana, porque está por el arte purismo, pero en otros aspectos que son más fundamentales, se ha venido definiendo en forma verdaderamente inaceptable.
Todos recordamos cómo el año pasado en Fráncfort, Alemania, se mostró como una simple marioneta de la política del Gobierno norteamericano en contra de los pueblos de Centroamérica, y en especial en contra del gobierno de Nicaragua, se lanzó contra el Gobierno de Nicaragua en una actitud anticomunista, vergonzante y traidora a los intereses centroamericanos.
Ha recibido el estímulo, ha recibido el apoyo público y así se lo han dicho, de los sectores anticomunistas; le han llamado a que pase a los hechos y forme un partido anticomunista en México y le dicen: “para atacar de una vez a las paraestatales, para atacar la intervención del Estado en la economía”. […]
En Octavio Paz hay una actitud veleidosa, y en los últimos tiempos de traición a los pronunciamientos que en política internacional tiene el pueblo de México, y que ha avalado y defendido el Gobierno, y en actitudes verdaderamente anticomunistas.
Por eso no es posible que, si nosotros defendemos la paz mundial de acuerdo con los intereses legítimos de los pueblos centroamericanos y que reclamamos una tolerancia en la vida internacional en el aspecto ideológico, no podemos aprobar las actitudes estas de Octavio Paz, dando un voto favorable a la solicitud que está planteando.
Queremos advertir que nosotros reconocemos, sí, que la crítica es el alma primera del intelectual. Exactamente cuando alumbra verdaderamente, ilumina en los problemas y en la claridad sobre el desarrollo del futuro, pero cuando la crítica es pervertida al grado de que, con el papel de crítica, lo que se hace es encubrir una posición política derechista, entonces ya con deshonestidad se está ejerciendo la crítica y ya no es crítica, es una posición de derecha, es una posición sencillamente ya partidaria. […]
A fin de cuentas, Octavio Paz, puede seguir diciendo todo lo que quiera, con las posiciones políticas que él quiera; sí, puede ejercer el derecho a la cobardía del intelectual, que ve al futuro verdaderamente y a su pueblo, pero nunca tendrá —por lo menos de la posición de mi partido—, el apoyo para recibir ningún merecimiento en base a estas posiciones políticas, ideológicas, retrógradas que ya he señalado. […]

Después, hizo uso de la palabra el diputado y escritor chiapaneco Eraclio Zepeda:

He escuchado con gran atención a mi querido amigo y compañero el diputado Hildebrando Gaytán. Lo que estamos discutiendo hoy es simplemente aceptar o no el permiso para que Octavio Paz, el gran poeta Octavio Paz, use una condecoración que le da el Gobierno de España, esto es lo que estamos discutiendo.

Independientemente de que todos nosotros seamos críticos y nos burlemos un poco de este procedimiento, de ir aprobando condecoraciones que eran útiles en el tiempo en que había agresiones al país, que no se podía permitir que un Gobierno extranjero premiara a un mexicano que estuviera en contra de su país, y también no teníamos sentido para dar permiso para trabajar en las embajadas, para que no pueda entrar ningún enemigo del país a luchar en contra de ese país.

Independientemente de la burla que nosotros hacemos acerca de este procedimiento antiguo, desfasado, de autorizar condecoraciones de este tipo, yo pienso que hoy, y ése es mi fundamental motivo para intervenir en hechos, ante lo que ha expresado el diputado Gaytán, estamos ante un problema capital de la cultura.

Nosotros luchamos por la democratización del país, nosotros luchamos por un socialismo en el cual exista la verdadera libertad de creación, luchamos por un socialismo en el que puede [quedar] erradicada para siempre la intolerancia, luchamos por un socialismo que sea plural, luchamos por un socialismo que sea heredero de lo mejor de la cultura universal, la intolerancia jamás conduce al socialismo, la intolerancia jamás conduce al pluralismo; es cierto, todas las imitaciones que tiene el gran poeta Octavio Paz en el manejo de los aspectos científicos y sociales de nuestra América en el mundo, es cierto, pero es un gran poeta y nosotros, el pueblo de México, seremos herederos de la obra de Paz que la va a leer el pueblo mexicano en el socialismo, no antes.

Creo señores, que en este recinto no puede faltar el respeto a un gran escritor como Octavio Paz, independientemente de las gravísimas diferencias que tiene con nosotros, el socialismo en el que nosotros soñamos; Octavio Paz podrá tener acciones contradictorias con el gobierno que proponemos, podrá criticar al gobierno del socialismo que vamos a edificar y lo va a poder hacer públicamente, y lo va a poder hacer por escrito, y va a tener capacidad de reunión con sus amigos, y tendrá de parte nuestra el respeto y al mismo tiempo la lucha ideológica, pero nunca la falta de respeto y reconocimiento a uno de los grandes poetas de nuestra lengua.

Eduardo Valle, el Búho, del Partido Mexicano de los Trabajadores, también reflexionó sobre el trabajo de los intelectuales más allá de dogmas:

No es la primera vez que tenemos hombres como Octavio Paz; ¿qué podríamos decir de Mariano Otero?, alguien aquí podría con encono dogmático subir y decir que era un liberal sumamente blandengue; que en última instancia Lucas Alamán era un hombre que tenía una visión negativa de nuestro desarrollo histórico. ¿Pero quién podría negar el enorme valor histórico del trabajo intelectual de Mariano Otero o de Lucas Alamán?, ¿qué caso tendría en este futuro, mirar de una manera absolutista hacia el pasado?, ¿cómo no comprender entonces que el trabajo intelectual de Octavio Paz, todo él en su conjunto, nos ayuda a la reflexión nacional?
Entonces está aquí el problema de fondo, ¿cuál es el papel de los intelectuales? ¿Cómo debemos entender su vocación crítica? Es simplemente el de colocarse como un momento determinado se pudiera entender, de manera mecánica —en términos de subirse al vagón de la historia y hablar de la historia desde la historia—, o simple y llanamente es el papel de observadores, de gente que contempla y critica, reflexiona y que establece procedimientos de esta reflexión nacional que tanto necesitamos.
Pareciera ser que, en el caso de Octavio Paz como el caso de otros hombres de nuestra historia, esto no es así; no lo fue en el caso de Lucas Alamán, no lo fue en el caso de Mariano Otero y por fortuna en la generación de Octavio Paz, tampoco lo fue para uno de nuestros más grandes intelectuales revolucionarios del siglo, para el maestro Jesús Silva Herzog […].
El papel de los intelectuales es criticar, el papel de los intelectuales es examinar reflexivamente nuestra conducta, la de todos y cada uno de nosotros; partidos, hombres públicos, el de la sociedad en su conjunto. Puede o no gustarnos lo que ellos nos digan, podemos o no estar de acuerdo con sus consideraciones y con sus reflexiones, pero lo importante es que ellos, aun cuando se llame al oscurecimiento, están poniendo el dedo en la llaga y están abriendo el camino de la reflexión que tanto necesitamos.
Se ha hablado también del carácter elitista —elitista se ha dicho—, del arte por el arte y de las críticas de Octavio Paz al arte de la Revolución mexicana. ¿Pero qué no podemos entender todavía que tener figuras como Octavio Paz, precisamente facilitan el acceso de mucha gente al conocimiento del arte? ¿Qué no podemos entender todavía que figuras como Octavio Paz y trabajos como los de Octavio Paz nos enriquecen a todos, sean cuales sean nuestras posiciones ideológicas, políticas y filosóficas? ¿Qué no podemos entender que la enorme vertiente cultural e histórica que representa el trabajo de Octavio Paz, en términos de liberalismo mexicano, nos ayuda en su reflexión y frente a nosotros como un espejo crítico en verdad, y nos enriquece entonces al permitirnos criticarnos a nosotros también de una manera más precisa y de una manera más justa?
Entendamos pues, que el proceso de la cultura no puede estar sujeta a las determinaciones políticas de corto plazo; en lo personal, yo he discrepado seriamente a fondo con algunas posiciones de Octavio Paz, en particular con respecto al conflicto centroamericano, y he señalado que a veces hace política sin ser político, y a veces es intolerante, cuando en verdad su bandera es precisamente terminar con la intolerancia y llevarnos a todos a la reflexión crítica.
Esto lo he hecho públicamente, pero de ninguna manera podía no distinguir que, en este caso del premio español, es un reconocimiento no a Octavio Paz sino a la cultura de mi patria, y tampoco podría negar que aun por la reflexión crítica que en un momento determinado puede ser contrapuesta a la reflexión de hombres del tamaño, de la altura y de la calidad de Octavio Paz que enriquecen a la Nación y no solamente unos cuantos, por eso votaremos a favor de este dictamen.

La diputada María Luisa “la China” Mendoza insistió en el mismo punto:

Evidentemente no pensamos igual Octavio y yo, muy probablemente no pensemos ninguno de nosotros igual a Octavio Paz, pero es respetable su posición política, puesto que equivocada o acertada, dice y es en todos los foros que puede, su manera de pensar y su pensamiento político, equivocado o no.
No es la posición política de Octavio Paz lo que se está premiando, es su obra que enaltece a nuestra patria, tan necesitada siempre y ahora del enaltecimiento de la inteligencia. Creo que no podemos en este momento meternos en una larga discusión sobre algo tan evidentemente importante en nuestra patria como es la libertad de pensamiento, vivimos un país de derecho, vivimos un país de libertad, ninguno de nosotros podemos negarlo.
Parte brillante de esa libertad es la poesía y a ella nos debemos nosotros como lectores y como espectadores, como receptores; nos debemos en el aspecto del respeto, no pequemos por intolerantes, no es nuestra posición, no es en este momento el instante en que podemos discutir hasta qué etapa de nuestro pensamiento tenemos la libertad; la libertad no tiene fronteras, la libertad cubre todos los pensamientos de los hombres, la libertad es la inteligencia y la inteligencia del gran poeta de El laberinto de la soledad, merece todo nuestro aplauso como mexicanos y como ciudadanos, aunque a priori no comulguemos con una sola idea o con ninguna, o con alguna de ellas del gran poeta mexicano Octavio Paz.


El panista Jorge Eugenio Ortiz Gallegos se manifestó a favor de Paz. Luego habló el representante del Partido Demócrata Mexicano, José Trinidad Cervantes Aguirre: “Ciertamente en muchas partes, desde luego en la patria del proletariado los sabios son castigados, mandados a Siberia y al extranjero o a la horca; en México, señores, somos un país libre, en donde no tiene por qué castigarse la libertad de pensar, de decir y de obrar”. Y Efraín Calvo Zarco, del PMT, enfatizó en el nudo gordiano en que había caído la discusión: “Realmente es sorprendente que cuando se está discutiendo una presea de esta naturaleza, haya quien se oponga a que se le dé, sobre todo a una persona como Octavio Paz; [quien] nos guste o no nos gusten sus posiciones políticas, es uno de los máximos representantes de la cultura en el país”. El diputado Cuauhtémoc Amezcua volvió a arremeter:

Después de escuchar a varios oradores distintos, muy diversos en su contenido, en su calidad y en su orientación, en la orientación de su discurso, que tiene sólo el hecho en común de haber intervenido todos ellos, después de mi compañero Hildebrando Gaytán Márquez, diputado de mi Partido; quizá la manera de resumir, sobre todo las últimas tres intervenciones, la manera de resumir en muy breves palabras sería decir, así se hacen los chismes. […] Nada de estas cosas que se han dicho aquí tiene que ver con lo que dijo el compañero Gaytán y que no han sido contestadas ni desvirtuadas en sus afirmaciones. Se nos ha hablado de intolerancia, no hay si se lee con cuidado la versión taquigráfica de la intervención del compañero Gaytán, no hay ninguna razón para hablar de intolerancia.

El compañero Gaytán no expresó en ningún momento la idea de que se deba limitar el derecho de expresión de Octavio Paz, independientemente del contenido que le dé a su expresión, no está eso en nuestra mente, es más, expresó, yo no lo puedo citar, no tengo el texto a la mano, pero expresó al terminar, "puede seguir Octavio Paz haciendo uso de su libertad, de decir lo que crea conveniente, lo sostenemos puede hacerlo".

No es problema pues de intolerancia, no es problema de dogmatismo, para nada se dijo ni se dice que su obra poética o literaria deba ser calificada en función de sus ideas políticas.

Entendemos que son dos esferas de su conducta como ser humano y como intelectual, pero […] el otorgarle un reconocimiento, y el que ese reconocimiento que otorga el Gobierno de España tenga que seguir este trámite el que se ventile aquí en la Cámara de Diputados, la representación del pueblo de México, tiene un significado político. […]

Nos parece que en este momento no se puede manejar a Octavio Paz […] simplemente como un poeta, y simplemente así fuera de la realidad política que estamos viviendo y debatiendo, y que es sumamente difícil y complicada. Y en este momento cuando el pueblo de Nicaragua está sufriendo una de las agresiones más violentas por parte del imperialismo norteamericano, Octavio Paz está sirviendo en su calidad de ente político, está sirviendo para alentar esa agresión, eso fue lo que se hizo en ese discurso de Fráncfort que ha citado aquí algún diputado antes que yo y eso es lo que probablemente haga en cualquier otro momento, quizá al recibir la presea que le otorga el Gobierno de España, y ese hecho lo denunciamos, lo denunciamos con toda energía y ese hecho lo debe valorar el pueblo de México, y lo deben valorar los diputados.


En ese momento, el Búho interpeló: “¿Tiene usted alguna objeción al considerar al señor Octavio Paz como poeta?”. A lo que Amezcua respondió: “No nos oponemos a que sea premiado como poeta, pero no avalamos, y ese es el sentido de nuestra intervención, no avalar y declarar públicamente que nos avalamos su conducta política como instrumento del imperialismo norteamericano, en la agresión al pueblo de Nicaragua, al pueblo de México y a otros pueblos”.

     No habiendo más oradores, el dictamen se sometió a votación y se aprobó por 284 votos a favor y ochenta y cinco en contra. Así, en el Diario Oficial de la Federación del 11 de febrero de 1987, se publicó:

MIGUEL DE LA MADRID H., Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, a sus habitantes, sabed:
Que el H. Congreso de la Unión, se ha servido dirigirme el siguiente:
El Congreso de los Estados Unidos Mexicanos, Decreta:
ARTICULO ÚNICO.- Se concede permiso al ciudadano escritor Octavio Paz, para aceptar y usar la Condecoración de la Orden Civil de Alfonso X El Sabio, en grado de Gran Cruz, que le confiere el Gobierno de España, por sus méritos literarios.
México, D.F., a 9 de diciembre de 1986.- Sen. Gonzalo Martínez Corbalá, presidente. Dip. Reyes Rodolfo Flores Z., presidente. Sen. Ma. del Carmen Márquez de Romero, secretario. Dip. Antonio Melgar Aranda, secretario. Rúbricas.
"En cumplimiento de lo dispuesto por la fracción I del Artículo 89 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y para su debida publicación y observancia, expido el presente Decreto en la residencia del Poder Ejecutivo Federal, en la Ciudad de México, Distrito Federal, a los nueve días del mes de diciembre de mil novecientos ochenta y seis. Miguel de la Madrid H. Rúbrica. El secretario de Relaciones Exteriores, Bernardo Sepúlveda Amor. Rúbrica. El secretario de Gobernación, Manuel Bartlett. Rúbrica.




[1] Boletín Oficial del Estado, 31361-31361, 11 de septiembre de 1986.

[2] “En la mirada de Jaime Salinas” en Zona Paz. Disponible en: https://zonaoctaviopaz.com/detalle_conversacion/320/en-la-mirada-de-jaime-salinas/?ori=home

[3] Javier Badía, “El escritor mexicano Octavio Paz recibe la Gran Cruz de Alfonso X el sabio” en ABC, 19 de septiembre de 1986, p. 39.

[4] “Octavio Paz recibió la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio” en El País, 18 de septiembre de 1986.

[5] Jesús Infiesta, “‘España es la democracia’, dijo Octavio Paz al recibir la Cruz de Alfonso X el Sabio” en La Vanguardia, 19 de septiembre de 1986, p. 35.

[6] Badía, op. cit., p. 40.

[7] Los fragmentos que siguen pertenecen al DECRETO por el que se concede permiso al ciudadano Octavio Paz, para aceptar y usar la condecoración que le confiere el Gobierno de España. SECRETARIA DE RELACIONES EXTERIORES, Estados Unidos Mexicanos; DOF, 11 de febrero 1987, [citado el 18-09-2020]. Disponible en versión HTML en internet: http://sidof.segob.gob.mx/notas/4638645.