Conversaciones y novedades

El arte del poeta arquero

Nadine Gordimer

Año

1998

Tipología

Memorias

Temas

Lecturas y relecturas: la obra poética

 

Nadine Gordimer

“Art of the Poet-Archer” (© Nadine Gordimer) apareció, traducido al español, en Vuelta 259 (junio 1998).


Conocí a Octavio Paz en los años setenta, como invitada a su casa de la ciudad de México. Una larga comida sazonó las delicias de su espíritu opulento. Era un hombre con una cabeza muy grande, que podría haber sido modelo de un monolito de la Isla de Pascua. La gran extensión de su frente blanca contenía, en una línea recta a lo largo del límite del cráneo, el drama de la espesa cabellera, negra y ondulada. Al escucharlo, se tenía la impresión de que esa frente era como un faro del que irradiaba la iluminación. Cada tema que tocaba brillaba con luz nueva.

Tuvimos después contactos esporádicos, y recientemente cambiamos algunas cartas: tratábamos de organizar su visita a Sudáfrica, auspiciada por el Congreso de Escritores Sudafricanos. Tenía un vivo interés en nuestro país, y sólo su mala salud echó por tierra sus planes.

Octavio Paz fue un gran poeta contemporáneo. Él mismo se definía, más precisamente, como un poeta hispanoamericano, que escribía en español. Porque la lengua era para él no sólo el instrumento de su poesía, el arpa de su lírica: veía en ella el motor esencial del destino de la sociedad humana; un barómetro confiable de la situación ideológica, política y social, y de la responsabilidad individual ante ella.

En una de sus obras clásicas, Posdata., escribió: “Cuando una sociedad se corrompe, lo primero que se gangrena es el lenguaje. La crítica de la sociedad, en consecuencia, comienza con la gramática y con el restablecimiento de los significados.” Sobre el problema de la corrupción escribió:

Los moralistas se escandalizan ante las fortunas acumuladas por los antiguos revolucionarios pero no han reparado en que a este florecimiento material corresponde otro verbal: la oratoria se ha convertido en el género predilecto de la gente próspera […] Al lado de la oratoria y sus flores de plástico, triunfa y se propaga la sintaxis bárbara en los diarios, las inepcias de los programas doblados en nuestra historia por gente que ignora tanto el inglés como el castellano, la diaria deshonra de la palabra en altavoces y radios, la cursilería empalagosa de la publicidad —toda esa asfixiante retórica…

Sus convicciones lo llevaron inevitablemente a convertirse en mi escritor engagé: como Pablo Neruda o Federico García Lorca, era uno de esos poetas supremos cuyo brillo revela el sinsentido de la idea, propia de espíritus pequeños, de que ocuparse de los desórdenes y conflictos de la propia sociedad y su extensión en el mundo, e introducir las pendencieras materias de la política y la sociedad en la torre de marfil, corrompe y destruye la verdadera creatividad.

Octavio Paz corrió de muchas formas el riesgo de comprometerse, durante las recurrentes crisis de México, y aun aceptó una embajada del gobierno mexicano —un sacrificio, sin duda, para un escritor que expresaba tan abiertamente sus juicios— por la que vivió seis años en la India. Renunció en 1968, cuando el gobierno mexicano respondió a balazos y con la muerte a los estudiantes que protestaban en la plaza de Tlatelolco.

Pero lo más perdurable de su activismo —su activismo intelectual, si puede hacerse tal distinción en la personalidad de un hombre tan total—, el tesoro que nos hereda junto con su poesía, es la vasta ontología de sus ensayos. En ellos, la significación de la literatura, la historia, la política y el concepto del tiempo se interrelacionan, a partir de su filosofía del lenguaje, en un discurso de perfecta lucidez sobre nuestro ser. Uno de mis ejemplos favoritos de esa simbiosis:

Cada vez que los europeos y sus descendientes norteamericanos han encontrado a otras culturas y civilizaciones, los han llamado retrógrados. No es la primera vez que una raza o una civilización ha impuesto sus formas sobre otras, pero es ciertamente la primera vez que una ha establecido como ideal universal, no un principio inmutable, sino al cambio mismo. El musulmán o el cristiano basó la inferioridad del extraño en la diferencia de fe; para los griegos, los chinos o los toltecas, él era inferior porque era un chichimeca. Desde el siglo XVIII los africanos o los asiáticos han sido inferiores porque no eran modernos. El mundo occidental se ha identificado asimismo con el cambio y el tiempo, y no hay otra modernidad que la de Occidente […] los nuevos perros paganos pueden contarse en millones […] son llamados los “pueblos subdesarrollados”. “Subdesarrollado”… —este adjetivo pertenece al lenguaje castrado y anémico de las Naciones Unidas. La palabra no tiene un significado preciso en el campo de la antropología y la historia; no es un término científico sino burocrático… Su vaguedad enmascara dos ideas: la primera da por sentado que sólo existe una civilización, o que diferentes civilizaciones pueden ser reducidas a un solo modelo —la civilización moderna occidental—; la segunda afirma que los cambios en las sociedades y culturas son lineales y progresivos y que son medibles.

Este segundo argumento descalificador puede parecer extraño viniendo de un demócrata de izquierda; pero la respuesta de Octavio Paz podría volver contra él mismo otro de sus acerbos razonamientos: “La razón crítica […] actúa como autocrítica. Gobierna tanto como se despliega y se toma a sí misma como objeto de análisis, duda o negación… En el pasado el fin de la crítica era la verdad; en la época moderna la verdad es la crítica. No una verdad eterna, sino la verdad del cambio.”

Sin embargo, Octavio Paz no era pesimista. La belleza de las imágenes de su poesía, la elegante alegría con que maneja el lenguaje, cuyo poder tanto venera, son una afirmación de amor a la vida:

Ver, tocar formas hermosas, diarias.
Zumba la luz, dardos y alas.
Huele a sangre la mancha de vino
            en el mantel.
Como el coral sus ramas en el agua
extiendo mis sentidos en la hora viva:
el instante se cumple en una
            concordancia amarilla,
¡oh mediodía, espiga henchida
            de minutos,
copa de eternidad!

Esta sensibilidad coexistió en él con su furia revolucionaria contra una sucesión de gobiernos corruptos e incompetentes:

Hemos desenterrado a la Ira

La fuente del agua lunar
            es un muladar
El parque de los enamorados
es un muladar
La biblioteca es una madriguera
            de ratas feroces
La universidad es el charco
            de las ranas
El altar es la tramoya de Chanfalla
Los cerebros están manchados de tinta
Los doctores discuten en la ladronera
Los hombres de negocios
manos rápidas pensamientos lentos
ofician en el santuario

Cada experiencia, por remota que pudiera parecer a la inspiración poética o a la prosa de imaginación, despertó la creatividad de sus sentidos y su inteligencia. Su estancia como embajador de México en la India fue el origen remoto de la notable colección de ensayos, de 1995, que van de la celebración personal de su vida en ese país, pasando por sus exploraciones del arte, la literatura, la música y las religiones indias, a la comparación de las civilizaciones islámica, hindú y occidental a través del curso de la historia. “La India”, escribió, “no entró en mí por la cabeza sino por los ojos, los oídos y los otros sentidos”. Y cita a un poeta anónimo indio: “Admira el arte del arquero:/ no toca el cuerpo y rompe el corazón.”

Esta reciente colección de ensayos se llama en inglés In Light of India-. A la luz de la India. A la luz de todo lo que Octavio Paz escribió, todos los que hemos leído su obra recibimos su luz. El suyo fue el arte del poeta-arquero, que va directamente al corazón y el espíritu, donde es uno el centro del ser.

Traducción de Aurelio Asiain

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