Conversaciones y novedades

Comida con el candidato

Ángel Gilberto Adame

Año

1958

Personas

Martínez, José Luis; Gorostiza, José; Reyes, Alfonso; Xirau, Ramón; Vasconcelos, José; Uranga, Emilio; López Mateos, Adolfo; Novo, Salvador

Tipología

Historiografía

Temas

Primer retorno a México (1953-1962)

 

De derecha a izquierda: Alfonso Reyes, Alfonso Caso, Adolfo López Mateos, Roberto Esteva, Nabor Carrillo y Manuel Sandoval Vallarta.

* La sucesión presidencial de Adolfo Ruiz Cortines se resolvió dentro del marco institucional que había generado el partido oficial. El país se encontraba en calma y empezaban a sentirse los efectos económicos del modelo de desarrollo estabilizador. Así, cuando fue destapado Adolfo López Mateos, secretario del Trabajo, todos los demás aspirantes se le unieron. Uno de los perdedores, Gilberto Flores Muñoz, recuerda ese proceso:

[Todo] se desenvolvió en una atmósfera de fintas e insinuaciones. El presidente Ruiz Cortines no soltó prenda, pero hizo posible que se pusiera en movimiento la imaginación de quienes pudieron creerse los llamados. En ese rincón oscuro de la política no era saludable sentirse el señalado por ciertas actitudes públicas o algunas deferencias personales del jefe de la Nación. […] Ruiz Cortines no engañó a sus colaboradores. Se movió en ese terreno como nadie. Si algún ministro perdió el paso o se le nubló la vista, si interpretó alguna insinuación como indicio de que él sería, fue su culpa. [1]

Al no tener más competidor externo que Luis H. Álvarez, candidato del entonces marginal Partido Acción Nacional (PAN), la campaña de López Mateos se percibía como una gira triunfal más que una búsqueda del voto. Sin embargo, a mediados de 1958, estalló un movimiento que trascendería a su sexenio.


Adolfo López Mateos saluda a Martín Luis Guzmán.

El 2 de mayo, los ferrocarrileros se alzaron en busca de mejores salarios y democracia sindical: integraron la Gran Comisión Pro-Aumento de Salarios, proclamaron el Plan del Sureste y, el 26 de junio, iniciaron una serie de paros. Dos días después, se manifestaron en la Ciudad de México y fueron reprimidos. El ejército ocupó el mismo día todos los locales sindicales. De ahí surgiría el liderazgo de Demetrio Vallejo.

     Mientras tanto, López Mateos dio por finalizada su gira en el interior del país y concentró sus actividades en la capital. Uno de los eventos más sonados fue una comida con intelectuales que tuvo lugar el jueves 19 de junio en el Salón de los Candiles del Hotel del Prado. El candidato llegó con el licenciado Justo Sierra Casasús, nieto del Maestro de América, “siendo recibido con grandes aplausos de sus invitados”. Su comitiva incluía a Rafael Corrales Ayala y Luis Echeverría, secretario general y oficial mayor del PRI, respectivamente. También lo acompañaban Hesiquio Aguilar, secretario de prensa, y el general José Gómez Huerta, futuro jefe del Estado Mayor Presidencial. Los medios dieron cuenta del acto, que se debatía entre lo social y lo político:

En punto de las dos y media, hora de la cita, llegó el anfitrión, cuando ya muchos de los invitados ocupaban su mano izquierda en sostener el highball, y la derecha en saludar a sus amigos. Funcionaron las cámaras mientras saludaba uno por uno a los que ahí estábamos, y entró en el comedor, donde a su cabecera se organizó una fila de saludos con los demás a tiempo que iban tomando asiento. En cosa de minutos, todo mundo estuvo sentado, y las cámaras fueron advertidas de que debían cesar de perturbar la limpia placidez del almuerzo. [2]

López Mateos saluda a Salvador Novo. Atrás, José Vasconcelos.

Para amenizar, un conjunto de cuerdas interpretó fina música mexicana. Entre las piezas más celebradas, estuvo “Adiós mariquita linda”. López Mateos fue ubicado al centro de la mesa de honor; a su izquierda estaba Alfonso Caso; a su derecha, Roberto A. Esteva Ruiz. Los otros lugares fueron ocupados por Alfonso Reyes, Eduardo Pallares, José Gorostiza, Eduardo Suárez, Jesús Silva Herzog, Efrén C. del Pozo, Carlos Graef Fernández, Dr. Atl, María Lavalle Urbina, Nabor Carrillo, Manuel Sandoval Vallarta, Isidro Fabela, José Vasconcelos, Mariano Azuela, Fernando Arciniega, Antonio Martínez Báez, Genaro Fernández MacGregor, Manuel Moreno Sánchez y Manuel J. Sierra.

     La lista de asistentes no sólo resulta copiosa, sino destacada: matemáticos, ingenieros, arquitectos, literatos, cronistas... Todo el que valía tenía un lugar reservado. La generación vasconcelista festejaba su llegada al poder. Fueron Pita Amor, Arturo Arnáiz y Freg, Salvador Azuela, Lola Álvarez Bravo, Manuel Álvarez Bravo, Max Aub, Alberto Barajas, Javier Barros Sierra, Manuel Borja Soriano, Nellie Campobello, Emilio Carballido, Rosario Castellanos, Antonio Castro Leal, Daniel Cosío Villegas, Artemio de Valle-Arizpe, Carlos Denegri, Joaquín Diez Cañedo, Fernando Diez de Urdanivia, Justino Fernández, Ana María Flores, José Gaos, Manuel Gamio, Luis Garrido, Francisco Javier Gaxiola, Jorge F. Gaxiola, Alejandro Gómez Arias, Martín Luis Guzmán, Guillermo Haro, Andrés Henestrosa, José Iturriaga, Julio Jiménez Rueda, Fernando Leal, Mauricio Magdaleno, José Luis Martínez, Juan O'Gorman, Rafael F. Muñoz, Alfredo Navarrete, Salvador Novo, Juan Olaguibel, Juan Manuel Orozco Uruchurtu, Gregorio Ortega, Raúl Ortiz Mena, Carlos Pellicer, Raúl Jorge Portilla, Jorge Piñó Sandoval, Samuel Ramos, Octavio Paz, Alfonso Teja Zabre, Felipe Tena Ramírez, Emilio Uranga, José C. Valadés, Ramón Xirau, Leopoldo Zea, María Luisa Vera, entre otros. [3]

     Pese a la larga lista de celebridades, fue notoria la ausencia de quienes estaban asociados a la izquierda, como Efraín Huerta, José Revueltas y Vicente Lombardo Toledano. Tampoco asistieron los intelectuales más jóvenes como Carlos Fuentes, síntoma de que el evento pertenecía a una generación bien delimitada.

     Novo, con su característica pluma, recreó el convite:

La semana culminó, por supuesto, con el banquete en que el licenciado López Mateos reunió alrededor de ciento cincuenta personas, todas en mayor o menor medida amigas personales suyas, y todas investidas de un mérito propio en las letras, en las ciencias, en el arte: una comida pues, de intelectuales distinguidos, como lo rezaban las minutas colocadas frente a los asientos claramente atribuidos a no más ni menos de los invitados por cartas directas, a una mesa enorme en E o en doble CC, con los sitios de honor al largo fondo hacia el cual convergían las otras cuatro perpendiculares. A la entrada, en el hall superior del Hotel del Prado, un gran plano orientaba hacia sus lugares a la mesa a los que iban llegando a consultarlo, recibidos por ayudantes del licenciado que obviamente conocían a todas las personas, y por el atento Justo Sierra, que con su duro colmillo diplomático y protocolario había organizado aquella perfección. […] Era muy grato encontrarse con puros amigos viejos, con los que en esta ciudad desmesurada y con esta atareada vida que todos llevamos en ella, no es frecuente tropezar. Tan grato como no encontrarse, en cambio, con los advenedizos que nunca faltan a ‘cocteles’ ni reuniones a que se hacen invitar, o se imponen o se cuelan. [4]


Al centro, Dr. Atl; a su izquierda, María Lavalle Urbina.

El menú consistió en consomé, filete con salsa bernesa y “papitas redondas que servían en el Prado”. [5] Se acompañó todo de una ensalada y un postre de merengue con helado. Para beber, lo más solicitado fue champaña Roederer y botellas Magnum. Cuando Justo Sierra fue increpado por un mesero para saber qué se le serviría de postre al candidato, la respuesta del funcionario fue lacónica: ¿por qué no le preguntan a él? [6]

     Al conjuntar a tantos personajes, hubo una serie de curiosas escenas, como la llegada de Pita Amor al salón, quien, de acuerdo con Novo, hizo...

una entrada dramática y tardía que por desgracia nadie advirtió, ocupados como todos estaban en volver la mirada hacia el anfitrión mientras untaban en las tostadas delgaditas el excelente paté trufado. Todavía hizo Pita un último esfuerzo por cruzar la pista e ir hasta frente al licenciado para estrechar su mano. Pero ya no había cámaras ni atención. Comió un poco, conversó con Andrés [Henestrosa], y se marchó antes del café y los discursos. [7]



Del lado derecho, con lentes, Octavio Paz. Al lado, Lola Álvarez Bravo.

Pese a lo que Novo refiere, Alfonso Reyes se regocijó la vista con la presencia de la poeta; al despedirse de ella, le dio un beso largo en la mano. [8]

     Las conversaciones fluían sin traspiés. De entre ellas, se recuperó la de Octavio Paz con Dolores Álvarez Bravo, que fue sobre temas diversos: desde El laberinto de la soledad y la mecanización del amor hasta extraños títulos de literatura:

Paz y Álvarez Bravo se habían enfrascado en una discusión del laberinto espinoso sobre la futura mecanización del amor. […] El arquitecto Nicolás Mariscal había terciado en la plática que sostenían […] nada más que ya hablaban de un nuevo libro, en el que un loco pone prendas íntimas de mujer a los árboles y espera que estos sean agitados por el viento. Aún no hay edición en español de este libro. […] Leopoldo Zea y el doctor Arturo Rosenblueth escuchaban a Octavio Paz. Se había vuelto a la “mecanización del amor”. Alguien dijo que la tal mecanización sería muy efectiva, pues permitiría al hombre dedicarse por completo a pensar en otras cosas. Dolores Álvarez Bravo insistía en que lo de ahora ya no es goce, sino “gozonería”. [9]


De derecha a izquierda: Nabor Carrillo, Manuel Sandoval Vallarta, una persona no identificada, José Vasconcelos y Mariano Azuela Rivera.

Otras charlas fueron igualmente memorables:

El Dr. Atl no dejaba de acariciarse sus respetables barbas y de llamar con la manita en alto a Justo Sierra. Roberto A. Esteva Ruiz, muy serio, no sabía de qué hablar a López Mateos, quien parecía acaparado por Alfonso Caso. El rector Nabor Carrillo conversaba con Manuel Sandoval Vallarta, el tema era la UNAM. La plática entre José Vasconcelos y Mariano Azuela era tan amena, que parecían haber olvidado dónde estaban. […] Nellie Campobello trataba de llamar la atención a don Artemio del Valle-Arizpe, quien a su vez quería platicar con el licenciado Luis Garrido. El doctor Conrado Zuckerman hablaba animadamente con su colega Gabriel García Rojas. Y el doctor Fournier con el también doctor José Gaos. Las cámaras de cine y televisión se acercan a la mesa de honor. […] Después, [Alfonso Reyes] pregunta si no son ametralladoras los lentes de las cámaras. En los corrillos, Andrés Henestrosa saludando a amigos, Rafaelito González Ayala diciendo: “Qué bien... qué bien”, cuando se le preguntaba qué le había parecido el acto. Arturo Arnáiz y Freg comentando lo bello de los candiles y, saliendo de una especie de foro donde acostumbra a estar una orquesta, los reporteros quejándose del calor y de que los meseros les exigieron una gran propina. [10]

Pese a las simpáticas interacciones entre la concurrencia, el eje de la reunión fueron los discursos de López Mateos y Alfonso Caso. El aspirante a la presidencia dio la bienvenida y agradeció el apoyo de los presentes: 

Reunirse es un medio que puede encauzar las labores humanas; aproxima a los hombres y tiende entre ellos lazos de entendimiento y amistad, que significan mucho cuando llega la hora de obrar. Si para nosotros llegare el instante de trabajar sin cansancio por México la compañía de ustedes y su comprensión, darían mejor sentido y superior impulso a las tareas. [11]

En respuesta, Caso hizo énfasis en el interés de López Mateos por acercarse a escucharlos:

No es frecuente que quien está abocado para asumir la más alta investidura del país […], manifieste su interés en conocer los puntos de vista de los intelectuales, y los considera no sólo como ciudadanos que habitan tal o cual Distrito sino como individuos que tienen algo que decir a quien se espera que sea el Jefe de Estado. [12]

Al respecto, Reyes apuntó en sus Diarios que él había sido elegido para responder al futuro presidente, pero declinó: “Banquete [de] López Mateos a los intelectuales. Fue muy agradable y bien organizado. El breve discurso oral de López Mateos, muy sencillo y grato, fue contestado (como yo me disculpé) por escrito y largo, por Alfonso Caso.” [13]


Alfonso Caso dirige unas palabras al candidato. Al margen derecho, Alfonso Reyes; al margen izquierdo, Roberto A. Esteva.

El festín culminó a las 16:30 sin mayores incidentes. El candidato se despidió de los invitados:

Para cada uno tuvo una frase afectuosa. Al maestro Francisco Monterde le recordó la que le corrigió, en clase, el empleo de la palabra "bucólica". A don José Vasconcelos le agradeció muy cumplidamente su presencia. Al Dr. Atl le insistió que fuera a verlo lo más pronto posible. A don Julio Jiménez Rueda le rogó que le hiciera llegar “aquel trabajo” “a la casa de usted en San Jerónimo 217”. Al escultor Juan F. Olaguibel le preguntó qué estaba haciendo por ahora, a lo que contestó Juan como pudieran hacerlo la mayoría de los escultores nuestros: “Nada, señor licenciado”. [14]

Afuera la tarde era lluviosa y la mayoría quedó satisfecha del encuentro con el candidato, quien, según Novo, también contaba con la simpatía de la mayoría de los mexicanos. [15] Piñó también ofreció su posicionamiento:

En una palabra, resultaba asombroso observar y oír al licenciado López Mateos, quien siempre tiene una expresión amable o un recuerdo. A este respecto el doctor Manuel J. Sierra decía que en esto radica mucho del secreto de sumar amigos, que es el don más característico de López Mateos. [16]

Días más tarde, el semanario Mañana [17] recabó las opiniones de los participantes. Logró entrevistar a treinta de los comensales. A continuación, se transcriben los comentarios más representativos:


Octavio Paz: “López Mateos será un buen presidente de México, estoy seguro. Tiene las condiciones generales para serlo. Y tiene un programa: el de la Revolución Mexicana. Defender la tradición revolucionaria de México, continuarla, proseguirla y ahondarla es la tarea de los partidarios y amigos de López Mateos”.


José Vasconcelos: “Adolfo López Mateos es mi amigo. Es un hombre muy capaz y bondadoso. Y creo que será un magnífico presidente. Lo que México necesita”.


Alfonso Reyes: “Tengo plena confianza en que la obra del licenciado López Mateos, si como lo esperamos llega a la primera magistratura, será una obra de bien para el pueblo mexicano en todos sentidos, y que su presencia al frente del país garantizará la libertad del pensamiento, de la prensa, del espíritu”.


Carlos Pellicer: “López Mateos lo tiene todo: honorabilidad, talento, cultura y un hondo sentido humano que se hará sentir en la nación entera. Este hondo sentido humano será lo que por encima de su talento y cultura confirme su elevada categoría moral”.


Lola Álvarez Bravo: “La política de esfuerzo e integridad que se ha desarrollado en nuestro país durante el presente periodo, ha marcado una nueva fisonomía política y moral para el hombre que debe continuarla y superarla. Ese hombre es sin duda alguna Adolfo López Mateos, él es a quien México y los mexicanos esperábamos para el cumplimiento de sus promesas y poder nosotras a la vez, ayudar y colaborar material e intelectualmente al mejoramiento de nuestro país, sin dejar la responsabilidad total a los hombres que nos gobiernan”.


Pita Amor: “Hasta la semana pasada el conocimiento que tuve del licenciado Adolfo López Mateos, fue a través de las opiniones de todas las personas inteligentes que le rodean. Después le conocí a través de un saludo, durante el banquete que reunió a los intelectuales con el candidato, y así tuve una impresión deductiva de su persona: es un hombre, primero que nada, extraordinariamente bondadoso; su personalidad es muy atractiva y la forma que tiene de tratar a los intelectuales es la forma más inteligente que he conocido en los hombres que están destinados a ocupar ese puesto de tanta importancia”.




* De este texto existe una versión previa en mi columna de El Universal del 28 de marzo del 2020.

[1] “De Ruiz Cortines a López Mateos: Una sucesión entre ‘fintas e insinuaciones’”. Entrevista con Julio Scherer García en Proceso, 6 de enero de 2018, p. 3.

[2] Salvador Novo, “Cartas a un amigo” en Hoy, 5 de julio 1958, pp. 27 y 28.

[3] Otros invitados fueron Donato G. Alarcón, Gonzalo Aguirre Beltrán, Joaquín Amparán, Enrique Arce Gómez, Rodolfo Brena Torres, Raúl Cacho, Alberto María Carreño, Andrés Caso, Raúl Cervantes Ahumada, Julio de la Fuente Chicoséin, Armando de María y Campos, Francisco Fonseca, Raoul Fournier, Eduardo García Máynez, Gabriel García Rojas, Ricardo García Villalobos, Manuel Germán Parra, Ángel María Garibay, Antonio Gómez Robledo, Pablo González Casanova, Ignacio González Guzmán, Salvador González Herrejón, Manuel González Montesinos, Juan Hernández Luna, Xavier Icaza, Ignacio Illescas, José Joaquín Izquierdo, Francisco Larroyo, Horacio Labastida, Rita López de Llergo, Guillermina Llac, Ignacio Mariscal, Nicolás Mariscal, Ignacio Marquina, Emigdio Martínez Adame, Ignacio Millán, Ricardo Monges López, Francisco Monterde, Carlos Obregón Santacilia, Fernando Ocaranza, Teófilo Ortiz Ramírez, Bernardo Ponce, Jesús Reyes Ruiz, Francisco Reina, Clemente Robles, Arturo Rosenblueth, Maximino Ruiz Castañeda, Higinio Ruvalcaba, Concepción Sada, Antonio Salas Ortega, Bernardo Sepúlveda, Catalina Sierra, Roberto Solís Quiroga, Víctor L. Urquidi, Alberto Vázquez del Mercado, José F. Vázquez, José Villagrán García, Horacio Villalobos, Guillermo M. Viramontes, Francisco Zamora y Conrado Zuckermann.

[4] Novo, op. cit.

[5] Ibidem.

[6] Homero Bazán Víquez, “Con los intelectuales” en Ovaciones, Diario de México, 20 de junio de 1958, pp. 1 y 2.

[7] Novo, op. cit.

[8] Bazán, op. cit.

[9] Ibidem.

[10] Ibidem.

[11] Cirino Pérez Aguirre, “Los intelectuales mexicanos tienen mayor responsabilidad para laborar por la Patria” en Novedades, 20 de junio de 1958, pp. 1 y 8.

[12] “Los intelectuales ofrecieron ayer trabajar por la grandeza de México” en El Universal, 20 de junio de 1958, pp. 1 y 10.

[13] Alfonso Reyes, Diario 1951-1959, México, Fondo de Cultura Económica, volumen 7, 2015, p. 655.

[14] Jorge Piñó Sandoval, “En ruta al 6 de julio” en El Universal, 20 de junio de 1958, pp. 1 y 8.

[15] Novo, op. cit.

[16] Piñó Sandoval, op. cit.

[17] “Sobre el candidato López Mateos opinan 30 intelectuales” en Mañana, 28 de junio de 1958, pp. 14-19.