En la mirada de otros

En la mirada de Luis Cernuda

Luis Cernuda

Año

1941

Tipología

En la mirada de otros

 

Luis Cernuda

Luis Cernuda (21 de septiembre 1902 —5 de noviembre1963) fue uno de les poetas más sobresalientes de la Generación del 27. Él como la mayor parte de sus coterráneos tuvieron que huir de su país ante la Guerra Civil. Su exilio lo llevó a México, donde convivió con Octavio Paz, a quien considerada un hombre inteligente y conocedor de la poesía. 


          Durante su estancia en México, Paz apoyó a Cernuda a publicar y mantuvieron una constante correspondencia. Paz admiraba al poeta español por su valentía:

La lección de Cernuda fue no solamente una lección poética sino también moral. Entre 1925 y 1930 publicó sus primeros libros y en ellos se declara homosexual. Publicar poemas así, en esos años y en España, es un ejemplo de valentía. Cernuda corrió un riesgo y yo creo que sin riesgo no hay ni gran arte ni tampoco erotismo. El erotismo colinda siempre con lo prohibido, colinda con la muerte, y lo mismo sucede con el arte...[1]


          Cernuda mencionaba a Paz constantemente en sus cartas. El siguiente texto contiene fragmentos de diferentes misivas de Cernuda a otros personajes extraídas de Epistolario.[2] (AGA)


 

A Octavio Paz

12 de octubre de 1941

También quisiera pedirle otro favor y éste de suma importancia para mí. Es muy probable que mi libro Las relaciones de provincia se publique en Buenos Aires. Bergamín tiene en su poder gran parte del original. Como no es cosa de copiarlo de nuevo, y además gano mucho tiempo si cuento con un amigo seguro que, llegado el caso, envíe el original desde allí a Buenos Aires, le ruego recoja ahora ese original de manos de Bergamín y lo guarde hasta que yo le avise. Esta carta mía puede servirle de autorización, si fuese necesario. Consta el original de tres relatos y una comedia, más una hoja de prólogo y otra de índice. Como verá por éste, faltan dos relatos que yo enviaría directamente al editor. Haga esto por mí y avíseme por correo aéreo tan pronto lo haya hecho. Gracias.

  

A Concha de Albornoz 

Glasgow University, 24 de abril de 1943

Por Octavio Paz, que me escribe alguna vez, tengo noticia de los amigos. Me dice que Gil-Albert deja México por Argentina. Con lo cursis que deben ser las gentes por allá. Yo me los figuro a todos como especies de madamas ocampos, que hasta sus ocupaciones fisiológicas las hacen en francés. Aunque debo excluir de esas sospechas a un admirador del género apasionado que allí me ha salido: un joven poeta, hijo de padres ingleses, cuyas cartas, aun desconfiando de los elogios que contienen, me ruborizan. [...] En el número de julio del Bulletin of Spanish Studies publico un ensayo sobre Cervantes; hablo de nuestra tierra, y espero que lo veas. ¿Conoces los otros ensayos que en ese boletín publiqué? A Octavio Paz envié, para que lo publique en México, un poema cuyo tema es Cortés y la conquista de Nueva España. Me parece de lo mejorcito que han escrito mis manos pecadoras.

  

A Gregorio Prieto 

Emmanuel College, Cambridge, 25 de junio de 1944

En fin, hablemos de otra cosa. Ahí tienes tu proyecto literario. No deja de divertirme que amigos viejos como los de Litoral, con quienes colaboré tanto en tiempos, no hayan sido [capaces de] enviarme unas líneas sobre la continuación actual de la revista. Y en cambio cada día recibo más cartas de poetas y artistas americanos hablándome con simpatía y afecto de mi trabajo. Octavio Paz me escribe que los poetas jóvenes mexicanos ostentan, por así decirlo, mi influencia. Un compositor argentino joven me pide permiso para publicar siete poemas míos a los que ha puesto música. Perdona esta especie de propaganda de mí mismo. Sé que es estúpido; pero me alegra tanto ver que es la gente joven quien empieza a comprender y a amar mi trabajo, entre la indiferencia de las gentes de mi generación y la ignorancia de las gentes de la generación anterior.

 

 

A Gregorio Prieto 

Emmanuel College, Cambridge, 2 de diciembre de 1944

Mi nueva colección de versos la publicará Litoral. Me escribe Octavio Paz: «De todos los poetas de su generación es usted el más leído, el más citado y el más imitado. Sospecho que la fama le ha de ruborizar y repugnar un poco». Eso lo recuerda con ocasión de una nota publicada en una revista de Buenos Aires, en donde mencionan mis versos por la influencia que están ejerciendo en los poetas jóvenes de América. Unos días después de recibir esa carta de Octavio Paz vi el suplemento literario de La Nación, y hallé dos poemas cuya expresión era hija de aquella de mis versos. Los autores me eran desconocidos. Supongo son gente joven. Qué extraño encontrarse con esa clase de hijos espirituales, exactamente cuando, si yo los tuviera de la carne, éstos tendrían la misma edad de esos jóvenes poetas amigos y desconocidos. Cada vez veo mejor cómo mi trabajo ha necesitado, y necesitará, formar su público, crearlo, ya que tal vez sea anticipación de un espíritu que sólo comienza a ser perceptible para otros. 

 

A Concha de Albornoz 

59 Hyde Park Gate, London, S.W. 7, 30 de abril de 1946

Mi querida Concha: poco después de escribirte mi última carta, que sería a mediados de diciembre, pasó por aquí Octavio Paz, camino de París, a cuya legación le han destinado. Qué lástima no haber nacido poeta americano: la vida le sería a uno mucho más fácil.


          Le vi una tarde, charlamos un poco aprisa de cosas diversas, y le acompañé luego adonde debía hacer una visita. Hacía un frío terrible, y el chico casi se heló en mi habitación, porque no debe estar acostumbrado a contentarse con la chimenea en vez de calefacción. Es verdad que hacía mucho viento, y en mi habitación hay una pequeña hendidura (resto de los bombardeos) casi invisible junto al reborde de la ventana, por donde el aire penetraba, y sigue penetrando tan pronto hace viento fuerte.


          Pienso a veces qué curioso es que aquellas personas con quienes más a gusto charlaría, están lejos de mí. Octavio Paz es muy simpático, y tengo gusto en su amistad. ¿Por qué no le habrán destinado a Londres, en vez de París? Sin duda mi sino es éste de no tener, o no querer, compañía amistosa, y aquellas pocas que deseo sólo me acompañan de modo fantasmal en mi propio recuerdo y pensamiento.


          Creo que Octavio Paz ha tenido algún disgusto con su mujer, y están ahora separados. Él me aludió de manera vaga, en una de sus cartas, a cierto conflicto afectivo. Luego Torres Bodet, que estuvo aquí en octubre para un congreso educativo (uno de esos congresos donde ahora pretenden salvar al mundo, después de haberlo arruinado, y sin perjuicio de hacer lo posible por arruinarlo otra vez mañana) me habló del asunto. Lo he sentido mucho por él, ya que a través de sus versos le adivino como un Adán dispuesto a sacrificar todas sus costillas porque a su lado surja la compañera Eva. 

 

A Fernando Charry Lara 

Mount Holyoke College, South Hadley, Massachusetts, 1 de julio de 1948

Al regresar aquí, después de unas semanas en Cape Cod, encuentro su estudio sobre la poesía de Aleixandre. [...] Creo que en mi caso esos escritos diversos van mostrando el proceso y desarrollo de un carácter, el cual sólo aparece enteramente con la perspectiva en el tiempo. ¿Pudiera decirse ahora que la calificación de romántico le va justa? A Aleixandre sí, a mí no —aparte de que mi simpatía por el romanticismo sea en extremo limitada. Permítame que le copie una palabras de una carta reciente que me ha escrito Octavio Paz, poeta y amigo, a quien quiero y admiro: «Recuerdo que hace años me impresionó mucho aquel verso suyo, “No es el amor quien muere, sino nosotros mismos”. Pero ahora esa verdad romántica se ha transformado en esta: “El amor es lo eterno y no lo amado”. Antes, usted había expresado un hecho trágico; ahora una verdad espiritual». 

 

A José Lezama Lima 

Calle Tres Cruces, II, Coyoacán, México D. F., 4 de diciembre de 1953


          En estos días precisamente he hablado de usted y de su poesía con Octavio Paz, que hasta ahora regresó a México y los dos sentimos muy vivo interés por sus escritos. 

 

A Alfonso Reyes 

Tres Cruces, II, 20 de febrero de 1954

Me comunica Octavio Paz que, como resultado de la gestión que hizo cerca de usted, El Colegio de México estaría dispuesto a concederme una beca para la composición de un estudio sobre la poesía española contemporánea. [...]


          Le agradezco en extremo, querido don Alfonso, la gentileza que ha tenido para conmigo al aceptar con tanta benevolencia la sugerencia de Octavio Paz. Es un favor que estimo tanto más por venir de usted, a quien siempre he tenido igual respeto que admiración. 

 

A Camilo José Cela 

Tres Cruces, II, Coyoacán, México D. F., 14 de julio de 1958

Sobre la selección de mis versos una charla que tuve el otro día con Octavio Paz (el poeta y escritor joven más interesante de México) me hace dudar si mi selección es justa; me decía Paz que hallaba en versos antiguos míos un acento de protesta y de rebeldía que los hacía en su opinión más interesantes que otros; y yo apenas he incluido ninguno en mi selección de tales versos. Si los versos que le indico exceden el número de páginas, pode a su gusto. 

 

A Camilo José Cela 

Tres Cruces, II, Coyoacán, México D. F., 30 de septiembre de 1958

He escrito esas dos cuartillas, de recuerdo amistoso, que le envío por si tiene a bien publicarlas en los Papeles, ya que en ocasiones semejantes, si no recuerdo mal, suelen practicar algún comentario sobre el escritor desaparecido. Un huevo en las páginas últimas, nada más. Muchas gracias.


          Anoche, cenando con Joaquín Díez-Canedo y Alí Chumacero, del Fondo de Cultura Económica, y con Octavio Paz, festejamos la aparición del ejemplar primero de La r[ealidad] y el d[eseo]. Creo que ha quedado preciosa la edición. Ya veremos si quedan erratas. 

 

A Concha de Albornoz 

6 de octubre de 1958

El jueves pasado, dos del actual, te envié, certificado, ejemplar de La realidad y el deseo. [...]. Octavio Paz sigue hablando de escribir un estudio sobre el libro; [en] caso de que lo escriba, y lo publique en Universidad de México, necesitará ilustraciones. He pedido a mi sobrino algunas fotos que dejé allá y, con las que aquí tengo, y otras que te pido, por haberlas dejado ahí, se completaría la parte de ilustración. Como ves, pongo la albarda antes que el borrico. 

 

A Bernabé Fernández-Canivell 

Tres Cruces, II, Coyoacán, México D. F., 9 de octubre de 1958

El lunes 29 me entregaron el primer ejemplar [de La realidad y el deseo]. Para celebrarlo invité a cenar a la casa a Díez-Canedo, Chumacero y Octavio Paz, que es un poeta de valor y a cuyos elogios debo sin duda la decisión de editar este libro. 

 

A Concha de Albornoz 

10 de noviembre de 1958

Octavio Paz está en París, para la reunión de la UNESCO, quedando allá hasta fin de año. Parece, según me dijo, que en el nuevo régimen tendrá puesto importante. No ha escrito aún su trabajo; me aseguró que lo enviará desde París para el número de diciembre de Universidad de México. Veremos.


          Me habló del silencio total que rodea la aparición de mi libro; dice que si no hablan es porque no saben, ni pueden, cosa que yo no creo del todo justa. El domingo, después de muchas idas y venidas, peticiones al (sic.) Benítez, de Paz, Chumacero, etc., apareció en el suplemento la primera parte de una entrevista conmigo que escribió Emmanuel Carballo. El susodicho Benítez la mutiló a su antojo, de tal modo que no te la envío, y probablemente pediré a Carballo que no continúe la publicación. 

 

A Concha de Albornoz 

8 de diciembre de 1958

Sobre mi libro apareció, en la columna de Zendejas, un comentario elogioso hasta el exceso, pero sin que dijera nada sobre lo que es el libro de por sí. Paz, en París, no ha enviado el estudio prometido. Cosa que ya descontaba.

  

A Concha de Albornoz 

9 de enero de 1959

Antenoche cené con Octavio Paz. Me dice que algunos no se atreven a hablar de los versos por temor a la forma de amor de que hablan en ocasiones. Como es la segunda vez que mis versos se publican aquí, no deja de extrañarme que eso les coja de nuevas. Además, me decía, el libro es de tono abrupto y no dado a compromises, lo cual dificulta el que lo quieran comentar. Total: sigo siendo un autor inaceptado. 

 

A Eugénio Andrade 

Tres Cruces, II, Coyoacán, México, D. F., 12 de enero de 1959

Ahora lo veo una vez más: sólo una noticia, muy elogiosa, es verdad, pero exterior, ha aparecido aquí sobre el libro. Un poeta mexicano, de valor y muy estimado, Octavio Paz, me viene asegurando antes de la aparición del libro que piensa hablar sobre él. Y Paz es de las personas que pueden hacerlo muy bien. 

 

A Concha de Albornoz 

28 de enero de 1959

Octavio Paz sigue, como de costumbre, aludiendo al trabajo que va a escribir sobre mis versos; pero veo que, creyendo en escribirlo, se pasará el tiempo y no llegará a escribirlo. El otro día me dio una reseña, en una revista de por aquí, sobre el libro acerca de poesía inglesa. Era bastante amable la reseña. 

 

A Concha de Albornoz 

1 de febrero de 1959

Es posible que tengas razón en lo que me dices sobre Paz y su cacareado estudio; pero al decir «algunos» él me dijo nombres, que no te repetí por tratarse de gente que no supongo conozcas. Tal vez la razón para que nada haga, aparte de la natural apatía, sea la misma, o las mismas que hubo para que nadie de aquí fuese a las conferencias de Diego, no tratara de conocerle. Así como también el no aparecer como subservient mío. Tanto más cuando que en la única nota aparecida aquí sobre el libro se decía que uno como hacía años no se publicaba por estas tierras y por otras muchas. Para no alargar la cuestión no añado otros fragmentos «fresquitos». 

 

A Concha de Albornoz 

13 de mayo de 1959

Octavio Paz publicó al fin su nota sobre La realidad y el deseo, aunque no sé si es sólo una parte del trabajo que proyectaba. La nota está muy bien, y ya la verás cuando vengas. Apareció en un suplemento literario nuevo, del que es, o era, secretario nuestro amigo T(onto) Segovia, que se mete por todos lados, como el don nadie que es. También tengo aquí para ti una separata del «Historial», añadidas a mano las líneas que cortó la censura. 

 

A Camilo José Cela 

Tres Cruces, II, Coyoacán, México D. F., 14 de mayo de 1959

Octavio Paz ha publicado en un suplemento literario de aquí unas páginas sobre La r[ealidad] y el d[eseo]. Además de ser en extremo halagadoras para mí como autor, me parecen sagaces y de gran inteligencia poética. Me gustaría que se reprodujesen ahí, pienso en los Papales.


          La dificultad consiste en que no es trabajo inédito, aunque nadie lo conozca, según me figuro, ahí. Si la dificultad no resulta infranqueable, por los motivos legítimos y lógicos que ya conozco, ¿quiere que le envíe el trabajo? Son 4 cuartillas con grandes imágenes y algunos espacios blancos en el texto. 

 

A Sebastian Kerr 

Tres Cruces, II, Coyoacán, México D. F., 17 de junio de 1959

Ayer marchó en avión a París, como ministro-consejero de la Embajada de México, un poeta mexicano, Octavio Paz, muy admirado aquí y en toda la América de habla española. Es amigo mío, y si usted va a París y le llama a su embajada, tal vez le agrade conocerlo. Lo único que quisiera prevenirle es que Octavio Paz, como pasa aquí y también en España, es la impuntualidad en persona; puede hacer una cita con usted y llegar con gran retraso u olvidarse de que tenía tal cita. Aparte de eso, es persona encantadora y un excelente poeta y prosista. 

 

A Sebastian Kerr 

Tres Cruces, II, Coyoacán, México D. F., 30 de junio de 1959

Paz no sabe por mí de la proyectada visita de usted. No le he escrito aún, pero es natural que, con decirle que va de mi parte, le vea pronto o más tarde. Luego he sabido que, además de su puesto de ministro-consejero, es interinamente chargé d'affaires de la embajada, pues no hay embajador ahora. El ideal de Paz era París, adonde estuvo desde 1945 hasta 1950 o poco menos; ya recuerda la broma de Wilde sobre los americanos (en realidad norteamericanos) buenos; que, cuando mueren van a París; y los malos se quedan en su tierra. Pues eso es textual en Paz. 

 

A Sebastian Kerr 

Tres Cruces, II, Coyoacán, México D. F., 26 de octubre de 1959

No sé si vio a Paz. Paz es simpático y de trato muy agradable, pero también algo wordly, es verdad. Debe andar solo, quiero decir, sin su mujer, Elena [Garro], ni la hija de ambos. Si le llama e invita un whisky (lo que él love[s] and I hate it), le aparecerá, según creo, a una luz favorable. 

 

A Sebastian Kerr 

Tres Cruces, II, Coyoacán, México D. F., 29 de diciembre de 1959

No deje de ver a Octavio Paz (si me perdona que vuelva a hablarle del tema). Tanto aquí como en París trató y trata a amigos más jóvenes que él; así que su recelo a la diferencia de edad entre ustedes no creo que sea una dificultad. Es de trato muy agradable y de conversación en extremo interesante: no conozco a quien como él tenga conocimiento y experiencia iguales en lo que a la poesía toca. Le envié a usted, por agencia de Fondo de Cultura, El laberinto de la soledad, pues creí entrever en sus líneas deseo de leer el libro. 

 

A Sebastian Kerr 

Tres Cruces, II, Coyoacán, México D. F., 14 de enero de 1960

Celebro que El laberinto de Paz le haya interesado en principio; ya me dirá si el interés se sostiene. Lo que pienso respecto, no al libro, sino a la idea de escribir sobre el país de donde uno es (como hacen los españoles con exceso) es que es a manera de justificación por haber nacido en tierra que no tiene importancia alguna en el mundo. El libro de Paz está muy bien; pero me parece preferible no tratar de explicar, quiero decir justificar, la historia y la existencia de un país propio al que se sabe insignificante. 

 

A Sebastian Kerr 

Tres Cruces, II, Coyoacán, México D. F., 25 de enero de 1960

Aunque Paz y yo apenas y nos veíamos una o dos veces al año, estando él aquí, siempre había una posibilidad de conversar con alguien como él; ahora no tengo a otro amigo igual, pero estoy tan acostumbrado al aislamiento que casi no lo echo de menos. En España le llenarían de historias sobre mi rareza y cuán apático soy; afortunadamente para mí por su gentileza para conmigo, creo que no le debieron impresionar mucho, lo que le agradezco de veras.

Lorca, Cernuda y Aleixandre  A Sebastian Kerr 

Tres Cruces, II, Coyoacán, México D. F., 30 de abril de 1960

Siento lo que me dice de Octavio Paz. Por si le sirve de algo, le diré que mi trato con él ha sido de resultado semejando al de usted. No sé si recuerda que, al hablarle de él, le dije que era muy poco reliable. Lo que no se me ocurrió fue decirle que no era prudente prestarle nada.


          Una vez dicho eso, le añadiré que, a pesar de mi mal humor con él, después de alguna informalidad suya, nunca me lo tuvo en cuenta. A Paz debo la posición económica, por modesta que ésta sea, que tengo aquí; y si no es mejor, no es por culpa suya, ya que bien insistió, en ocasiones, para mejorarla, cerca de quienes podían intervenir en el asunto.


          No, no creo que haya en él nada de phoney. Sin duda, sabe colocar su mejor advantage; pero es el único intelectual mexicano, que yo sepa, que no es provinciano, y el único que haya querido elogiarme, como poeta, con generosidad rara en estas latitudes.


          Por lo demás, esa informalidad es cosa natural y común en México, lo mismo que en España. El otro día le hice el elogio físico del indio mexicano; no le dije que es en extremo mentiroso y falso. A veces me recuerda lo que de los asiáticos cuenta Frederic Prokosch en su novela The Asiatics. 

 

A Sebastian Kerr 

Tres Cruces, II, Coyoacán, México D. F., 16 de mayo de 1960

Vuelvo a decirle que lamento mucho lo que le ha ocurrido con Paz, que es exactamente lo mismo que siempre me ocurrió con él. No sé si es que, de una parte, no se siente bien sino con gente que gusta de beber abundantemente (creo que no es eso), y de otra que sólo estima a los «superrealistas» a sus restos actuales, franceses, a los que idolatra, con esa superstición ante lo francés que sólo se encuentra por estas tierras hispanoamericanas. No creo que una y otra razón sean justas.


          Hay que conocer a esta gente para ver que nuestras razones no son las de ellos, aunque Paz supongo que no tenga gran proporción de raza india. Un amigo mío, Salvador Alighieri, al que tenía una amistad muy distinta de la que tengo a Paz, entre otras raras peculiaridades tenía la de no decirme jamás cuándo iba a marcharse de México capital. Tenga en cuenta que aquí los muchachos de catorce a diecisiete, de familia modesta, siempre realizan entre esos años de edad su equivalente de aquel gran tour de la aristocracia inglesa, y se escapan de sus casas dos veces, una rumbo a Acapulco, otra rumbo a la frontera norteamericana, tratando de penetrar en USA, sin documentos, claro. 

 

A Jacobo Muñoz 

San Francisco State Collage, 14 de diciembre de 1961


          Recibí carta de Octavio Paz, con el poema hermosísimo que ha escrito para mí. Me dice que lo ha enviado usted, juntamente con el trabajo en prosa que escribió sobre La realidad y el deseo en 1959. No sabe que lo publicó Caracola ahí. Yo le rogaría a usted (perdóneme: ya sé lo completamente sumergido que debe tenerle el número de la revista) que no dejara de escribirle dándole las gracias y, si es posible, atendiendo a sus deseos de ver publicadas juntas amabas cosas, poema y prosa. 

 

A María Dolores Arana 

San Francisco State College, 2 de enero de 1962

Tengo muchos deseos de ver lo que ha escrito sobre Paz. A él le duele la terrible ignorancia de nuestros paisanos por la literatura en lengua española de este continente. Por cierto: me envía un poema que ha escrito sobre su servidor. Lo envía al número de La Leña Gris —que debe salir pronto. 

 

A Jaime Gil de Bidema 

San Francisco State College, 20 de mayo de 1962

Por carta reciente de Octavio Paz sé que ha estado usted en París, y que lo vio. No sé si esta carta le hallará ya de vuelta en Barcelona. Es muy simpático y extremadamente inteligente. Por lo que me escribe, espero verle en México este verano. 

 

A Concha de Albornoz 

San Francisco State College, 22 de mayo de 1962

Tengo ganas de volver a México, aunque a mí mismo me parezca absurdo. Octavio Paz estará allá, según me escribe, en junio, más tarde. Está deprimido según parece; Bona ya no está con él y, de todo eso aburrido de París. Cree que le envían a la India. No digas nada del asunto a nadie, por si él quiere guardar la cosa. 

 

A Jaime Gil de Bidema 

10 de julio de 1962

Octavio Paz sé que salió de París el 2 de este mes, pero no tengo noticias de él. Le envían a India, como embajador de México. Confío en verle aquí, a pesar de todo. Es persona encantadora y de opinión y conocimiento excepcional en cuestiones de poesía. Deseo verle, y la misma editorial mexicana, Avándaro, que debe preparar mi nueva colección de versos, prepara otra de Paz.



NOTAS

[1] Octavio Paz, "Entrevista con Rita Guibert" en Obras completas, México, Fondo de Cultura Económica, tomo 15, 1999, p. 418.

[2] Luis Cernuda, Epistolario (1924-1963), Madrid, Residencia del Estudiante, 2003.