Conversaciones y novedades

La Sociedad Mexicana de Estudios y Lecturas

Ángel Gilberto Adame

Personas

Benítez, Fernando; Zea, Leopoldo

Tipología

Historiografía

Temas

París: inicio de la vida diplomática (1945-1951)

 

Orígenes

[1] El 15 de septiembre de 1946, se anunció la constitución de la Sociedad Mexicana de Estudios y Lecturas. De ello se dio noticia en el número 127 de Letras de México:

Se ha fundado la Sociedad Mexicana de Estudios y Lecturas con doce distinguidos intelectuales, a saber: Arturo Arnáiz y Freg, historiador; Alberto Barajas, matemático; Fernando Benítez, literato; Jorge Carrión, psiquiatra; Carlos Graef Fernández, físico; Guillermo Haro, astrónomo; José Iturriaga, sociólogo; Carlos Lazo Jr., arquitecto; Octavio Paz, poeta; Jorge L. Tamayo, geógrafo; Leopoldo Zea, filósofo; Raúl Anguiano, pintor. [2] 

No tener más de treinta y cinco años de edad era un requisito para pertenecer a la Sociedad.

     Sus miembros tenían en común el haber estudiado en la Escuela Nacional Preparatoria o en la Universidad Nacional, o participar en las tertulias del Café París. También compartían inquietudes profundas como la definición de lo mexicano. Como se lee en la cita anterior, la Sociedad estuvo integrada por doce personalidades (lo cual recuerda al numero de apóstoles bíblicos) pertenecientes a diferentes ámbitos de estudio. No se trataba de un asunto gremial, sino de hacer dialogar los conocimientos que sus participantes poseían.

 

Miembros

José Raúl Anguiano Valadez nació en Guadalajara el 26 de febrero de 1915. Fundó el Taller de Gráfica Popular en 1938, en el que desarrolló grabados y litografías inspirados en la solidaridad que sentía con trabajadores y campesinos. Estos temas fueron recurrentes en su obra. También retrató el México indígena y tradicional. En 1941 viajó a Estados Unidos para impartir clases de pintura. Formó parte del Salón de la Plástica Mexicana y perteneció a la segunda generación de muralistas. En 1949 participó en una célebre expedición a Bonampak. Falleció el 13 de enero de 2006 en la Ciudad de México.

     Sobre él, José Iturriaga comentó:


Conocí a Raúl Anguiano en 1936 en la pintoresca y veracruzana Barra de Chachalacas. Apenas tenía él 21 años de haber nacido en Guadalajara. Iba acompañado de nuestra mutua amiga Lola Álvarez Bravo, y de otro pintor jalisciense muy joven —en ese entonces—, quien frisaba los 15 años. Ambos llegaron a tener con el tiempo un nombre nacional e internacional en el campo de la pintura. El joven era Juan Soriano. [3]

Raúl Anguiano

Arturo Arnáiz y Freg nació en la Ciudad de México el 30 de abril de 1915 y falleció en la misma ciudad el 13 de junio de 1980. Coincidió con Paz en San Ildefonso, donde se interesó por distintas disciplinas intelectuales. Además de historiador, Arnáiz se licenció en economía en 1962. Tuvo una destacada trayectoria docente. A su muerte, legó sus libros y su colección de arte a la biblioteca Miguel Lerdo de Tejada.

     Ricardo Garibay recuerda:

Era un hombre caprichoso Arnáiz. Tenía cuerpo de gigante, ancho y muy recio, y era de baja estatura. En los baños del deportivo Chapultepec podían vérsele los muslos incrustados directamente en las axilas. Era buen nadador, y se cepillaba los dientes diez veces al día. Ojos brillantes, frente alta y libre, cabellos negros y ondulados, bigote recortado con perfección. Vestía con extrema pulcritud. Su voz era metálica y de buen timbre. Su dicción era impecable. Jamás dijo una palabra tabernaria. En una ocasión, en el colmo de la cólera contra Octavio Paz, dijo, bajando el tono: —Si le digo a usted, joven e inteligente amigo, ¿sí?, que el señor Octavio Paz, podemos pensarlo a ciencia cierta, es un… hijo de la guayaba. ¡Sí!

Y quedó sofocado y se protegió: —Le ruego que guarde usted la especie. [4]

Arturo Arnáiz y Freg 

Alberto Barajas Celis nació en la Ciudad de México el 17 de julio de 1913. Se graduó de ingeniero petrolero. Posteriormente, se interesó en las matemáticas y en la física, en especial, en el análisis de la fuerza de gravedad. Al igual que Paz, Barajas obtuvo la beca Guggenheim (1945-1946), gracias a lo cual se trasladó a Estados Unidos, donde tuvo oportunidad de compartir sus ideas con Albert Einstein. Falleció el 3 de julio de 2004.

     Su amistad con Paz nació en 1927:

En la Secundaria 3 tomamos clase alguna vez en el mismo salón y luego estuvimos en 1930 y 1931 en la preparatoria. Allí, en la clase de inglés, conocí a Arturo Arnáiz y Freg. Fuimos muy buenos amigos hasta su muerte. De niño fui compañero de banco de Paco Malgesto y Francisco Rubiales. Era muy delgado, muy alegre, muy platicador. Muchas veces caminamos juntos por Correo Mayor a la salida del Instituto Pedro de Gante. Leopoldo Zea, Raúl Anguiano, José Iturriaga, Fernando Benítez, Jorge Carrión, Raúl Cacho, son de mi tiempo, así como Raúl Godin y muchos otros amigos ingenieros que han sobresalido en su profesión. [5]

Alberto Barajas

Fernando Benítez Gutiérrez nació en la Ciudad de México el 16 de enero de 1912. Inició su carrera en 1934 como colaborador en la Revista de revistas. Desde entonces, su inclinación periodística estaría sellada. Fue fundador de suplementos culturales tales como México en la Cultura, del diario Novedades, y La Cultura en México, de la revista Siempre!. Fue director de los periódicos El Nacional, Daily News y Diario de la tarde. Ejerció la docencia en la Facultad de Ciencias Políticas. También trabajó en el servicio diplomático como consejero adscrito a la Embajada de México en China (1987-1988) y como embajador de México en República Dominicana (1991-1994). Falleció el 21 de febrero del 2000.

     Sobre el periodista, Iturriaga apunta que, pese a ser “hijo y nieto de aristócratas, es mayor, sin embargo, la nobleza de Fernando Benítez cuando vive y lucha, pelea y escribe por las distintas etnias que halló al pisar las dispersas localidades a lo largo y ancho de la República”. [6] Paz también dejó constancia de sus impresiones sobre él: “historiador, cronista y autor de varios libros notables sobre los indios de México, ha sido durante muchos años un centro de atracción de los nuevos escritores”. [7]

Fernando Benítez 

Jorge Mario Carrión Villa nació en San Andrés Tuxtla, Veracruz, el 21 de abril de 1913. Fue médico cirujano con estudios de posgrado en psiquiatría. Se interesó en la política y en la economía, por lo que profundizó en las diferencias de clase y se comprometió con las luchas populares. Fue miembro del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, donde discutió sobre la injusta distribución de la riqueza. Asimismo, plasmó su pensamiento político en las páginas de Excélsior. Falleció el 7 de octubre de 2005 en la Ciudad de México.

Jorge Mario Carrión Villa

Carlos Graef Fernández nació en Guanaceví, Durango, el 25 de febrero de 1911. Estudió en el Colegio Alemán y posteriormente viajó a Europa, donde ingresó al Departamento de Ingeniería Civil de la Universidad Técnica de Darmstadt. A su regresó, estudió en la Escuela Nacional de Ingeniería, donde se interesó por la física. Obtuvo la beca Guggenheim para estudiar en el MIT. Asimismo, tomó clases de astronomía en Harvard. Fue miembro de la Sociedad Científica Antonio Alzate y fundador del Observatorio Astrofísico Nacional de Tonantzintla, en Puebla; también se le reconoció como vicepresidente de la Sociedad Matemática Mexicana. Falleció en la Ciudad de México el 13 de enero de 1988.

Carlos Graef Fernández

José Ezequiel Iturriaga Sauco nació el 20 de abril de 1912 en la Ciudad de México. Fue director adjunto de Nacional Financiera, lo que le permitió tener un panorama sensible sobre la realidad social y económica de México. En su obra subyace un nacionalismo crítico. Se especializó en la relación política entre Estados Unidos y México. Fue embajador en Portugal y en la Unión Soviética, así como asesor de los presidentes Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz. Propuso la recuperación y restauración de edificios del Centro Histórico. Falleció el 18 de febrero de 2011 en la capital.

José Iturriaga

Guillermo Haro Barraza nació en la Ciudad de México el 21 de marzo de 1913. Aunque estudió filosofía, su curiosidad intelectual se centró en la astronomía, hecho que lo llevó a trabajar en el Observatorio Astrofísico Nacional de Tonantzintla y a viajar a Estados Unidos para ampliar sus conocimientos. Fue vicepresidente de la American Astronomical Society de 1960 a 1963 y director del Instituto de Astronomía hasta 1968, año en que renunció al cargo. Descubrió varias nebulosas planetarias, así como condensaciones de nubes de alta densidad y estrellas fulgurantes en la región de Orión. En 1967 propuso instalar dos observatorios: uno, en la Sierra de San Pedro Mártir, en Baja California; otro, en Cananea, Sonora. Fundó el Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica. Falleció en la Ciudad de México el 27 de abril de 1988.

Carlos Lazo Barreiro nació en la Ciudad de México el 19 de agosto de 1914. Estudió arquitectura y se especializó en urbanismo y planificación. Durante el gobierno de Miguel Alemán Valdés formó parte de la Comisión del Programa Nacional de Gobierno. En 1950 fue nombrado gerente general del Proyecto de Construcción de Ciudad Universitaria. En el sexenio de Adolfo Ruiz Cortines se desempeñó como secretario de Comunicaciones y Obras Públicas. Falleció en un accidente aéreo el 5 de noviembre de 1955.

Carlos Lazo

Jorge Leónides Tamayo Castillejos nació el 8 de agosto de 1912 en la ciudad de Oaxaca. Fue ingeniero y geógrafo. Destacó en el ámbito docente y llegó a ser consultor técnico de transportes de las Naciones Unidas. Recibió el Premio Nacional de Economía en 1962 y en 1964. Fungió como presidente de la Sociedad Mexicana de Historia Natural. Fue el editor de la correspondencia de Benito Juárez. Falleció en Veracruz el 17 de diciembre de 1978.

Jorge L. Tamayo

Leopoldo Zea Aguilar nació en la Ciudad de México el 30 de junio de 1912. Apasionado de la filosofía, fue discípulo de José Gaos, quien lo apoyó para obtener una beca y dedicarse exclusivamente a su disciplina. Una de sus obras más representativas fue El positivismo en México, en la cual reflexiona sobre el ser latinoamericano y su relación con el imperialismo estadounidense. Fundó la revista Tierra Nueva y el seminario sobre historia de las ideas en América. En 1966 se convirtió en director de la Facultad de Filosofía y Letras. Falleció el 8 de junio de 2004. Para Paz, Zea era un “historiador del pensamiento hispanoamericano —y, asimismo, crítico independiente aun en el campo de la política diaria”.

Lepoldo Zea

Sobre Octavio Paz y la Sociedad Mexicana de Estudios y Lecturas

En 1946, Paz había dejado atrás una etapa de penurias económicas y de sequía intelectual. Pese a que obtuvo un puesto en la Embajada de México en Francia, ignoraba si el cargo sería “provisional o definitivo”. [8] 

     Mientras tanto, la falta de certidumbre entre los miembros de la burocracia motivada por el cambio de poderes (Miguel Alemán sustituía a Manuel Ávila Camacho como presidente) provocó la creación de algunos grupos que aspiraban a ganar presencia en la nueva Administración. Uno de ellos fue la Sociedad Mexicana de Estudios y Lecturas. Desde el punto de vista de Enrique Krauze, los unía una inquietud común: “construir a México, construirlo a través del autoconocimiento y la expresión literaria, musical, arquitectónica o cinematográfica; construirlo en su vida editorial, sus leyes e instituciones jurídicas, en su ciencia económica y su conciencia histórica”. [9]

     Aunque Paz no participó de manera presencial en virtud de que se encontraba en París, compartió perspectivas sobre lo folclórico y lo mexicano con el resto de los integrantes. Estos ecos generacionales pueden observarse en El laberinto de la soledad. Más que un círculo de contemporáneos, la Sociedad de Estudios y Lecturas fue un punto de encuentro de las dudas identitarias de una generación de mexicanos en la plenitud de sus facultades críticas.

     Sobre su origen, Ermilo Abreu Gómez comentó:

Desde su fundación miramos, con profunda simpatía, tan noble empresa. Nuestra simpatía estaba fundada en dos hechos claros, evidentes: el primero radica en la calidad moral e intelectual de los fundadores de dicha Sociedad; el segundo, en la consideración del programa que tuvimos a la vista, tan libre de prejuicios, tan cabal en los métodos que se proponen desarrollar en bien de la cultura y de nuestra patria […]. Los hombres que la constituyen tienen, además, esta grandísima ventaja sobre otras sociedades […] y es la relativa al buen humor. No se trata de una sociedad de momias. Tampoco de una sociedad de gentes graves, pedantes, de discursivos impertérritos, que se mueven en el caos de las palabras y de las elucubraciones más disimiles. [10]

Según Iturriaga:

El propósito de esa Sociedad […] consistía en convertirse en activa difusora de la ciencia y las bellas artes en las provincias de la República y en la Ciudad de México. Fueron dos años los que vivió ese grupo compacto y cerrado. Apenas duró un bienio, pero mantuvo el compromiso que contrajo. Su actividad sorprendía a todos y, por supuesto, a los mezquinos en quienes aparecía un rictus de envidia o de resentimiento por quedar fuera de esa Sociedad. Por cierto que ella fue la única que recordó la guerra mutiladora que Estados Unidos impuso a México un siglo antes. [11]

Iturriaga agrega:

Había cierto sentido misional en el grupo. Creíamos que teníamos algún deber que cumplir si nos asociábamos. Entonces ninguno de nosotros tenía interés político. Más todavía: la palabra política nos causaba alergia; nos salía salpullido. Lo que nos interesaba era pensar los asuntos públicos; no hacer política. Nos interesaba mucho la política como fenómeno humano; pero cada uno con su respectivo quehacer especializado: desde el matemático hasta el físico, el astrónomo, el filosofo, el poeta, el pintor. Entonces, todavía en mi tiempo había ese afán de coaligarse, de asociarse para ver si juntos, sin partido político, sin nada, podíamos empujar y ayudar a clarificar la conciencia del país, en lo que cada quien pudiera aportar. [12]

Carlos Lazo justificó su participación:

porque se dio cuenta de que se tenía el deseo de expresar al México que todos llevamos adentro; ya que todos sus miembros están identificados en el deseo de sentirse responsables de la misma herencia histórica. Creíamos que no se trataba de animar pasiones de banderías, pues, no es esto lo que México desea: sino que hay el alto afán de construir, de dar de comer, de dar vestido al mexicano desamparado, de hacer carreteras, de dar agua a los poblados, y siempre de trabajar por la grandeza de México. [13] 

Dada su cercanía a los demás asociados, es válido especular que Paz se sumó a la Sociedad de Estudios y Lecturas considerándola una tribuna ante su posible vuelta al país por el cambio de Gobierno. Sin embargo, el escritor nacionalista Clemente López Trujillo criticó duramente su inclusión: “Hasta se nos ha informado que […] el poeta, quien actualmente despilfarra su imaginativa vegetación poética en la ciudad de París, está preparando su baúl y el mundo de sus ideas, para emprender el viaje a México. Sí, exclusivamente para dictar una conferencia o enigmatizarnos con la lectura de sus poemas más recientes”. [14]


Recepción

Aunque Iturriaga mencionó que entre ellos se conocían como “los doce” —quizá como un guiño a los célebres “siete sabios” de la generación de 1915—, de acuerdo con Águeda Pía Fernández, pareja de Anguiano, tenían un mote peculiar: “Las doce violetas, así les llamaban. Las esposas asistíamos a las conferencias que impartían y luego nos mandaban a nuestras casas. […] Casi siempre tenían lugar en el Palacio de Bellas Artes, en la sala Manuel M. Ponce”. [15] Zea atribuyó la autoría de ese apodo florido a Fernando Benítez. [16] Oswaldo Díaz Ruanova afirmó irónicamente que el mote se debía a “la modestia única de sus componentes”. [17] Para Barajas, el grupo integraba “la tercera generación” de intelectuales de su siglo. [18]

     El interés que provocó la Sociedad llevó a José Moreno Villa, quien dibujó las manos de sus integrantes (ya lo había hecho con otros intelectuales y artistas), a asemejarlos con la generación española de 1927:

Aunque […] está integrada por profesores, doctores, ingenieros, y profesionales de categoría y responsabilidad, cuyos trabajos "arman ruido" fuera de la patria, su juventud, la vitalidad de algunos tiene una fuerza tan expansiva, que suena, hace ruido materialmente escandaloso en el ámbito donde se congrega. Es un grupo que me recuerda mucho al de Dalí, García Lorca y Buñuel. [19] 

Las ilustraciones de las manos arriba presentadas son las que Moreno Villa hizo para cada uno de los integrantes en 1947. Sólo las de Paz y Haro no fueron trazadas, ya que uno se encontraba en París y el otro, en Puebla. Sin embargo, la mano de Paz ya la había dibujado en 1940.

Octavio Paz

Trabajos y días 

Como ya se mencionó, uno de los propósitos de la Sociedad era reflexionar sobre la identidad del mexicano. Su punto de reunión era el restaurante Ambassadeurs, propiedad de Dalmau Costa. Desde el 21 de agosto de 1946, incluso antes de su aparición formal anunciada el 15 de septiembre, el grupo ya tenía una conferencia programada en Bellas Artes a cargo de Carlos Graef: Afinidades morfológicas entre las matemáticas y la pintura. El 25 de septiembre, Zea expuso México en Iberoamérica. El 30 de octubre, Benítez presentó México, la tela de Penélope. El 24 de enero de 1947, Carrión dio a conocer su primera versión de Mito y magia de lo mexicano. Finalmente, el 15 de abril, Iturriaga reflexionó sobre México y su crisis histórica.

     Asimismo, la Sociedad organizó homenajes a los maestros más destacados de las generaciones precedentes. El 1 de noviembre de 1946 se llevó a cabo una cena en honor de Alfonso Caso, Luis Enrique Erro, Leopoldo Salazar Viniegra, Diego Rivera y Rafael Heliodoro Valle. Los miembros justificaron la ausencia de Paz argumentando que seguía en el extranjero; sin embargo, aseguraron que en sus vacaciones de fin de año estaría en México y que la Sociedad ofrecería “al público […] la conferencia que corresponde al elogiado poeta”. [20] En Jueves de Excélsior, se apuntó: “Nadie se explica cómo […] Octavio Paz es miembro de la reciente Sociedad Mexicana de Estudios y Lecturas, desde París… A menos que telegrafíe su cuota y asistencia valiéndose de la Torre Effiel”. [21]

     En la segunda mitad de 1947, los asociados se dedicaron al análisis del centenario de la Intervención Estadounidense en México y sus implicaciones en la construcción de lo nacional. El ciclo se denominó “México y los Estados Unidos a cien años de la guerra de 1847”:

Programa de las conferencias

 

Programa de conferencias 
  1. Lunes 25 de agosto. Arturo Arnáiz y Freg, “El México que combatió con los Estados Unidos en 1847”.
  2. Miércoles 27 de agosto. Antonio Castro Leal, “Los Estados Unidos que combatieron contra México en 1847”.
  3. Viernes 29 de agosto. Miguel A. Sánchez Lamego, “La Guerra de 1847. La vida política. Las acciones militares en el norte del país”.
  4. Lunes 1 de septiembre. Agustín Yáñez. “La Guerra de 1847. La campaña de Winfield Scott. De Veracruz al Valle de México”.
  5. Miércoles 3 de septiembre. Arturo Arnáiz y Freg, “La Guerra de 1847. Las acciones militares en el Valle de México”.
  6. Viernes 5 de septiembre. Jorge L. Tamayo, “Efectos geográficos de la Guerra de 1847: a). Lo que perdimos; b). Lo que nos queda”.
  7. Lunes 8 de septiembre. Antonio Castro Leal, “Las negociaciones de paz y el Tratado de Guadalupe”.
  8. Miércoles 10 de septiembre. Antonio Carrillo Flores, “La economía mexicana contemporánea frente al sistema económico de Norteamérica”.
  9. Viernes 12 de septiembre. Luis Chávez Orozco, “Influjo de la Guerra de 1847 en la vida económica de México”.
  10. Miércoles 17 de septiembre. Silvio A. Zavala, “La historiografía mexicana sobre la Guerra de 1847”.
  11. Viernes 19 de septiembre. Paul V. Murray, “La historiografía mexicana sobre la Guerra de 1847”.
  12. Lunes 22 de septiembre. Leopoldo Zea, “Norteamérica en la conciencia hispanoamericana”.
  13. Miércoles 24 de septiembre. Carlos Graef Fernández, “Influencias mutuas de México y los Estados Unidos en el terreno de la investigación científica”. Pintor Raúl Anguiano, “Influencias mutuas de México y los Estados Unidos en el campo del arte”.
  14. Viernes 26 de septiembre. Jorge Carrión, “Efectos psicológicos de la Guerra de 1847 en el hombre de México”.
  15. Miércoles 1 de octubre. Jorge Gómez Robleda, “Imagen del mexicano contemporáneo”.
  16. Viernes 3 de octubre. José E. Iturriaga, “La lección de 1847 en la vida política del México de hoy”.
  17. Lunes 6 de octubre. Jesús Silva Herzog, “Deberes del intelectual mexicano contemporáneo”.

     En las páginas de Cuadernos Americanos, Jesús Silva Herzog se convirtió en el principal difusor de la Sociedad y de su evento. Según las crónicas, las ponencias generaron gran expectativa. El Anfiteatro Bolívar sirvió como sede y hubo una copiosa asistencia; además, la UNAM transmitió por radio “las importantes conferencias organizadas por la Sociedad de Estudios y Lecturas […] sin otra preocupación que la de contribuir a la difusión de la cultura [para] universitarios y no universitarios”.

     Todas las disertaciones eran comentadas y debatidas en la prensa. Rafael Heliodoro Valle las glosaba en El Nacional. De la platica de Carrión, anotó:

Una vez más ha quedado confirmada la significación que tiene el doctor Carrión, como hombre de estudio que se preocupa por entender los problemas del mundo mexicano. Su conferencia ha sido, sin duda, una de las que más han invitado a meditar a quienes le escucharon. Salpicada de ironía, aguda por su penetración, de esa conferencia pueden derivarse nuevas trayectorias hacia la investigación psicológica del mexicano. 

También sintetizó las ideas de Tamayo: “Los recursos de que actualmente dispone México son efectivamente inferiores a los de la URSS y a los de los Estados Unidos […] pero aún estamos muy lejos de aprovecharlos íntegramente. Podemos, si nos proponemos, alimentar a una población dos o tres veces superior a la actual”. Sobre la intervención de Carlos Graef, dijo: “México demostró durante la última guerra mundial que puede colaborar en la tarea de los hombres de ciencia […] cuando contaron, como en esta ocasión, con la ayuda económica de los gobiernos, y mucho más podrán hacer si ahora, en la posguerra, se les brindan posibilidades idénticas”.

     Paz también habló sobre la invasión yanqui en su revisión de las guerras en México:

Mientras disputan las facciones, el país se desintegra. Los Estados Unidos aprovechan la ocasión y en una de las guerras más injustas en la historia, ya de por sí negra, de la expansión imperialista, nos arrebatan más de la mitad del territorio. Esta derrota produjo, a la larga, una reacción saludable, pues hirió de muerte al caudillismo militar, encarnado en el dictador Santa Anna. (Alternativamente liberal y conservador, guardián de la libertad y vendedor del país, Santa Anna es uno de los arquetipos del dictador latinoamericano: al final de su carrera política ordena honras fúnebres para la pierna que pierde en una batalla y se declara Alteza Serenísima). [22]

La intervención de Silva Herzog generó polémica:

Por invitación de los treintañeros, dije una conferencia el 6 de octubre de 1947 […]. Al día siguiente apareció en el diario de la tarde Últimas Noticias una crónica de mi disertación tergiversando equivocada o maliciosamente, más bien lo segundo que lo primero, las ideas que había expresado […]. Entre otras cosas me llamaron quintacolumnista, el cargo más grave que entonces podía hacerse a una persona, ya que equivalía a considerarla como ligada al nazifascismo. Envié una rectificación al periódico. Al día siguiente se publicó en primera plana con una cabeza que decía: El profesor Silva Herzog dice que no dijo lo que dijo. Desde aquella ocasión jamás he vuelto a enviar rectificaciones, dígase lo que se diga de mí y sin importarme dónde se diga. [23] 

Varios personajes quisieron incorporarse a los trabajos de la Sociedad; sin embargo, los fundadores optaron por cerrar filas. Elvira García narra el caso de Pita Amor, quien “perseguía sin descanso a Iturriaga porque quería seducirlo y así convencerlo para que pugnara por su inclusión […]. Una noche […] lo siguió en taxi hasta la calle de Chihuahua […]. Al salir y mientras intentaba abordar un ruletero, Guadalupe lo interceptó y saltó del auto diciendo alegre y seductora: ‘ha llegado la reina de la noche para robarte’, y se lo llevó”. [24]

     La notoriedad del grupo alcanzó su cenit en 1947, cuando sus integrantes fueron invitados por el Gobierno de México a sumarse a los trabajos de la segunda conferencia general de la UNESCO, que se celebraría en la capital:

En la próxima Conferencia, el gobierno de México presentará los trabajos y puntos de vista que se estimen pertinentes, previa formulación de dictámenes y estudios elaborados por el medio educativo y cultural. Para el debido desarrollo de las actividades del Gobierno Mexicano y su asesoramiento en dicha conferencia, el Presidente de la República ha acordado la constitución del Consejo Nacional Consultivo del Gobierno Mexicano ante la UNESCO, con las instituciones y hombres de ciencias y letras, entre las cuales figura esta Sociedad Mexicana de Estudios y Lecturas. [25] 

Arnáiz envió una puntual respuesta al secretario de Educación y nombró como representante a Lazo. En 1948 los compromisos de cada uno de los integrantes fueron llevándolos por senderos distintos, a la par que iban consolidándose en sus respectivas áreas de estudio y de trabajo. Octavio Paz no visitó México en el periodo de su ejercicio y, según confesó a Alfonso Reyes, estaba trabajando en Libertad bajo palabra y buscando opciones de publicación.

     Aunque su existencia fue breve, Iturriaga aludió a una anécdota que compartió con otros integrantes del grupo fundador en su intento de llevar los trabajos de la Sociedad más allá de la capital:

Tiempo después de haber fundado la Sociedad de Estudios y Lecturas, pensé que las labores de ese grupo no debían constreñirse a la Ciudad de México, y nada mejor que Xalapa, ciudad afamada por la cultura de sus pobladores, para presentar un ciclo de conferencias y dar a conocer los trabajos científicos y las obras de sus compañeros de misión […].

Conocí a don Adolfo Ruiz Cortines cuando fue nombrado gobernador de Veracruz. Yo conocía y pertenecía a la Sociedad Mexicana de Estudios y Lecturas, en la cual dábamos, de vez en vez, pláticas sobre temas diversos de índole humanista o científica fuera de la Ciudad de México. A esa sociedad, también, pertenecieron jóvenes que después descollarían con creces, cada cual en su disciplina particular […]. Llegamos, así, a Veracruz, donde después de nuestras conferencias, el gobernador Ruiz Cortines nos ofreció una comida en la casa de gobierno. Con cierto aire retador, en medio de la comida nos dijo así don Adolfo: “Ustedes son jóvenes fifíes de la capital y no conocen la provincia”. A lo que, después de un breve silencio, tomé la palabra y contesté con amabilidad:

“Perdone, señor gobernador, pero sí conocemos la provincia. ¿Quiere que enumere los catorce cantones del estado de Veracruz de norte a sur, o las estaciones del tren interoceánico de Veracruz a la Ciudad de México?”, “Las estaciones”, me dijo, y me arranqué mencionando una a una. No llegaba aún, todavía a Perote, cuando el gobernador me dijo: “Pare, pare. Usted sí conoce la provincia”. [26]

Disolución

Poco a poco, las labores de la agrupación fueron decreciendo. Hacia 1948 hubo una exposición de Anguiano en la galería de Inés Amor; el 30 de junio del mismo año, Benítez ofreció una charla titulada “Tenochtitlán. Piedra sobre el agua”. En el número de septiembre-octubre de 1949 de Cuadernos Americanos apareció el primer capítulo de El laberinto de la soledad; es probable que Paz lo publicara ahí con la intención de difundir sus perspectivas sobre lo mexicano en paralelo con el resto de sus asociados y con los del grupo Hiperión.

     En 1950 todavía se publicitaban algunas actividades. El 12 de abril se registró un último evento, mismo que fue recordado por la bochornosa pelea que protagonizaron Rafael Solana y Salvador Novo, la cual tuvo lugar tras la conferencia de Arnáiz “Historiadores mexicanos en los últimos cien años”.

En la Sala Manuel M. Ponce presencié una pelea entre escritores, después de la conferencia del historiador y miembro de la Sociedad Mexicana de Estudios y Lecturas, Arturo Arnáiz y Freg. Subimos algunas personas al estrado para saludarlo, cuando de repente se empezaron a pelear Rafael Solana y Salvador Novo. Tenían una polémica de prensa. Novo le dio un aventón a Solana quien se alcanzó a coger de la solapa de Novo y ambos azotaron tremendamente en la duela. Entonces se pararon y Novo se le fue a Solana a arañazos y el otro a puñetazos. Una cosa que pasó como relámpago y que casi nadie vio fue que León Felipe llegó por la espalda de Novo y con su bastón lo enganchó del cuello, lo jaló y le dio un azotón. León Felipe huyó, tenía fama de cobarde; al correr se le cayó el sombrero. Cuando llegó la policía y después de que los ánimos se calmaron le entregaron su sombrero y dijo: “Nomás esto me faltaba, está manchado con la sangre de Novo”. [27]

Balance

Además de la convivencia fraternal y la popularidad, la Sociedad motivó el crecimiento profesional de sus integrantes. Este fue el caso de Lazo, quien, en palabras de Iturriaga, obtuvo reconocimiento entre los políticos de primer orden:

Al tercer día de que Miguel Alemán Valdés tomara posesión, llegó el joven arquitecto Carlos Lazo y dijo: “Quiero ver al ministro de Gobernación”. En aquel entonces, Fernando Benítez, secretario privado de Héctor Pérez Mateos, titular de Gobernación, fue quien le allanó el camino. Fernando me dijo: “Ven conmigo”. Entramos a la oficina de Héctor y Fernando le dijo: “Héctor, afuera quiere verlo Carlos Lazo, el más notable de los jóvenes arquitectos de nuestro país. ¿Podría darle una entrevista? Hágale usted un campito, nada más”. Carlos Lazo entró y le dijo al secretario de Gobernación: “Sé que usted es el amigo más cercano del señor presidente. Quiero que él tenga el privilegio de haber creado la Ciudad Universitaria. En este rollo de papeles —llevaba muchos rollos— está el proyecto”. “No siga —respondió Héctor Pérez—, soy amigo del presidente y nos apreciamos, pero el mejor amigo del presidente es el coronel Serrano, a él le hace mucho caso. Vamos a hacer una cosa: ¿Usted está convencido de su proyecto? Porque yo también creo que hace falta una Ciudad Universitaria. Voy a invitar a cenar al coronel Serrano para que usted vaya como invitado, yo lo sugiero. Usted le presenta el proyecto a efecto de que él, que sí es el amigo más cercano, le meta entre ceja y ceja la promesa de hacerlo en el mandato de su gobierno”. Unos días después, poco después del día de Reyes, me llama Fernando Benítez y me dice: “Hermano, nos invita el coronel Serrano a cenar con Carlos Lazo para escucharlo”. Lazo era muy vibrante, estaba muy seguro de lo que quería y de su proyecto.

Después invitó a don Miguel Alemán. Ahí ya no nos invitó ni a Fernando ni a mí. Y Carlos Lazo expuso el proyecto. Así fue como nació la idea de construir una Ciudad Universitaria, bajo el padrinazgo del coronel Serrano. Lástima que mi amigo haya muerto hace diez años. En fin, así fue, es una fichita histórica absolutamente veraz y cierta. [28]

La amistad de Octavio Paz y Guillermo Haro es un ejemplo de la unidad que se gestó entre los miembros de la Sociedad. Haro fue uno de los principales promotores del ingreso de Paz a El Colegio Nacional en 1967. Otro de los amigos que Paz recordó fue Alberto Barajas: “Lo traté y lo admiré mucho. Era un hombre tímido, muy buen tipo. Quizás debí ser científico. La ciencia me apasiona”. [29]

     Algunos de los trabajos que sobrevivieron a la Sociedad Mexicana de Estudios y Lecturas fueron el libro de Iturriaga, La estructura social y cultural en México —trabajo que Agustín Cué Cánovas elogió, ya que el autor “pudo encontrarse a sí mismo cuando se desligó de la Sociedad de Estudios y Lecturas”—. [30] Otros textos son: Mito y magia de lo mexicano (1952), de Carrión, y La cultura y el hombre de nuestros días (1959), de Zea. Es probable que entre ellos y Paz haya habido correspondencia e intercambio de ideas.



[1] Este artículo tiene un antecedente en “La Sociedad Mexicana de Estudios y Lecturas” en Letras Libres.

[2] Arturo Alatorre Escobedo, “Anuncios y presencias” en Letras de México, número 127, 15 de septiembre de 1946.

[3] José Iturriaga, Rastros y rostros. Patrimonio cultural y divertimentos, México, Miguel Ángel Porrúa, 2012, p. 369.

[4] Ricardo Garibay, Obras reunidas: Memoria, dos, México, Océano, 2001, p. 226.

[5] Entrevista a Alberto Barajas por Alejandra Jaidar, Revista Ciencias.

[6] Ibid, p. 66.

[7] Octavio Paz, Obras completas, México, Fondo de Cultura Económica, volumen 4, p.25.

[8] Octavio Paz a Rodolfo Usigli, 25 de octubre de 1945.

[9] Enrique Krauze, “Un castor de México” en Personas e ideas. Portal de Enrique Krauze, 19 de junio de 2005.

[10] Ermilo Abreu Gómez, “La Sociedad Mexicana de Estudios y Lecturas” en El Nacional, 31 de octubre de 1946, p. 3.

[11] José Iturriaga, Rastros y rostros, México, Fondo de Cultura Económica, p. 370.

[12] José Iturriaga, Las décadas de don José E. Iturriaga, pp. 73 y 74.

[13] Rafael Heliodoro Valle, “Artistas e intelectuales ofrecieron un agasajo al arquitecto Carlos Lazo, ayer” en El Nacional, México, 25 de julio de 1947.

[14] Clemente López Trujillo, “El minuto de México” en El Nacional, 17 de agosto de 1946, pp. 3 y 4.

[15] Águeda Pía Fernández, Una mujer en vilo, México, Ediciones del Ermitaño, 1999, p. 100.

[16] Leopoldo Zea, “Los tributos finales” en Revista Época, 28 de febrero 2000, p. 24.

[17] Oswaldo Díaz Ruanova, “Nuestra gran capital” en Observador, 1953, p. 8.

[18] Citado en Raúl Domínguez Martínez, Historia de la física nuclear en México, 1933-1963, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2000, p. 84. Barajas añadía en la lista a Nabor Carrillo y a Bruno Máscanzoni.

[19] José Moreno Villa, Los autores como actores y otros intereses literarios de acá y de allá, México, El Colegio de México, 1951, p. 151.

[20] Información encontrada en el Archivo Carlos Lazo, ubicado en el Archivo General de la Nación.

[21] “Cabeza de autor” en Jueves de Excélsior, 21 de noviembre de 1946, p. 31.

[22] Octavio Paz, El laberinto de la soledad, México, Fondo de Cultura Económica, 1950, p. 56.

[23] Jesús Silva Herzog, Una vida en la vida de México y Mis últimas andanzas (1947-1972), México, Siglo XXI, 1973.

[24] Elvira García, Redonda Soledad. La vida de Pita Amor, México, Grijalbo, 1997, p. 118.

[25] Archivo Carlos Lazo. Según Fernando Valderrama, “la II Conferencia tuvo lugar del 6 de noviembre al 3 de diciembre de 1947 y en ella se adoptó una proposición para ayudar a los Estados Miembros que lo desearan a asegurar al conjunto de la población un nivel mínimo de educación de base”.

[26] Acta de la sesión solemne de la LXII legislatura, México, Poder Legislativo.

[27] Raúl Anguiano, Remembranzas, México, Universidad Autónoma del Estado de México, 1995, pp. 86-87.

[28] El doctor Margáin recuerda que en los terrenos de la actual Ciudad Universitaria, que eran de su familia, se hacían grandes reuniones de intelectuales, a las que asistían Lazo, Graef, Benítez, entre otros. Citado en Camp, Roderic Ai, Las élites del poder en México: perfil de una élite de poder para el siglo XXI, México, Siglo XXI, 2006, p. 131.

[29] Elena Poniatowska, Octavio Paz: Las palabras del árbol, México, Plaza y Janés, 1998, p. 218.

[30] Agustín Cué Cánovas, “Notas de historia” en El Nacional, 21 de febrero de 1952.