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"Aniversario", un inédito poema juvenil de Octavio Paz

Guillermo Sheridan

Año

1935

Personas

Garro, Elena

Tipología

Correspondencia

Temas

Paz el universitario (1932-1936)

 

Octavio Paz y Elena Garro en Veracruz (1936).

Entre los papeles de Elena Garro que procuraba vender su sobrino Jesús Garro en 1999, luego de la muerte de su tía, figura este peculiar esbozo de poema, o poema-misiva, en el que el joven Paz celebra, el 11 de julio de 1935, que sus amores con “Helena” cumpliesen dos meses.

     “Aniversario” es inédito —salvo una estrofa que reproduje en mi libro Los idilios salvajes (pp. 140-141); se enmarca en el contexto de la poesía que Paz le escribe a “Helena”. Su relación más directa es con el poema que lleva el numeral VI de Raíz del hombre (1937, 13:61), uno de los que después fueron expulsados de Libertad bajo palabra (1960).

     El poema claramente colapsa, pero no sin convertirse en un inventario de temas, imágenes, inquietudes y vocabulario que resurge aquí y allá en "Bajo tu clara sombra" y en otros escritos de esos primeros meses de intensa “cristalización” amorosa. Titubeante entre el ánimo poético y el mensaje íntimo, ya respiran en el texto algunas pulsiones definitorias, como la equivalencia entre danza y deseo en llamas, o el culto de la espiral, forma perdurable de la visión de Paz de la cosa poética. (G.S.)


 
Aniversario
 

Si la danza nos entrega su más exaltado fuego,
¡qué aires tibios nos devoran lentamente! [1]
Nos disolvemos en la llameante música
y un largo vértigo, una dulce violencia nos arrastran
sin que sepamos si danza nuestro cuerpo con otro, amado,
y si tú eres solamente la deseada o la que reclinas tu
rostro en el mío,
un rostro extraño, que no era el tuyo,
gozosa y abandonada.

Si la espiral adversa y amorosa nos reconquista del silencio
y nos devuelve a nuestra sangre, a nuestra soledad
¡qué desconocidos, frente a nosotros mismos, que ardíamos ya!

Porque después del aire mezclado de música,
de la penetración de ternura conmovida,
de tus cabellos en tu cuello desfallecido,
entre mi mano trémula y mis labios mudos,
después de la intimidad dulce y obscura de tu sangre:
¿dónde tu voz?
¿el signo efímero que te ata a pequeñas costumbres,
        [a la elegancia (o a la ingenuidad)?
¿dónde nosotros, tú?
¿tu nombre mismo, Helena, dónde,
        [si sólo somos un poco de ternura en la música? [2]

Una mujer nueva nacía de mis manos,
te sentía surgir dulcemente
del estremecido júbilo de mi tacto,
desconocida,
coléricamente adorada.

Sí, Amiga Estremecida, Amante Desolada,
nacida de la música, entre sutiles fuegos, risas,
(y subterráneamente de la terca angustia de Octavio).
Tierna Hija Mía,
un nuevo nombre cesa,
el signo que te ate a un tiempo inmóvil en el año,
a una mano desesperada y amorosa,
a mi tiempo y mi mano.

****

Después, un día distante: en los días de la Danza Flamígera,
en el de más bello nombre y orlada de risas, flores, fuego,
ardíamos dulcemente,
si la música nos entregaba
en la danza sus más febriles secretos.

Y todo porque amamos a una mujer rubia
(no queremos saber si todavía existe)
y nunca supimos si ella nos amaba.

11 de julio de 1935.



[1] En el citado poema “VI” (13: 62) se lee:

“¡qué lentos aires tibios nos devoran!”

[2] En el poema “VI” (13: 61) se lee:

¿dónde tu voz, tu nombre mismo, dónde?, ¿dónde nosotros, tú, si solo somos en la música un poco de ternura?

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