Conversaciones y novedades

Cartografía y palimpsesto de Octavio Paz

Arely Pantoja Cruz

Año

2023

Tipología

Análisis y crítica

Temas

Recontextualizaciones

 

En los primeros días del 2022 recibí un mensaje inesperado en el que me invitaban a trabajar en Zona Octavio Paz. Luego de asimilar la magnitud de la noticia, tuve ciertos titubeos y dudas que tenían todo que ver con la vida de Paz, su gran y mala fama en la Facultad de Filosofía y Letras, y mi rechazo hacia lo que representaba como personaje: un escritor que figuró en una etapa de mucha producción literaria en Latinoamérica, misma que dio el salto a otros idiomas; aunque se trata de un grupo liderado en su mayoría por hombres... En fin, el trabajo consistía en realizar un catálogo de sus cartas. No dudé en aceptar; había pasado por una de las etapas más difíciles de mi vida y realmente quería enfocarme en algo más provechoso. Aún recuerdo la emoción y adrenalina que sentí mientras comenzaba a leer los nombres de personajes que conocía. Al mismo tiempo me surgieron muchas preguntas, y también salieron a cuenta algunos de mis prejuicios respecto a algunos otros nombres con no tan buena fama, como Adolfo López Mateos o Mario Vargas Llosa.


            No estaba preparada para los retos a los que me enfrentaría con mi poca experiencia de egresada. Siguieron muchos días de autorreflexión y de preguntas que no me lograba responder: ¿realmente debería, en este mundo de la cultura de la cancelación, apegarme al escrutinio público por trabajar con un personaje tan controversial? ¿yo, asumiéndome como mujer feminista, pero sobre todo crítica, debería tener algún conflicto ético y moral? Si no puedo separar un autor de su obra— y considero que no se puede leer a cualquier autor sin ser consciente de su contexto— tenía que reconciliarme conmigo misma y poder enfrentarme a lo que encontraría, como comentarios o conversaciones con sesgos machistas, o la posibilidad de enterarme de alguna polémica inédita.


Pero ninguna moneda tiene sólo una cara; durante este año que he leído más de 2,500 de esas cartas, visto sus fotos, e incluso escuchado su voz en grabaciones, logro tener la impresión de que podría reconstruirlo en mi imaginación. He leído a un Octavio Paz eufórico, preocupado por su acción política, con ideas sobre la reivindicación de lo hispanoamericano y aun más de lo latinoamericano frente al mundo. Algunas de esas ideas, que comparto con él y con algunos otros miembros de su generación, destacan la importancia de abrir los espacios de discusión y difusión a los jóvenes, en la búsqueda de la resignificación de perspectivas y concebir de otro modo la escritura, así como el mundo que la rodea. También he podido leer a escritores que admiro profundamente elogiar a Paz, sus obras, sus ensayos, sus notas, reseñas y críticas a la política; también podido seguir sus proyectos, sus contratiempos, sus logros, sus viajes y hasta los pleitos con sus colegas por temas de trabajo.


Desde niña, cuando escuchaba o leía el nombre de Octavio Paz, asumí de manera inmediata que se trataba de alguien importante. Más tarde, en la licenciatura, me acercaría a él a través de algunas lecturas que no me gustaron tanto, especialmente porque me tocaban de manera personal, respecto a mis propios conflictos sobre lo que implica ser mujer; también me quedó muy presente lo que leí en algunas críticas que hacía Antonio Alatorre sobre su texto de Las trampas de la fe, o su prólogo a Los recuerdos del provenir y también las anécdotas tan populares sobre la complicada relación con Elena Garro, o algunas de sus prácticas en el mundo literario y de sus influencias dentro del mundo académico. Creo que tampoco ayudaba el hecho de que, en la Facultad de Filosofía y Letras, en las últimas generaciones, se habla de él como una figura que debería ser tajantemente expulsada del canon literario, sus obras no son leídas, poco comentadas, y donde los alumnos ocupan el tiempo de las clases para quejarse de él y compararlo a partir de lo que se dice sobre su relación con Elena Garro, pues, pese a que se separaron en 1959, se le atribuye gran responsabilidad en el desenlace de las complicadas vidas que tuvieron ella y la hija de ese matrimonio: Helena Paz Garro.


Mi conflicto surge de mi comprensión sobre esta era globalizada y tecnológica y el ritmo acelerado que le imponen a nuestras vidas, donde se nos obliga a adaptarnos a los avances y novedades; sin embargo, el panorama de ideologías no muestra ese mismo “progreso”, aun con la aparente obsesión con el respeto, la tolerancia y la visibilización. En lugar de seguir remarcando las diferencias, hay que asumirnos como lo que somos: seres humanos, sin distinciones y sin prejuicios, aunque lo que vamos aprendiendo durante nuestras vidas nos forje opiniones sobre qué debería o no ser aceptable. Además, aprendí durante estos últimos años que ahora se puede y se debe escribir y hablar de visibilización, de polémicas, de temas ásperos, pero también de relecturas, reinterpretación y reivindicación. Por mi parte, lo que yo rechazo es el hecho de que muchas personas utilicen el nombre de Octavio Paz y su aparente “inmaculada figura” para justificar cualquier discurso de odio, o para enfatizar que hay cosas que deberían seguir ocultándose tras el enmarañado sistema legal que impera en México, y sobre el paradero de los vestigios de su vida y obra.


Por otra parte, no hay nada más esperanzador que encontrar, en una figura tan conocida y determinante para la historia de las letras mexicanas, una alternativa a las mismas perspectivas desde las que leemos y comprendemos la literatura y también la historia, que aliente al autocuestionamiento, a la reflexión, al rechazo y a ponerle fin a la comodidad del silencio. Para ello, se necesita tener consciencia crítica y tener la capacidad de diferenciar lo que a uno mismo le parezca correcto y tomar distancia de aquello que no, sin intentar borrar la historia, sobre todo si marca una etapa tan prolifera.


Mi empatía y simpatía por los intereses de Paz, sus ideas, sus proyectos y sus deseos de ayudar fue creciente. Me vi reflejada en su necesidad de poder ofrecer a todas las personas un acercamiento directo y amable a los temas e ideas que surgieron durante los años que se mantuvo activo y en constante comunicación con muchas personas alrededor del mundo. He podido viajar con él, compartir a veces sus preocupaciones, sus molestias y su interés y emoción sobre muchos temas de arte o política. También pude darme cuenta de cómo fue su propia evolución como persona y, así como cualquier persona, de algunos momentos en los que su ensimismamiento lo llevó a pensar y actuar de forma equivocada influido por las ideas patriarcales de su época.


Aun así, todo aquel reconocimiento que se ganó fue legítimo, y yo no se lo hubiera creído a nadie, si no lo hubiera visto con mis propios ojos. Mientras intentaba pensar qué podría hacer para darle un giro al discurso— aquel que yo misma pretendía adoptar— sobre enterrar cualquier cosa relacionada con Paz y optar por el bando ciego de la sororidad, me saltó el pensamiento de que no hay persona que esté realmente libre de pecado y no se debería juzgar a nadie tajantemente. Entonces, la respuesta a mis preguntas surgió en una plática sobre lo que pensaba del trabajo que realizamos en Zona Paz y que nos ha llevado a conocer a Octavio Paz y a otras figuras con cierta profundidad. Realmente no se puede separar a una persona de lo que escribe, sin embargo, eso no significa que se deba borrarle por completo, sino más bien reconocer y dialogar con esas ideas, o refutarlas si es necesario, porque sólo así se da paso realmente al cambio, tanto de ideas, como de posturas, y más que nada, a un verdadero progreso ideológico y de pensamiento.


Claro que no espero que mi opinión sea la verdad absoluta y que todos coincidan conmigo, pero pienso, y me atrevería a afirmarlo: muchos sucesos del siglo pasado se repiten ahora, como los conflictos políticos, sociales y culturales; esto revela que el mundo no ha cambiado tanto como nos lo han hecho creer. Por otro lado, al igual que sucede ahora, Paz se preocupó por descubrir ideas, escritores, poetas, y por formar una red de acción y comunicación global. Si tuviera que hacer un mapa con todos los lugares desde los que escribía y recibía cartas, sería complejo pero increíble; podría mostrar los lugares en los que intentaba organizar o gestionar proyectos.


¿Por qué no, entonces, seguir esos mismos pasos? ¿Por qué no retomar aquel legado, aquel entusiasmo y aquella energía para crear, para gestionar, rescatar, editar, traducir, publicar y criticar? Octavio Paz Lozano fue un ser humano, pero también era un soñador, un gran pensador y sobre todo, un escritor entregado a su profesión. En estas correspondencias hay tanto que conocer y redescubrir, y tantas verdades dichas, que quizás haga falta que, una vez terminado este proyecto, más de uno se atreva a redescubrir.


Gracias a quienes han estado antes de mí y conmigo trabajando en la consolidación de este proyecto y aún más a Octavio Paz por hablarme tantas veces a través de sus escritos y en sus ideas, aunque sus palabras no estén dirigidas a mí. Espero seguir acompañándolo en este viaje por su vida.

 

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