Ángel Gilberto Adame
Lugares
California
Texas
Estados Unidos
Personas
Paz Solórzano, Octavio
Tipología
Historiografía
Temas
El origen y la familia
Lustros
1915-1919
La relación entre el licenciado Paz —padre del poeta— y el país norteamericano fue compleja: le sirvió como exilio voluntario y residencia familiar, pero, también, como lugar de proselitismo y activismo con resultados cuestionables. Su prolongada estancia de más de tres años se debió tanto a un compromiso con dicho trabajo revolucionario, como al caótico ambiente derivado de los movimientos ideológicos imperantes.
El desenlace de su residencia en Estados Unidos, en términos generales, puede circunscribirse a dos aspectos: a un quehacer político malogrado y a la formación de un legado periodístico. El primer rubro se juzga de dicha manera por los logros casi nulos que se obtuvieron; el segundo se resume en sus esfuerzos para publicar a favor del zapatismo, establecer una imprenta y, con ello, sacar adelante la publicación de La Semana. Es importante subrayar que en dichas colaboraciones dispersas, tanto en la prensa mexicana como en la estadounidense, se encuentran líneas perdidas de su propia pluma, así como la visión que otros tuvieron de él y su lucha.
La vida en el país del norte siempre estuvo sujeta a las dificultades que conllevaba ser el representante de un movimiento revolucionario radical para muchos sectores. Por ende, debe tomarse en consideración que el recuento del propio Paz, consignado en la correspondencia remanente, debe estar sujeto a un riguroso análisis, pues en pocas ocasiones le fue posible narrar los hechos de forma objetiva o, incluso, verdadera.
El licenciado Paz obtuvo de manos del propio Emiliano Zapata la credencial que lo acreditaba como su representante oficial en abril de 1916, en el cuartel zapatista de Morelos. El abogado había visto el nombramiento como una oportunidad para hacer la diferencia desde hacía tiempo. Su conexión personal con el zapatismo, combinada con sus años de experiencia en Relaciones Exteriores, lo habían convencido de que ser embajador del movimiento en Estados Unidos sería su trabajo ideal. Además, conocía California por varias visitas realizadas cuatro años atrás junto a su esposa. A inicios de ese mismo año, Octavio publicó un escrito en el que trató de recordarle a los altos mandos…
la vital importancia del nombramiento [de misiones diplomáticas y de propaganda que fueran al extranjero a dar a conocer la Revolución y, especialmente, la naturaleza de la suriana] aun a costa de los mayores sacrificios, pues no hay que olvidar que desde el principio de la humanidad y con más razón en la época actual, la suerte de los pueblos depende más de las gestiones diplomáticas que de las armas. [1]
Aunque el abogado de treinta y dos años consiguió el documento necesario para iniciar su campaña, el acto de cruzar la frontera fue mucho más peligroso de lo que había imaginado, pues constantemente tuvo que huir de las fuerzas federales y de las cuadrillas revolucionarias. Como testimonio de esta época, existe una carta de Octavio a Zapata, en donde aquél narra su peligroso viaje hacia Estados Unidos. La epístola, fechada el 16 de agosto, presenta a un hombre apasionado por la estrategia y fiel a la figura de su caudillo. Con evidente fatiga, pero sin perder nunca el optimismo, relata las penurias para conseguir dinero en Morelos, Guerrero y Puebla.
Después de cuatro meses de obstáculos, Paz cruzó la línea divisoria de Laredo a principios de octubre de 1916. El día 7 llegó a San Antonio y emitió algunas declaraciones para clarificar la causa por la que luchaba. (Para esta época, la ciudad de San Antonio estaba en pleno desarrollo. A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, la urbe experimentó un auge económico debido a la expansión del ferrocarril y la creciente industria militar; además, era conocida por su vibrante cultura hispana. En 1916, San Antonio poseía una población de aproximadamente 217,000 habitantes, lo que la hacía una de las ciudades más grandes de Texas.) Sus objetivos consistían en presentar ante el gobierno estadounidense el Plan de Ayala y revertir la campaña de desinformación contra el zapatismo. Este último punto buscaba contrarrestar la idea que señalaba a los revolucionarios como bandoleros; para ello, se invitaba a todos los extranjeros a visitar sus territorios: Morelos, Guerrero y Puebla, así como parte de Oaxaca, Tlaxcala, el Estado de México y el Distrito Federal. La empresa era complicada. Existían otros agentes revolucionarios provenientes de facciones enemigas que buscaban desestabilizar la imagen zapatista. Tiempo después, Paz escribirá lo complicado de su situación para desenmascarar a sus enemigos:
yo he estado en este país enteramente solo y sin recursos de ninguna clase y en varias ocasiones atado de pies y manos, por este motivo no he podido aclarar o desmentir multitud de noticias falsas o desenmascarar a individuos que han tratado de hacerse aparecer como agentes de la Revolución. [2]
Pese a esto, si el representante obtenía éxito en su misión, se esperaba que terminara el embargo de armas para su organización y, así, que la Revolución pudiera consumarse.
Desde su llegada al país vecino, Paz fue observado por el FBI, pues, al fin y al cabo, buscaba desestabilizar a un aliado, y las personas con las que tenía trato eran personajes que, a su vez, podían desestabilizar a la sociedad local: traficantes de municiones, imprentas clandestinas, entre otras.
El 13 de octubre, los periódicos de esa ciudad dieron cuenta de la llegada del abogado:
Desde hace unos días se encuentra en esta ciudad el licenciado Octavio Paz, joven abogado mexicano que se encuentra afiliado a las causas zapatistas y quien ha hecho exprofeso el viaje desde el sur de México, para venir a dar a conocer el programa de las reformas agrarias por el que viene luchando el jefe suriano.
El licenciado Paz, desafiando todo género de peligros, se aventuró a hacer el viaje […] a través del territorio dominado por los carrancistas, con objeto de llegar lo más pronto posible a este país y dar a conocer la verdad sobre la revolución zapatista y su actual situación militar, a fin de destruir las falsas imputaciones que los enemigos de esta causa han venido propalando. [3]
Días después, Paz concedió una entrevista a La Prensa en la que habló sobre las atrocidades cometidas por los carrancistas:
Si la situación militar de Carranza es mala, la situación económica y política es peor.El papel infalsificable tiene un valor insignificante, costando la ropa y artículos de primera necesidad precios fabulosos, con lo que los infelices empleados y la gente pobre sufren lo indecible, pues apenas les alcanzan sus sueldos para mal comer, habiendo familias que no prueban la carne desde hace mucho tiempo. Si a esto se agrega que muchos artículos de primera necesidad no entran a las ciudades, por estar casi todo el campo en poder de los revolucionarios, la situación viene a ser más aflictiva.[…] Tuve oportunidad de ver con horror, ciertos pueblos del Estado de Puebla, que estuvieron el año pasado en poder de los carrancistas, con muchas casas deshabitadas y al preguntar la causa, se me contestó que la mayoría de la población había perecido de hambre y de tifo. [...]Para el año próximo se espera un hambre terrible si continúa Venustiano Carranza por algunos meses más contando con el apoyo del extranjero, pues en todos aquellos lugares por los que ha pasado alguna columna carrancista, están desolados, como si la langosta hubiera sentado allí sus reales.Carranza y sus hombres son profundamente odiados en las ciudades y en los campos por los numerosos latrocinios que cometen, sobre todo en los campos, allí sus actos tienen un carácter verdaderamente salvaje; arrojan la caballada a los sembrados para destruirlos, saquean, incendian los pueblos, deportan a los ancianos y asesinan despiadadamente a los vecinos pacíficos que encuentran.
También contrastó el carrancismo con el zapatismo:
Me complazco en poner de manifiesto que la conducta observada por la mayoría de los jefes surianos contrasta con la observada por el carrancismo: prueba de ello es, que las familias como ya he dicho prefieren sufrir mil penalidades refugiándose al lado de los zapatistas en los cerros a soportar las vejaciones de los carrancistas. Desde hace más de dos años y medio que no se da un caso de muerte de ningún extranjero ocasionada por fuerzas surianas, al contrario, había y tal vez todavía estén, algunos franceses, italianos, alemanes, americanos trabajando en los lugares dominados por la revolución y fueron siempre profundamente respetados. Uno de ellos precisamente ciudadano de este país: Mr. Holl, propietario del Hotel Morelos de Cuernavaca; no quiso quedarse en esa población cuando se creyó que iban a entrar los carrancistas y prefirió las penalidades de los campamentos: a mi paso por Huajoapam me lo encontré en compañía del Ingeniero Adalberto Hernández y según me manifestó se dirigía al interior de Oaxaca, para salir por algún puerto y venirse a su país.
De especial interés resulta su crítica hacia el periodismo adverso:
Esos periódicos de épocas anteriores y los de ahora especialmente llenan páginas y más páginas, relatando historias espeluznantes del zapatismo, todas ellas absurdas. Esos periódicos dieron la noticia de que habían sido fusilados por orden del general Zapata casi todos los convencionistas y principalmente los del Norte, que se fueron al Sur después de la entrega de la plaza de Toluca por el traidor Baz, lo que fue enteramente falso, pues el único a quien se fusiló fue a Matías Pazuengo, después de que su hermano se pasó con los carrancistas y previo consejo de guerra. Al Lic. Soto y Gama también lo fusilaron los periódicos, después de haberlo proclamado presidente de la República y él entre tanto se reía: porque cuando se contaban estos embustes, se encontraba escondido entre los mismos carrancistas en la Ciudad de Puebla. [4]
En medio de este trabajo, Octavio recibió malas noticias: Estados Unidos había reconocido a Carranza como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, con lo cual sus aspiraciones sufrían un fuerte golpe. Los zapatistas ahora eran un grupo ilícito en ambos países. Su seguridad e incluso la de su familia en México corrían peligro debido a su proselitismo.
Para el año siguiente, el 3 de enero de 1917, Paz le dirigió una carta al editor Ignacio E. Lozano con el objeto de esclarecer el comentario que hizo con respecto a la relación entre Félix Díaz y Zapata, un tópico que estaba siendo manipulado por la prensa:
En el editorial de “La Prensa” de hoy, se hace referencia a unas declaraciones que hice a mi llegada a este país [...] Yo no dije que hubieran llegado a un acuerdo, lo que dije en el periódico “San Antonio Express” de fecha 12 de octubre del año que acaba de terminar, único periódico en el que he hecho declaraciones respecto a Félix Díaz, fue lo siguiente, que es la verdad: “… por último, Félix Díaz, según supe cuando estuve con Almazán en Acatlán, Estado de Puebla, reconoció el Plan de Ayala, enviando su adhesión al Gral. Zapata por conducto del Gral. Maurilio Mejía, sobrino del expresado jefe suriano. No sé si se admitirán los servicios de Félix Díaz, porque en ese tiempo me fui a hacer una gira, etc…”. [5]
Al siguiente mes, una misiva de Amalia hacia Josefina Lozano, fechada el 18 de febrero, muestra la delicada situación en la que se encontraba la familia, en particular, la esposa del licenciado Paz, la cual corría peligro de ser identificada por los carrancistas:
Mixcoac, Febrero 18 de 1917.
Querida Pepa:
Había pensado no contestar tu regaño; pero, soy muy aguantadora.
Tu [sic] comprenderás que mi hermano estuviera desesperado con la falta de recursos y es muy disculpable cualquiera violencia en su situación; en país extrangero [sic], solo y sin recursos. Pudo haber creído que la mala dirección era causa de que no le llegara el giro y que solo fué porque la casa Lacaud no recibe giros tan cortos como el que le mandé.
Lo que sí le dije, es [sic] que lamentaba que nos hubieras engañado diciéndonos que el fistol lo había empeñado, cuando tú lo traías, y lo sé porque él me lo escribió, pues se me presentó la oportunidad de venderlo en $400 al novio de Elisa que compró un anillo para dárselo de compromiso y yo le hubiera puesto una montadura de las mías; pero afortunadamente ya no necesita que lo empeñes y menos que lo vendas, pues es seguro que lo malbaratarías lo cual sería una atrocidad. Supongo que ya te habrá dicho que no vayas á empeñarlo y menos á venderlo.
Ya está muy animado, según cartas que recibimos ayer y hoy, lo cual á nosotros también nos tranquiliza. […]
Salúdame á todos los de tu casa y para mi Tavito [Octavio Paz Lozano] todo mi cariño, que ya me muero por verlo y para ti un beso de…
Ya fuiste á donde tenías que ir? Ten mucho cuidado y no te dejes ver mucho. Cuando te vengas, en lugar de parar en casa de tus primas, nos avisas y vamos á encontrarte, pues creo que no es conveniente que se sepa que andas por acá, pues podría fracasar algunos de los negocios pendientes, al fin ya llegará el tiempo de que puedas pasearte libremente y es preferible que por ahora te abstengas de hacerte visible, con nadie absolutamente
Amalia
La empresa del licenciado Paz en el país vecino se interrumpió en mayo de 1917, fecha en que fue capturado por las autoridades locales. En los archivos del Buró Federal de Investigaciones (FBI), aparece una serie de pesquisas que se hicieron en torno a él —previas a su detención— y a otros personajes, los cuales, ya fuera de forma abierta o encubierta, realizaban operaciones proselitistas a favor de diferentes facciones revolucionarias. La labor de estos agentes, mexicanos o incluso estadounidenses, era delicada e impactaba en las localidades: tráfico de armas, mercenarios, grandes sumas de dinero, etcétera. No es de extrañar, entonces, que las autoridades lo hayan tenido bajo observación desde su llegada.
Una muestra de esto es la investigación realizada por el agente F. Kosterlitzky [6], iniciada desde el primer día de mayo. Allí se describe que Octavio reveló que tenía un gran desprecio por Carranza y que se sentía orgulloso por haber sido capaz de escapar de sus enemigos en repetidas ocasiones. También se dice que recibió un pasaporte —con el nombre de Arturo Bejarano— de parte del cónsul mexicano en El Salvador y que con éste logró enviar más de cuatro mil zapatos para la causa zapatista en un barco de vapor que atracó en Guerrero.
Es difícil distinguir los hechos de los dichos hiperbólicos del zapatista. La naturaleza de su situación lo obligaba a guardar secretos y desconfiar de todos. Entre sus bienes asegurados, hay una carta donde afirma que estuvo en Guatemala y que, gracias a su amistad con Esteban Cantú —el mismo con el que después se enfrentará—, podía vender de inmediato de cuatrocientas a quinientas mulas en la frontera. En la entrevista de su captura, con fecha del 6 de mayo de 1917, aseguró que su única fuente de ingresos provenía del dinero que le enviaba Ireneo, su padre. El susodicho, por su parte, trataba de mantener una estrecha comunicación con su nuera, que, por el momento, radicaba con su familia en Puebla. Otra misiva de apenas semanas antes, del 25 de abril, permite apreciar la cercanía del viejo editor con Josefina, así como la ayuda que la familia entera le brindaba a la pareja:
Muy estimada Pepita.
[…] Octavio […] me da algunos detalles del negocio que lo llevó a San Antonio, y como ningún acuerdo iba a recibir una buena cantidad por venir a dicho arreglo se recibieron noticias que todo lo echaron a perder [sic]. De manera que, según anuncia ya solo esperará a terminar la principal venta del Murrieta —una nueva edición de la edición de Ireneo del Joaquín Murrieta que se convertirá en un best seller allá—, y si tendrá con seguridad el mes de mayo, a los fines, [sic] si no en el siguiente mes.
Amalia me encargó decirle a Ud. que nada tiene que ver el [ajuar] con sus quince pesos, los que le han informado no llegó a tener la costurera que Ud. misma fue la que dijo que al [ajuar] abonaría algo de los ciento cincuenta pesos que se gastaron para mandar a Octavio cien dólares, de modo que sería muy injusto tener que agregar a esa cantidad los 15 que se perdieron, tener otra aplicación que la del pago del vestido y que en todo caso nunca pudo disponer del dinero sin su consentimiento.
Mucho aplaudo para ya se resuelva Ud. a ir con Octavio a sujetarlo al cumplimiento de su deber que por tanto tiempo, como Ud. [dice] muy bien, ha tenido aquel descuidado, aunque me atrevo a creer que, sin su [penoso voluntario] intento y mas bien por las circunstancias que han sido fatales. Y si no, allí está el divorcio ¡qué caramba! Ya una vez lo tuvo Ud. por muerto.
A Tavito que el juguete que le tengo es un toro con su torero y tiene cuerda y movimiento.
[…] Salúdeme a su familia, muchos besos a Tavito y un abrazo para Ud de su afmo. [7]
Octavio fue liberado por las autoridades debido a que se le juzgó como un activo de poco peligro. Semanas después, una comunicación del zapatista hacia Josefina dejó constancia del subterfugio necesario para comunicarse —la omisión de nombres y el uso del seudónimo—, así como de los esfuerzos por salir adelante e involucrarse en la vida de su pequeño hijo:
San Antonio, Texas julio 9 de 1917.
Querida Pepa:
Puebla, Pue.
Contesto tu carta del 28 del pasado de Mixcoac y no lo había hecho antes porque esperaba saber de cierto si ya te habías ido a Puebla o no, hasta hoy que acabo de recibir una carta de mi papa en que me lo dice, así como que le pusiste un telegrama el día de su santo lo cual estuvo bien hecho.
Los papeles como ya te dije en mis anteriores y como era de esperarse no llegaron, pues fué la inocentada más grande mandarlos como lo hicieron; no dejes de decirme lo demás que venía como ya te recomendé en mi anterior.
Respecto a tus cosas no ha habido con quien mandártelas por eso no lo he hecho, el individuo que me dices en tu carta cuando lo fuí a ver ya se había ido a México y ha habido otras personas, pero no me inspiran mucha confianza. Lola Morales la vi un día desde lejos en la calle y quería hacerle el encargo, pero no la volví a ver. Como te digo el género es finísimo, lo mejor que había en la casa de Wolff Marx, que como recordarás es la más elegante de San Antonio, es aquella en donde había muchos juguetes para la Noche Buena y aquel ferrocarrilito eléctrico con sus rieles y sus túneles, ¿te acuerdas?, y las botas las compré también en la mejor zapatería, pues como sabes me gusta lo bueno y más ahora que ya tengo tiempo aquí se me he refinado el gusto y como te he contado mi ropa es de seda, de a cinco dollares cada camisa y pero lo mejor son mis calcetines.
A Tavito le compré una máquina con sus trenes, un león, una pelota, unos soldados con su rifle y no me acuerdo que otras cosas más.
Todavía no recibo el dinero correspondiente a ese mes y lo probable es que se me sumen, pues como no adelanta nada el negocio por causa mía es decir porque no ha llegado a su destino mi carta, no han de querer echarle más dinero bueno al malo. […]
Es preciso que procures de alguna manera que Tavito vaya empezando a educarse, desde hace dos o tres meses a esta parte tengo esa preocupación, pues está [-] muy vivo y es preciso que comience a cultivarse su inteligencia [-] y te pudieras conseguir el dinero, porque de esa manera lo educábamos acá y aprendía el inglés, que tan necesario es para la vida práctica.
Muchos pero muchos besos para ti y para mi queridísimo changuito de tu Eduardo. [8]
Tiempo después, el 6 de junio, Paz escribió un editorial sobre la posición mexicana en la Gran Guerra:
México necesita ser absolutamente neutral, porque no tiene intereses ningunos que reclamen su intervención en la actual guerra, ni elementos que aportar para su curso o término Si, por desgracia, México entrase de parte de cualquiera de los bandos beligerantes, no tendría, a la postre, ningún beneficio que agradecer, sino, al contrario, desgracias que lamentar. Sin embargo, juzgo a Carranza capaz de hacer todo aquello que pueda darle algún provecho para sí y para los suyos, sin fijarse en el interés nacional y único de la supervivencia de la patria, y por eso no descarto la posibilidad de que, instigado por pasiones o compromisos especiales, salga de la neutralidad que se ha propuesto guardar y entre del lado de los aliados en el conflicto continental. [9]
El 10 de noviembre, realizó un viaje a Ensenada en compañía de B. Goldhaum. Desde esa ciudad abordó el vapor Gryme, que lo llevó a San Diego, California. Se desconocen otros movimientos de importancia por el resto del año.
Con el paso de los días, Paz será localizado en Los Ángeles. Gracias a los manifiestos de las embarcaciones, se sabe que regresó brevemente a Ensenada en diciembre de 1917 o enero de 1918, y de allí volvió a tomar el vapor Gryme hacia San Diego, en compañía de Miguel Álvarez. En menos de un mes, Josefina —siguiendo la recomendación del abuelo, Ireneo Paz— se encaminó a visitarlo; el registro de fronteras la sitúa el 1 de febrero de ese año en Texas. Es necesario señalar que existe una confusión con respecto a los plazos de estadía de Josefina y su pequeño en Los Ángeles, pues el propio Octavio Paz Lozano escribirá en el futuro fechas contradictorias de su llegada (tanto antes como después de la muerte de Zapata). Existen, sin embargo, tres elementos de investigación que demuestran que fueron en realidad alrededor de diez meses. El primero: la cartilla en la que el licenciado Octavio se registra para ingresar al ejército a finales de 1918 señala el domicilio de Josefina en México; segundo: como su propia publicación lo indica, en La Semana de agosto-septiembre de 1919 se dio aviso de que Octavio iría a la frontera a recibir a su familia que recién arribaba; tercero: es poco probable que su esposa e hijo llegaran a vivir en 1918, un año en que su estabilidad era nula, a diferencia de 1919, cuando el establecimiento de un negocio editorial le permitirá —al menos— creer que el sueño americano le era factible.
Revista La Semana.
Los Ángeles, al igual que otras ciudades, había crecido en las últimas décadas debido a la migración de otros estados y de diversos países latinoamericanos. La industria del petróleo y el turismo también florecían. La ciudad tenía una economía en auge, así como una amplia variedad de entretenimiento, incluyendo teatros, restaurantes y parques.
El cambio de las circunstancias en México transformó la misión original de Paz: el activismo pasaba a segundo término; ahora, era crítico conseguir suministros en favor de los surianos. Un memorándum del Ejército Constitucionalista señala que Paz tuvo contacto con ex agentes de Villa, los cuales le proporcionaron los medios para asegurarse con lotes de cueros de res por 60,000 dólares [10] durante estos primeros meses de 1918. El mencionado documento también indica que Octavio intentó realizar otra transacción, esta vez, por vía marítima. La ciudad en la que ahora residía podía fungir como eslabón para movilizarse a San Francisco y, de allí, enviar lo que pudiera conseguir hacia las costas de Guerrero. El movimiento no pudo completarse. Los detalles se encuentran en una carta del propio zapatista [11], quien comenta que el acoso que sufrió por parte de los agentes carrancistas le impidió concretar con éxito la transacción. Aunque logró llegar a Guerrero, su contacto fue capturado, por lo que tuvo que escapar hacia Guatemala y El Salvador para, de allí, regresar a los Estados Unidos; además, estuvo a punto de ser capturado en Manzanillo, Colima, cuando las autoridades militares catearon el barco en el que iba. Apenas pudo salvarse por medio de una tablita en la que salió flotando.
En mayo de 1918, Octavio seguía desplazándose desde Los Ángeles para efectuar sus negocios, por lo que se mantenía como enemigo del Gobierno mexicano. Uno de los encargados de seguir sus pasos fue el cónsul Ricardo Cuevas, quien “comunicó a sus superiores que Paz tenía por hábito entrevistarse con los individuos de extracción villista y huertista que se encontraba a su paso” [12], entre los que se encontraba Ricardo Gómez Robelo, quien fungió como Procurador General de la República. Entre las estrategias empleadas con el fin de recabar toda la información posible sobre los fines y proyectos del enviado zapatista, se documenta una muy particular urdida por el Departamento de Justicia estadounidense. Echando mano de las bien conocidas debilidades amorosas del investigado, se comisionó a una mujer atractiva y lista para que se enredara con Paz, y le extrajera toda la información posible. Es importante mencionar que existe correspondencia entre Zapata y uno de sus espías, Octavio Magaña, en la que se informó al general suriano que Paz “andaba muy mal, que se había vuelto alcohólico y no tenía influencia en la política de los exiliados”. [13]
Pese a estos rumores y diversas actividades contrabandistas, el periodista no descuidó su trabajo letrado.Pese a estos rumores y a las diversas actividades contrabandistas que realizaba, el periodista no descuidó su trabajo intelectual.
En días pasados, apareció […] una información enviada de la Ciudad de México, […] en la que se aseguraba que el general exfederal Marcelo Caraveo había asumido el mando de un grupo de jefes zapatistas, desconociendo al general Emiliano Zapata como jefe Supremo de la Revolución suriana. Me permito manifestar a usted que dicha información es completamente inexacta, [ya que] el general Caraveo no es exfederal, sino revolucionario. […] y no es exacto que haya asumido la jefatura […] desconociendo al general Zapata. [14]
Al siguiente mes, el 12 de septiembre, bajo el título “Rectificación histórica acerca del Gral. Díaz”, se publicó en El Heraldo de México una nota del general Mariano Ruiz en la que hacía referencia a la Décimo Segunda Leyenda Histórica de su padre, Ireneo, la cual estaba dedicada a Porfirio Díaz:
A reserva de hacer las refutaciones justificadas contra las falsas inculpaciones que hace el señor Lis. [sic] Ireneo Paz en su obra titulada “Porfirio Díaz 12a. Leyenda histórica” escrita en México, y mandada a esta ciudad para su venta y de la cual me he impuesto con la debida atención creyéndola digna de la atención pública: porque tenía yo la fé ciega de que el Sr. Lic. Paz, era un amigo sincero y leal del finado Sr. Gral. D. Porfirio Díaz, como lo demostró hace algunos años.
Mas por desgracia he recibido la más negra decepción al leer semejante libelo y por lo mismo, protesto de la manera más solemne, contra semejantes inculpaciones indignas de todo corazón bien puesto y de un buen mexicano.
El general Ruiz terminaba sin rodeos al subrayar la traición de Ireneo:
Mas suponiendo sin conceder, que el finado Sr. Gral. Díaz hubiera cometido todos los errores que le reprocha el Sr. Lic. Paz, cuan grande no se hubiera hecho ante los ojos de sus compatriotas y de los extranjeros, cubriéndoseles en lo más recóndito de su altura, para que nadie se atreviera a empañar la diáfana reputación del que fue su mejor amigo. [...]
Mas, por fortuna, pronto brillará la luz de la Justicia y entonces... entonces, el nombre inmaculado del eminente Patricio, Sr. Gral. D. Porfirio Díaz, resplandecerá diáfano y puro, en toda su magnitud, como se lo merece por su honradez acrisolada y alto patriotismo, así como sus infames detractores tendrán que inclinar la cervis [sic], avergonzados de su infame proceder y negra ingratitud.
Octavio, en el número del 16 de septiembre del mismo rotativo, salió a defender a su padre:
Señor don Juan de Heras, Director de “El Heraldo de México”
Presente
Estimado y fino amigo:
He leído en el periódico que es a su digna dirección, de fecha de hoy, una carta del Señor Mariano Ruiz, en la que se refiere a la Leyenda histórica “Porfirio Díaz”, publicada por mi padre hace varios años.
Dicha carta la llama pomposamente rectificación histórica, sin rectificar nada, pues para refutar o rectificar algo y especialmente un libro, se necesita precisar los puntos refutables y probar con documentos, testigos o cualesquiera otro de los medios de prueba la verdad de lo que se asienta, y no como en el presente caso, que únicamente se concreta dicho Señor, entre una serie de tonterías y frases injuriosas a decir que mi padre hace inculpaciones injustas, sin decir cuáles, en contra de Porfirio Díaz.
La respuesta, más allá de los temas personales, servía para reafirmar la firme postura de Octavio como antiporfirista y, de paso, tratar de salvar el honor de su padre. Habría sido impensable para su situación que se le colocara como un representante de Zapata con un pasado y una familia apegada a Díaz. Por ello, argumentaba:
Para el ex-jefe político del Territorio de Tepic, Porfirio Díaz puede ser un fetiche, está bien, cada uno es libre de pensar lo que crea conveniente, así sean las aberraciones y disparates más garrafales, pero debe comprender el Señor Ruiz, que ya no está en la [ilegible] tepiqueña y que debe dejar a los demás que opinen como se les dé la gana y con más razón tratándose de una personalidad tan discutible, como es la de Porfirio Díaz, que si para él es una deidad china intocable, para la inmensa mayoría de los mexicanos, que [ilegible] se enriquecieron a sus costillas, o mejor dicho de la Nación, pero ayudados por él, es el principal culpable de la situación actual de nuestra Patria y creo que después de Iturbide y Santa Anna, es la figura más funesta en la Historia de México, completando por supuesto ahora Carranza el cuadrilátero.
La otra observación es la referente al agradecimiento, que dice debemos tenerle todos los mexicanos, en buena hora que él se los tenga, puesto que le dio el gobierno de una [ilegible] por muchos años, que le produjo pingües ganancias, que si las ha perdido, ha sido por su falta de previsión, pero eso no quiere decir, que los demás debamos conservarle gratitud, cuando lo consideramos causante de todos nuestros males actuales y más mi padre que le prestó servicios inconmensurables, desde darle dinero para que se comprara ropa y exponer su vida en multitud de ocasiones, hasta redactarle el Plan de Tuxtepec por medio del cual triunfó, y en correspondencia como acostumbraba hacerlo con sus mejores amigos, aquellos que más importantes servicios le prestaron en la adversidad, fue ingrato hasta la exageración, terminando la cadena de ingratitudes con una infamia: meterlo en la Penitenciaría de la Ciudad de México, a la edad de SETENTA Y CINCO AÑOS y a los pocos días de haberse levantado de una terrible pleuresía, quitándole todos los elementos de vida que había adquirido con un trabajo intelectual de más de cincuenta años, acusándolo del delito de rebelión...
[...] Y por último la aclaración, dice el expresado Señor Ruiz, que sale a la defensa de Díaz, porque este ya murió y no puede refutar la obra, debo contestarle, que el libro se publicó cuando todavía vivía Porfirio Díaz y se le remitieron dos ejemplares regalados.
Espero Señor Director, que en vista de haberle dado cabida en su importante periódico a la carta del Señor Ruiz, como un acto de justicia, se sirva ordenar la inserción de esta, acogiéndola con la bondad que se ha servido dispensarme con otros escritos míos.
Una nota de la redacción de El Heraldo publicada en el número siguiente dio cuenta de los alcances que tuvo dicha polémica:
Leemos en un periódico de San Antonio una correspondencia de Los Ángeles, en la que se dice que van a hacer una protesta contra EL HERALDO, por haber dado cabida en sus columnas a una carta suscrita por el Lic. Octavio Paz, en la que refuta otra, publicada también en EL HERALDO y suscrita por el Sr. Gral. Mariano Ruiz.
Nosotros no damos crédito a esa aseveración, en virtud de que, siguiendo nuestra línea de conducta de imparcialidad, publicamos uno y otro comunicado, sin comentario alguno y sin hacernos solidarios de las opiniones de uno o de otro.
Precisamente por esta conducta justa e imparcial que hemos procurado seguir en todos nuestros actos públicos, es por lo que, como dice la correspondencia aludida, EL HERALDO es el periódico preferido por la gran mayoría de mexicanos residentes en Estados Unidos.
Sin embargo, ya que del caso se trata, nos permitimos anunciar que en próximo número publicaremos un artículo expresando nuestra opinión acerca del Sr. Gral. Porfirio Díaz, por el que se verá en que puntos discrepamos de las opiniones del Sr. Gral. Ruiz, como del Sr. Lic. Paz.
En números posteriores la disputa continuó. En el número del 3 de octubre aparece una correspondencia remitida por Gregorio Chávez Balderas en la que enumera “algunas de las buenas cosas que llevó a cabo el Gral. Díaz, seguida de otras que merecen la más seria censura” y en donde menciona que encuentra “la Rectificación del Sr. General Ruiz, enteramente vacía, pues nada, absolutamente nada, rectifica; la carta del Sr. Lic. Paz, demasiado apasionada, sin que revele otra cosa que su profundo cariño filial”.
Para el 5 de octubre, en la primera plana, ya se anunciaba la publicación de un artículo impugnando la correspondencia de Chávez Balderas, considerado por los redactores como “bastante serio y bien documentado”, firmado por Elías D. Guadiana. De esta manera, bajo el título “La obra del Gral. Porfirio Díaz. Otro comentario”, su autor apuntó, entre otras cosas, lo siguiente:
En el número correspondiente al 2 del mes en curso EL HERALDO MEXICANO ha dado a conocer la opinión del Sr. Gregorio Chávez Balderas, refiriéndose a una carta del Sr. Lic. D. Octavio Paz: documentos estos últimos que no conozco, pero que a grandes rasgos han quedado descritos por el Sr. Chávez Balderas.
Se desprende de tal descripción que campean dos sentimientos en los autores de los documentos que motivan que el Sr. Chávez Balderrama [sic] haya terciado como conciliador: el primero un sentimiento que nace del agradecimiento, del compañerismo, del cariño profundo de un viejo soldado hacia su ausente jefe y camarada, que con su desaparición del mundo de los vivos ha dejado el corazón del fiel veterano una herida muy honda y que su memoria tiene en su alma un santuario. El segundo es el desahogo de un ser moral nutrido, quizá desde la infancia, con el sentimiento de un odio irreconciliable por antagonismo de ideas políticas; odio que se ha transmitido y perdura con toda la ceguedad, con toda la intransigencia con que fue creado y alimentado en su origen.
La contienda es en el campo de las letras: uno de los antagonistas desconoce el terreno que pisa y su brazo, que ha sabido esgrimir en el campo de batalla el arma del soldado, siente que la pluma se le escapa de su mano, que nunca ha manejado arma tan pequeña y de tan difícil manejo; su noble coraje es impetuoso y quiere suplir con un arranque de su alma la habilidad que le falta, pero apenas si sus inexpertos movimientos dejan asomar una ligera idea de lo que con ella se puede hacer. El otro antagonista pasea gallardamente en el campo mismo en que su progenitor triunfaba; por atavismo y por propio conocimiento lleva suspendida la idea, fácilmente expresada y hábilmente esgrimida, entre los puntos de su arma favorita, que es la pluma; no necesita hacer esfuerzo alguno para liarse a fondo; digo más, no necesita sino la pasividad para que su contrincante venga a arrojar su pecho esforzado, pero imprudente, contra el arma que le hiere.
La lucha es la del ciego contra el que tiene su vista; los sentimientos que animan a los luchadores son, en uno, uno de ternura y amor, en el [otro, uno de] odio.
Después de esta publicación, la discusión concluyó.
En el siguiente número del rotativo, con fecha del 12 de octubre, el licenciado Paz publicó de nueva cuenta debido a su asistencia al aniversario del tesorero del Brunston Studio, Juan Krog, y su esposa, Manuela V. de Krog. [15]
Las siguientes noticias que se tienen de las actividades de Octavio corresponden al mes de noviembre, cuando “firmó un manifiesto en donde se predicaba la unión de los desterrados, exceptuando los felicistas, para entrar en arreglos con el gobierno de Carranza”. Para el día 25, La Prensa publicó una nota de su autoría en la que invitaba a abordar el problema de México, “único país en la América […] que [continuaba] en revolución” por “la salvación de la Patria”. Ahí, resaltaba el papel de los mexicanos exiliados:
Los mexicanos residentes en el extranjero, somos los llamados a iniciar el movimiento salvador de nuestra Soberanía. Somos los más capacitados, porque nuestra situación especial nos hace ver sin el más tenue velo que nos oculte la verdad, lo que se nos avecina. Por desgracia los millones de mexicanos residentes en nuestro país ignoran en gran parte lo que está pasando; la prensa, casi toda oficiosa, les pinta con los más bellos colores la situación actual; la censura oficial que allá impera, es una barrera infranqueable para que llegue a su conocimiento la verdad, y si a travez [sic] de la publicación trunca de alguna nota diplomática medio vislumbran el peligro, que a pasos agigantados se acerca, con la venda que han tenido puesta sobre los ojos, se encogerán de hombros, creyendo con un infundado optimismo, que como en las veces anteriores la salvación vendrá por sí misma; y cuando la tormenta llegue, quedarán azorados, pero entonces ya no habrá remedio...
Así, Paz proponía la unificación como única solución, la cual “[les correspondía] a todos, [despojándose] de prejuicios, personalidades, egoísmos, discolerías [sic], abandonando la habitual apatía y sobre todo, siquiera una vez [en sus vidas], haciendo a un lado la maldita ambición”; de igual manera, apuntaba que la base de la Revolución era la lucha por la implantación de reformas sociales, económicas y políticas: “Se lucha, porque en México, hace mucho tiempo no se respetan las garantías más indispensables para la subsistencia de la Sociedad, como son las de la libertad y de la vida”.
Respecto a los alzados, Octavio señalaba que, a pesar de que algunos no estaban unidos, sí intercambiaban correspondencia entre sí o en algún momento habían estado vinculados, lo que demostraba que, si bien no todos comulgaban con los mismos ideales, al menos compartían sus ideas principales. Con base en lo anterior, aseguró:
[...] en el fondo todos estamos de acuerdo, que el terreno está perfectamente preparado, basta arrojar la semilla para que inmediatamente fructifique: la República en masa está con las ideas de la Revolución: si vemos que hasta en los imperios en donde el militarismo más recalcitrante parecía completamente arraigado, se están transformando en Repúblicas gobernadas por los socialistas y demócratas. ¿Por qué hemos de estorbar a nuestro país que siga la corriente del mundo, cuando siempre ha dado pruebas de sentir las ideas libertarias más avanzadas, sin importarle ni el empobrecimiento, ni la sangre, con tal de conquistar la libertad?
Así, la solución final que propuso fue:
Formar una junta integrada por los principales elementos mexicanos residentes en el extranjero, especialmente los que tengan afinidades EFECTIVAS con los grupos levantados en armas, —debo hacer constar que existen en este país representantes o agentes de la mayoría— una vez integrada dicha junta, se enviarán agentes a los principales jefes para que les expongan la situación y lo indispensable que es la unificación de todos los mexicanos. Igualmente se enviarán comunicaciones a los políticos y militares de más significación del carrancismo, para que envíen delegados a la expresada junta y procuren desde luego que se pacte un armisticio. En dicha junta, o si se quiere se formará otra nueva en territorio nacional, se procurará que estén todos los elementos representados y se discutirá la forma de hacer una paz inmediata de acuerdo con el sentir de la mayoría y la solución del problema mexicano, en vista y con pleno conocimiento de nuestra angustiosa situación actual.
La gran fuerza moral que dará esta junta, será enorme y los disidentes quedarán exhibidos ante el mundo civilizado, como los culpables de la continuación de la contienda y al tratar los políticos de hacer la paz ya existirá una entidad perfectamente organizada con quien pueda entenderse, sin necesidad de recurrir a otros medios, pues de lo contrario sólo tendrán en frente al carrancismo.
En cuanto a los recursos económicos que se requerirían para la organización de la mencionada Junta, indicaba que los fondos serían insignificantes, ya que…
dado el interés que para todos tiene la salvación de la patria; debemos exhortarlos a que abandonen la apatía y el egoísmo y si aún permanecen sordos y ciegos ante el bochorno que se nos espera, debemos ser entonces sí, enteramente implacables con ellos y marcarlos con el hierro candente de la infamia, como indignos de llevar el nombre de mexicanos.
Al final, concluía sus declaraciones con un llamado directo al resto de los revolucionarios:
Poseo la íntima convicción de que con un ligero esfuerzo logramos la unión, pues conozco a una gran parte de los revolucionarios levantados en armas y sé las intenciones que abrigan, —esto no quiere decir que hable en nombre de ninguno, en el presente caso lo hago en el mío propio—. He leído cartas y documentos de casi todos, con tres he conversado, y puedo asegurar que están animados de la mejor voluntad anhelando la paz por medio de la unificación.
No me queda más sino rogar a los periodistas, a los políticos y en general a todos mis compatriotas, que hagan a un lado las apatías, pesimismos y prejuicios; que olviden rencores y pasiones; que abandonen las intrigas y los personalismos; que discutan, amplíen o modifiquen mi proposición, que procedan desde luego a obrar para llegar a un resultado práctico.
Las horas son trágicas. Nunca en nuestra historia se ha presentado un peligro tan grande. El momento oportuno ha llegado y si no nos unimos pereceremos. Salvemos a nuestro querido México.
Octavio Paz
El último hecho que involucra al licenciado Paz Solórzano en 1918 se reportó el 9 de diciembre, cuando, mientras vivía en North Hill 420, Los Ángeles, firmó una tarjeta de reclutamiento militar. No fue admitido.
El año de 1919 le permitió a Octavio adquirir una imprenta. En sus propias palabras:
desde que llegué a este país, comprendí la indispensabilidad de hacernos de un órgano, tanto para poner al numeroso público mexicano, que reside en el extranjero, al tanto de la verdad de lo que ha pasado y está pasando, como para defendernos de tantísimo cargo injustificado, como inexacto, que ha diario nos han estado haciendo reaccionarios y carrancistas, sin tener la más insignificante hoja que pudiéramos llamar verdaderamente nuestra. [16]
El negocio era costoso, por lo que fue emprendido junto a Ramón Puente, y se llamó O. Paz y Cía. Editores, ubicado en 117 North Broadway. Diversos libros se gestaron en dicha editorial, como Memorias de Francisco Villa, del doctor Ramón Puente. La nueva labor también le permitió albergar la esperanza de sostener a su familia, por lo que pidió a Josefina que se movilizara junto a su pequeño de cinco años para emigrar y vivir con él. [17] Los Ángeles, a decir de Paz Lozano, “era pequeña y agradable en ese entonces, con jardines y casas de madera. A mí me asombraba el modo en que los estadounidenses abandonaban sus casas: Son un país de nómadas, caminando, marchando, vendiendo, moviéndose, nunca estacionados en el tiempo”. [18]
Los siguientes meses dejaron poca evidencia documental de las actividades del licenciado Paz debido a que sus esfuerzos se encaminaron a producir La Semana. De esta publicación, dijo::
todos los revolucionarios convencionistas que llegan a Los Ángeles nos visitan y nos mandan artículos de diferentes partes de Estados Unidos; hemos publicado ya varios de Villarreal, de [José] Vasconcelos, de Manuel Bonilla, de Federico Cervantes, de Miguel Mendoza López Schwertfeger y de muchos otros más. También de la Habana nos escribe el general Jenaro Amezcua y recibimos correspondencias de los campamentos revolucionarios del norte y del sur. [19]
Fue un trabajo realizado siempre desde Los Ángeles. El primer número vio la luz en junio de 1919, dos meses después de la muerte de Zapata, y no dejó de publicarse sino hasta el 25 de abril del siguiente año, por falta de recursos. La Semana fue una publicación peculiar en más de un sentido. El diseño de su portada, por ejemplo, se distinguía por un elegante minimalismo: contenía fotografías de personajes contemporáneos, o bien algunas caricaturas agudas que ironizaban sobre el desempeño de los políticos de la época y sobre las ideas que se discutían entonces. Ahí, Ireneo reimprimió su novela Amor y suplicio. Un aspecto que llama la atención es el cúmulo de ideas que Octavio vertió en las páginas de su publicación. Con una buena cultura histórica, escribió sobre el reparto agrario y la situación del trabajo. Por lo demás, siempre mantuvo una actitud crítica ante los vestigios de la Revolución. En el segundo número, escribió:
Al quedar victoriosa la Revolución, como siempre los reaccionarios se mezclaron entre los revolucionarios, para no perder todos sus privilegios e impedir que se llevaran a cabo las grandes reformas proyectadas, se recubrieron con la piel de liberales moderados y estorbaron con cuantos medios y en cuantas formas pudieron a los liberales de ideas avanzadas.
Octavio hizo gala de cierto sentido agudo para el diagnóstico de su tiempo: mediante el conocimiento de las condiciones históricas que antecedieron a su propia situación, fue diestro para realizar comentarios muy pertinentes sobre la cuestión agraria, la sección obrera, las elecciones presidenciales, entre otros temas. Con Álvaro Obregón, es importante mencionarlo, fue muy crítico. Hacia las elecciones de 1920, escribió que sus intenciones presidenciales no podían tomarse en serio por su contribución arbitraria al conflicto posrevolucionario debido a los problemas con Francisco Villa y Felipe Ángeles. Esta crítica, sin embargo, se detuvo cuando llegaron a sus oídos sospechas de que el movimiento suriano podía aliarse con Obregón.
En el censo de Los Ángeles levantado el 3 enero de 1920, el licenciado Paz aparece registrado como abogado y editor, mientras que Josefina lo hace como estudiante de inglés. El matrimonio habitó una casa de alquiler en North Penn 112.
En 1920, las oficinas de O. Paz y Cía. Editores ya eran un centro de crítica revolucionaria, a tal grado que, en febrero, el lugar sirvió como origen de un complot para deponer al gobernador de Baja California, Esteban Cantú. El político y militar tenía un pasado con Paz desde 1912, cuando el entonces corresponsal del periódico La Patria visitó Baja California y tuvo contacto con él. Pese a esta relación, Paz escribió en “La conspiración de Los Ángeles” que sospechaba que Cantú lo había traicionado en otra ocasión, pero afirmaba: “de todos modos estoy con ustedes, pues pospongo las relaciones personales al bien general y éste, a mi entender, es el triunfo de la Revolución”. [20]
Así, la idea fue orquestada para “derrocar al coronel Esteban Cantú [21], gobernador y comandante militar, que se ha creído rey de [Baja California] y ha chaqueteado constantemente; se declaró partidario de la Convención y después de Carranza, pero ni a éste obedece y hace y deshace a su antojo en la desdichada península”. [22] El plan naufragó y algunos californianos adeptos a la idea fueron capturados y casi fusilados. Paz reportó sencillamente que “desgraciadamente el asunto de la Baja California fracasó […] lo que es una gran lástima por todos los proyectos que teníamos”. [23] El descubrimiento de dicha conspiración consta en un expediente de la Secretaría de Relaciones Exteriores, en el que se adjunta, además, un texto de su autoría en El Heraldo de México en su calidad de representante de Zapata en el extranjero. En el artículo, presentado como un manifiesto, el licenciado llama a sus compatriotas a convocar un congreso de exiliados cuyo propósito sea la pacificación nacional, en vista de que los actores revolucionarios que continuaban en combate por esas fechas perseguían los mismos ideales y no había motivos para continuar en el desorden de tantos años. En las palabras que Octavio utilizó en el manifiesto resonaban los ecos de las empleadas por su padre, quien durante tantos años defendió la paz y unificación nacionales.
En marzo, una epístola escrita para Amezcua ya avisaba de la incomodidad del agente zapatista respecto de su posición: se sentía olvidado por la causa: “aunque ellos [los zapatistas del sur] me abandonaron, yo he permanecido firme y constante, pues a pesar de haberles escrito un sinfín de cartas y hasta mandándoles hasta enviados especiales, no me contestaron ni una palabra”. [24] Para finales de abril, Paz tomó la difícil decisión de retornar a México. Una razón de peso fue que su imprenta no estaba dejando suficientes ingresos para sostener a su familia; otra causa fue que se enteró de que Antonio Díaz Soto y Gama, así como Gildardo Magaña, también habían regresado a la capital y, con ellos, la oportunidad de movilizar a los líderes de un incipiente movimiento agrarista. Después de debatir si sería necesario consultar la decisión e, incluso, cruzar la frontera junto a Amezcua por miedo a sufrir algún atentado, el licenciado Paz decidió regresar a su hogar sin mayores complicaciones.
El 18 de junio, envió un telegrama a Amezcua para informarle que estaba listo para repatriarse. Una semana después, el licenciado Paz volvió a casa de su padre, en Mixcoac, junto a su esposa e hijo.
[1] “Labor diplomática de la Revolución”, El Clarín, 20 de enero 1916, p. 1.
[2] Paz
Solórzano, O. (8 de julio de 1919). [Carta a Jenaro Amezcua]. Fondo Jenaro
Amezcua (VIII-2 J.A.5.381.1), CEHM, México.
[3] “Se encuentra en esta ciudad un representante de Emiliano Zapata”, La Prensa, 13 de octubre de 1916, p. 1.
[4] “La barbarie carrancista en el campo”, La Prensa, 18 de octubre de 1916, p. 3 y 6.
[5] “Del
público”, La Prensa, 4 de enero de 1917, p. 5.
[6] Investigative Case Files of the Bureau of
Investigation 1908-1922, caso núm. 2429, rollo 868, página 9.
[7] Archivo
personal de Octavio Paz Lozano.
[8] Archivo personal de Octavio Paz Lozano.
[9] “¿Debemos
permanecer al margen del conflicto mundial o lanzarnos en él?”, La Prensa,
6 de junio de 1917, p. 5.
[10] “Manuscritos
del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista 1889-1920”. CEHM. XXI.123.13936.1.
[11] Paz
Solórzano, O. (8 de julio de 1919). [Carta a Jenaro Amezcua]. Fondo Jenaro
Amezcua (VIII-2 J.A.5.381.1), CEHM, México.
[12] Ramírez
Rancaño, M. “La situación en el destierro”. La reacción mexicana y su exilio
durante la Revolución de 1910. México: Instituto de Investigaciones Históricas,
pp. 283.
[13] Womack, J. (1985). Zapata y la revolución mexicana. México: Siglo XXI, p. 302.
[14] “Las
armas de la prensa carrancista”, El Heraldo de México, 1° de septiembre
de 1918, p. 2.
[15] Entre
los presentes también estuvieron: “Gabriel Peralta, Lic. Ricardo Gómez Robelo,
Prof. Juan Aguilar, Manuel Sainz, Julius Sonhesen, Juan Krog jr., Miguel Laris,
Luis Valderrama, Juan Talabera, Alejandro Gamboa, Teodoro Chairez, [y] Ramón
Anchondo”.
[16] Paz
Solórzano, O. (8 de julio de 1919). [Carta a Jenaro Amezcua]. Fondo Jenaro
Amezcua (VIII-2 J.A.5.381.1), CEHM, México.
[17] El
registro de aduana sitúa a Josefina junto a su hijo el 18 de agosto.
[18] Rodman, S. (1974). Tongues of fallen angels. New York: New Directions, pp. 135-162.
[19] Gálvez, F. (1986). Hoguera que fue. México: UAM Xochimilco, p. 304.
[20] Gálvez,
F. (1986). Ibidem, p. 305.
[21] La
historia personal entre Paz y el gobernador se remonta a 1912, cuando el
entonces corresponsal del periódico La
Patria visitó Baja California y tuvo contacto con el coronel Esteban Cantú.
[22] Íbidem, p. 304.
[23] Paz
Solórzano, O. (13 de abril de 1920). [Carta a Jenaro Amezcua]. Fondo Jenaro
Amezcua (VIII-2 J.A.5.411.1), CEHM, México.
[24] Paz
Solórzano, O. (17 de marzo de 1920). [Carta a Jenaro Amezcua]. Fondo Jenaro
Amezcua (VIII-2 J.A.5.403.1), CEHM, México.