En la mirada de otros

En la mirada de Roger Bartra

Roger Bartra

Año

1980

Tipología

En la mirada de otros

Lustros

1980-1984

 

Roger Bartra (1942) es un antropóogo, sociólogo y simpatizante de la izquierda, hijo de refugiados españoles. En su libro de memorias Mutaciones. Autobiografía intelectual (2022), el académico tiene presente a Paz. (AGA) 



I

Hoy en la imprenta me he encontrado a Vicente Rojo, quien me dijo que ya estaban corrigiendo pruebas de páginas de mi libro Las redes imaginarias del poder político. Esto quiere decir que muy pronto estará editado. Tengo la impresión de que también significara una ruptura. Hace un par de meses organicé en el Instituto de Investigaciones Sociales una discusión del manuscrito —una especie de mesa redonda— donde participaron Octavio Paz, Carlos Monsiváis, Luis Villoro y yo mismo. Fue un experimento interesante desde muchos puntos de vista: Monsiváis y Paz no se puede ver, son enemigos, pero aceptaron discutir juntos porque les gusta mi libro. Octavio Paz, hombre de derechas que quisiera ser de izquierda (o de izquierda que se comporta como hombre de derecha) estaba un poco sorprendido porque no encontraba en mi marxismo aquello que siempre critica. Villoro hizo una buena crítica filosófica, aunque encuentro que no entendió muchas cosas del libro. Monsiváis es quizás el que menos lo entendió y se ve que estaba muy nervioso. Es muy probable que todo esto se publique. De la discusión saqué la conclusión de que con este libro me he metido en terrenos nuevos o que al menos he abandonado los viejos territorios.

     […] A Monsiváis y a Villoro los conocía bien y los consideraba mis amigos. A Paz no lo conocía personalmente, pero me atreví a invitarlo y él aceptó ir a la Universidad para la reunión. Cuando lo invité me dijo que le inquietaba ir a la UNAM, pues temía que grupos de izquierda radical lo agrediesen. Puso como condición que la reunión fuese a puerta cerrada ante un público selecto y reducido de invitados. Se realizó […] el 23 de julio de 1980 […].

     Yo en realidad pensaba que Paz habitaba en los territorios de la izquierda, aunque sin duda provocaba mucha incomodidad. El año anterior yo había escrito en un artículo que Paz entablaba "una lucha por sepultar a ese comunista que subsiste, agazapado en el fondo" de su espíritu. Decía que Paz seguía siendo "un intelectual que escribía para la izquierda y cuyas mejores ideas y descubrimientos serán (y son) recogidos por la izquierda". Lo criticaba por estar atrapado por el Príncipe Moderno y me disgustaba su estrecha relación con el Estado autoritario del nacionalismo revolucionario. 

     Octavio Paz quedó tan contento con la mesa redonda que nos invitó a los participantes y a algunos pocos amigos más a cenar en su casa. Marie-Jo, su esposa, pidió comida a un restaurante cercano y destapó algunas botellas de vino francés. Allí acordamos que la revista Vuelta de Paz y El Machete, que yo dirigía, convocarían a una discusión seria sobre el socialismo. Para ello, Vuelta publicaría las intervenciones de Villoro y mía, mientras que El Machete debía publicar los textos de Monsiváis y Paz. Para llevar a cabo este proyecto los jefes de redacción de ambas revistas, Enrique Krauze y Humberto Musacchio, organizarían el debate. Pero al cabo de pocos días Paz, cuando le llamé por teléfono, me dijo que si cumplíamos lo acordado yo me metería en problemas con los comunistas. Le contesté que no lo creía, pues yo tenía el apoyo del secretario general y que, en todo caso, yo estaba dispuesto a correr el riesgo. Entonces él se retractó y me confesó que no le convenía publicar en una revista del Partido Comunista ni llamar conjuntamente a un debate. No me contó a quiénes les tenía miedo, pero sospeché que debía pensar en el gobierno o en la televisora a la que estaba asociado, Televisa. Se perdió una gran oportunidad de abrir un amplio debate, plural y de alto nivel, sobre el socialismo.


II

Fuimos a España; me invitaron a presentar una ponencia al congreso internacional de intelectuales que se hizo en Valencia (y que conmemoraba el cincuenta aniversario del famoso congreso antifascista de 1937). Fue una experiencia curiosa: el congreso fue, de manera obvia, una operación política de los intelectuales socialistas españoles por arrebatar a los comunistas uno de sus símbolos más queridos (el internacionalismo intelectual antifascista de los años treinta). La mayor parte de los organizadores fueron excomunistas con profundos complejos de culpa por haber sido estalinistas, y que ahora quieren lavar sus pecados (Semprún, Claudín, etcétera). Para ello llamaron a Octavio Paz a que presidiese el congreso, e invitaron a disidentes cubanos junto con una delegación oficial (Cabrera Infante + Lisandro Otero + Franqui, etcétera). El coctel resultó un poco explosivo, pero sólo simbólicamente. Lo que para mí resultó más interesante fue constatar que la socialdemocracia europea, en su vertiente intelectual, no tiene nada nuevo ni interesante que proponer. Es curioso: a pesar de que han ganado políticamente en muchos lugares, y de que su crítica al estalinismo es aceptada por casi todos, ahora no saben qué proponer […]. 

     Me dio mucho gusto encontrar a Octavio Paz en Valencia, aunque él estaba un poco desconcertado de encontrarme allí. Era yo el único otro mexicano invitado a participar en el congreso.