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El sueño de Sor Juana y el insomnio de Octavio Paz

Rosario Herrera Guido

Año

2022

Tipología

Análisis y crítica

Temas

Lecturas y relecturas: la obra en prosa

 

Reproducimos el artículo de Rosario Herrera Guido, publicado originalmente en la Revista Levadura el 20 de marzo de 2019.



El combate es cíclico

y la noche establece su imperio

en el otro hemisferio

adonde quizá otra Sor Juana Inés

sueña el mismo sueño.

Octavio Paz, Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe.


I

En este ensayo espero mostrar, a partir de la deslumbrante y enigmática metáfora que propongo como epígrafe (Octavio Paz, Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, México, FCE,1983:496), que el sueño filosófico de Sor Juana es continuado por la vía de la poesía por Octavio Paz, en su poema Pasado en claro. Para ello tomo el uso moderno que Octavio Paz sugiere para el más monumental de los poemas de Sor Juana: Primer Sueño, y que me permite imaginar que en el tintero de Juana Inés se quedó dormido un Segundo Sueño, en el que buscaría llegar a la unidad de conocimiento, pero no por la vía de la ciencia o la filosofía, ni por el sendero que lleva a Dios, sino para comprender la unidad del Ser por la vía de la poesía. Pero este Segundo Sueño no lo escribe Sor Juana sino Octavio Paz. Todo ello para mostrar que mientras en el Primer Sueño Sor Juana no está dormida, la desvela un sueño filosófico en el teatro de la noche, en Pasado en Claro, Octavio Paz vela por el deseo de conocer, por el conocimiento que lo desvela: el deseo de conocer y su correlato: el autoconocimiento. Para concluir que tanto Primer Sueño como Pasado en claro advierten que el conocimiento filosófico, en vecindad con el poético, ponen a prueba al conocimiento, sus límites y su irremediable ausencia.


II

Para introducir este ensayo voy a partir de una de las interpretaciones que Octavio Paz vierte en su libro Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, pero para ir más allá de ella. Se trata del nombre que Paz propone para el más monumental de los poemas de Sor Juana: Primer Sueño. Un nombre que permite proponer una primera hipótesis de trabajo: existe un Segundo Sueño que Sor Juana jamás escribió y que permite pensar en los sueños de Sor Juana y Octavio Paz.

     Recordemos que Sor Juana, en su Respuesta a sor Filotea de la Cruz (1690), menciona con indiferencia su poema: “no me acuerdo de haber escrito por mi gusto sino un papelillo que llaman El sueño”. Pero además de ser un ambicioso sueño filosófico es el poema más íntimo de Juana Inés que evoca la confesión. Un poema que escribe a los cuarenta años, una edad en la que se abandonan las ilusiones sin porvenir: llegar al conocimiento absoluto. No olvidemos que en el Primer Sueño confiesa el deseo filosófico de comprenderlo Todo.

     Según Octavio Paz, Sor Juana tenía pensado escribir un Segundo Sueño, imitando a Góngora, que escribió Dos soledades. Lo que permite una segunda hipótesis de trabajo: en el tintero de Juana Inés se quedó dormido un Segundo Sueño, en el que buscaría llegar a esa unidad de conocimiento, no por la vía de la ciencia sino trascendiéndola, como San Juan de la Cruz, por la vía de la poesía, pero no para llegar a Dios, sino para comprender la unidad del Ser por la vía de la poesía. Un Segundo Sueño que no escribió Sor Juana sino Octavio Paz.

     Primer Sueño—como dice Paz— imita las Soledades de Góngora por la posibilidad de escribir un Segundo Sueño. Pero entre ambos hay más diferencias que semejanzas. Mientras Sor Juana tiende al concepto y no a la metáfora, Las Soledades de Góngora se llenan de formas y colores. Además, el cosmos de Sor Juana es pensado con una abstracta geometría, que no describe la realidad que no es visible, por ello la conceptualiza. Aunque ningún concepto le permite a Juana Inés comprender el universo, pues la realidad misma está puesta en duda. Suspendida en su monumental pirámide de conceptos, el alma descubre que los caminos son abismos. Juana Inés de la Cruz cita a Homero para decirnos que las pirámides son bárbaros jeroglíficos de la mente humana que ascienden a la Causa Primera. Se trata de la búsqueda del Alto Ser por la vía de la ciencia y los conceptos.

     Sor Juana no está dormida, vela cuanto la desvela: un sueño filosófico en el teatro de la noche. Escribe un poema en las tinieblas para dar claridad al enigma que la desvela. Como dice el padre Calleja, el monumental poema de Sor Juana es demasiado arquitectónico y complejo para ser confundido con un sueño: “Siendo de noche, me dormí; soñé que de una vez quería comprender todas las cosas de que el universo se compone; no pude, ni aun divisar por sus categorías, ni a un solo individuo. Desengañada, amaneció y desperté” (Octavio Paz, Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, México, Fondo de Cultura Económica, 1983:471).

     Estamos ante un sueño de Anábasis, que abundan en los siglos II y III. En el sueño de Sor Juana el alma se separa del cuerpo para iniciar un vuelo espiritual:


El alma, pues, suspensa
del exterior gobierno —en que ocupada
en material empleo,
o bien o mal da el día por gastado—,
solamente dispensa
remota, si del todo separada
no, a los de muerte temporal opresos
lánguidos miembros, sosegados huesos,
los gajes del calor vegetativo,
el cuerpo siendo, en sosegada calma,
un cadáver con alma,
muerto a la vida y a la muerte vivo…


Primer Sueño no habla de un éxtasis místico, sino de la metáfora de noches sin fin, en que a la llama de una vela, como Gaston Bachelard, la inteligencia desborda imágenes científicas. Primer Sueño es una alegoría de todos los desvelos de Sor Juana, estudiando, pensando y creando.

     Un sueño filosófico en el que el protagonista no tiene nombre ni edad ni sexo, cuya interpretación se identifica con el alma humana, pues hasta el último verso Sor Juana devela que se trata de ella misma. Octavio Paz dice que Sor Juana no se refiere a sí misma porque se trata de una alegoría y una confesión. Permítanme agregar que como Sor Juana se sabe atravesada por algo que está más allá de ella, el lenguaje, que no se origina en ella, no puede asumir más que un decir impersonal, pues el habla, habla, como dice Martín Heidegger. Hasta que fracasa en el intento por decir el Ser, su Yo se recupera y habla en primera persona:


Consiguió, al fin, la vista del Ocaso
El fugitivo paso,
y —en su mismo desempeño recobrada
esforzando el aliento a la ruina—
en la mitad del globo que ha dejado
el Sol desamparada,
segunda vez rebelde determina
mirarse coronada,
mientras nuestro Hemisferio la dorada
ilustraba del Sol madeja hermosa,
que con luz judiciosa
de orden distributivo, repartiendo
a las cosas visibles sus colores
iba, y restituyendo
entera a los sentidos exteriores
su operación, quedando a la luz más cierta
el Mundo iluminado, y yo despierta.


La soledad del laberinto no es exclusiva de la mujer, marcada por su rajadura, pues los hombres y las mujeres son una mitad perdida, como narra el mito del andrógino en El banquete platónico. La búsqueda de la plenitud, después de la eyección del ser en el mundo, desgarra a ambos sexos, marcándolos con una herida que sólo se cura gracias a un pro-eyecto existencial, que no deja de escribirse en Juana Inés, Octavio Paz, Heidegger y la humanidad. Sólo la plenitud es un estado sin desgarradura, como la inocencia originaria perdida, el paraíso en realidad para siempre perdido, el exilio de la naturaleza que nos sujeta a la cultura y el lenguaje: la sed de beber en la fuente primera los nombres verdaderos. Un complejo laberinto que se reduce a un solo camino: la búsqueda del ser que venga a completarnos, para no ser más soledad y lograr la (común)unión. Porque la soledad lleva a la búsqueda de la presencia y del ser. El viaje del alma es un tema religioso, pero la aventura intelectual de la monja jerónima es el (re)verso de una revelación: estamos solos y el mundo sobrenatural se ha desvanecido.

     Primero sueño es el primer poema moderno mexicano. Octavio Paz en Los hijos del limo muestra que todos los poetas modernos han recreado el sueño de Sor Juana: la no-visión y el silencio. Un sueño inédito en la historia de la poesía moderna, como advierte Octavio Paz: “El primer gran poeta americano es una mujer, Sor Juana Inés de la Cruz. Su poema El sueño (1692) es nuestro primer texto cosmopolita (Octavio Paz, Los hijos del limo, México, Seix Barral, 1987:199).

     Primer Sueño no es un poema teológico sino filosófico. Sor Juana no habla de Dios ni de Cristo sino de la Causa Primera de Todo. No es un camino científico para construir una teología. El alma de Primer Sueño no desea unirse con Dios, sino contemplarlo en la más excelsa de sus obras: el universo. Pero la luz del Ser, con su enceguecedor destello, pone fin a la visión. El alma bogando “en las neutralidades de un mar de asombros” no logra retomar su ruta; se aleja del océano de la verdad y se refugia en las playas de la necia inteligencia, a repensar otro camino. Pero como Sor Juana tropieza con lo inconmensurable, su decepción despierta al Sol.

     Juana Inés, aunque duda de contemplar la pavorosa máquina del universo no claudica. Por ello, Sor Juana recurre a Faetón, el joven mortal que no renuncia a guiar el carro del Sol, a pesar de las advertencias de su padre Apolo. Faetón, quien eterniza su nombre con su ruina, al ser despeñado por el rayo de Júpiter. El alma de Primer Sueño, como Faetón, desafía al sol. Primer Sueño es una confesión filosófica: la osadía del alma de llegar por fin a la Verdad. Juana Inés, más que contar su vida intelectual, piensa cantando la aventura del pensamiento y sus límites.

     Los puntos suspensivos con que termina el poema, confirman la primera hipótesis: anuncian otro sueño. La búsqueda del Ser se queda sin palabras: todo lo que se puede decir es que no se puede decir todo. Los puntos suspensivos también evocan la categoría barroca de la Trauerspiel (fiesta luctuosa) de Walter Benjamin, el fondo barroco de lo moderno: la tragedia del lenguaje ante la caducidad del mundo, el tema barroco por excelencia del desengaño. Lo versifica Sor Juana: “por mirarlo todo nada veía”.

     Primer Sueño no es, como interpreta José Gaos, el relato del fracaso de una monja, por ser mujer, sino la confesión y la denuncia de los límites del conocimiento. Sor Juana Inés de la Cruz muestra que no es el sexo femenino el que fracasa, aunque siempre hay hombres necios que quieran hacerlo fallar. Sor Juana es moderna, crítica y romántica: piensa y denuncia los límites de la razón moderna. Sor Juana, como Faetón, eterniza su nombre con su sueño y despertar. Primer Sueño no busca la sabiduría, que no existe, como dice Lyotard (J-F. Lyotard, ¿Por qué filosofar? Barcelona, Paidós, 1989), sino saborear el saber.


III

El Segundo Sueño que Sor Juana nunca escribió y que dejó en el tintero es el poema Pasado en claro (1975) de Octavio Paz. Como canta Paz: “otra Sor Juana sueña el mismo sueño”. Pasado en claro es el desvelo que provoca el deseo de conocer, pues el conocimiento conduce a los más grandes desvelos, como deseo filosófico y poético de autoconocimiento:


Ni allá ni aquí: por esa linde
de duda, transitada
sólo por espejos y vislumbres,
donde el lenguaje se desdice,
voy al encuentro de mí mismo.


Pero Pasado en claro es también la irremediable ausencia del conocimiento, el límite del conocimiento, que significa —como para Ludwig Wittgenstein— los límites del lenguaje. Pero ante el que Octavio Paz no exige callar, porque de lo que no se puede hablar es de lo que más hablamos —como enseña Jacques Lacan.

     Pasar la noche en claro es una experiencia poética, que va de la luz a la oscuridad y de la noche al día, a través de todos los matices matutinos y crepusculares (Ramón Xirau, “Octavio Paz y los caminos de la transparencia”, Poesía y conocimiento, México, Joaquín Mortiz, 1978: 130-136).

     Pasar la noche en vela, con las palabras y sus sombras, con el tiempo y sus sílabas muertas, relata la experiencia de tener que meditar y poemar entre el remolino de palabras que esculpe los nombres verdaderos que “desaparecen, entre dos palabras”, mientras amanece la página bajo un sol que duda, al vaivén de “la negra marea de las sílabas”. Porque no hay otra manera de vivir que “entre nombres”. Octavio Paz lo canta así: “lo que no tiene nombre todavía / no existe”. Pues estar en el mundo es antes que nada deletrearlo. Un tema que nos recuerda a Parménides, Hölderlin y Heidegger: “Ninguna cosa sea donde falta la palabra” (Martin Heidegger, M., De camino al habla, Barcelona, Serbal-Guitard, 1987:165).

     Pasado en claro es, como el Primer Sueño de Sor Juana, una confesión autobiográfica que habla de la vuelta a los orígenes, de la búsqueda de la primera palabra de la que nacieron todas las demás palabras, pero por el camino de la poesía. Pasado en claro es una libertad bajo palabra que busca la verdad: “Salido en busca del nombre verdadero, el poeta encontró —en aquel cruce de caminos en donde empiezan los caminos— esa figura del traslado y de la mediación que es la Metáfora Original. Lo que encontró no fue un nombre solar sino su traducción (Maya Schärer-Nussberger, Octavio Paz, trayectorias y visiones, México, FCE, 1989:196).

     Pasado en claro es un poema de la visión de la presencia bordeada por el sublime oficio de deletrear el mundo:


Oídos con el alma,
pasos mentales más que sombras
sombras del pensamiento más que pasos,
por el camino de ecos
que la memoria inventa y borra:
sin caminar caminan
sobre este puente
tendido entre una letra y otra.


Pasado en claro, como Primer Sueño, habla de la experiencia de lo indecible, donde el lenguaje habla a través de nosotros, pues sólo porque somos la memoria del mundo el mundo nos recuerda. Por ello hasta los bosques de palabras cubren de ramas los ojos de Octavio Paz. Porque las palabras —como para Gaston Bachelard— son seres acuáticos, aéreos, fogosos y terrestres:


Animales y cosas se hacen lenguas,
a través de nosotros habla consigo mismo
el universo. Somos un fragmento
—pero cabal en su inacabamiento—
de su discurso…


Pasado en claro es el desvelo no de una noche sino de toda la vida de Octavio Paz, ante la belleza, la luz y la pavura. Como en su poema Árbol adentro, Octavio Paz sugiere que no somos más que nuestro nombre, un sendero que nos pone, como en El mono gramático, de camino al habla, que es nuestro ser, pero que nunca llega:


Estoy en donde estuve:
voy detrás del murmullo,
pasos dentro de mí, oídos con los ojos,
el murmullo es mental, yo soy mis pasos,
oigo las voces que yo pienso,
las voces que me piensan al pensarlas.
Soy la sombra que arrojan mis palabras.


Pasado en claro también resume la obra de Octavio Paz: la búsqueda del ser del lenguaje y del lenguaje del ser, las raíces del hombre, la pregunta por el sentido y el sinsentido, la poesía, la vida, el mito, lo sagrado, el arte y la historia. Un poema que expresa una tradición occidental que renace americana, mexicana y universal: la trilogía de la poesía ontológica de Primer Sueño de Sor Juana Inés de la Cruz, Muerte sin fin de José Gorostiza y Pasado en claro de Octavio Paz, en torno a una búsqueda común: nombrar el ser. Parafraseando a Shelley, todos los grandes poemas constituyen un único poema. No hay que olvidar que Octavio Paz incluye entre los grandes poemas ontológicos el poemario Altazor de Vicente Huidobro (un viaje en paracaídas en el que a medida que se acerca a la tierra, lo real y el ser, no le queda más que el balbuceo de un bebé).

     Una búsqueda de la palabra original para poder decir el ser de las cosas, lo real imposible de decirse, para que “el olmo dé peras”. Como advierte Paz: “comulgar con lo real es el fin de toda poesía”. Porque al nombrar ya no tenemos las cosas sino sus palabras. Como enseña Hegel en su Lógica: la palabra sólo nos da el tiempo de la cosa. Sí, pero el tiempo de la cosa la hace entrar en la historia. Octavio Paz lo dice así: “las palabras sólo nos dan la estela de las cosas”. Las palabras aparecen y desaparecen las cosas en un guiño de estrella, pero alumbran cual lámparas a las cosas, para sacarlas de sus ignotas tinieblas.

     Como en la existencia late una corriente alterna, Octavio Paz advierte que el poeta es un eterno “enamorado del silencio” que se ve compelido a escribir, para poder entrar en el ser o encontrarse con esta imposibilidad. Pasado en claro y Primer Sueño son un cúmulo de imágenes poéticas que no hacen signos, comprometiéndolos con el significante y el significado, sino que hacen señas, como lo advierte Heidegger, que se explican a sí mismas, pues sólo quieren llegar a ser (Martin Heidegger, “De un diálogo acerca del habla, entre un japonés y un inquiridor”, De camino al habla, Barcelona, Serbal-Guitard, 1987:77-140).

     Primer Sueño y Pasado en claro nos llevan por un camino sin principio ni final hacia el ser: la trágica visión de la presencia y la no-presencia, el ser que al develarse se ausenta, cual aletheia. Dos poemas modernos mexicanos y universales, cual dramas ontológicos sobre el límite radical del conocimiento. Dos noches de desvelos sorprendidas por un sol que madruga. Como en Piedra de sol no hay encuentro ideal con lo Absolutamente Otro: una ausencia que es un vértigo sin caída:


caigo en el instante, caigo a fondo,
invisible camino sobre espejos
que repiten mi imagen destrozada.


Como una mágica letanía, Primer Sueño y Pasado en claro repiten el sueño del conocimiento y la pesadilla de su imposibilidad: la inconsistencia del orden simbólico, el límite radical del lenguaje para decir el ser. Los dos grandes poemas ontológicos mexicanos son el aleteo griego de la presencia siempre bajo un fondo de ausencia.

     Octavio Paz sabe —como Kant y Cervantes— que entre las palabras y la realidad hay un abismo y que el que lo traspasa corre el peligro de ponerse frente a la locura. Renunciar a la fascinación del abismo implica develar la inconsistencia radical del lenguaje. Y es que la realidad es como los molinos de viento contra los que Don Quijote blande su lanza, pues hay algo inaccesible al discurso y a la razón, al lenguaje mismo, como la “cosa en sí”, de la que habla Kant, y de la que sólo se puede hablar trágicamente, como enseña Kant en su Crítica del Juicio.

     Pasado en claro es el primer poema mexicano moderno, porque intenta abolir todas las significaciones, pues es el significado último del lenguaje: la imposibilidad de decirlo todo. Octavio Paz —como Eckhart— pasa la noche en claro por una forma de conocimiento: el desconocimiento, el encuentro del poema con su verdad: lo decible-indecible (Rachel Philips, The poetic modes of Octavio Paz, Oxford, U. P., Oxford, 1972).

     Pasado en claro de Octavio Paz es la búsqueda del Ser y de nuestro ser, pero no por la vía de la filosofía y la ciencia como el Primer Sueño de Sor Juana Inés de la Cruz, sino a través de la poesía. Un poema en el que Octavio Paz se encuentra con la algarabía universal, y también lo sorprende el sol, con su persistente campana.

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