Conversaciones y novedades

La tía Victoria

Ángel Gilberto Adame

Lugares

Guadalajara

Personas

Paz, Ireneo

Tipología

Historiografía

Temas

El origen y la familia

Lustros

1915-1919
1925-1929
1930-1934
1900-1904
1905-1909
1910-1914

 

Palacio Municipal de Mixcoac

La tercera hija de Basilio Solórzano y María Anacleta Preciado nació el 23 de diciembre de 1839 en Guadalajara y fue bautizada el mismo día en el Sagrario Metropolitano. Sus padrinos fueron Gregorio Vizcarra y Susana Montenegro. Al final, resultaría una de las personas más longevas de la estirpe y se mantendría en contacto permanente con Ireneo Paz y su familia.

     A los veintiún años, contrajo matrimonio con su paisano, Manuel G. Abancés Arias, de profesión labrador. La ceremonia tendría lugar el 14 de mayo de 1861. Fueron testigos Jesús Torres, Dionicio Chacón y Ponciano Rojas.

     Justina, la primera hija de la pareja, nació el 27 de febrero de 1862. Luego vendrían Manuel, el 4 de febrero de 1864, y Roberto, el 25 de marzo de 1872. De este último, la madrina fue Margarita González-Rubio Solórzano, lo que demuestra la unión familiar que cultivaba la esposa de Ireneo.

     Para 1882, Manuel Abancés padre ejercía el cargo de jefe de recaudación del Ferrocarril Central, así que se mudó con su familia a la capital del país. En esa época, se vio envuelto en un pequeño escándalo:


Denunciamos anteayer que un español de nombre Agustín Mora, vecino de Querétaro, acusaba al dueño del hotel de Buenavista, lo mismo que al jefe de la recaudación del Ferrocarril Central, de que le habían extraído su reloj; la acusación nació de que entró al restaurante a la vez que el dueño se encontraba detrás de su mostrador y el recaudador D. Manuel Abancés tomaba su café en una mesa.  La acusación era tan estúpida, que no se apoyaba más que en ser las personas que había visto cuando echó de menos su prenda; y preguntando sus nombres fue a denunciarlos como autores del robo, ante el inspector.  Este, que no debe ser muy aventajado tampoco, sin procurarse ningún dato, consignó el negocio al juez de turno.  Se ve bien que, con este raro sistema de calumnias y partes de la autoridad, puede ser víctima de un atentado hasta la persona más respetable.  

He aquí un certificado del juez que instruyó en el acto la averiguación: […] El C. Lic.  Teodosio de Azcué, juez 2. correccional, certifica: que en la averiguación instruida en este juzgado por el robo que sufrió el C. Agustín Mora […] hay las constancias que en lo conducente son como siguen:  Agregando que no acusa al Sr. Abancés, pues es persona decente y por lo mismo indigna de cometer un delito, y sólo pide se le entregue la leontina; que al denunciar este hecho a la autoridad, no pretendió acusar al Sr. Abancés, sino sólo de prevenir al negocio para cuando se logre descubrir al autor del delito […].

Al día siguiente se fue furtivamente D. Agustín Mora para Querétaro, llevando su reloj, y contó de paso a los empleados de la estación, que como estaba un poco chispo, creía que se lo habían robado; pero que no recordaba que se lo había puesto en seguro en otro bolsillo. [1]


Ese mismo año, Manuel se sumó a una colecta que organizó Ireneo para los deudos del poeta Antonio Plaza. Años después, también cooperaría en el proyecto de monumento a Manuel Acuña.

     Manuel Abancés Solórzano entabló amistad con su primo Arturo Paz y era asiduo concurrente a los bailes que éste organizaba, como el que celebró el sábado 1 de septiembre de 1883: el joven Manuel acudió disfrazado de diplomático de Napoleón. [2] En junio de 1891, fue uno de los más de doscientos asistentes a la tamalada que organizó Arturo Paz con motivo de su onomástico y a la que incluso asistió José Yves Limantour. [3] Todavía en julio de 1895, se reportó su asistencia a la fiesta de cumpleaños de Ireneo en la finca de Mixcoac:


A las cinco de la tarde todos los concurrentes entraron a la gran sala y después de una selecta obertura por la orquesta, las señoritas Rosa Paz y Concha González Rubio y los Sres. Liborio Fuentes y Manuel Abancés representaron el gracioso disparate “El novio de Doña Inés”.  Los jóvenes aficionados se lucieron. Rosita hizo una graciosa Doña Brígida y la bella Conchita una linda Inés. Liborio estaba en su elemento y parecía un Fabri, un Vico, un Gerardito López del Castillo, y Abancés hizo con mucha gracia el papel de tartamudo. [4]


Sin embargo, la situación económica de la familia Abancés no era buena y dependía de los buenos oficios de Ireneo ante el ministro de Hacienda. Así, el 6 de marzo de 1896, Limantour le escribió:


Muy estimado amigo:

Con gusto procuraré obsequiar la recomendación que se sirve Ud. hacerme en su carta de antier, en favor del señor Don Manuel G. Abancés, con tanta más razón, cuanto que dicho señor es empleado de la Administración Federal de Rentas, y al Señor Presidente y a mí nos preocupa la suerte de esos empleados que cesarán en junio próximo.


Manuel Abancés hijo también laboraba en la Secretaría de Hacienda. A principios de 1898, cayó enfermo e Ireneo buscó una licencia para él. La situación de la familia se agravó cuando, al arrancar el mes de febrero, falleció Manuel G. Abancés. El día 3, Ireneo le escribió a Limantour:


El joven Manuel Abancés, de quien hablé a Ud en una carta relativa a una pequeña licencia, tuvo la desgracia de perder a su padre […] en los días destinados para ponerse en cura el referido joven; así es que haciendo uso del benévolo ofrecimiento de Ud, le suplico que se sirva concederle otros ocho días para que pueda hacerlo, favor que le agradeceré muchísimo.


El 26 de abril la enfermedad de Manuel se complicó:


Muy querido amigo:

El joven Manuel Abancés de quien hablé a Ud. anteriormente, sobre una licencia que le fue concedida, está muy grave y parece vivirá ya muy poco; como la licencia de dos meses concluyó el 23 del presente, su pobre madre y hermana van a verse privadas de ese sueldo, sumidas en la miseria. Hay un hermano del enfermo, menor que él, llamado Roberto, que pudiera muy bien substituirlo y el cual tuvo que abandonar una pequeña colocación que tenía fuera de aquí al saber la muerte de su padre y la gravedad de Manuel, su hermano.

Como el enfermo, por el estado en que está, no puede ni firmar su renuncia, podría, si Ud. lo creyera conveniente, nombrarse a Roberto Abancés interinamente.

Rosa, de quien son sobrinos esos muchachos, une su súplica a la mía para que se sirva hacer tal obra de benevolencia.


No hay constancia de que Limantour hubiera accedido a la petición. Ese mismo día falleció Manuel Abancés Solórzano a los treinta y cuatro años. La Patria publicó:


El martes falleció el joven Manuel Abancés, víctima de una penosa enfermedad.

La familia Abancés ha sufrido duros y repetidos golpes; no hace aún dos meses que tuvo que llorar la pérdida del señor Abancés, padre honrado y viejo empleado de Hacienda y hoy lamenta de nuevo una desgracia.

Damos el sincero pésame a los deudos y especialmente a nuestro director que estaba ligado con vínculos de parentesco con el joven Abancés. [5]


Se desconoce el destino de Roberto. El 4 de octubre de 1915, a los cincuenta y tres años, falleció Justina. Nunca se casó. Meses después fallecería su primo Arturo Paz. Victoria Solórzano Preciado sobreviviría hasta los noventa y un años. Falleció el 27 de enero de 1931. En “Evocación de Mixcoac”, el poeta Octavio Paz recordaría:


Enfrente del Palacio Municipal hay una construcción rojiza del siglo XVIII. Tiene un patio armonioso, rodeado de arcadas robustas y una diminuta capilla barroca, toda dorada. El edificio hoy es una universidad privada; en aquellos años la habían dividido en viviendas y en una de ellas vivía mi tía Victoria, casi centenaria, devota y siempre suspirando por su Guadalajara. 





[1] “El robo de un reloj”, La Patria, 31 de agosto de 1882, p. 2.

[2] Arturo Paz, “Un baile de fantasía”, La Patria, 7 de septiembre de 1883, p. 3.

[3] “Impresiones, tristes y alegres”, La Patria Ilustrada, 29 de junio de 1891, p. 2.

[4] “Frivolidades”, La Patria Ilustrada, 8 de julio de 1891, p. 3.

[5] “El señor Manuel Abancés”, La Patria, 28 de abril de 1898, p. 2.


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