Conversaciones y novedades

Octavio Paz: monedas, cheques y lotería

Adolfo Castañón

Año

2022

Personas

Castañón, Adolfo; Pacheco, Cristina; Iturriaga, José

Tipología

Memorias

Temas

Recontextualizaciones

 

Con autorización de Adolfo Castañón, autor de este escrito, reproducimos a continuación el artículo “Octavio Paz: monedas, cheques y lotería”, publicado el lunes 4 de abril de 2022 en La Santa Crítica.



I

En la vida y en la obra de Octavio Paz, el dinero siempre estuvo presente. Es sabido que el joven poeta trabajó durante algún tiempo en el Banco de México, de día contando billetes para ser quemados, de noche contando sílabas para sus poemas. El símbolo del dinero aparece como una alegoría de la explotación en poemas como “Entre la piedra y la flor”. No sería imposible armar un recorrido antológico con ese tema en su obra. Por otro lado, me consta que el poeta era muy cuidadoso con el dinero y que él mismo llevaba las cuentas de su casa y, desde luego, administraba los contratos y permisos, cada día más numerosos, que suponía su obra publicada en español y traducida a otros idiomas.

     Alguna vez comentamos que hay países donde las imágenes de los escritores se estampaban en los billetes, por ejemplo, Jean Racine en Francia o Cecília Meireles en Brasil. Creo que no llegó a escribir nada sobre este tema, aunque hubiese sido interesante conocer su parecer sobre las presencias de Sor Juana Inés de la Cruz o de Justo Sierra en algunos billetes mexicanos.

     Pocos años después del fallecimiento de Paz, el Banco de México hizo dos emisiones —una en 2000 y otra en 2010— de una moneda de veinte pesos con la figura del poeta. La del 2000 representa al joven de alrededor de treinta años mirando hacia la derecha; la del 2010, al hombre maduro que apoya la barbilla en la mano como en un gesto pensativo. Ambas monedas traen inscritas las mismas palabras: “Todo es presencia, todos los siglos son este Presente”. En la de 2010, las palabras se inscriben en letra muy pequeña alrededor del círculo color plata que representa al escritor, cuyo nombre dice Premio Nobel de Literatura 1990. Del otro lado de la figura de Paz, está representada el águila del escudo nacional. Desde hace años llevo conmigo tres de estas monedas: una de la edición del 2000 y dos de la edición del 2010. A veces, en el curso de alguna conversación, las muestro en público. Una de las últimas veces que lo hice fue en una conversación televisada con Cristina Pacheco.



II

Si Octavio Paz se sacó un premio mayor con sus palabras, poemas y libros, ¿no era previsible que la Lotería Nacional le dedicara el billete del viernes 28 de marzo de 2014, donde aparece la misma fotografía de las monedas? Algunos supersticiosos compraron varios billetes para ese sorteo, además de atesorar algunas monedas.


III

[1] A Octavio Paz (yo no lo tuteaba y le hablaba de usted) lo desvelaban y divertían las palabras y sus historias: por ejemplo, “rastacuero” la hemos importado del francés “rastacuère”, que, a su vez, viene del español “arrastra-cuero”, la voz con que se les llamaba en el París del Renacimiento, cuando España estaba en su mayor auge, a los trepadores de mala muerte que campeaban faroleando y presumiendo lo que no tenían. Estas historias lo divertían. Le impacientaba no encontrar una palabra en el diccionario y lo impacientaba aún más no tener el diccionario en que se encontraba. Una de mis armas secretas como corrector era el Diccionario Vox [2] que había descubierto a la hora de traducir el libro sobre la traducción After Babel: Después de Babel, de George Steiner. En cierta ocasión, Paz me preguntó sobre una palabra que no encontraba ni en el DRAE ni en Moliner, creo recordar que era “estovaína” (era raro que él consultara un término que más bien tiene que ver con el ámbito médico). “¿Sabe dónde puedo encontrarla?”. Le dije que, seguramente, estaba en el VOX. “¿El qué?”, preguntó. “En el VOX, Octavio. Un diccionario general ilustrado de la lengua española”. Así era: “Estovaína: alcaloide sintético usado como anestésico local”, consigna ese diccionario. Me pidió que, por favor, le consiguiese un ejemplar. Un par de días después ya lo tenía en sus manos e insistía en pagármelo. Tuve que aceptar. Me dio un cheque de Banamex firmado al portador por la cantidad de dos mil pesos. 


Pasó el tiempo. Unas semanas después, me habló muy inquieto para preguntarme qué había sido del cheque que me había dado en propia mano. ¿Lo había cobrado? Nunca he tenido una relación convencional con los dineros. Le dije que no, que, por supuesto, no; que lo había guardado como un recuerdo, pues su firma en un cheque era para mí más valiosa que el efectivo. Aunque estábamos hablando por teléfono, casi lo sentí llevarse la mano a la cabeza mientras me decía aliviado: “Ahora ya sé por qué no me salen las cuentas… vaya y cóbrelo, por favor”, me dijo. “No, Octavio, no lo haré”. Guardó silencio un momento. “Está bien”. En ese instante, comprendí que ese señor muchas veces premiado llevaba o supervisaba él mismo las cuentas de su casa; le di todo su peso y valor al hecho de que Octavio Paz no hubiese accedido nunca a tener un agente literario que manejara el engorroso papeleo que flagela a los autores. Me vienen a la mente varias imágenes: el recuerdo de que, como él mismo lo dice, antes de la muerte de su padre, en 1935, con menos de veintiún años de edad, se había visto obligado a “asumir el ser el padre de mis padres”; [3] las imágenes de un Paz ya mayor en la sección de revistas del Sanborns en Reforma en donde se detenía a curiosear; también me vino a la mente el joven Octavio Paz que, según cuenta su amigo José E. Iturriaga, trabajó como notario delegado de la Comisión Nacional Bancaria contando los billetes que iban a incinerarse y a darse de baja. El hombre que sabía contar las sílabas con todo el cuerpo no ignoraba el modesto arte de contar billetes y de llevar las cuentas de su propia casa. Tengo la impresión de que todavía, el día de hoy, Marie-Jo Paz va ella misma al banco. Ahora podemos contar las sílabas de los poemas de Paz. También podemos arrojar al aire las monedas de veinte pesos que llevan su efigie y apostar: ¿águila o Paz?




[1] El siguiente fragmento es tomado de “Briznas”, Adolfo Castañón, Tránsito de Octavio Paz (poemas, apuntes, ensayos), México, El Colegio de México, 2014.

[2] VOX. diccionario general ilustrado de la lengua española. Prólogos de don Ramón Menéndez Pidal y don Samuel Gili Gaya. Cuarta edición corregida y ampliada, revisión por don Samuel Gili Gaya, 6ª reimpresión, Bibliografía, Barcelona, 1979, 1711 pp.

[3] Carta de Octavio Paz a Tomás Segovia. Nueva Delhi, 27 de noviembre de 1965.


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