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Claudio Isaac y su película "Octavio Paz: el lenguaje de los árboles"

Claudio Isaac

Año

1983

Tipología

Memorias

Temas

Lecturas y relecturas: la obra poética

Lustros

1980-1984

El cineasta y escritor Claudio Isaac (1957) inició su carrera cinematográfica como actor en Tiempo de morir (dirigida por Arturo Ripstein) y luego se desempeñó como asistente de dirección y gerente de producción. En 1976 filmó Crónica íntima, su primer largometraje, basado en su propio guión, y en 1982 dirigió El día que murió Pedro Infante.

          Entre 1980 y 1983 realizó su trilogía documental Algo sobre Jaime Sabines [1980], Guadalupe Amor: un caso mitológico [1980] y Octavio Paz, el lenguaje de los árboles [1983]. En 2014 dirigió para Clío el trabajo Octavio Paz: cantar y contar como parte cuarta y final de la serie Vida y obra de Octavio Paz. Esporádicamente, debido al desigual apoyo financiero, sigue sumando títulos a su filmografía documental que reúne casi medio centenar de testimonios literarios, como los dedicados a Elsa Cross, Juan Villoro, Eliseo Alberto y Antonio Deltoro.  

          Además, Isaac ha exhibido su obra plástica desde 1966 en galerías y centros culturales y publicado libros como su novela Alma húmeda (1998) las memorias Luis Buñuel: a mediodía (2003) y Cenizas de mi padre (2007). En 2012 publicó su segunda novela, El tercer deseo, y Regreso al sueño, libro que reúne sus poemas.

          Su documental Octavio Paz: el lenguaje de los árboles es especialmente interesante pues reunió el talento del joven cineasta con la voluntad de Paz por utilizar los medios de comunicación –el radio, los discos, el cine y la televisión— para sacar a la poesía de lo que solía llamar “las catacumbas”, ese sitio moderno de desdén e indiferencia del que, buen romántico, aspiraba extraerla en busca de los otros, de la comunión. Un anhelo, si no es que una fantasía, de que, como en otros países, en México se reuniera la gente “para escuchar a los poetas”, para “leer poemas, oírlos, y oírlos reunidos en grupo”.[1]

          Acompaña el film una “Nota sobre Piedra de Sol” en la que Isaac rememora la filmación del documental, y sus charlas con Paz. (G.S.)





Nota sobre Piedra de Sol

Al calor de las sesiones en las que íbamos definiendo el contenido del documental que terminaría titulándose El lenguaje de los árboles, surgieron revelaciones de parte de Octavio Paz cuyo carácter era bastante recóndito. Yo ignoro por qué me confió él esto a mí, en lugar de decírselo a alguno de sus herederos naturales, sus colaboradores en Vuelta, sus verdaderos amigos cercanos. Sea como fuere, en una ocasión, tras revisar pasajes de El arco y la lira, empezamos a hablar de las distintas formas de nacer del poema, desde el experimento preconcebido, como en su propio Blanco, hasta el dictado febril de una voz interna, como en las Odas de Pessoa, o las palabras acarreadas por el viento, azotando los muros del castillo de Duino, escuchadas por Rilke, o los versos de la Rima del viejo marinero, soñadas por Coleridge con la exactitud de los patrones métricos.

          En contraste con el génesis de Blanco, de pronto Octavio mencionó Piedra de Sol. Se hizo un silencio prolongado, como si, queriéndolo o no, hubiese hecho una invocación grave. El momento se cargó de una densidad que intuí como preparatoria de una especie de declaración íntima.

           Tomó un aire reposado, de introspección. Con un dolor que me pareció añejo, pero no por completo apagado, Octavio me contó que en los años cincuenta, en Nueva York, había tenido una ruptura amorosa terrible. 

           Tras narrarme una escena verdaderamente desgarrada que no detallaré por lealtad a su propio pudor, suspiró y dejó que transcurriera una pausa, alzando las cejas y cerrando los ojos un instante. Luego concluyó: 

— Salí solo del hotel, consternado, y abordé un taxi. Me sumí en el asiento trasero y quedé mudo. Conforme avanzamos por las avenidas vacías, me fue penetrando poco a poco un único sonido cíclico: era el chirrido de una llanta del yellow cab, un chirrido recurrente. Marcadas por esa misma cadencia, fueron surgiendo en mi mente aturdida las palabras:

un sauce de cristal, un chopo de agua,
un alto surtidor que el viento arquea,
un árbol bien plantado mas danzante….






[1] “La nueva analogía”, recogido en La casa de la presencia. Poesía e historia, volumen 1 de las Obras completas en la edición del autor (1:304). Véase adelante la información sobre la bibliografía de este volumen. 


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