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Octavio Paz y El rebelde, canciones para Jorge Negrete

Jaime Vázquez García

Año

1943

Personas

Salvador, Jaime; Negrete, Jorge; Malaquais, Jean

Tipología

Música

Temas

Recontextualizaciones

Lustros

1995-1999

 

Póster promocional de la película El rebelde.

La prensa de espectáculos destacaba al año 1943 como un gran periodo para la industria cinematográfica nacional. La producción de 70 películas rebasaba la cifra récord establecida en 1938, año en el que se filmaron 57 producciones. Entre las causas más relevantes del crecimiento de la industria del cine estaban, en lo financiero, la creación del Banco Cinematográfico y el apoyo norteamericano que en tiempos de guerra daba al cine nacional; y en su éxito de taquilla, el surgimiento de creadores, artistas y películas que representaban “lo nuestro” en las pantallas: los rostros e historias que “retrataban” y le hablaban de frente al creciente público de las salas cinematográficas, un puente de identidad entre las películas y los sueños de la gente. 


          Es el año de Distinto amanecer, de Julio Bracho y de María Candelaria de Emilio “El Indio” Fernández, directores que realizaron sus óperas primas en 1941 y que se abrían paso con dos maneras de hacer cine y dos visiones que expresaban, con su escritura cinematográfica, un lenguaje novedoso. Distinto amanecer narra la vida urbana, es un asomo al thriller político que entrelaza a los personajes marginales con el compromiso social. María Candelaria es el espejo costumbrista que relata una tragedia de amor y odio enmarcada entre las trajineras de Xochimilco, bajo el cielo que parecía tocar los ahuejotes, los árboles sagrados que capturó la cámara de Gabriel Figueroa. Recordemos que por Distinto amanecer, la Unión de Periodistas Cinematográficos Mexicanos otorgó el premio de ese año a Xavier Villaurrutia, por los diálogos, una de las tantas contribuciones de los escritores al cine mexicano.   


          En septiembre de 1943, en los estudios CLASA, inicia la filmación de El rebelde (Romance de antaño), bajo la dirección del español Jaime Salvador Valls, protagonizada por Jorge Negrete, María Elena Marqués, Julio Villarreal y Miguel Ángel Ferriz, entre un extenso reparto. Fue la segunda película del grupo formado por el productor Óscar Dáncigers, Jaime Salvador en la dirección y Jorge Negrete como protagonista, después del fracaso que significó El jorobado, cinta vapuleada por la crítica de entonces y de ahora, y por la que Negrete, se dice, cobró 30 mil pesos, un sueldo estratosférico para los estándares de la época. 


          Los créditos al inicio de El rebelde indican que la adaptación cinematográfica es de Jean Malaquais y Jaime Salvador, y la música y canciones de Manuel Esperón tienen letra de Ernesto Cortázar y Octavio Paz. Las canciones son: “Romanza de amor”, “Mi gitana” y “La canción del bandido”, además de “Goyescas” de Enrique Granados. El rebelde se estrenó el 25 de diciembre de 1943 en el Cine Palacio Chino de la Ciudad de México.

          

          La revista Estudios editada por el ITAM publicó en su número correspondiente al invierno de 1999-2000 una entrevista con Octavio Paz. En la conversación, Paz recuerda: “Trabajé con Jean Malaquais para adaptar un cuento de Pushkin, 'El jinete', con Jorge Negrete; al que, por cierto, yo le hice una canción que me quedó asquerosa, por la que me pagaron una miseria”. Emilio García Riera, en su Historia documental del cine mexicano, afirma lo siguiente: “Entrevistado por Javier Aranda Luna […] Octavio Paz dijo de su único trabajo para el cine que colaboró en los diálogos (sin crédito) y escribió dos canciones (con crédito) de El rebelde para ‘ganar unos pesos’ con su amigo el escritor francés Jean Malaquais, exiliado en México durante la guerra […] recordó Paz que adaptaba un texto de Pushkin y la creyó titulada (‘me parece’) El caballo negro; de Malaquais, que fue vanguardista ‘muy elogiado por Gide y Trotsky’ y, ‘con el tiempo’, traductor de Marx al francés.”  


          García Riera arriesga una opinión al respecto: “Doy por casi seguro que Malaquais era amigo de Óscar Dáncigers y por bastante posible la hipótesis: de filmarse El rebelde unos cuatro años más tarde, el productor la hubiera puesto en manos de otro amigo suyo, Luis Buñuel, y es de suponer que el buen acuerdo de éste con Malaquais y Paz hubiera dado resultados cuando menos curiosos”. Dáncigers, nacido en Moscú en 1902 y que realizó una extensa labor en el cine mexicano, fue el productor de las primeras películas que Luis Buñuel filmó en México, comenzando con El gran Casino, con Jorge Negrete y Libertad Lamarque en los papeles principales, y que marcó el debut de Buñuel en nuestro cine.


          En realidad, aclara García Riera, el relato de Pushkin se titula “Dubrovsky”, y cuenta la historia del teniente del ejército ruso Vladimir Dubrovsky. La obra fue llevada al cine norteamericano en 1925, bajo la dirección de Clarence Brown, protagonizada por Rodolfo Valentino. La película se tituló The Eagle (en México El águila negra). Ambos títulos comparten la estructura argumental: el joven militar (Negrete y Valentino) por los vuelcos de la fatalidad se convierte en una especie de Robin Hood empeñado en vengar una traición a su padre, muerto por la desdicha, para sucumbir en su afán vengador al amor de la hija del villano (Vilma Banky y María Elena Marqués), que le arrebató las propiedades paternas. Al final, el amor vence y los jóvenes se unen con el consentimiento del villano, redimido por un corazón inexplicablemente sensible y arrepentido. En El rebelde, curiosamente, el padre de Juan Manuel (Negrete) se llama Antonio de Mendoza, como el político y militar, Comendador de Socuéllamos, primer virrey de la Nueva España y primer virrey de Perú.


          El argumento original de Marquais, con las aportaciones que haya realizado Octavio Paz, sufrió la adaptación de Jaime Salvador, un cineasta al que García Riera califica de “mediocre director español”. Salvador tuvo en sus manos el guion de Jean Malaquais, nacido en Varsovia como Vladimir Jan Pavel Malacki, que huyó del nazismo junto a un grupo de intelectuales como Alma Mahler, Arthur Koestler, André Breton, Max Ernst, Marc Chagall, Marcel Duchamp, Hannah Arendt y Max Ophüls, entre muchos personajes que abandonaron Europa con el corazón desgarrado para nutrir con generosidad y trabajo la cultura en los países a los que llegaron y les dieron cobijo. Amigo de Víctor Serge, Malaquais colaboró también en la revista de Paz El hijo pródigo. Entre pequeños trabajos de sobrevivencia, los intelectuales exiliados y sus pares mexicanos, sorteaban la existencia y dedicaban el tiempo a su propia obra. Malaquais tenía entonces 36 años y Paz era un joven de 29. Jaime Salvador contaba con 42 años y Óscar Dáncigers 41. Jorge Negrete, próximo a cumplir los 32 años al inicio del rodaje de El rebelde, recordemos, sustituiría en 1944 a Mario Moreno “Cantinflas” como secretario general de la Asociación Nacional de Actores, para iniciar así su primer periodo al frente de esta asociación nacida en noviembre de 1934, con Fernando Soler al frente. María Elena Marqués, coprotagonista de la película, era una joven actriz de 17 años.


          La segunda colaboración de Malaquais a nuestro cine fue en el guion de la película Dos caras tiene el destino, de 1951, año de la celebración del 20 aniversario del cine sonoro en México. En 1951 se producen, según los datos publicados en La fábrica de sueños. Estudios Churubusco, 1945-2015, 107 películas, entre ellas: La noche avanza, de Roberto Gavaldón, en la que participan como guionistas Luis Spota y José Revueltas; ATM, de Ismael Rodríguez, con Pedro Infante y Luis Aguilar; y El ceniciento, de Gilberto Martínez Solares, con Tin Tan en una de sus más celebradas versiones sobre los clásicos. En ese año, Malaquais vivía ya en los Estados Unidos, después de su paso por nuestro país. Escribió: "México y la Ciudad de México son, estrictamente hablando, prodigiosos. Cada piedra aquí rezuma el pasado, un pasado violento y apasionado". 



Póster promocional de la película Dos Caras


          Dos caras tiene el destino, producida por José Noriega, inició su filmación en los Estudios Churubusco el 17 de septiembre de 1951, con un costo aproximado de 600 mil pesos, y se estrenó en el Cine Palacio Chino el 21 de marzo de 1952. Es la historia de un médico (Eduardo Noriega) atormentado por la muerte de su esposa debido a la epidemia de viruela en un campamento de explotación del chicle en la selva. En su huida hacia la ciudad es testigo de un crimen: el hombre al que asesinaron tiene su mismo rostro, es idéntico a él, su gemelo en un destino que los une. Al tomar su lugar, el médico enfrentará otro destino, el de padre de una pequeña niña (Angélica María), esposo de una distante y herida mujer (Miroslava) y usurpador de una vida que no le pertenece. El guion de Malaquais tuvo la adaptación de Agustín P. Delgado, director de la película, de Edmundo Báez en los diálogos al igual que las escenas adicionales y de Isaura Murguía en la colaboración en los diálogos.      


          Volvamos a El rebelde. El espectador, en la oscuridad del cine, observó a Ana María (María Elena Marqués) peinándose frente al espejo, levantándose para apagar las velas, abrir la ventana de su cuarto. La noche era fresca, agradable, Ana María miró al cielo y comenzó a tararear una melodía, a la que pronto se sumó la voz de Juan Manuel (Negrete). La cámara de Raúl Martínez Solares se detiene en el rostro de Ana María, quien sonriente escucha la canción: “No te miro con los ojos, cuando los cierro te miro y en mi pecho te aprisiono con cerrojos de suspiro. Nunca mis labios te nombran, tu nombre son los latidos y sus sílabas la sangre de mi corazón partido”. La cámara se acerca nuevamente al rostro de Ana María, a su juvenil belleza, a sus ojos, como lo hizo Gabriel Figueroa en su célebre close up a María Félix en Enamorada tres años después, mientras escuchamos “La malagueña” con el Trío Calaveras y compartimos la mirada ilusionada de Pedro Armendáriz. Negrete es Juan Manuel, la voz del “Charro Cantor”, que hace suya la música de Manuel Esperón y los versos de Octavio Paz. Vivimos el momento especial del cine mexicano que une imagen, melodía, la estampa plena del ídolo de la pantalla y la palabra de Octavio Paz, con unos versos que el joven poeta escribió en 1943 para ganarse unos pesos: “Ayer cantaba palabras pero las palabras son nubes que el viento se lleva, hoy canta mi corazón”.






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