Conversaciones y novedades

Poetry International 67

Ángel Gilberto Adame

Año

1967

Lugares

Londres

Personas

Vargas Llosa, Mario

Tipología

Historiografía

Temas

Embajador en la India (1962-1968)

 

Cartel del Poetry International 67
Antecedentes

Entre la variedad de movimientos contraculturales que dejó la década de los años sesentas, los relacionados con la literatura son especialmente combativos. Hacia el otoño de 1966, el escritor inglés Ted Hughes convocó al encuentro Poetry International, que pretendía congregar a poetas de renombre para combatir a favor de la paz mediante la idea de que la poesía podía ser “un idioma universal en el que todos podemos encontrarnos”. [1]

     Buscando hacer un evento lo más plural posible, Hughes invitó, entre otros, a Robert Lowell, Zbigniew Herbert, Rafael Alberti, Miroslav Holub y Giorgos Seferis, pero ninguno, salvo Herbert, pudo asistir. “La invitación, presentada en papel membretado de la ‘Poetry Book Society’, no era magnífica: se otorgaría a cada participante un total de cinco libras diarias durante los cinco días que durara el festival y hasta cincuenta libras para gastos de viaje”. [2]

     Como las limitaciones económicas eran apremiantes, la junta directiva intentó reducir el esquema de participación libre. En protesta, Hughes renunció a su cargo y se lo cedió a Patrick Garland, quien asumió el rol de consejero. Hughes no deseaba invitar a ningún poeta inglés; sin embargo, la Poetry Book Society, en alianza con el Consejo de las Artes de Inglaterra, lo persuadió para incluir a algunos “por razones de taquilla”. El 20 de enero, Hughes le escribió a Richard Murphy:

El Festival de Poesía perdió muchas plumas. Estaba listo para abarrotar Londres de genios, cuando John Lehmann, etc., decidió que debía ser refrenado, evidentemente. Entonces, el Festival sólo podría ser de cinco extranjeros, cinco estadounidenses y cinco ingleses. Eran esos cinco ingleses los que intentaba evitar. […] Aconsejé que los cinco ingleses sean los más viejos posibles: Graves, MacDiarmid, Basil Bunting y, pensé, Austin Clarke. David Jones fue el quinto, pero no es probable que esté de acuerdo. [3]

Robert Graves, uno de los principales convocados, estuvo a punto de cancelar a causa de sus enfermedades y su tortuosa vida sexual, que, incluso, había hundido a Juan, el séptimo de sus ocho hijos, en una profunda depresión: [4] “No pienso dar más recitales de poesía. Ya he rechazado cuatro para este verano, incluyendo la Exposición Universal de Montreal. Debo escribirle a Ted [Hughes]”. [5]



Octavio Paz no aparece entre las primeras opciones de Hughes, por lo que es probable que su amigo Charles Tomlinson, destacado miembro de la Poetry Book Society, y Yehuda Amijaí, amigo de Hughes y de su pareja Assia Wevill, hayan sugerido invitar a Paz. De hecho, la invitación se entregó de último momento. Todavía el 10 de junio, Paz le informaba a Jean-Clarence Lambert que, después de “un breve salto en Spoleto (Festival Internacional de Poesía), [...] [daría] el salto hacia México”. [6] 


Cartel del festival en el cual aparece el nombre de Octavio Paz (1967).


Las críticas

En pleno Verano del amor, el festival hippie que tuvo lugar en San Francisco, el evento de poesía generó voces críticas contra las nuevas corrientes, calificándolas de pretenciosas y sin mayor valor, aunque en el fondo se escondía un nacionalismo exacerbado. Esta visión era compartida por una sociedad tradicionalista que no entendía que se vivía una época que permitía a cualquier persona, con suficiente talento y determinación, influir en la cultura, los medios, la literatura y la música. Dentro de esos grupos conservadores destacaba la voz del periodista inglés Malcolm Muggeridge, quien sorpresivamente fue anunciado como uno de los presentadores del festival. En consecuencia, con evidente ironía, el crítico inglés Donald Davie apuntó:

¡Regresa a casa, Octavio Paz! Y vete a casa también, Neruda, Yves Bonnefoy, Hans Magnus Enzensberger, Ungaretti, Anthony Hecht. Vuelvan a casa todo buen poeta que ha sido atraído a Londres esta semana para Poetry International 67. […] Han sido traídos aquí con falsos pretextos. Después de todo, ¿cómo pueden los poetas extranjeros saber lo que significa ser presentados por Malcolm Muggeridge?  El señor Muggeridge, tan descarado como siempre, sabe perfectamente lo que significa y no oculta su conocimiento. Esta misma semana deja constancia de su opinión sobre T.S. Eliot: “Eliot era el mayor farsante de todos, el estertor de la muerte en la garganta de una civilización agonizante”. Estas son las opiniones, y este es el lenguaje, con el que asociar a Giuseppe ¿Ungaretti?  ¡Qué refinada insolencia pensar eso, y qué ingenioso truco hacerle a ese poeta octogenario, para difamarlo con estas asociaciones sin que él lo sepa! […] El interés de Muggeridge en estos sucesos es evidente. Está en consonancia con el sorprendente y constante papel que se ha definido para sí mismo estos últimos años: ayudar sardónica y positivamente, y sin embargo con total lucidez, a la constante propagación de la infección de Londres sobre todos los centros de lo que fue una vez civilización. Y lo mejor de la broma es que es una broma interna; estos distinguidos extranjeros no sabrán en qué están ayudando, y se horrorizarían si se enteraran. [7]

Eliot Weinberger, un testigo directo de esos debates, detallaría que el carácter transgresor de esa década pronto se fue normalizando:

Básicamente lo que sucedió fue la “McDonaldización” de la contracultura, exactamente como había ocurrido con la cultura Beat. Todo lo que se consideraba radical en los 60 se convirtieron en opciones populares para el consumidor: música rock, marihuana, cocina exótica, ropa de trabajo cómoda, cabello largo, el “look natural” de la mujer, vegetarianismo, sexo sin matrimonio, etc., los años 50, tal como están representados, digamos, en las novelas de Kerouac. Lo salvaje de ayer es lo convencional de hoy: vino tinto, comida china con palillos chinos, jazz, etc. Y la ideología detrás de estas manifestaciones materiales toma otra forma y se convierte en parte de otra cultura, o simplemente se desvanece. La juventud de los sesenta creía genuinamente que el mundo estaba al borde de un cambio radical. Parece absurdo ahora, pero así era. Pensamos que la otra realidad reemplazaría a la realidad existente, y por eso la contracultura era más que una rebelión adolescente, era una creencia genuina de que en unos pocos años la cultura dominante se iba a transformar. (Nunca olvidaré esos artículos alarmados en la revista Time: “¿Quién dirigirá las corporaciones cuando estos hippies crezcan?”). Y el rock & roll, de una manera que es inimaginable ahora, fue la expresión artística de la nueva sociedad, tanto como el constructivismo fue la expresión artística de la nueva sociedad soviética. Lo que pasó con el rock & roll fue exactamente lo que pasó con el constructivismo: se convirtió en diseños para azulejos de baño. Otra cosa que debilitó la contracultura, al menos en Estados Unidos, fue que las universidades aceptaron las demandas más superficiales de los estudiantes: entre ellas, que lo que estudian sea de mayor “relevancia” para sus vidas. [8]



Hotel 69. The London Picture Archive.


Un alojamiento singular 

El evento se realizó entre el 12 y el 16 de julio en el Queen Elizabeth Hall y en el Purcell Room, edificios del South Bank de Londres que forman un complejo artístico y que habían sido inaugurados el 1 de marzo del mismo año. Aquel lugar reunió a las personalidades más variopintas del gremio literario y de la cultura en general. Entre los artistas que se presentaron ese año, destacan Jacqueline du Pré, Daniel Barenboim y Pink Floyd. Cuando William Empson conoció el conjunto arquitectónico, se burló: “Si los alemanes hubieran ganado la guerra, nos habrían obligado a construir cosas así”. [9] 

     Durante el festival, la poeta Ruth Fainlight invitó a Assia Wevill y a Hughes a quedarse en su casa: “será muy conveniente tanto para el Festival Hall como para Shura —la hija de la pareja— tener niños para divertirla, niñera, etc”. [10] Allen Ginsberg se hospedó en el departamento de su amiga Panna Grady, en Hanover Terrace, cerca de Regent's Park. 




Allen Ginsberg llegando al Queen Elizabeth Hall (1967).

La mayoría de los demás convocados fueron alojados en el Sixty-Nine Hotel, nombre que no escapó al ingenio de los poetas reunidos, prestándose para juegos de palabras y símiles. Anne Sexton ironizó: “No sé qué significa para ti, pero descubrir que me estoy quedando en el Hotel 69 me ha puesto a reír a carcajadas. ¿Es posible que haya un hotel con ese nombre? ¿Qué se hace en un hotel así siendo la única mujer en la conferencia? [11] ¡Hotel 69! ¿No saben que tengo una cadera rota?”. [12] Para Anthony Hecht, su peculiar denominación “sonaba prometedora”. Al recordar cómo conoció a Weinberger, Paz le dijo:


No sé si se acuerde de la primera vez que nos conocimos realmente, aunque usted pasó como una sombra de un hippie furtivo. Fue en Londres, en un festival célebre de poesía al cual asistió mucha gente notable [...]. Vivíamos en el mismo hotel, un hotel que se llamaba de un modo simbólico “69”, y se hacían toda clase de chistes. [13]

Weinberger le respondería a Paz, a propósito del festival:


[El poeta] Jerome Rothenberg […] ya estaba en mi mapa cuando nos conocimos por primera vez en las elaboradas fiestas que rodeaban el Festival de Poesía de Londres, hace un siglo. Yo, un nerd adolescente siguiendo las bandejas de entremeses entre una multitud de grandes maestros (Olson, Neruda, Paz, MacDiarmid, Ungaretti), estrellas de la poesía (Auden, Spender, Berryman, Empson, que había silenciado la habitación con un grito: “¡Nadie insulta al novio de mi esposa!” [14]), íconos del pop (Ginsberg, Burroughs, Trocchi, Mick Jagger, Marianne Faithfull) y cientos de practicantes en ascenso o fracaso, muchos de ellos ahora fantasmas. [15]

El pequeño edificio que ocupaba el hotel había sido la residencia de María Luisa Strut [16] y estaba ubicado en el número 69 de Cadogan Gardens, frente a Sloane Square. Aunque muchos se quejaban de su lejanía y de que no tenía el lujo esperado, fue una invitación a la bohemia. Fue tal el nivel de alcohol que circuló que, según otro de los organizadores, el crítico australiano Charles Osborne,  “John Berryman continuamente borracho, mojaba y ensuciaba su cama […] y fue expulsado”. [17] Previamente, el poeta estadounidense había tenido un exitoso recital en Spoleto y tomó un avión a la capital inglesa, según le dijo a su esposa e hija, “para representar más engaños”. [18]

     A propósito de Berryman, Paz lo recordaría como “un ser extraordinario”, quizás “uno de los mejores poetas americanos actuales”, con “unas barbas inmensas”. Añadió que:


estaba todo el día borracho, pero yo nunca he visto un borracho más lúcido. Nunca se quería dormir y Ginsberg […] le partía el “steak” en la noche y le decía: “Mira, yo me como un pedacito y tú te comes el otro”, y así lograba finalmente, a las cuatro de la mañana, que se fuera a dormir […]. Al despertar Neruda, Bonnefoy, Anne Sexton, Ungaretti, etc., Berryman nos saludaba: “Hum, ¿qué hora es?”. “Son las once”. “Hum, ¡It’s time for a drink!”. Esta era su primera fase. “Let´s have a drink. Let´s go to the pub”… Siempre estaba en el “pub” y los jóvenes poetas ingleses con una gran generosidad comisionaban a alguien para que lo acompañase… Era lo contrario del inglés Charles Tomlinson que al ver a Berryman y a Ginsberg me dijo: “Octavio, ¡now we are going to fase those damned american exhibitionists!”. [19]


Queen Elizabeth Hall



El desorden y las cancelaciones prevalecieron. Los carteles fueron diseñados por Edward Tuersley y reflejan los constantes cambios en la programación. El día del estreno, se anunció que los poetas rusos Yevgueni Yevtushenko y Andréi Voznesenski no lograron salir de la Unión Soviética, quizá por el recrudecimiento de la Guerra Fría a raíz de la escalada en Vietnam y de la muerte de Ernesto Guevara, además de los rumores de financiamiento de la CIA. [20] Los convocantes ironizaron: “Su ausencia está más allá de nuestro control e, imaginamos, más allá del de ellos. Nuestra obligación es hacer que los que sí llegaron suban al estrado, cuerdos, sobrios y respetables”. [21] Además, Berryman, que estaba indispuesto, tuvo que cancelar esa noche y su lugar lo cubrió Anne Sexton. Curiosamente, Berryman había sido amigo de Silvia Plath, a quien consideraba “una verdadera heroína del arte moderno” y, aunque no conocía a Hughes, le parecía “un poeta interesante”, pero lo tachaba de ser “un bastardo a gran escala”. [22]



John Berryman


El inicio

El miércoles 12 de julio, a las 19:45 horas, fue la inauguración en el Queen Elizabeth Hall. El público abarrotó los novecientos dieciséis lugares y otro medio millar de personas fueron rechazadas porque no tenían boletos. Esa fue la tónica durante todo el evento. De acuerdo con los requerimientos del Gran Consejo de la Gran Bretaña, “no se permitiría que los asistentes estuvieran de pie o sentados en algún lugar de las pasarelas que cruzaban los asientos o en cualquiera de los otros pasillos”. [23] Como escribió The Observer: “conseguir público es el único problema que los organizadores de Poetry International 67 no han tenido”. [24] 

     Incluso los críticos más agudos destacaron el comportamiento de los asistentes y reconocieron que el arranque había sido un éxito: “Nadie se volvió loco. En el vestíbulo, una chica con el pelo largo y una falda corta estaba sentada tranquilamente leyendo un libro, sosteniendo una copa de vino entre sus rodillas”. [25] Nada que ver con “la asamblea de almas” y el ruidoso escándalo del recital Beat en el Royal Albert Hall dos años antes.

     Muggeridge, al iniciar, dijo que “se sentía como un vicario de campo que, para recaudar fondos para la reparación de la iglesia, ha organizado un club de striptease en el salón parroquial”. [26] La prensa satirizaba su elección como maestro de ceremonias, ya que su “conocida repugnancia de Joyce, Eliot, Picasso y Stravinsky, le da derecho a servir como anfitrión sonriente y amante de la poesía”. [27]

     La conducción de Muggeridge fue criticada, sobre todo, “por su selección de bromas de guion que sólo interrumpieron la espontaneidad del evento”, [28] incluyendo sus mofas a Eliot y a Ungaretti. El inglés también fue atacado, en su propio círculo, por su participación en un recital de un “universalismo poco auténtico”. [29] Muggeridge se justificó:


Debo señalar que, lejos de buscar el trabajo de conducir el Festival de Poesía, fui persuadido en contra de mi voluntad y juicio. Quizá me equivoqué al dejarme convencer, pero ciertamente no fue por razones de dinero o de vanidad o porque me consideraba bien calificado, en virtud de mi conocimiento y apreciación del verso contemporáneo, para asumirlo. No quise hacerlo y, como lo pensé, no disfruté mucho haciéndolo, [...] aunque fue un placer conocer a algunos de los poetas, en particular Berryman, Laurie Lee y Ted Hughes. [30]

W.H. Auden fue el primero en salir. El auditorio lo recibió en tono reverencial: “Explicó que podría ayudarnos saber que las líneas impares terminaban en dactílicos y luego recitó una pequeña pieza sobre su casa en Austria, para su amigo Louis MacNeice (‘The Cave of Making’)” [31] :


                            Who would, for preference,
           be a bard in an oral culture,
obliged at drunken feasts to improvise a eulogy
            of some beefy illiterate burner,
giver of rings, or depend for bread on the moods of a
            Baroque Prince, expected,
like his dwarf, to amuse?


Tras un estallido de aplausos, “Muggeridge se acercó y, tomándolo de los hombros, lo incitó a recitar ‘Fleet Visit’, que aparentemente trata sobre la flota estadounidense en Nápoles, pero alcanza su clímax en elogios no a los marineros, sino al diseño de sus máquinas de matar”. [32]

     Después, apareció el joven alemán Hans Magnus Enzensberger, “extravagante con su camisa turquesa”, que, con una conciencia política coloquial, leyó dos o tres piezas breves, que fueron traducidas por Hughes. Posteriormente, salió a escena Pablo Neruda, quien leyó en un español apasionado y silencioso. “Su entrega osciló del sepulcro al salvaje encantamiento”. [33] Dedicó su actuación al poeta griego Yannis Ritsos, encarcelado por oponerse al golpe de Estado en su país. “Una vez más”, dijo el chileno, “el fascismo está llamando a la puerta de Europa”. Paz reconocería que la presentación de su antiguo camarada fue muy exitosa “porque leía muy bien sus poemas”.

     Luego le tocó el turno a Giuseppe Ungaretti. Su poesía fue leída, primero, en inglés por Allen Ginsberg con la voz de un profeta, y, tras ello, por él en su propia lengua y con gran intensidad. A Muggeridge, el éxito del italiano le pareció incomprensible: “Con balbuceante rabia y energía leyó, en su idioma, poesía de William Blake que había traducido. El anciano entró en frenesí, para deleite del público, que lo aplaudió una y otra vez, quizá porque no habían entendido ni una sola palabra de lo que había dicho”. [34]

     William Empson recitó lo que “Dylan Thomas consideraba [el] único poema [de Empson], que trataba sobre la bebida y la política y, lamentablemente, [es] imposible entender”. [35] Osborne recuerda que “Empson hizo una introducción muy larga al poema […] y luego se sentó habiendo olvidado leerlo”. [36]

     La actuación de Sexton causó furor en algunos y desconcierto en otros. Su llamada al escenario fue a través de un megáfono y, aun con la cadera rota, la poeta estadounidense leyó verso tras verso. Osborne narró:


Cuando me insistieron que acompañara al escenario a Wystan Auden en una actuación de Poetry International, Wystan fue grosero con Sexton porque encontró sus poemas aburridos (“¿A quién diablos le importa la abuela de Anne Sexton?”) y porque los leyó aproximadamente en el doble de tiempo que le habíamos pedido que lo hiciera. Tras bastidores, después de las salas, Auden se las arregló para hacerla llorar y me dejó para consolarla, lo cual, dado que no estaba interesado en ella, era claramente cruel de su parte. [37]

Al concluir, Sexton dejó su libro, abrió los brazos como una cantante pop abrazando a su audiencia y les lanzó un beso. Hecht también recordó el revuelo que causó: “Bueno, sí, ella fue sensacional, y fue muy criticada por la prensa al día siguiente. No obstante, fue la única poeta a la que se prestó atención. A pesar de todas las quejas, ella llegó a los titulares”. [38]

     Enzensberg regresó y luego tocó el turno de Charles Olson. Un asistente, Iain Sinclair, cuenta una anécdota de ese día:


Vi y hablé con Olson por primera y única vez en el Queen Elizabeth Hall en el South Bank el 12 de julio de 1967. El poeta de Gloucester debía leer entre sus compañeros: Auden, Spender, Ginsberg, Ungaretti. Lo programaron para cerrar antes del intervalo. […] Olson se unió a la gente.  Estaba tendido al otro lado del pasillo, vestido con un traje blanco sucio como un personaje de John Huston esperando su paso por la barbería en “El tesoro de Sierra Madre”, su turno alrededor del puerto en “Beat the Devil”.  Estaba justo al lado del lugar donde estábamos instalados.  “Dale tu asiento”, dijo mi compañero. E hice la oferta. Olson prefirió el espacio en el piso, sin prestar atención a los recién llegados que se vieron obligados a negociar un pasaje alrededor de su notable masa. Un asistente, después de varios intentos, y un tirón o dos de la manga, lo persuadió […] para que se sentara en el escenario. [39]

El cierre del primer día del festival les correspondió a Neruda y a Stephen Spender, “transmitiendo en el escenario una impresión de enorme respetabilidad, como un archidiácono cortés”. [40] 

 

Pablo Neruda durante su participación en el Poetry International 67.


Las fiestas

Esa noche, además de celebrar su éxito, un grupo de amigos se congregó en torno a Neruda, quien cumplía sesenta y tres años. “Estaban también los autores finlandeses y serbocroatas, cuchareaban su irish show y bebían como cosacos”. [41] Así lo recuerda Mario Vargas Llosa:


Celebra su cumpleaños en Londres. Lo deseaba hacer en un barco, entonces Alastair Reid, traductor suyo, poeta y amigo nuestro, organizó una fiesta, en un barquito sobre el Thames. Fue una fiesta muy divertida. Neruda dijo: “Yo voy a preparar el cóctel”, que era su especialidad. Preparó un cóctel que nos emborrachó a todos después de la primera copa. Absolutamente explosivo, que tenía muchas cosas, entre ellas champagne. Me acuerdo de la imagen de él echando a una fuente el champagne, muy divertido. [42]



Alastair Reid y su hijo Jasper Reid en el Flist, Támesis (1967).


Aunque hoy se sabe que en 1967 Neruda no estuvo nominado al premio de la Academia Sueca, el poeta chileno mantenía la esperanza:


Al cabo de un rato, alguien preguntó dónde se había metido el invitado de honor. Después de que lo buscaran largamente, lo encontraron en un rincón obscuro de la popa, con la radio pegada a la oreja. Esperaba un mensaje de Estocolmo. El mensaje llegó, pero no iba dirigido a él, sino a Miguel Ángel Asturias, novelista no sólo latinoamericano, sino además guatemalteco. Eso tenía que ofender a cualquier chileno. Pero lo peor fue que con su decisión [...] habían agotado la cuota latinoamericana por largo tiempo. Todos hicieron lo posible por consolar al poeta, pero al final hubo que llamar a un médico de urgencias para que lo atendiera, pues se había desmayado. [43]

Ginsberg también hizo de Londres una fiesta:


Velada con Paul McCartney y varias noches con los Stones. Planeamos hacer un poco de Hari Krishna juntos para el próximo álbum de los Stones. ¡Qué hermoso Karma! Pasé una noche viendo a Jagger, Lennon y McCartney componer el nuevo y estrambótico disco “Dandelion Fly” [44]  en el estudio. Los tres parecían las Gracias de Boticelli. [45]

Uno de los biógrafos de Ginsberg da más detalles de ese encuentro:


Fue invitado a ver a Mick Jagger, Paul McCartney y John Lennon grabar “Dandelion”, el trío de superestrellas actuando juntos por primera vez.  Ginsberg estaba de pie en la sala de control, vestido con una camisa de satén rojo brillante que Paul le había pintado, y fingió conducir la música a través de la ventana insonorizada mientras observaba a los cantantes actuar dentro del estudio. Todos iban vestidos de cachemir y terciopelo […].  Estaba en éxtasis; de hecho, estar con estos músicos fue uno de los momentos culminantes de su vida. Antes de que terminara la velada, estaban tratando a Allen como un “familiar fantasma sagrado” y todos hablaban de sus almas y espíritus. […] En esas fiestas, Panna [Grady] probó sus primeros brownies de hachís e imaginó que estaba sufriendo un ataque al corazón. Allen pudo calmarla y asegurarle que todo estaba bien y que ella estaba experimentando los efectos normales de la droga. [46]

El editor Al Alvarez, uno de los conductores, afirma que compartía con el poeta Zbigniew Herbert “el mismo amor por la poesía y el mismo disgusto por la vanidad de los poetas”, y que, tras una de las reuniones, el polaco le dijo: “Gracias a Dios que se acabó […]. Ahora vamos a emborracharnos”. [47]

     Por su parte, Hugh MacDiarmid se confesó agobiado por las invitaciones: “Había un par de cosas que quería hacer, pero apenas llegué a Londres me encontré con una lista de compromisos que se parecía a los viejos tableros de horarios de los trenes. Cuando estaba fuera del hotel por una hora o dos, el recepcionista del hotel se ocupaba de tomar nota de los múltiples mensajes telefónicos que recibía”. [48]

     La “pareja real” del festival la conformaron Assia y Hughes:


Las cabezas se volvían cada vez que ella y Ted tomaban sus asientos en el auditorio o asistían a una recepción. Por fin Assia se convirtió en una aclamada dama de sociedad, cumpliendo su sueño de pertenecer a un gran salón literario. La cineasta Mira Hamermesh asistió a una de esas fiestas, y estaba de pie en la parte trasera del pasillo junto a Ruth Fainlight y Alan Sillitoe, “cuando la puerta de entrada se abrió […] apareció una pareja. Nunca había visto tanta belleza en toda mi vida. Le pregunté a Ruth, quiénes son estas hermosas personas, y ella dijo: Ted Hughes y Assia Wevill. Pensé para mis adentros, ¿podría ser ella la Assia con la que perdí contacto hace unos veinte años? Ella y Ted caminaron hacia nosotros y Alan me presentó. Assia extendió su mano majestuosamente y murmuró con su voz colonial: ‘¿Cómo estás?’ Bromeé con ella, ‘¿Dónde está mi gargantilla?’ [49] La altivez de Assia se desvaneció y las dos terminamos riendo en los brazos de la otra; fuimos inseparables durante toda la noche”. [50]

Más tarde, Assia le escribiría a Amijaí: “Qué semana tan loca. Me parece recordarnos allí, en el Séptimo Salón de P. Grady, mientras, como el público del Coliseo, éramos observados, siendo los gladiadores de nuestro yo secreto”. [51]

  

Más del Festival

Las siguientes tres veladas fueron en el Purcell Room, a las 20:15 horas, conducidas por Alvarez, quien, observando el ambiente reinante, destacó: “Hay mucho narcisismo en la plataforma”. [52]

     El jueves, Alvarez presentó de nuevo a Neruda: “Uno solo de sus libros ha vendido más de un millón y medio más que los de John Betjeman y mucho más que los de Ian Fleming”. El chileno nuevamente impresionó: “Anoche estuvo en su vena más ligera, a veces humorística, a veces lírica. Oímos de besos, hermosas morenas, gitanas, magos, puentes delicados como violines”. [53] Dedicó unos versos contra la guerra de Vietnam.

     Le siguió Spender, “quien aprovechó el evento para recaudar fondos para los disidentes soviéticos” [54] y recitó un texto juvenil que muestra el carácter de toda su generación:

Who live under the shadow of a war,
What can I do that matters?
My pen stops, and my laughter, dancing, stop
On ride to a gap.


Enzensberger leyó un poema contra Hitler. Yves Bonnefoy, “un hombre gris y encorvado que escribe grandes versos sonoros”, [55] acompañado por su traductor Anthony Rudolf, declamó una oda a la voz de Kathleen Ferrier. Ese día también recitaron Empson, que leyó “Bacchus”, y Olson, que recitó “An Ode to Nativity”. [56] Las traducciones corrieron a cargo de Hughes y Wymark: [57]

     El viernes, Alvarez introdujo “al mejor poeta irlandés desde Yeats”: Patrick Kavanagh. Una espectadora, Miranda Woods, pensó que el poeta parecía muy viejo y muy débil mientras avanzaba tambaleante hasta el frente del escenario; sin embargo, era una figura enorme con gran presencia. Cuando empezó a leer “Literary Adventures”, tuvo dificultad para respirar y se detuvo después del primer verso. En ese momento, un grupo de jóvenes hippies, reunidos cerca del escenario, comenzaron a arrojarle flores. Fue un momento teatral: el anciano poeta, frágil, de pie en una lluvia de pétalos. La adulación de estos jóvenes le devolvió la confianza y encontró el valor para continuar; su lectura mejoró y logró un segundo poema:

But since the arrival of the Beatles and the Stones
Anything goes
And I am glad
That freedom is mad
Dancing with pot
Hurray
hurray
I say
For this beautiful day. [58]

Algún diario ironizó mencionando que el mejor papel interpretado por Ginsberg era el de niñera:

Gris y estrecho como un empleado de banco, delgado y pulcro que parecía una oveja antes de esquilar, llevaba un vestido plateado, regordete y liso y atado con plata en forma de cadena alrededor del cuello y cargaba un bolso malva de tejido tosco, se sentó en el estrado para tranquilizar a Kavanagh, envejecido y quejumbroso, como una enfermera con un niño rebelde. Otro día, volviéndose para ayudar al italiano octogenario Ungaretti con infinita dulzura, asegurándose de que estuviera cómodo, de que su luz fuera lo suficientemente brillante, de que tuviera derecho a su acompañante. [59]

La sorpresa de la noche fue Zbigniew Herbert, que no estaba confirmado. Durante su lectura, “introdujo un nuevo elemento, la sátira, en una fiesta que hasta ahora rara vez ha caído por debajo de un nivel de intensidad trágica”. Cerró la noche Berryman, quien declamó sin apuntes, advirtiendo: “si la memoria me falla, repróchenme”. [60]

     El día 15 apareció la poeta austriaca Ingeborg Bachmann, que leyó, entre otros, “Eine Art Verlust”, y lo grabó para la BBC. [61] Más adelante, Ginsberg lanzó un grito de delirante abandono y, ante el éxtasis de sus admiradores, declamó sobre los Beatles, que en ese momento se encontraban, junto a los Rolling Stones, [62] en un escándalo por posesión de drogas:

Apparition, four brown English
jacket christhair boys
Goofed Ringo battling bright
white drums
Silent George hair patient
Soul horse
Short black-skulled Paul
wit thin guitar
Lennon the Captain, his mouth
a triangular smile,
all jump together to End
some tearful memory song
ancient two years,

Octavio Paz: London Magazine, 1967, vol. 7, núm. 3. Fotografía de cubierta. 


Bonnefoy apareció de nuevo; luego, Amijaí; después, Paz, “cuyo español estaba tan claramente pronunciado que casi podía ser seguido por los ignorantes del idioma”. [63] El poeta mexicano hizo su primera presentación:


Yo estoy en la hora inestable
El coche corre entre las casas
Yo escribo a la luz de una lámpara
Los absolutos las eternidades
y sus aledaños
                       no son mi tema
Tengo hambre de vida y también de morir
Sé lo que creo y lo escribo
Advenimiento del instante
                                          el acto
el movimiento en que se esculpe
y se deshace el ser entero
Conciencia y manos para asir el tiempo
soy una historia
                         una memoria que se inventa
Nunca estoy solo
hablo siempre contigo


La prensa reportó que Bachmann, Herbert y Amijaí...


fueron más afortunados que la mayoría, tanto en sus traductores como en sus lectores en inglés. Pero ellos mismos leían con una concentración poco asertiva y no tenían interés en destacarse. Con estos tres, fue el poema más que la presencia lo que realmente llamó la atención. Esto sucedió muy raramente con los visitantes extranjeros: o las traducciones eran débiles y mal leídas (Octavio Paz fue el que más sufrió las atenciones de Patrick Wymark) o las obras elegidas eran demasiado largas y difíciles para que una versión en inglés fuera de mucha ayuda. [64]

Anthony Hecht, quien recitó “The Vow”, lo hizo “con voz fría e incisiva y su moraleja final [tuvo] la fuerza de una revelación anticristiana”. [65] Hughes estaba encantado. De hecho, la crítica señaló que el inglés tuvo el mejor turno, “alto, moreno y melancólico como un ícono, leyendo traducciones de poetas detrás del Telón de Acero, pasó de los poemas de amor a la sátira mordaz. Al final, se escuchó en un silencio conmovedor y seguido de un aplauso tremendo”. [66]


Una nueva camisa

Esa tarde, el festival también motivó un reencuentro importante para la literatura latinoamericana. En 1941, Neruda y Paz tuvieron un choque que casi llega a los puños. El ambiente lírico de Londres conjuntaría a esos dos genios en conflicto y le regalaría al lobby del Hotel 69 una historia más, la cual es recordada así por Paz:


La suerte quiso que los organizadores nos alojasen en el mismo sitio, [el] pequeño hotel de Cadogan Gardens. Una mañana mi mujer y yo nos encontramos en un pasillo a Matilde Urrutia. Al vernos nos dijo: “Tú eres Octavio y ésta es Marie José, tu mujer, ¿verdad?”. [67] Le contesté: “Y tú eres Matilde, la mujer de Pablo”. Asintió diciéndome: “¿Quieres saludarlo? Le dará mucho gusto volver a verte”. Accedí inmediatamente. Llegamos al pequeño salón y Pablo, al verme, se levantó y me tendió los brazos con su antiguo: “¡Hijito, qué alegría verte!”. Nos miramos con extrañeza, nos dijimos que no habíamos envejecido demasiado y hablamos un rato de unas cuantas naderías. Llegó un periodista y nosotros nos despedimos. Bajamos de prisa las escaleras; yo no sabía si llorar o cantar. Esa misma tarde Pablo y Matilde salieron de Londres y no volvimos a verlos. Pero unos meses después recibí desde París un libro suyo, Las piedras del cielo, con esta dedicatoria: “Octavio, te abrazo y quiero saber de ti, Pablo”. [68]

Marie José Paz confirmó que el encuentro fue cálido y entrañable. [69] Rudolf, que conoció a Paz ahí, testimonia lo siguiente: 


Nuestro primer encuentro se produjo en 1967, en la inauguración de Poetry International, donde yo leía mis traducciones de Bonnefoy. Y fue Yves quien —no por primera ni última vez— me presentó a una persona que se convirtió en mi amigo y, en este caso, también en un héroe, un mentor o, mejor todavía, un espíritu tutelar. (En el hotel donde se alojaban los poetas, vi cómo Octavio y Neruda se daban la mano después de su famosa disputa de treinta años). [70]

El crítico Jason Wilson, sin embargo, presenta otra versión, una en la que no entrevé la misma cordialidad entre los autores:


Conocí a Octavio Paz personalmente en 1967 tras haber estado estudiando su obra […]. La oportunidad se dio en el marco de un festival de poesía en Londres. [71] Paz me invitó a su hotel, escondido detrás de Sloane Square […]. La entrevista se hizo en un rincón del hotel con este poeta en el auge de sus logros poéticos. A la mitad de la entrevista pasó Pablo Neruda por el pasillo, sin saludar y sin revelar que había visto a Paz. Sabía de la pelea de 1941 en la Ciudad de México entre estos dos grandes poetas y que no se habían puesto en contacto desde entonces. Después de este ninguneo, me enteré de que ya se habían puesto de acuerdo para salir a comer en algún restorán. [72]

En el mismo tenor de Wilson, se enmarca el testimonio que Robert Pring-Mill le dio a Adam Feinstein: “[Él] me dice que estaba presente cuando se volvieron a encontrar más tarde en el vestíbulo y se dieron un abrazo público ‘que no pareció en absoluto sincero, parecía muy artificial’”. [73]

Un par de años después, cuando el chileno rememoró el festival...


no mencionó a Paz en lo absoluto. De hecho, de una manera autocrítica, Neruda recordó a grupos de cazadores de autógrafos reunidos alrededor de “Spender, Olson, Magnus Enzensberger, Auden, Ungaretti, Berryman y yo… hasta que el poeta norteamericano Allen Ginsberg llegó, con el cabello hasta los hombros, sonrisas místicas cayendo de su barba al suelo, amuletos, rosarios y baratijas tibetanas colgando de su cuello, y se llevó a toda la multitud con él”. [74]

Quizá la emotividad con la que Paz revistió aquella conversación fue un artificio de la memoria ante la comprobación de que aquella fue la última reunión; aunque menos efusiva, describió una plática afable y conveniente para ambos, pues era un hecho esperado por la prensa. Neruda partió al día siguiente. No volvieron a verse.

 

El final

En la mañana del domingo 16, Ginsberg encabezó un célebre mitin en Hyde Park:


El caso Jagger-Richards proporcionó un nuevo ímpetu al lobby que defendía la legalización de la marihuana como una droga inofensiva y recreativa que no conducía a un consumo más serio. El 16 de julio, una inmensa marcha para legalizar la marihuana en Hyde Park proporcionó a Londres el primer espectáculo de los niños de las flores en masa y terminó pacíficamente, a pesar de la dura intervención de la policía, cuyos agentes por entonces todavía usaban cascos y camisetas de manga corta en lugar de material antidisturbios. El orador principal fue Allen Ginsberg, que llevaba una camiseta de satén rojo cubierta de patrones psicodélicos. La camiseta era un regalo de Paul [McCartney] y él mismo la había dibujado a mano. [75]

Allen Ginsberg  y W.H Auden: The Illustrated London News, 1967, Núm. 22.


La tarde de ese domingo, a las 19:15 horas, fue la última sesión del festival en el Queen Elizabeth Hall. Mudderidge retomó la conducción. Ese día se confirmó que otra poeta rusa no asistiría por falta de visado: Bella Akmadulina. Julian Jebb hizo un balance: “Todos los que se pronunciaron contra el Festival, han sido silenciados. […] Ambos auditorios estuvieron siempre llenos. La audiencia fue principalmente juvenil y de todos los estratos sociales. La poesía fue inmensamente variada, como el talento de los lectores. Más importante, la calidad fue muy alta”. [76]

     La crítica fue implacable con Sexton, “de poemas muy intimistas que no eran musicales ni estaban lo suficientemente separados del espíritu del tema”; lo mismo sucedió con Laurie Lee, “de versos pedestres”. [77] Ese día, Paz hizo su segunda presentación. Según la prensa, “leyó sus abruptos fragmentos epigramáticos en la primera parte y un poema largo, intenso y puro en la segunda”: [78]


busco sin encontrar, escribo a solas,
no hay nadie, cae el día, cae el año,
caigo en el instante, caigo al fondo,
invisible camino sobre espejos
que repiten mi imagen destrozada,
piso días, instantes caminados,
piso los pensamientos de mi sombra,
piso mi sombra en busca de un instante


     Luego siguió Hecht, “de poemas lacónicos e inteligentes que se perdían bastante en la recitación”. Bachmann tuvo una segunda aparición con “Böhmen liegt am Meer”. [79] Robert Graves, siempre el poeta mejor vestido —Paz señaló que usaba “una mariposa violenta en vez de corbata”—, “leyó como si fuera un policía aristocrático proporcionando desapasionada evidencia de vital trascendencia para todos nosotros. Su poesía tiene la autoridad de la ley”. Berryman “concluyó magníficamente la primera mitad. Aunque oscuras, sus canciones tienen tal impacto de pasión y pensamiento y están expresadas en un lenguaje tan cargado de ironía […] que son una gran poesía”.

     El cierre fue apoteósico. Para Paz, “fue algo extraordinario”. Ginsberg apareció con una camisa escarlata, un talismán mexicano y un pequeño estuche de cuero de la época eduardiana que colocó frente al micrófono. Con él emitió extraños sonidos que acompañó con un encantamiento indio. La velada concluyó con el célebre acto doble del poeta Beat y con Ungaretti. El anciano italiano saltó sobre su asiento como un oso enojado y tronó: “¡No puedo más!”. [80]

     Para celebrar el fin de la velada, se organizó una fiesta en la casa del embajador [81] de Estados Unidos: 


Jake [82] se sentó en el suelo junto a John Berryman, quien le preguntó quién era, y así sucesivamente. [...] Se estaba fumando un porro. La llegada de Allen Ginsberg estuvo acompañada por sus acólitos que golpeaban gongs, cantaban y sostenían velas. “Josh” [Michael Avery, el amante de Hetta Empson] estaba bromeando y opinaba sobre estos pacifistas enamorados. El último recuerdo de Jake de la noche fue cuando salió por el jardín y trepó por una pared para volver a casa a través de Regents Park y Camden Town, alejándose de lo inevitable. Como era de esperar, Josh tuvo que ser controlado en algún momento y el resto del grupo Empson fue puesto en un taxi. Por una complicada serie de eventos, fue la Embajada de los Estados Unidos la que se acercó a William con una factura para un colchón de reemplazo en el London Hilton (afirmaron que el colchón se había manchado de orina). [...] Jake siempre asumió que era Ginsberg el responsable, ya que él era el objetivo obvio de la furia de Josh, y uno naturalmente asumiría que fue el comportamiento de Josh lo que habría causado tal aberración. Sin embargo, los relatos varían: Kenneth Tynan informó que “después de una fiesta ruidosa para celebrar una lectura de poesía en Londres el año pasado, un poeta estadounidense huyó a su hotel y orinó la cama de terror. Al día siguiente, la dirección le exigió que pagara un colchón nuevo: lo cargó con éxito al British Council”. [...] Parece más probable que Berryman fuera el culpable (o víctima), y que incluso pudo haber sido un comentario sobre su lectura de poesía por parte de William lo que realmente lo había molestado, en lugar de cualquier cosa que Josh hubiera hecho. [83]

Neruda tomó un vuelo a Roma el 15 de julio para recibir el Premio Internacional Viaréggio-Versilia. Paz y Marie José permanecieron en Londres unos días más. Después, Paz escribiría a sus amigos Charles y Brenda Tomlinson una nota:


Salimos hacia México dentro de unos instantes. Pasó ya la hora de las maletas, las confusiones, los papeles, los teléfonos. Desciende la marea mental. Hora de las recapitulaciones. No fue un azar que nuestro primer encuentro europeo, hace quince días, en el aeropuerto de Roma, haya sido con los Tomlinson; tampoco lo es que, al dejar Londres, de nuevo solos, pensemos en ellos. El círculo es perfecto. Creer es ver y este momento los vemos con claridad. Los vemos y creemos en ustedes como Turner creía en la luz y el aire que, antes que él los viese, nadie había visto; como Carlos cree en un “sol significante” aunque invisible. Y como los vemos y creemos en lo que vemos,  
¡Los veremos de nuevo en enero! [84]

Balance

Al mes, Hughes le escribió a Graves: “Gracias por acudir al Festival. Espero que creas que valió la pena. Algunas de las otras noches fueron más grotescas, pero ninguna tuvo tanta variedad”. [85]

     Con Anne Sexton, Hughes habló sobre los reproches que recibió:


No te preocupes por las reseñas. También he visto un montón de ellas. Ambos tipos de críticas son malas, pero creo que las favorables son peores. Tienden a confirmar a uno en la propia vanidad, a menos que elogien lo que no te gusta. Además, te hacen sentir cohibido por tus virtudes, como cuando elogias a un niño por su encanto natural. Además, crean una oposición clandestina: el aplauso es el comienzo del abuso, y nos priva de nuestras propias libertades anárquicas [...]. Además, te privan de tu desapego de la escena en la que estás inyectando tu trabajo, haciéndote parte visible de ella. Además, satisfacen la ambición, que sólo funciona desde un descontento radical [...]. Además, falsifican tu vida, al forzar una identificación entre ti y tu vida [...]. Mientras que las malas críticas son como una humillación: sientes que debes sacar todas tus reservas, incluido Dios y el Diablo, y producir la realidad absoluta que resistirá todo. Te envían al desierto. De todos modos, no tienes de qué preocuparte. Cuando lo tienes, lo tienes, y no debes preocuparte por la poesía, sólo tienes que ser sincera (que es donde el cerebro y todas sus horribles mentiras entran en juego, lo sé). [86]

Según Muggeridge, los hechos de junio le revelaron que “los poetas de hoy son públicos y la gente quiere verlos y escucharlos, en lugar de leerlos. La emoción que prevaleció entre los asistentes [...] fue la curiosidad. Estaban boquiabiertos en lugar de oírlos”. [87] Para Olson, los poetas que más le impresionaron fueron Kavanagh y Ungaretti. “En el tumulto habitual de maniobras profesionales y políticas, estos dos podrían hacer del clima, o cualquier hecho similar de la experiencia humana común, una música profundamente simple y maravillosa”. [88] Por su parte, Paz le escribió a Lambert:


De Spoleto saltamos a Londres, también para asistir a un festival de poesía. El mismo fenómeno: el único poeta francés que encontré fue Bonnefoy. Estaban casi todos los poetas de lengua inglesa, de Robert Graves, Auden y Spender a Olson, Ginsberg y Ted Hughes, un poeta polaco (Herbert) que me parece de primer orden, los alemanes (Magnus Ensenzberger y Baccman (así)), Neruda, otra vez Ungaretti y Berryman, etc.
Londres nos deslumbró, al grado de que nos gustaría vivir allí una temporada larga. Aparte de los poetas concretos ingleses, algunos de ellos excelentes, como Finlay, encontré dos poetas que me impresionan: Tomlinson y Ted Hughes. [89]

En el balance final, Hughes reconoció que Poetry International había sido agotador, una “orgía de poesía”, pero muy buen “entretenimiento dramático”. En su diario expresó un poco de pesar por haber participado. “Una vez que había comenzado a escribir las cartas de invitación, se había sentido obligado a seguir adelante y de manera efectiva”. [90]

 


Pablo Neruda, Malcolm Muggeridge, Giuseppe Ungaretti y Patrick Garland: The Ilustrated London News, 1967, núm. 22.

A manera de epílogo

Después del festival, los participantes siguieron caminos distintos. Kavanagh contrajo matrimonio, regresó a Dublín y murió el 30 de noviembre de 1967, a los sesenta y tres años; es uno de los poetas irlandeses del siglo XX más importantes e incluso Seamus Heaney reconoció su influencia. Olson falleció el 10 de enero de 1970, a los cincuenta y nueve años. Meses después, el 1 de junio, Ungaretti moriría a los ochenta y dos años. La publicación de “The Dream Songs” reafirmó el grado de poeta mayor de Berryman; sin embargo, su alcoholismo y depresión lo fueron mermando... Se suicidó el 7 de enero de 1972, a los cincuenta y siete años. 

     Cuatro años después de Londres, Neruda obtuvo el ansiado reconocimiento de la Academia Sueca. No obstante, falleció el 23 de septiembre de 1973, a los sesenta y nueve años, tras el golpe de Estado contra el Gobierno socialista de Salvador Allende. Gabriel García Márquez se refirió a él como “el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma” y Harold Bloom señaló que “ningún poeta del hemisferio occidental de nuestro siglo admite comparación con él”. Seis días más tarde, fallecería Auden, de sesenta y seis años. Joseph Brodsky lo reconoció como “una de las mentes más brillantes del siglo XX”. El 17 de octubre los acompañaría Ingeborg Bachmann, tras un misterioso incendio en su habitación; tenía cuarenta y siete años.

     La brillante y vertiginosa carrera literaria de Anne Sexton culminó a sus cuarenta y cinco años. El 4 de octubre de 1974, decidió suicidarse. MacDiarmid falleció el 9 de septiembre de 1978, a los ochenta y seis años. Empson murió el 15 de abril de 1984, a los setenta y siete años. Su esposa Hetta le sobrevivió. Al año siguiente del festival, Graves asistió a la olimpiada cultural que se celebró en la Ciudad de México. Falleció el 7 de diciembre de 1985, a los noventa años. Spender se reencontraría en más ocasiones con Paz en festivales y congresos. Murió el 16 de julio de 1995, a los ochenta y seis años.

     Ginsberg continuaría provocando escándalos que incluso lo pusieron al borde del presidio tras los eventos de la Convención Nacional del Partido Demócrata en 1968. Falleció el 5 de abril de 1997, a los setenta años. Meses después, le seguiría el último beat: William S. Burroughs. El 13 de mayo, a los ochenta y dos años, murió el escritor inglés Laurie Lee.

     Paz obtuvo el premio Nobel de Literatura en 1990. En sus últimos días se dedicó a releer a Neruda, a quien redescubrió como un gran poeta. Falleció el 19 de abril de 1998, a los ochenta y cuatro años. Ese mismo año, el 28 de julio, falleció Zbigniew Herbert de setenta y tres años. Hughes sobrevivió a los suicidios de sus parejas Silvia Plath y Assia Wevill. Murió el 28 de octubre de 1998, a los sesenta y ocho años. Es considerado uno de los mejores escritores británicos de la mitad del siglo pasado.

     Yehuda Amijaí falleció el 22 de septiembre de 2000, a los setenta y seis años. Hecht murió el 20 de octubre de 2004, a los ochenta y un años. El Congreso de su país le concedió, de manera póstuma, la Medalla Nacional de las Artes, máximo honor para un artista estadounidense. Bonnefoy obtuvo, entre otros, el premio de la Feria de Guadalajara. En su discurso, recordó a Paz: “Su amistad me [confirmó] que la idea de que invención poética y cuidado de la sociedad son una sola cosa. Esta enseñanza de su civilización debe ser aprendida en el mundo entero”. Falleció el primero de julio de 2016, a los noventa y tres años.

     El escritor Hans Magnus Enzensberger fue el último sobreviviente de ese mítico festival. Falleció el 24 de noviembre de 2022. Siempre se empeñó en “no complacer al gusto popular y en proteger su obra contra la intrusión de los valores comerciales." [91]

     Después de su primera edición, Poetry International continúa celebrándose y expandiéndose. Sin embargo, las circunstancias que rodearon al evento de 1967, el enorme interés que suscitó en los medios y la indiscutible calidad de los poetas que Ted Hughes logró conjuntar, sumados al tiempo de lo inmediato y desechable que se vive actualmente, hacen imposible imaginar siquiera que algo similar vuelva a repetirse. El repentino y generalizado amor por la poesía leída en voz alta, que duró casi una década, no ha sido bien documentado.  De repente, todos querían conocer al anciano Auden o mirar al estruendoso Ginsberg. O puede ser que fuera un raro momento de la vida literaria, cuando fue posible reunir a una generación que incluía a Ungaretti, a Neruda y a Paz. [92] El eco del Poetry International sigue resonando hasta nuestros días, aun en tiempos en que la poesía parece no tener el impulso vital que animaba a aquellos genios y a esos jóvenes que tuvieron el privilegio de verlos y escucharlos.




[1] Chris McCabe, “Excitement, Heart in Mouth, to Listen: 50 Years of Poetry International” The London Magazine. Disponible en: https://www.thelondonmagazine.org/article/46684/

[2] Jonathan Bate, Ted Hughes. The Unauthorised Life, London, William Collins, 2015.

[3] Ted Hughes, Letters of Ted Hughes, Nueva York, Farrar, Straus and Giroux, 2008.

[4] Miranda Seymur, Robert Graves. Life of the Edge, Nueva York, Henry Holt and Company, 1995, p. 442.

[5] Carta de Robert Graves a Ruth Fainlight, 23 de mayo de 1967, Between Moon and Moon. Selected Letters of Robert Graves 1946-1972, Londres, Hutchinson and Co., 1984, pp. 261 y 262.

[6] Octavio Paz, Jardines errantes: cartas a J.C. Lambert, 1952-1992, Barcelona, Seix-Barral, 2008, p. 181.

[7] Donald Davie, “Go home, poets”, The Guardian, 11 de julio de 1967, p. 5.

[8] Eliot Weinberger, “Talking on Drugs”, en Written Reaction. Poetics, Politics, Polemics, Nueva York, Marsilio Publishers, 1996, p. 135.

[9] Jacob Empson, Hetta and William. A Memoir of a Bohemian Marriage, Bloomington, AuthorHouse, 2012.

[10] Yehuda Rosen y Eilat Negev, The Life and Tragic Death of Assia Wevill, Londres, Pavilion Books, 2014.

[11] Esto no es del todo cierto, ya que también asistió la poeta austriaca Ingeborg Bachmann.

[12] Carta de Anne Sexton a Jon Stallworthy, 28 de junio de 1967, Anne Sexton: A Self-Portrait in Letters, Boston, Mariner Books; 2004, p. 318.

[13] Palabras de agradecimiento en el homenaje de El Colegio Nacional por sus 81 años, 6 de abril de 1995, en línea: https://youtu.be/2CzqMagKycs

[14] Empson, quien reconocía su bisexualidad, mantenía una relación abierta con su esposa Hetta Crouse. En ese viaje los acompañó su amante, el exmarino Michael Avery, a quien ella llamaba “Josh”.

[15] Eliot Weinberger, “Rothenberg: New York / 1968”, en Written Reaction. Poetics, Politics, Polemics, Nueva York, Marsilio Publishers, 1996, p. 127.

[16] “Death of the Hon. Mrs. E. G. Strutt”, The Essex Chronicle, 13 de mayo de 1938, p. 2.

[17] Charles Osborne, Giving It Away: The Memoirs of an Uncivil Servant, Londres, Secker and Warburg, 1986, p. 197.

[18] Paul Mariani, Dream Song: The Life of John Berryman, San Antonio, Trinity University Press, 2016.

[19] Elena Poniatowska, “Octavio Paz ante el detector de mentiras”, en La Cultura en México. Suplemento de Siempre!, 18 de octubre de 1967, p. 3.

[20] “All quiet on the Russian front”, Daily Mirror, 13 de julio de 1967, p. 11.

[21] Mary Holland, “Satire, narcissism and a plethora of poets”, The Observer, 16 de julio de 1967, p. 5.

[22] Carta de John Berryman a Valerie Trueblood, noviembre de 1966, The Selected Letters of John Berryman, Cambridge, Harvard University Press, 2020.

[23] “Programa oficial de Poetry International’67”, Londres, The Poetry Book Society Limited, 1967, p. 6.

[24] Ibidem.

[25] Terry Coleman, “Poetry International at the Queen Elizabeth Hall”, The Guardian, 13 de julio de 1967, p. 5.

[26] “Poets Read Big Range”, The Daily Telegraph, 13 de julio de 1967, p. 19.

[27] “Poetry International”, The Times Literary Supplement, 6 de julio de 1967, p. 599.

[28] Michael Dempsey, The Illustrated London News, 22 de julio de 1967, p. 37.

[29] Harris Feinsod, The Poetry of the Americas, New York, Oxford University Press, 2017, p. 319.

[30] Malcolm Muggeridge, The Very Best of Malcolm Muggeridge, Vancouver, Hodder and Stoughton, 1998, p. 29.

[31] Richard Davenport-Hines, Auden, Nueva York, Vintage, 2003.

[32] Ibidem.

[33] “Poets Read Big Range”, The Daily Telegraph, 13 de julio de 1967, p. 19.

[34] Malcolm Muggeridge, “Books”, Esquire, Londres, noviembre de 1967, p. 37.

[35] “Poets Read Big Range”, The Daily Telegraph, 13 de julio de 1967, p. 19.

[36] Charles Osborne, op. cit.

[37] Ibid, p. 297.

[38] Diane Middlebrook, Anne Sexton: A Biography, Nueva York, Vintage, 1992.

[39] Iain Sinclair, American Smoke. Journeys of the End of the Light, London, Penguin, 2013.

[40] Malcolm Muggeridge, “Books”, op. cit., p. 37.

[41] Hans Magnus Enzensberger, Tumulto, Barcelona, Malpaso Ediciones, 2015.

[42] Mario Vargas Llosa, apud, David Schidlowsky, Pablo Neruda y su tiempo: 1950-1973, Santiago, RIL Editores, 2008, p. 419.

[43] Hans Magnus Enzensberger, Tumultoop. cit.

[44] Al final, resultó un sencillo de nombre “Dandelion” de los Rolling Stones que fue lanzado en agosto. Además de Jagger, Lennon y McCartney, aparecen como músicos acreditados Keith Richards, Brian Jones, Bill Wyman, Charlie Watts y Nicky Hopkins.

[45] Carta de Allen Ginsberg a Gary Snyder, 26 de julio de 1967, The Letters of Allen Ginsberg, Filadelfia, Da Capo Press, 2008.

[46] Bill Morgan, I Celebrate Myself. The Somewhat Private Life of Allen Ginsberg, Londres, Viking, 2004.

[47] Al Alvarez, Where Did It All Go Right?, Londres, Bloomsbury, 1999.

[48] Carta de Hugh MacDiarmid a D.G. Bridson, 17 de agosto de 1967, Hugh MacDiarmidNew Selected Letters, Manchester, Carcanet Press, 2001, p. 426.

[49] Hamermesh rememora cuando conoció a Assia en Tel Aviv: “quedé hipnotizada por su apariencia. Era la joven más hermosa y elegante que había visto fuera de la pantalla del cine. […] No podía apartar los ojos de ella y me fijé en cada detalle: la gargantilla plateada alrededor de su cuello largo, la blusa blanca de algodón con hombros descubiertos y ribeteada de negro. […] Pronto comencé a imitarla”. Mira Hamermesh, The River of Angry Dogs: a Memoir, Londres, Pluto Press, 2004, pp. 158 y 159.

[50] Yehuda Rosen y Eilat Negev, The Life and Tragic Death of Assia Wevill, Londres, Pavilion Books, 2014.

[51] Yehuda Rosen y Eilat Negev, The Life and Tragic Death, op. cit.

[52] Mary Holland, op. cit., p. 5.

[53] “Neruda, The Apocalyptic Poet”, The Daily Telegraph, 14 de julio de 1967, p. 19.

[54] David Leeming, Stephen Spender. A Life in the Modernism, Nueva York, Henry Holt and Company, 1999, libro electrónico.

[55] Mary Holland, op. cit., p. 5.

[56] William McPheron, Charles Olson, the Critical Reception, 1941-1983, Nueva York, Garland Publishing, 1986, p. 131.

[57] John Haffenden, William Empson. Volumen II: Against the Christians, Nueva York, Oxford, 2006, p. 539.

[58] Antoinette Quinn, Patrick Kavanagh. A Biography, Dublin, Gill and Macmillan, 2001.

[59] Mary Holland, op. cit., p. 5.

[60] “Stern, kilted figure reads scots poems”, The Daily Telegraph, 15 de julio de 1967, p. 13.

[61] Áine McMurtry, Crisis and Form in the Later Writing of Ingeborg Bachmann: An Aesthetic Examination of the Poetic Drafts of the 1960s, Londres, Modern Humanities Research Association, 2012, p. 4.

[62] En esa época, Paz opinaba que Bob Dylan, los Beatles y los Rolling Stones le gustaban, “pero me parece que no son modelos. Son expresiones como la Bella Otero. […] Son la atmósfera de nuestra época. Son signos, signos que el artista agrupa, suprime o exalta para crear una metáfora distinta […]. No me parece un gran grito poético. Me parece una explosión de salud y de inseguridad al mismo tiempo, de inseguridad porque NECESITAN de salud, porque SE ATREVEN A DECIRLO.”, en Elena Poniatowska, op. cit.

[63] “From our notebook”, The Tablet, 22 de julio de 1967, p. 798.

[64] “Performing poets”, en Financial Times, 20 de julio de 1967, p. 28.

[65] “U.S. poet sings his verse to cymbal accompaniment”, The Daily Telegraph, 17 de julio de 1967, p. 15.

[66] Mary Holland, op. cit., p. 5.

[67] En la entrevista que Paz concedió a Poniatowska el 18 de octubre de 1967 sólo expresó que en el hotel “estaba Neruda al que yo no veía desde hace muchos años” y que se veían al despertar por la estridencia de Berryman.

[68] Octavio Paz, “Tiempos, lugares, encuentros” [Entrevista con Alfred Macadam] en Obras Completas, México, Fondo de Cultura Económica, tomo 15, 2004, p. 330.

[69] Esto me lo dijo en una conversación personal.

[70] Anthony Rudolf, “Octavio Paz: aristócrata”, Letras Libres, 3 de junio de 2015, en línea: https://cutt.ly/zh89nDd

[71] En otro texto, Wilson ratifica su versión: Escuché a Neruda recitar sus poemas en dos ocasiones en Londres […]. Me crucé con él, conversando con Octavio Paz en un hotel privado en Sloane Square, Londres, aunque todavía no se hablabanJason Wilson, A Companion to Pablo Neruda: Evaluating Neruda's Poetry, Nueva York, Támesis, Woodbridge, 2008, p. ix.

[72] Jason Wilson, “Desde la ventana del colegio”, Octavio Paz y el Reino Unido, Gómez Pickering, Diego (compilador), México, Fondo de Cultura Económica, 2015, p. 73.

[73] Adam Feinstein, Pablo Neruda. A Passion for Life, Nueva York, Bloomsbury, 2004.

[74] Ibidem.

[75] Philip Norman, Paul McCartney: La biografía, Barcelona, Malpaso Ediciones, 2017.

[76] Julian Jebb, “Poetry International ‘67”, Financial Times, 18 de julio de 1967, p. 28.

[77] Después del evento, Lee fue contratado por la revista Redbook y se trasladó a la villa galesa de Aberfan para escribir un reportaje de las secuelas que trajo un deslizamiento, ocurrido meses antes, de pilas de escombros de una mina de carbón sobre el poblado, causando la muerte de ciento dieciséis niños. Cfr. Valerie Grove, Laurie Lee. The Well-loved Stranger, Londres, Viking, 1999, p. 381.

[78] Ibidem.

[79] Hans Höller y Helga Pöcheim, Ingeborg Bachmann: Schreiben gegen den Krieg: eine Ausstellung, Viena, Löcker, 2008, p. 162.

[80] Julian Jebb, op. cit., p. 28.

[81] El embajador era David K. E. Bruce (1898-1977).

[82] Jacobus Arthur Calais Empson, el segundo hijo de Hetta y William.

[83] Jacob Empson, op. cit.

[84] Carta de Octavio Paz a Charles y Brenda Tomlinson, Londres, 20 de julio de 1970.

[85] Carta de Ted Hughes a Robert Graves, 20 de julio de 1967, Letters of Ted Hughes, Londres, Faber and Faber, 2007.

[86] Carta de Ted Hughes a Anne Sexton, 9 de agosto de 1967, Letters of Ted Hughes, Londres, Faber and Faber, 2007.

[87] Malcolm Muggeridge, “Books”, op. cit., p. 37.

[88] Robert Creeley, The Collected Essays of Robert Creeley, Berkeley, University of California Press, 1989.

[89] Octavio Paz, Jardines errantes: cartas a J.C. Lambert, 1952-1992, Barcelona, Seix-Barral, 2008, p. 184.

[90] Jonathan Bate, op. cit.

[91] Apud Malva Flores, El ocaso de los poetas intelectuales y la ‘generación del desencanto’, Xalapa, Universidad Veracruzana, 2010, p. 24.

[92] Cfr. Elaine Feinstein, Ted Hughes. The Life of a Poet, Londres, Hachette, 2001.


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