Conversaciones y novedades

Una polémica entre Elsa Margarita Schwarz Gasque y Guillermo Sheridan

Guillermo Sheridan

Año

2020

Personas

Garro, Elena; Paz Garro, Helena

Tipología

Controversias

Temas

Recontextualizaciones

 

Helena Paz Garro y Octavio Paz (ca. 1957). Fotografía de Ricardo Salazar.

A principios de 2020 apareció un libro titulado Helena. La soledad en el laberinto. Epistolario de Helena Laura Paz Garro y Ernst Jünger. Esto generó una pequeña polémica que reproduzco en seguida. Primero escribí el siguiente comentario en mi columna del diario El Universal; después, en el suplemento del mismo periódico, Confabulario, ilustré mis discrepancias con las conclusiones de ese libro reproduciendo fragmentos de algunas de las muchas cartas que, en diversos periodos, Paz le envió a su hija. (He publicado ahora, en la Zona Paz, un inventario de esas cartas y reproducido sus páginas más relevantes); luego, una de las autoras del libro, la Dra. Elsa Margarita Schwarz Gasque, me envió una carta pública por medio de Confabulario, a la que respondí. Y ahora, el 24 de mayo, aparecerá otra, también con mi respuesta.

     Reproduzco esos escritos, para lo que valga: 



1. El malvado Octavio Paz ataca de nuevo

(El Universal, 21 de abril de 2020)

Apareció un libro titulado Helena. La soledad en el laberinto. Epistolario de Helena Laura Paz Garro y Ernst Jünger, que publicó la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Recoge cuarenta misivas enviadas entre 1961 y 1998 por Helena Paz Garro al célebre escritor alemán, quien, caballero al fin, le responde con postales corteses a esta joven frágil y desaforada que lo ha convertido en un ángel guardián aristocrático.

     Está firmado por Elsa Margarita Schwarz Gasque y María del Carmen Vázquez Martínez, doctoras en “Psicoanálisis y Arte” por el Centro Universitario del Sur, que forma psicoanalistas en Cuernavaca. Otra doctora, Ana María Dolores Huerta Jaramillo, agrega un prólogo que sufrió transferencias psicoanalíticas sin comillas de varias fuentes. Desde este prólogo se concluye que hubo “fallas de la función paterna y sus repercusiones en la constitución del psiquismo” de la víctima Helena Paz Garro.

     Y es que el malvado Octavio Paz la sometió desde niña a toda índole de abusos, incluyendo “la violencia física y verbal”. Ser “un poeta laureado” no le impidió “afligir y herir a su primogénita [sic] con la amarga existencia que le impuso”. Y “esto hizo que Helena no pudiera construir una identidad propia, ni tampoco un proyecto de vida, pues no le dio las herramientas para encontrar su lugar en el mundo”.

     Paz era tan malvado que hasta cuando le consigue trabajo lo hace por “venganza”, pues la condena a trabajar (le dice Helena a Jünger) rodeada “de desagradables indios burócratas”.

     En 1968, Helena le pide a Jünger que mande un telegrama de apoyo a Díaz Ordaz; le dice que su padre comunista “forma parte del grupo de bastardos hipócritas, traidores, pacifistas, homosexuales, cobardes”, que, acatando órdenes de Fidel Castro, planea un golpe de Estado contra Luis Echeverría, “el único hombre demócrata y decente” de México. Y, por decir esas verdades, Jean-Paul Sartre y Rudi Dutschke han dado órdenes de castigarlas a ella y a Elena Garro, por lo que “han derribado mi casa y han intentado cazarnos” con “84 asesinos judíos rusos y agentes soviéticos”.

     Tres años más tarde, le informa a Jünger que Echeverría se ha aliado ahora con Fidel Castro para “coordinar el terrorismo en Munich”, y que Echeverría ha dispuesto tres millones de dólares para conseguirle el premio Nobel a su padre. También le narra que ella es poeta romántica germanófila, que le robaron su herencia y “las joyas antiguas de la familia”, y que ella y su madre mueren de hambre mientras su padre “es multimillonario, todos los políticos mexicanos le hacen suntuosos regalos, autos, casas” y tiene “una lujosa casa en Acapulco y su avión privado”.

     Y después de cada una de estas cartas las psicoanalistas subrayan lo malo que era su padre…

     Helena también le informa a Jünger que ha sufrido varios intentos de asesinato a manos del Gobierno de México, la CIA y los comunistas cubanos y soviéticos; seis escapes milagrosos, varios cánceres (con cura milagrosa), contusiones cerebrales, dos atropellamientos, ceguera, parálisis por avería en la espina dorsal (reparada por milagro), dos ingresos a asilos para menesterosos y, en suma, que lo mejor será suicidarse.

     Entonces Jünger le pide la dirección de su padre para decirle lo que ocurre. Pero Helena y su madre se oponen, pues está prohibido decirle cuánto sufren y “nos ha cubierto de calumnias malévolas y sordas”. Sería mejor —le escriben las dos Helenas— que Jünger intervenga ante el Gobierno para que les den su herencia. O bien, que Jünger les mande dinero… Y Jünger les responde, por medio de su secretario, que lamenta no poder ayudarlas, mientras registra en su diario que sufren un evidente “delirio persecutorio”.

     Las cartas de Helena Paz son, en suma, una versión abreviada de las novelas de Garro. Y son una crónica del empeño que puso en ser su reflejo. Como Garro, su hija también fue “violada”; Paz también le prohibió estudiar, bailar, escribir, publicar y también la persiguió, etcétera. Pero, aun cuando las psicoanalistas advierten las mentiras y observan la simbiosis clínica, diagnostican que se debe a que no hubo “un tercero que operara como ordenador del psiquismo”. De nuevo: el malvado Paz.

     A veces responsabilizan también a Elena Garro. ¿Qué hacer? Fácil: sus propias psicoanalistas responderán que, si Garro dañó a su hija, se debió a que ella misma estaba dañada por Paz, el malvado primigenio…

     El libro fue presentado en el INBA por el Supremo Gobierno de la Cuarta Transformación por medio de su Secretaría de Cultura. Su promoción incluyó varios adelantos y abundante publicidad en la prensa y la tele y las redes, etcétera.

     La soledad en el laberinto. Tal cual.

  

2. “Ama la vida”. Octavio Paz le escribe a su hija

(Confabulario, suplemento de El Universal, 9 de mayo de 2020)

Publiqué en El Universal hace unos días “El malvado Octavio Paz ataca de nuevo”, comentario al libro titulado Helena. La soledad en el laberinto. Epistolario de Helena Laura Paz Garro y Ernst Jünger, que publicó la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, firmado por Elsa Margarita Schwarz Gasque y María del Carmen Vázquez Martínez, doctoras en “Psicoanálisis y Arte” por el Centro Universitario del Sur, una escuela de Cuernavaca que convierte bachilleres en psicoanalistas en cosa de tres años.

     La conclusión de las doctas doctoras después de “psicoanalizar” las cartas es que Helena Paz Garro padeció un enorme “sufrimiento psíquico vivido en la infancia”, inflingido “principalmente por su padre”, pues fue víctima de “violencia física y verbal”, frase mercantil que fue boletinada por los medios de comunicación del Estado (patrocinador de la presentación del libro en el Palacio de Bellas Artes) y abundantemente reproducida por los medios.

     Con esta nueva acusación, en una cultura tan poco aficionada al juicio crítico como propensa al escándalo redituable, sucederá lo mismo que cuando otro académico decretó que Paz era “racista” y “misógino”, cosa que demostró sacando de contexto un párrafo de El laberinto de la soledad. (Sobre eso escribí un comentario, “Capirotes a la carta”.)

     Ese infundio, una formidable muestra de deshonestidad intelectual, logró su objetivo: pase usted por Google las palabras “racismo”, “Octavio Paz” y el apellido del inquisidor (Navarrete) y obtendrá más de sesenta mil resultados.

     ¿Cuántas personas, en un país de escasos lectores, leen estos juicios sumarios pasados por los megáfonos sociales y aceptan la sentencia, la convierten en lugar común y expulsan de las bibliotecas a un escritor que tendría tanto que decirles? Ganan puntos los académicos; pierde la verdad.

     Ahora estas señoras académicas que “psicoanalizan” las cartas de Helena Paz Garro concluyen que fue culpa de su padre que “Helena no pudiera construir una identidad propia, ni tampoco un proyecto de vida, pues no le dio las herramientas para encontrar su lugar en el mundo”. Del mismo modo, aceptan como verdaderas las acusaciones de su “paciente”: que su padre la abandonó, que la ignoró, que se oponía a que estudiara, trabajara y escribiera; que no le daba dinero, que le robaba su herencia y una larga ristra de imposturas. 

     Porque son imposturas, semejantes a las que denunció Elena Poniatowska al comentar otro libro igual de irresponsable, cuya autora hace carrera divulgando las imposturas de Elena Garro: “La información que Elena le da es un amasijo de contradicciones, cuando no de falsedades, lo cual hace que su trabajo sea sesgado y tendencioso porque las inexactitudes se vuelven imposturas". [1]

     Las muchas cartas que Paz le envió a su hija a lo largo de toda su vida demuestran que, si en algo se excedió, fue en la paciencia, el empeño y la generosidad. En Habitación con retratos (México, Ed. Era, 2015), uno de mis libros sobre Paz, ya me referí al trato con su hija y no me detendré más en el asunto. Me limitaré a reproducir fragmentos de algunas cartas con la ilusión ingenua de que alguien considere contraponerlas a los nuevos capirotes que danzan ante sus hogueras jubilosas.

 

3. Respuesta de la Dra. Elsa Margarita Schwarz Gasque 

(Confabulario, 17 de mayo de 2020)

Muy estimado Dr. Guillermo Sheridan:

Leí su artículo sobre mi libro Helena. La soledad en el laberinto (coedición de Ediciones del Lirio y de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla), que publicó El Universal el día 21 de abril bajo el título de “El Malvado Octavio Paz ataca de nuevo”, así como su otro texto del 9 de mayo de este año, “‘Ama la vida’. Octavio Paz le escribe a su hija”. 

     Permítame informarle que Helena. La soledad en el laberinto no es un libro acerca del señor Octavio Paz ni una crítica a su obra literaria (sin duda es el gran poeta de México), ni es acerca de la escritora Elena Garro, sino sobre su hija, Helena Paz Garro. Tampoco es ficción como usted refirió, sino una investigación científica, profunda y detallada, sin sesgo político y que está respaldada por las entrevistas personales con Helena Paz Garro, su libro Memorias, sus poemarios ÓnixLa rueda de la fortuna, y, desde luego, la correspondencia inédita sostenida entre ella y el escritor Ernst Jünger, que, como usted sabe, fue uno de los pensadores más importantes del siglo XX en Alemania. El epistolario se encuentra en dos archivos en este país europeo: en uno privado y en el Deutsches Literaturarchiv Marbach.

     No se puede evitar que por la naturaleza del libro se menciona a sus padres, ya que ellos fueron responsables, en gran medida, del fracaso en la vida de Helena, debido a su indiferencia y egoísmo hacia ella. Estoy segura que, si usted lee el libro con detenimiento, reconsiderará su opinión, pues emitió un juicio prematuro y apresurado. Por sus comentarios, se visibiliza el desconocimiento de su parte acerca de lo que representa la realización de este trabajo. Es menester mencionar también que la relación con Helena Paz no fue de “paciente”, como usted lo afirmó incorrectamente, sino que fue parte de una investigación para profundizar en la historia de esta mujer que no fue reconocida.

     En relación con las cartas de Octavio Paz a las que usted hace alusión en su artículo correspondiente, vemos las cartas de un espléndido ensayista lleno de buenos consejos. Por ejemplo: “libertad tiene que ser, en primer término, espiritual y económica”. Pero estas epístolas están muy lejos de ser empáticas de un padre hacia su hija adolescente, cuyos padres se están divorciando.

     Podemos imaginarnos cómo se sintió Helena Paz cuando, después del divorcio, su padre le dice que él está dispuesto a aceptar la decisión de su hija de quedarse “con mamá o papá o sola”. Sin embargo, él no le expresó que desearía que estuviera con él. Podemos imaginarnos cómo se sintió Helena cuando su padre le dice que “no podemos confiar en nadie”, lo cual la empujó a un mundo solitario y triste, colocándola en una postura de desamparo y desconfianza. Podemos imaginarnos cómo se sintió Helena cuando su padre, en un momento de autorreflexión acerca de la forma como le escribe a su hija, dice: “me vuelvo abstracto”, cuando Helena tenía la necesidad de recibir una ayuda concreta. Para “ama la vida” (uno de sus consejos), no se necesitan teorías abstractas, sino la confianza, la seguridad y el amor que todos los humanos necesitamos para vivir. 

     Las cartas de Ernst Jünger, por su parte, le transmiten a Helena la seguridad que necesita. Por ejemplo, cuando Helena pasó uno de sus peores momentos de angustia, confusión y miedo, buscó a Jünger, y su respuesta no fue abstracta, sino concreta, pues le dijo, sencillamente, que podía confiar en él. Jünger le envió una postal con una mariposa que lleva su nombre (Trachydora jungeri), diciéndole: “Querida Helena, las mariposas son más fuertes que los demonios, no tenga usted miedo, con los mejores deseos. Ernst Jünger”. Esta tarjeta la guardó Helena como un talismán hasta el día de su muerte.

     Respecto a otra de las cartas de Paz a Helena que usted menciona, él escribe: “después de mi muerte verás con otros ojos nuestra relación”. La reacción a estas palabras por parte de Helena Paz se encuentra en el libro Helena: la soledad en el laberinto, pues es ella quien habla de la deplorable relación que mantuvo con su padre y, además, Helena terminó vendiendo, en un momento de escasez económica, las cartas que Octavio Paz le envió. En cambio, las cartas de Ernst Jünger prevalecieron en la vida de Helena hasta su muerte, a pesar de la misma situación precaria. 

     Usted mencionó que, cuando Helena intentó ver a su padre enfermo cerca de su muerte, él contestó: “No. A mi hija la perdí para siempre”. Sin haberse dado cuenta que ya la había perdido desde el momento en que no supo protegerla y asumir su papel de padre. No se puede ignorar el terrible hecho de que Helena fue víctima de una violación siendo una niña, pero lo más triste y detestable de esta historia es que sus progenitores la entregaron nuevamente a su agresor. Podemos imaginarnos cómo se sintió Helena, desolada y enojada, cuando Paz le escribió en una carta: “Recordarte de niña”...

     Por último, el hecho de que Helena Paz Garro haya sido violada no es una banalidad para ningún ser humano; en otras palabras, no es un hecho “tal cual” como usted lo señala en su artículo del pasado 21 de abril.

     Señor Sheridan, todos deseamos que nuestros héroes sean infalibles, pero a casi nadie se le concede esta fortuna imperturbable en el transcurso de la vida, como si fuera esto parte imprescindible de la tragedia humana. 

Atentamente, 

Dra. Elsa Schwarz

 

4. Respuesta de Sheridan a la Dra. Elsa Margarita Schwarz Gasque

(Confabulario, 17 de mayo de 2020)

No, Dra. Elsa Margarita Schwarz Gasque, el libro suyo y de sus colegas Helena. La soledad en el laberinto. Epistolario de Helena Laura Paz Garro y Ernst Jünger no es un libro sobre Octavio Paz, aunque lo proclame su título paródico y aunque desde el “Preludio” [sic] se declare a Paz el villano de la historia, ese que “afligió e hirió a su primogénita con la amarga existencia que le impuso”.

     Usted y colegas anexas sostuvieron también que Octavio Paz “ignoró” a su hija y que la sometió a “violencia física y verbal desde niña”, juicios que la prensa divulgó profusamente y que es lo que ustedes y las autoridades promotoras del libro buscaron.

     Misión cumplida.

     Conmueve que argumente usted que las conclusiones de su psicoanálisis “científico” están “respaldadas por las entrevistas personales con Helena Paz Garro” y por sus escritos. Desconcierta que ni usted ni sus colegas pongan en duda la “verdad” de tales testimonios, como tampoco lo hacen quienes no dudan de los de su madre, Elena Garro, por más fantasiosos que sean. Apena que ignoren que, por ejemplo, Elena Poniatowska haya llamado a precaverse de las “inexactitudes” y las “imposturas” que Elena Garro (y su hija-reflejo) fabricaba maniáticamente y que llevan a gente ingenua a producir libros “sesgados y tendenciosos”.   

     Me pregunto si la ignorancia de ustedes incluye los trabajos de Helene Deutsch sobre cómo lidiar en psicoanálisis con “impostoras” y mentirosas mórbidas, y cómo, en tales casos, el análisis no debe atarearse con lo “verdadero” del testimonio, sino detectar la naturaleza de la impostura para acceder a la “verdad” del problema, sobre todo, cuando se busca una gratificación narcisista imitando o repitiendo las imposturas de la madre.

     La cosa se complica porque, además, Helena Paz y su madre traficaban sus imposturas como “verdades”. Patricia Vega narró que alguna vez Helena Paz le hizo “una propuesta de colaboración”: escribir un libro en el que ella revelaría “detalles para alimentar el morbo de los lectores” y venderlo bien. Vega se negó, desde luego, pues la oferta anulaba la verdad. Muchas otras personas sí le entraron al negocio…

     Quienes conocieron a Garro y a su hija refieren delirios compartidos, “folie à deux”, mitomanía, monomanía, paranoia, hipocondría, alcoholismo, delirio de persecución, síntomas esquizoides, etcétera. Hasta ustedes —pues es tan obvio— registran que Helena Paz da señales de “comportamiento perturbado”, que está rodeada de “fantasmas persecutorios” y que lleva una “relación diádica” con su madre. Pero, en vez de escudriñar en ello, eligieron culpar a “un tercero que opera como ordenador del psiquismo”: de nuevo el malvado Octavio Paz.

     A pesar de las evidencias, ustedes eligieron científicamente creer las imposturas de Helena Paz (espejeo de las de Garro) porque les convenía un villano “patriarcal”, siempre de uso tan útil y fácil. Lo reitera ahora en su carta cuando, de nuevo, sentencia usted que Octavio Paz manifestó “su indiferencia y egoísmo hacia ella”, a pesar de las cartas que publiqué.

     Son ustedes tan cándidas que la única vez que no le creen un testimonio a Helena Paz es cuando narra las golpizas que le daba su primo Jesús Garro. El primo científicamente les dijo a ustedes que no fue “tan grave” (aunque la prima iba a dar al hospital) y ustedes científicamente le creyeron y psicoanalizaron que la prima exageró por tenerle “celos”. Esa sola tontería, llena de misoginia, habría significado el rechazo del libro en una editorial seria.

     Lograron ustedes con los titulares de la prensa, señoras doctoras científicas, sus quince minutos de fama. Preocupan más los cincuenta minutos de las sesiones que le cobran a sus pacientes. Dudo mucho que las psicoanalicen con eficiencia mínima.

     Guillermo Sheridan

 

5. Otra respuesta de Elsa Schwarz Gasque

(Confabulario, 19 de mayo de 2020)

México, 19 de mayo del 2020 

Respuesta al "Desolladero" de Sheridan 

Sr. Sheridan: 

No sin bastante antipatía escribo estas líneas. Pues su visión de la relación entre padre e hija Paz no se basa en casi ningún argumento. Su interés no es la disputa científica ni la verdad y, ni siquiera, la plausibilidad, sino el placer de la verdad a medias; es la vil insinuación y la difamación profana. Esta forma no vale la pena y me repele.

     Si no es la búsqueda de la verdad, ¿cuál es su finalidad? Supongo que dos motivos: uno, parece que se siente en la obligación de resguardar sagradamente la fama póstuma de la vida privada de Octavio Paz, sin siquiera tomar en cuenta la otra cara de la historia. De esta manera, cierra toda posibilidad a una discusión libre y abierta. ¿Hubiese querido Paz que esto fuera así? Además, Paz, un hombre de la palabra, ¿hubiese aceptado su retórica insultante y sin argumentos? El otro motivo puede ser su falta de respeto hacia la mujer. También aquí, en relación con Helena. La soledad en el laberinto, usted vocifera: ¡Abajo las autoras, abajo la prologuista, abajo Helena y su madre! La violada Helena, ¿otra más?

     Lo que nuestra sociedad necesita, señor Sheridan, son hombres libres de prejuicios que estén dispuestos a participar en diálogos. Desde los días de Sócrates sabemos que el diálogo es la única forma de buscar la verdad.

     Hasta entonces y sin más que añadir.

     Dra. Elsa Schwarz 

 

6. Respuesta de Sheridan

(Confabulario, 24 de mayo de 2020)

Dra. Elsa Margarita Schwarz Gasque:

Luego de declararse regida por la antipatía y reivindicar a la ciencia en el mismo párrafo, psicoanaliza usted que ya difamé, insulté, vociferé, prejuzgué y carecí de “respeto a la mujer”. Luego de la catarsis, encomia usted la búsqueda de la verdad. Lo celebro.

     Ya aceptó usted que Helena Paz Garro podía mentir, pues ya eligió usted creerle menos a ella que a su golpeador (curioso, pues es una de las pocas ocasiones en que ella no miente). Ahora pregúntese si no serán mentira las acusaciones a su padre. Y pregúntese en qué medida mentía por (dice usted) “la identificación con los aspectos autodestructivos de su madre, con quien estaba profundamente identificada”. Ese es el verdadero problema. Pero no lo opaque responsabilizando a un hombre: muestre su “respeto a la mujer” creyéndola capaz de tomar sus propias decisiones. 

     Es inútil dialogar con quien no lee o, peor aún, prefiere no entender lo que lee. Es claro que le ocurre a usted ante las cartas que adelanté. Tampoco leerá las muchas más cartas de Paz a su hija que contradicen sus muchas mentiras (ya están en la zonaoctaviopaz.com). Yo, que sí leo, le agradezco al libro de usted que haya explicado a dónde iba a dar el mucho dinero que Paz envió a Helena Paz durante años: al alcoholismo y al derroche de ella y del pariente que la golpeaba a ella y a su madre, ése a quien usted justificó, pues, según la ciencia de usted, las mujeres sienten “celos” de quien las golpea.

G. Sheridan



[1] En “Una biografía de Elena Garro” (La Jornada Semanal, número 602, 17 de septiembre de 2006). Se refiere a El asesinato de Elena Garro (sic) escrito por otra doctora Patricia Rosas Lopátegui.