Luis Medina Peña
Tipología
Conversación
Temas
El laberinto de la soledad
Es
difícil capturar en unas cuantas páginas la sugerente riqueza de El
laberinto de la soledad. Se trata de un ensayo de gran originalidad que
enseñó a varias generaciones a pensar sobre México. Por lo tanto, creo que es
un acierto de la Fundación Octavio Paz el convocar a este coloquio para que
desde las más diversas avenidas intelectuales y académicas contribuyamos a
poner de manifiesto esa riqueza de ideas y su impacto cultural, académico y
político. Estoy seguro que de todas las intervenciones saldrá una visión integral y completa de la
obra en cuestión. La naturaleza del evento y las limitaciones inevitables de
tiempo y espacio, obligan a tomar una vía de exploración, un enfoque, para
acometer esta tarea de manera eficaz pero económica.
Pero
¿qué enfoque, qué aproximación podría yo tomar para cumplir con el cometido? Como estoy
seguro que otros participantes, que conocen a fondo toda la obra de Octavio
Paz, están en mejor posición que yo para destacar la importancia de las ideas
del autor en el pensamiento mexicano contemporáneo y, dado que en mis cursos
sobre sistema políticomexicano e historia política de México en el siglo XX me ha sido indispensable
utilizar los ensayos políticos de este autor, después de mucho pensarlo, decidí
adoptar una vía de aproximción que podríamos llamar de arqueología del
saber, comparando El laberinto… con Postdata, obra esta última que el autor
explícitamente compuso para darle, si no culminación, sí continuidad a la
primera. Me explico. Entre las muchas cualidades que como intelectual tenía
Paz, se cuenta la de lector. Don Octavio sabía qué leer, cómoleerlo y la forma de sacarle
el mayor provecho a las lecturas, a veces complicadas y secas, para construir
sus ensayos. Si había un lector “al día” ése
era Octavio Paz. En consecuencia, he decidido exponer, más que explorar, las
fuentes de que se valió el autor para determinar el estado del saber, el
pensamiento sobre México, en los dos momentos de escritura de esos ensayos,
1950-1960 y 1969, respectivamente. Saber al que Paz, con El laberinto… y
Postdata,
quizá los más leídos
de sus ensayos, dio un empujón cuyas consecuencias e implicaciones nos llevará
muchos años aquilatar en todas sus dimensiones.
De
entrada cabe aclarar que, en mi concepto, El laberinto… y Postdata son reacciones a dos
momentos cruciales de la reflexión sobre México. Ambos momentos son de
pesimismo. Con El laberinto…, Paz formuló una respuesta diferente a los
ensayos de Daniel Cosío Villegas (1947) y de Jesús Silva-Herzog (1949),
publicados en Cuadernos Americanos, en los cuales se abordaban el
agotamiento de la Revolución mexicana y la crisis moral por la que transitaba
el país en la segunda mitad de los años cuarenta; con este ensayo también
confrontó las ideas, entonces en boga, de la imposibilidad del país para
ponerse a la altura de las grandes naciones debido a un inherente complejo de
inferioridad (a lo cual Paz replicaría que lo que nos explica no es ese
complejo, sino el sentimiento de soledad, lo cual hace al mexicano
contemporáneo de todos los hombres). Postdata, en cambio, es la reacción a las promesas
incumplidas del crecimiento económico, de la utopía industrial, y a la infausta
conclusión del movimiento estudiantil en Tlatelolco. Pero ambos son ensayos en
el fondo optimistas porque plantean salidas. La Revolución, nos dice en El
laberinto…, fue un movimiento tendiente a reconquistar nuestro pasado,
asimilarlo y hacerlo vivo en el presente mediante la dialéctica de la soledad.
Y en Postdata
agrega que la crisis de México, es la crisis del México desarrollado frente al
subdesarrollado, y que sólo el desarrollo democrático permitirá la asimilación del segundo
por el primer México. Hoy por hoy, todo esto suena obvio, pero entonces fueron ideas
germinales.
Pero
regresemos a lo nuestro. ¿Qué lecturas
están detrás de la composición de estos ensayos? ¿Cuál era el estado del
conocimiento sobre México en cada una de esas dos épocas? En El laberinto…
se pueden identificar catorce fuentes extranjeras y veintitrés referencias a
autores y a corrientes de pensamiento nacionales. De los extranjeros es claro
que Paz deriva buena parte del entramado teórico que gobierna el discurso de
este ensayo. Roger Callois, “sociólogos franceses” (quizá Mircea Eliade) y André Malraux contribuyen con sus
nociones sobre la fiesta, el mimetismo, y el mito y nuestros instintos (es de
notar aquí el deslinde que hace el autor, al no acudir a Adler quien inspiró a
Samuel Ramos y los Hiperiones el concepto del complejo de inferioridad como explicación
del ser del mexicano). De Scheller deriva las nociones sobre el sentido del
progreso, y tres poetas —Rilke, Valéry y Darío— le sirven para apoyar sus ideas sobre el sentido de la
muerte, la conciencia de la nada y de la mujer como conocimiento mismo. El
novelista D. H. Lawrence le ayuda a reflexionar sobre la inmaterialidad del
obrero como individuo. De Darío Rubio,
lingüista, toma
las indagaciones sobre raíces y significados de diversos verbos de origen
náhuatl. Los historiadores Arnold Toynbee y Jacques Soustelle le proporcionan los
conceptos de civilización y la oposición Quetzalcóatl/Huitzilopochtli en el
pensamiento mágico indígena,
respectivamente. Con José Ortega
y Gasset introduce la idea de nación como pasado y proyecto histórico. En Menéndez Pelayo se apoya para sus
reflexiones sobre Góngora y el siglo de oro español y en Vossler para el
conflicto razón-religión en Sor Juana.
Por
otro lado, las veintitrés referencias a autores nacionales en El laberinto…
se pueden clasificar de la manera siguiente: un pintor, un psicoanalista, dos
poetas, tres escritores, cinco filósofos y cinco historiadores. Cita tres veces
a Jorge Cuesta, dos a Alfonso Reyes y dos al transterrado José Gaos, más una referencia general a
estudios arqueológicos y otra a los historiadores. El mural de la Preparatoria
de José Clemente Orozco le proporciona el apoyo para ilustrar el tema del
mexicano que rompe con su pasado. A los poetas José Gorostiza y Xavier
Villaurrutia los cita en torno al sentido y nostalgia de la muerte. El
antropólogo Ricardo Pozas contribuye con la idea del catolicismo superficial en
el México indígena,
y el psicoanalista Jorge Carrión, con el tema de la religiosidad como vuelta a
la vida prenatal ante el trauma de la Conquista. De los escritores, Jorge
Cuesta aporta su propuesta de la cultura como algo diferente a la realidad que
la sustenta, Alfonso Reyes, su reivindicación del lenguaje y escritos sobre Góngora
y Henríquez Ureña con los testimonios de la lucha de Alfonso Caso contra el
positivismo. Sin embargo, son los filósofos e historiadores los que más
contribuyen al armazón empírico del ensayo. Entre los primeros se cuentan
Samuel Ramos y su afirmación de que el mexicano cuando se expresa, se oculta;
está también el propio Caso que aporta el concepto de la “imitación extralógica”;
ahí está Emilio Uranga, quien para Paz fue el único que entendió que el tema
mexicano es parte de una perspectiva más amplia: la enajenación del hombre
contemporáneo. José Gaos,
por su parte, proporciona su análisis sobre la naturaleza del pensamiento
iberoamericano y, finalmente, Leopoldo Zea aparece con su estudio sobre el
positivismo como ideología de orden, ideología oficial del porfiriato, que sustituye a
la de desorden de los liberales.
De
los historiadores sobresale Justo Sierra, que para Paz es el primero que
concibe a México como una realidad en el tiempo, y le sigue Edmundo O’Gorman sobre la invención europea de América y el conflicto entre
razón y religión en el siglo XVIII. A ellos Paz agrega a Silva-Herzog con sus
ideas sobre la Revolución como movimiento propio y original, y a Silvio Zavala,
quien había incluido la hostilidad de Estados Unidos al gobierno de Díaz entre
las causas de la Revolución. A Cosío Villegas lo cita por los primeros resultados sobre su
indagación del porfiriato así
como por su crítica desapasionada y desenvoltura de opiniones.
Como
puede verse de este apresurado repaso, el “estado del arte” de la reflexión sobre México no era muy
amplio hacia la década
1950-1960 cuando se compone y revisa El laberinto…: se reducía a algunos
estudios arqueológicos y antropológicos, reflexiones filosóficas,
investigaciones de psicología social, análisis históricos sobre los siglos XVIII y XIX y
ensayos pesimistas sobre la vigencia y crisis de la Revolución mexicana. Hay
que decir que la literatura “política” abundaba, pero estaba compuesta por
memorias de revolucionarios o libros apologéticos de la propia gestión de altos
exfuncionarios de gobierno. Pero Paz no echa mano de ellos, pues eran
inservibles para su propósito. Por otro lado, la división de estudios estéticos
de la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional producía ya interesantes
estudios sobre el arte colonial, la Escuela Nacional de Antropología consolidaba
sus escuelas de antropología y arqueología, y los centros de historia y de
estudios internacionales de El Colegio de México apenas iniciaban sus líneas de
investigación. En las instituciones de educación superior de los estados, la reflexión sistemática y la investigación eran
prácticamente inexistentes. Diez años después, ya en Postdata, la perspectiva cambia, pues
para entonces Paz intenta, con éxito, componer un ensayo sobre las realidades económica, social,
política e
internacional del país. Y, en consecuencia, cambian las fuentes v las lecturas.
Pero lo más importante a destacar es que, al contrario de lo que sucede con El
laberinto…, ahora predominan los estudios de extranjeros, principalmente
estadunidenses, sobre los nacionales: a saber, ocho contra tres.
Entre
los extranjeros se adivina la presencia de Robert C. Scott en la idea de que
los revolucionarios crean una dictadura institucional acotada por la no
reelección. Ahí se cita también a Frank Tannenbaum con su propuesta de que
Miguel Alemán cree
una clase empresarial bifronte: la privada y la encargada de las empresas
paraestatales. No puede faltar Sanford Mosk, sobre la extrema debilidad del
mercado interno. Tampoco James W. Wilkie, y sus tres etapas de la Revolución,
todas fallidas: la política que no logra un Estado democrático, la social que
no produjo una nueva sociedad y la económica que alentó el crecimiento pero falló en
producir el desarrollo económico. Aparece el historiador Stanley Ross con sus
ideas sobre el Thermidor mexicano y el antropólogo Oscar Lewis, con la cultura
de la pobreza que ya apunta, según Paz, a la distinción y contraposición de los
dos Méxicos, el desarrollado v el subdesarrollado. Finalmente, Paz agrega a los
anteriores, a los franceses Laurette Séjourné y, de nuevo, a Jacques Soustelle, con la distinción entre
religión solar/religión agrícola
y el sincretismo religioso entre los indígenas.
En
cuanto a los nacionales aparecen Miguel León-Portilla con su visión de los
vencidos por la Conquista y, de nuevo, Silva-Herzog aparece otra vez en
relación con la crisis moral del México posrevolucionario. Destaca, finalmente,
Pablo González Casanova, cuya obra. La democracia en México, primera
exploración integral del México contemporáneo desde el punto de vista de las ciencias
sociales, llevaba ya seis años de haber sido publicada cuando Paz compone Postdata.
Queda
clara entonces la evolución que empieza a tomar la reflexión sobre México entre
estos dos hitos que marcan El Laberinto… y Postdata. De la filosofía, la
arqueología y la antropología a las ciencias sociales. Si bien en el primer
tramo que tan bien ilustra El laberinto… predominan los autores
nacionales y los extranjeros europeos, en Postdata, dominan los científicos
sociales estadounidenses. En tanto que en El laberinto…. del cual se ha
dicho que es uno de los mejores poemas de Paz, predomina la metáfora como forma
para aproximarse al tema mexicano dada la escasez de fuentes, en Postdata, en cambio, ya acusa el método y conclusiones de las
ciencias sociales, si bien las fuentes son predominantemente extranjeras. El
ensayo Postdata
se da a la imprenta en 1969, en vísperas de la gran explosión de los estudios
de autores mexicanos realizados con las herramientas que proporcionan las
disciplinas sociales. El cómo y por qué es posible esta explosión, es
un tema que merece tratamiento aparte, el cual no tenemos ahora tiempo para
explorar en todas sus dimensiones. Baste decir que va a aparecer una nueva
generación que, alentada por las becas al extranjero y la ampliación de las
instituciones de educación superior, y motivada por los sucesos de 1968, va a
volcar sus esfuerzos profesionales al análisis de temas mexicanos, pero para la
cual, sin duda alguna, estos dos ensayos de Paz inspiraron muchas de sus
hipótesis y cumplieron un papel fundamental y fundacional.