Conversaciones y novedades

La Sastrería Lozano

Ángel Gilberto Adame

Personas

Garro, Elena; Lozano, Josefina; Krauze, Enrique; Paz Solórzano, Octavio

Tipología

Historiografía

Temas

Los inicios del poeta (1936-1943)

 

La Sastrería Lozano, ubicada en la calle República de Brasil.

* Tras la muerte de su padre, agobiado por un sinnúmero de problemas económicos heredados, el joven Octavio Paz se vio obligado a ejercer múltiples oficios. Entre 1935 y 1943, además de poeta y editor, fue empleado en el Archivo General de la Nación, inspector de la Comisión Nacional Bancaria, subdirector de una escuela en Yucatán, fotógrafo ocasional, docente en diversas instituciones educativas de la capital y periodista. También ejerció una ocupación que no se había documentado... Fue propietario de una sastrería.

     De gran tradición, las sastrerías en México fueron un negocio que floreció durante la década de los años treintas, [1] cuando los trajes a la medida —especialmente, de corte italiano— para caballeros distinguidos eran signo de  elegancia (como se le decía entonces al aspiracionismo social). [2]

     Guillermo, hermano de Josefina Lozano Delgado de Paz, madre del poeta, fue el continuador de la tradición comercial de sus padres, migrantes españoles que se especializaron en el ramo de los restaurantes, los bares y la importación de vinos y licores. Durante la Prohibición, ingresó con frecuencia a los Estados Unidos para burlar la Ley Volstead. Una vez abrogada la ley seca, incursionó en la compra y venta de ropa estadounidense.

     El hijo de Guillermo recuerda:

[En los Estados Unidos a] mi papá le gustaba mucho bailar y hacer cosas por el estilo, y pues empezó a aprender inglés y a hacer todas estas cosas. Y un día pasó por una sastrería, un domingo, […] y le gustaron los trajes y entró y compró dos […]. Al salir había dos mexicanos viendo ahí: “¿cómo se llama?”. [Le] dicen: “ay, qué bonitos tacuches hay aquí”. [Y él les] dice: “vengan ustedes para acá adentro”, y mi papá les vendió dos trajes a cada uno porque sabía el precio que le acababan de dar a él. Entonces, los judíos le dijeron: “oiga, ¿en qué trabaja?”. “No, pues yo tengo trabajo”, dice. “Bueno, ¿por qué no viene usted sábados y domingos y le pagamos muy bien”. Y para no hacerle el cuento largo se hizo socio de ellos y pues llegó a ganar mucho dinero. [Luego] se vino a México por la Depresión. […] Cuando llegó a México inmediatamente puso una sastrería. [3]

A finales de 1935, Octavio Paz decidió asociarse con su tío Guillermo en la sastrería, que vendía otra ropa además de los trajes y que tenía un sistema de tandas de prendas. Paz suscribió el contrato de arrendamiento. El local estaba ubicado en el número 10 de República de Brasil, famosa por su vocación comercial y con varios establecimientos del ramo. De hecho, en el número 47 de la misma calle vivía Saúl Krauze, propietario de la Sastrería Colombia y futuro abuelo de Enrique.

     La Sastrería Lozano empezó viento en popa, al grado de que se llegó a anunciar en la naciente radio mexicana.

En la sastrería hacía ventas muy extraordinarias: un saco por dos pantalones. Llenaba las vitrinas con guajolotes y vendía un traje y [decía:] "toma, llévate tu guajolote". [Luego se] le ocurrió ir a venderle a los músicos […] uniformes. Entonces al Hotel Reforma le hizo uniformes para todos, para el bellboy, para el éste, para el otro, para los que están atrás y hasta llegar a la azotea que era donde estaba la orquesta de Ernesto Riestra... Les hizo sus uniformes a todos los músicos. Entonces mi papá iba casi todos los sábados a cobrar porque se los vendía en abonos. [4]

Luego iniciaron los problemas, sobre todo, por adeudos no cobrados, como uno que consta en un voluminoso expediente del Tribunal Superior de Justicia, que consiste en un juicio ordinario mercantil contra los dueños del Hotel Reforma porque no habían liquidado unos trajes confeccionados para dos miembros de su orquesta. El adeudo era de 662 pesos. Este documento está fechado el 24 de junio de 1937.

     Antes, el 14 de abril, acompañado de sus testigos Martiniano Pérez Álvarez y Eduardo Esmorto Calderón, el joven Paz había comparecido ante el notario Maximiano Canto, residente de la ciudad de Mérida, con el fin de otorgarle un poder para pleitos y cobranzas a su madre, Josefina Lozano Delgado de Paz, quien a su vez comisionó para llevar el litigio al licenciado Pedro Solís Cámara, con domicilio en Donceles 85.

     El Hotel Reforma pertenecía al consorcio Edificios Modernos, cuyo presidente era Alberto J. Pani, quien contestó que no reconocía la deuda, alegando qua no se había celebrado contrato alguno. El pleito se extendió hasta agosto sin que se lograra una resolución. El testimonio de Josefina fue el siguiente: [5]

  1. Que es apoderada de la Sastrería Lozano, propiedad de Octavio Paz.
  2. Que pactó con Francisco Treviño y Lauro Zubiate diversos trabajos por un valor [de] $2235.00.
  3. Que la condición para que se hiciera el trabajo fue que el Hotel Reforma asumiera el pago.
  4. Que el Hotel Reforma aceptó que se hiciera el trabajo en las condiciones referidas.
  5. Que había abonado $209.00 por el trabajo hecho a Treviño y $485.00 de Zubiate.
  6. Que a petición del deudor, entregó al señor Lozano los vales autorizados.
  7. Que el demandado abonó posteriormente $631.00 quedando el saldo referido.

Además de su dicho, Josefina presentó como pruebas los vales que el Hotel había expedido por los abonos de los trajes. También se presentaron dos testigos: Guillermo Lozano, quien recibió los comprobantes, y Héctor Álvarez del Castillo, empleado del Hotel y encargado de su contabilidad. Aparentemente, el juicio terminó cuando el demandado prometió que pagaría si el demandante desistía del proceso. Mientras tanto, el poeta se encontraba en Valencia para el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura.

     Los deudores incumplieron y Paz, ya en México, demandó nuevamente en marzo de 1938. La cuenta ascendía a 268 pesos; este monto incluía la deuda, los daños y los perjuicios. El asunto se prolongó hasta el 10 de marzo de 1939, cuando la Sastrería Lozano obtuvo un fallo a favor. Después de varios retrasos, en junio se finiquitó el total.

     A la par de este asunto, el establecimiento empezó a tener pérdidas. En diciembre de 1937, Guillermo Lozano le firmó catorce pagarés a su cuñado Juan Krieger, que debían cubrirse mensualmente. Trece eran por doscientos pesos, mientras que el último era por 5,150 pesos, lo cual sumaba un total de 7,750 pesos. El adeudo obedecía a un préstamo para capitalizar el negocio. Ante la falta de pagos, en septiembre de 1939, Krieger demandó tanto a Guillermo como a su sobrino Octavio, el dueño nominal. Este juicio, acumulado a otros que tenía Krieger contra la familia, dio lugar a que se le adjudicara la casa de Ireneo Paz. Pasarían años antes de que las hermanas Isabel Lozano de Krieger y Josefina volvieran a hablarse.

Cuartos y cuartos, habitados
sólo por sus fantasmas
sólo por el rencor de los mayores
habitados. Familias,
criadero de alacranes:
como a los perros dan con la pitanza
vidrio molido, nos alimentan con sus odios
y la ambición dudosa de ser alguien.

Aunque sobrevivió al embate, en febrero de 1941 la empresa volvió a verse inmiscuida en problemas legales. Enrique Acuña Rivas demandó por dos mil pesos a Rosario López Castro, esposa de Guillermo. Sin que haya certeza sobre la resolución del caso, todo indica que la Sastrería fue embargada. Se perdieron cortes de tela, lonas, ropa, una caja fuerte, armazones, mesas, vitrinas, etc.

     La tienda siguió operando hasta 1943, cuando se registró el conflicto final, en este caso, promovido por el arrendador. El local que ocupaba pertenecía a Nacional Financiera, con quien el poeta renovaba cada año el contrato. A finales de 1942, se vendió el edificio a los señores Simón Buzali y Said Fallena. Paz, supuestamente, no cubrió la renta al no tener conocimiento de la venta. En su defensa, alegó que eran los propietarios quienes se negaban a aceptar el dinero:

          

El arrendador ha rehusado recibir las mensualidades de diciembre último y enero en curso. En virtud me veo obligado a promover contra él este procedimiento a efecto de que reciba el importe de dichas dos mensualidades reservándome promover contra el mismo el juicio de contrato y el pago de los daños y perjuicios correspondientes en su oportunidad. [6]

El conflicto se prolongó al menos un año. El vaivén de la demanda por no recibir el pago y la contrademanda por no aceptarlo fue desgastante. Los dueños del local llegaron a argumentar que desconocían la personalidad de Paz, pues ellos habían acordado con Guillermo Lozano, a quien consideraban el responsable.

     A finales de 1943, con el pleito casi perdido, Paz se mudó a California con la beca Guggenheim y dejó atrás la sastrería. Sin embargo, de regreso a México al año siguiente y ya sin un local determinado, Elena Garro y Rosario iniciarían un efímero negocio de venta de ropa a domicilio. Guillermo se abocaría a algo más lucrativo —el alcohol— y pronto abriría un centro nocturno que gozó de relativa popularidad: Los Globos.




* Este artículo tiene como precedente mi columna del 25 de abril del 2020: "Poeta y sastre".

[1] “Sastres, los conservadores del buen vestir” en El Universal, México, 22 de marzo de 2017. Disponible en: https://www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/colaboracion/mochilazo-en-el-tiempo/nacion/sociedad/2017/03/22/sastres-los

[2] No fue hasta la década de los noventas del siglo pasado cuando el gremio sartorial se declaró seriamente afectado y amenazado por la ropa de las tiendas departamentales.

[3] Entrevista a Guillermo Lozano López, realizada por Ángel Gilberto Adame y Fernando García Ramírez, Clío, octubre de 2015. Disponible en: https://cutt.ly/ufe8cxl

[4] Ibidem.

[5] Archivo General de la Nación, TSJDF, siglo XX, Archivo histórico IV, caja 379, folio 3735247.

[6] Archivo General de la Nación, TSJDF, siglo XX, Archivo histórico I, caja 3540, folio 638747.


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