Conversaciones y novedades

Las exequias de un viejo periodista

Ángel Gilberto Adame

Año

1924

Personas

Paz, Ireneo; Paz Solórzano, Octavio

Tipología

Historiografía

Temas

El origen y la familia

 

Ireneo Paz (1923)

* El martes 4 de noviembre de 1924, a las ocho y media de la noche, falleció José Ireneo Paz Flores, entonces decano del periodismo mexicano. Tenía ochenta y ocho años. El certificado de defunción, firmado por el doctor Pedro Pablo Rangel, indica como causa del deceso una hemorragia cerebral no traumática. Años después, su nieto recordaría esa trágica noche:

Serían ya cerca de las ocho, mi tía y mi madre comenzaron a alarmarse. Ya era hora de que mi abuelo estuviese de regreso. […] Mi primo Guillermo y yo, tendidos sobre la alfombra, hojeábamos un grueso volumen de estampas. De pronto, oímos el ruido habitual: el chirriar de la reja, el sonido opaco de los pasos y del bastón, ahora titubeante, subiendo los seis peldaños de la pequeña escalera […]. La puerta se abrió y apareció mi abuelo. Nos miró a todos con una mirada indefinible y, jadeante, dijo: «Me siento mal, algo me pasa». Las mujeres lo llevaron a su cuarto, lo sentaron en la cama, le ayudaron a deshacer el nudo de la corbata y a quitarse el saco y la camisa. Masculló: «Tal vez me haría bien una friega de alcohol». Mi madre dijo en voz baja: «Hay que llamar pronto a un médico». Y salió corriendo hacia el teléfono. Antes de que lo hubiese descolgado, el anciano masculló algo ininteligible, movió la cabeza como para decirle adiós al mundo y murió. [1]


Cortejo fúnebre de Ireneo Paz

La vida de Ireneo había tenido una serie de tropiezos tras la muerte de su esposa en 1914. Su destemplado porfirismo lo llevó a apoyar a Victoriano Huerta, lo que desencadenó la pérdida de canonjías, el cierre de su imprenta y un franco declive económico. Sumado a ello, en ese periodo Ireneo sufrió la muerte de tres de sus hijos. Su ruina era casi total. Cuando otorgó su testamento, el notario Rafael Flores le preguntó sobre las regalías de sus libros... Ireneo contestó: “Hijo mío, he escrito cerca de treinta volúmenes, pero los que ahora tienen dinero no saben leer”. [2]

     Uno de los últimos eventos a los que compareció fue una gala que se celebró el 17 de julio en beneficio de la Casa del Papelero. Ahí...

hizo una brevísima exposición del progreso del periodismo en México, estableciendo comparaciones en el periodismo y en la libertad de imprenta, de una época que data de treinta años a esta parte […]. Refirió el progreso que se ha alcanzado y terminó por pedir cooperación para el simpático gremio de voceadores. [3]


Cartel de la gala en beneficencia de la Casa del Papelero

Sobre este acto, Rafael Martínez, Rip-Rip, recordó lo siguiente:

con la amabilidad que [lo] caracterizó siempre [...], aceptó gustoso dirigir la palabra al público desde el escenario […], y no obstante su avanzada edad, produjo un bello discurso que el público aplaudió merecida y calurosamente. Fue un canto a la Prensa y a cuantos en ellos [sic] laboran desde el escritor hasta el muchachito que jubiloso recorre las avenidas distribuyendo las publicaciones. El señor licenciado Paz conmovióse profundamente al hablar, pues la Prensa y cuanto con ella se relaciona constituyeron unos de sus más vivos afectos. [4]

Tres días después, Ireneo fue homenajeado por sus colegas en el restaurante San Angel Inn. Hicieron uso de la palabra Heriberto Frías, Carlos González Peña, Manuel Caballero y Samuel G. Ávila, quienes resaltaron la labor del “antiguo paladín de la prensa nacional”. [5]

     Las reacciones al deceso no se hicieron esperar. Para El Demócrata, “la vida del anciano periodista desaparecido puede servir de ejemplo de energía. Defendió siempre las causas buenas y siempre ganó”. [6] Para Excélsior, “el periodismo nacional pierde a uno de sus más preclaros paladines, y aun cuando en los últimos años su labor en este sentido se hizo cada vez menos sensible, no por ello dejó de trabajar hasta el último día de su vida”. [7] Omega hizo notar una infortunada coincidencia: “Primero nuestro viejo amigo, el notable poeta y escritor Pepe Peón del Valle y ahora, apenas unos días después, [8] nuestro muy querido D. Ireneo Paz, compañero de bregas y labores, nos han abandonado para siempre”. [9]

     El Universal dio cuenta del velorio:

La muerte del licenciado y general Ireneo Paz […] ha conmovido a los liberales del país: la prensa nacional está en duelo, sus amigos y correligionarios lamentan la pérdida. Desgraciadamente todos estos sentimientos sólo aparecieron escritos en los periódicos. En su casa, al lado del cadáver, otro fue el cuadro y otras las escenas de dolor. El cuerpo […] estuvo acompañada todo el día por su inconsolable hija, la señorita Amalia Paz y por sus dos hijas políticas y por algunos de sus nietos, unos niños. No vimos allá en la pequeña casa de Mixcoac, en esa casa donde todavía el martes escribió las últimas anotaciones de un libro interesante, a ninguna representación del Partido Liberal. Tampoco vimos delegación alguna del Ejército […]. Y tampoco vimos periodistas de la vieja guardia a la que perteneció el escritor, ni de la nueva que lo proclamó, no hace mucho, un ejemplo de constancia, de virilidad, de energía y de fe en la ingrata profesión. [10]

También se informó que no había dinero ni para un féretro, por lo que Miguel Lanz Duret se ofreció a pagar los servicios funerarios. Victoriano Salado Álvarez asentó en una pequeña biografía del periodista: 

Don Ireneo murió pobre. Le confiscaron sus talleres de imprenta, tenían sus casas hipotecas que no pudo pagar, le faltaba la habilidad para mangonear a las gentes de ahora. Pero él era el mismo hombre que había visto, como un árbol viejo, pasar primaveras y nevascas, lluvias y fríos. Era un sabio práctico que entendió la vida bajo su aspecto hedonístico. Semanas antes de morir le ofrecieron sus amigos un banquete y yo me disculpé de asistir advirtiéndole que a pesar de nuestras diferencias de opiniones lo quería bien. Y me contestó de su mano en una carta que conservo: "No hable usted de esas cosas, que ya no se mencionan ahora en que sólo hay odios y apetitos. Se conoce que usted llega de fuera". [11]

Al día siguiente, apareció una nota de los deudos:

Los familiares del extinto señor Paz nos suplican una aclaración a la nota de impresión que publicamos ayer. Nos dicen que cuando un redactor de este periódico les comunicó del acuerdo del señor Gerente de El Universal de costear, como un homenaje al distinguido periodista desaparecido los gastos de la inhumación, tenían ya arreglado el entierro, el que hubo de retrasarse por esperar la llegada del licenciado Octavio Paz Solórzano, que se encontraba en Iguala de donde vino anoche. Nos manifestaron también que están agradecidos a la actitud del señor Gerente de El Universal y que aceptaron su ofrecimiento en su propia noble intención de tributar el póstumo reconocimiento a la incansable labor del decano de los periodistas mexicanos. [12]

El sepelio se llevó a cabo en el Panteón de Dolores a las once de la mañana del jueves 6 de noviembre. Según Excélsior, “de la residencia de la familia Paz fue sacado el ataúd […] y colocado en una carroza fúnebre, a la que siguieron una plataforma en la que se colocaron las numerosas ofrendas florales, y dos carros de duelo en los cuales tomaron asiento [quienes] acompañaron al cadáver hasta su última morada”. [13]

En el panteón de Dolores

Entre las coronas para Ireneo, se contaron las de Benjamín Munguía, Enrique Olaya, Fernando Vega, Carolina Velasco —viuda de Gutiérrez—, Carlos Velasco, José Sotomayor, Luis R. Lagos, Alberto Beteta, Samuel G. Ávila, Ana González de Paz y otras de diversos diarios de la capital.

     El reportero Ángel Pola, el ingeniero Gabriel Cruces —yerno del finado—, el licenciado Francisco Javier Gaxiola y Daniel Rodríguez de la Vega —director del periódico Omega— fueron quienes llevaron al hombro el féretro. A diferencia del velatorio, en el cementerio sí hubo una asistencia numerosa. [14] Al frente de la familia —dos hijos y doce nietos— estaba el licenciado Paz Solórzano. Entre los amigos destacó Antonio Díaz Soto y Gama. La ceremonia fue callada: no hubo discursos ni elegías; el viejo zorro se fue en silencio.

     Con el paso del tiempo, la tumba de Ireneo desapareció. La fosa 3915 del lote 8 fue retirada para edificar un crematorio. En 1930, su hijo solicitó como reconocimiento tardío que la calle de Cuauhtémoc cambiara de nombre por el de su padre; el fallo del ayuntamiento fue positivo. Sin embargo, como cruel ironía, el nombre de la calle quedó asentado con el título que tanto molestaba al periodista. Hoy todavía se puede leer en los rótulos de Mixcoac: “calle Lic. Irineo Paz”.


Placa de la calle en honor de Ireneo Paz




* Este texto tiene como antecedente mi columna en El Universal del 1 de febrero de 2020.

[1] Octavio Paz, “Silueta de Ireneo Paz”, Obras completas, 1993, p. 149. 

[2] “Ayer fue enterrado don Ireneo Paz. Un grupo de amigos del extinto periodista conduciendo el cadáver que fue inhumado en el panteón de Dolores" en El Universal, 7 de noviembre de 1924, p. 11.

[3] “Brillante fue la velada a beneficio de la Casa del Papelero” en El Demócrata, 18 de julio de 1924, p. 5.

[4] Rafael Martínez, Rip-Rip, “Homenaje al decano de los periodistas” en El Universal Gráfico, 5 de noviembre de 1924, p. 3.  

[5] “Homenaje de cariño al antiguo periodista don Ireneo Paz” en El Demócrata, 18 de julio de 1924, p. 5. 

[6] “Anoche falleció el decano de los periodistas: Don Ireneo Paz” en El Demócrata, 5 de noviembre de 1924, pp. 1 y 6.  

[7] “Ha desaparecido una figura del viejo diarismo” en Excélsior, 5 de noviembre de 1924, segunda sección, p. 1. 

[8] José Peón del Valle falleció el 19 de octubre en la ciudad de Nueva York.

[9] Daniel Rodríguez de la Vega, “Dos duelos para la prensa nacional” en Omega, 6 de noviembre de 1924, p. 3.

[10] “La miseria impidió el entierro de D. Ireneo Paz” en El Universal, 6 de noviembre de 1924, pp. 1 y 8.

[11] Fondo Victoriano Salado Álvarez. Sección XIV, caja 42, carpeta 39. 

[12] “Ayer fue enterrado don Ireneo Paz…”, op. cit., p. 11.

[13] “La madre tierra recibió en su seno los despojos mortales del decano de los periodistas, señor don Ireneo Paz”, en Excélsior, 7 de noviembre de 1924, p. 3.

[14] Excélsior calculó que asistieron más de cien personas.


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