Conversaciones y novedades

El Hombre: ¿Cuerpo y no-Cuerpo?

Ramón Xirau

Año

1971

Tipología

Conversación

 

Octavio Paz. Rita Guibert Collection of Latin American Authors

La Revista Iberoamericana, decana de la crítica literaria académica en lengua española, publicó en su número 74[1] un número monográfico dedicado a Octavio Paz en el que hay colaboraciones de Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Guillermo Sucre, José Emilio Pacheco y muchos otros escritores y académicos.


          Reproducimos este ensayo de nuestro querido maestro Ramón Xirau (1924-2017), que apareció ahí originalmente.[2] Xirau publicó Octavio Paz: el sentido de la palabra,[3] luego aumentado en Entre poesía y conocimiento.[4]



(Homenaje y apunte)


I. La filosofía griega se ocupó escasamente del cuerpo: habría que decir que lo daba por supuesto; incluso Platón —amante de lo incorpóreo, de lo “Invisible”— pensaba, en Fedro y Banquete, que el placer corporal, el amor físico eran necesarios, si bien no definitivos o últimos, para alcanzar la visión intelectual y amorosa. El cristianismo proclama sagrado el cuerpo de tal manera que el pensamiento cristiano hace pactar cuerpo y alma, ambos capaces de resurrección. Con el Renacimiento, y sobre todo a partir del siglo XVII, el hombre occidental empieza a preocuparse más por el no-cuerpo que por el cuerpo,[5]  y así, el idealismo cartesiano, hace prácticamente imposible (inconcebible) la resurrección de los cuerpos (¿cómo y para qué serían aptos de vida permanente los cuerpos reducidos a modelos mecánicos?) La filosofía de Occidente tiende a descorporalizarse —no necesariamente a desmaterializarse— a partir de un idealismo que Descartes no previó ni deseó (por ejemplo: el idealismo ya materializado de El hombre máquina de La Mettrie) y a partir de esta forma de la religión moral que es el protestantismo en buena medida.


          Ha observado Paz, en Conjunciones y disyunciones, que el Occidente activista, pragmático, progresista llega a construir una suerte de materialismo abstracto. Occidente, entre el cuerpo y el no-cuerpo, ha acabado por escoger el no-cuerpo.


II. Ciertamente la ciencia moderna —ciencia física o ciencia humana— quiere ser realista y materialista. Pero lo que está en crisis es, precisamente, la doble noción de realidad y de naturaleza. Las ciencias no buscan hoy tanto objetos como relaciones; no tanto entidades como energías, vectores, “conjunciones” y “disyunciones” (y en este punto Octavio Paz está dentro del marco de la ciencia de hoy).


          Sin embargo, a partir de la mitad del siglo pasado, Occidente anda en busca de un nuevo cuerpo; cuerpo de la historia en Marx; principio del placer en Freud; búsqueda de las relaciones cuerpo-mundo como fundamento de la casualidad y de la inducción en Whitehead; del cuerpo como principio de encarnación en Unamuno, Marcel, Mohunier, Merleau-Ponty; del cuerpo como capacidad de resurrección en Norman Brown o, claro está en el pensamiento cristiano y especialmente católico; del cuerpo como fundamento del análisis de los individuos en la metafísica descriptiva de Strawson…


          De acuerdo con Octavio Paz habría que decir que Occidente parece haber perdido el cuerpo. De la misma manera que el hombre solitario de nuestros días habla de la comunicación precisamente porque muchas veces carece de ella (y por lo tanto desea), anda también en pos de raíces corporales y reafirma el cuerpo: la sustancia, el peso, la gravedad, la gracia del cuerpo.


          La indagación de Octavio Paz responde a esta misma urgencia por encontrarse, incorporadamente, en lo que él mismo ha llamado: “cuerpo”. ¿Por qué esta indagación?


III. En primer lugar, por razones críticas. El Occidente, en su conjunto, tiende —al tender hacia el polo del no-cuerpo— a “la sublimación, la agresión y la automutilación”. Dentro de un mundo lineal e histórico, Occidente parece haber llegado al final de los tiempos, o, por lo menos, de su tiempo.

En segundo lugar; por razones de esperanza. No hay todavía signos claros —Octavio Paz cita como síntomas positivos la rebelión y el amor— que nos permitan pensar el sentido de la nueva esperanza. Paz sospecha, sin duda, que habrá de nacer otro tiempo en el cual la presencia del cuerpo —el estar incorporados en el mundo— nos lleva a intimidad con la vida corporal y con la vida espiritual. En efecto, Paz afirma que el hombre occidental ve el cuerpo y el no-cuerpo como disyunción: de ahí el dualismo de nuestras civilizaciones; de ahí su maniqueísmo; de ahí su negación de lo “otro”. El hombre oriental ha alcanzado a vislumbrar —y a sentir— estos aparentes opuestos, el cuerpo y el no-cuerpo, bajo la forma de las conjunciones. Octavio Paz, especialmente en Corriente alterna, en Blanco, quiere ver en el tiempo cíclico la unidad de los opuestos y la esperanza de las reconciliaciones.


IV. Desde sus primeras obras y con mayor insistencia y consistencia a partir de El laberinto de la soledad, Paz concibe la naturaleza humana como naturaleza dividida: el “otro” es la “mitad perdida”; solamente gracias a las vivencias privilegiadas del amor, la imagen poética y lo sagrado, podrá el hombre alcanzar a ser quien es; podrá alcanzar, en sí mismo, “la otra orilla”.


          En los últimos libros de Octavio Paz, y especialmente en Conjunciones y disyunciones, vuelve a plantearse el tema de una fundamental dualidad —fundamental, no sustancial—, de la naturaleza humana. El hombre se presenta, ahora visto a la luz de la historia, difícil es hablar de historia puesto que la historia es creación del hombre occidental irreconciliado —como un, [sic] ser en conflicto: un conflicto entre el cuerpo y el no-cuerpo. La naturaleza humana —realizada, hay que repetirlo, en ciertos momentos de la “historia” de Oriente— sería una naturaleza reconciliada: cuerpo y no-cuerpo.[6]  Paz no se compromete ni pretende definir la naturaleza humana; sugiere que si la naturaleza humana ha de tener algún sentido lo adquirirá, precisamente, en la unión, la conciliación de los opuestos.


          En lo que podríamos llamar su primer [sic] época, Octavio Paz andaba en busca de una naturaleza humana que fuera de los opuestos en amor, poema, sacralización. En sus obras recientes busca la naturaleza humana en otra unidad de opuestos: la unidad más general de los signos cuerpo y no-cuerpo.


          El espíritu humano sería el lugar de esta conciliación que de hecho el hombre ya es aun cuando ignore serlo. ¿Cómo lo es?


          No lo es en la historia, no lo es en el tiempo; puede serlo en cada instante —instante eterno y momento de eternidad circular— en el amor, lo sagrado instantáneo que se expresa en: el poema.


          En este punto —punto determinante— el último Octavio Paz concuerda con el primer Paz. En forma cuasi-paráfrasis: la unión del cuerpo y del no-cuerpo se dan es esta eternidad “henchida” que es el poema. El hombre (“uno” y “otro”) se realiza en el poema: en las palabras, en las imágenes, en los mitos que el poema designa y hacia los cuales apunta.


          Termina Paz Conjunciones y disyunciones con estas palabras: “Por primera y última vez aparecen en estas reflexiones la palabra presencia y la palabra amor. Fueron la semilla de Occidente, el origen de nuestro arte y de nuestra poesía. En ellas está el secreto de nuestra resurrección”. Es decir: de nuestra vuelta al cuerpo, sin que por ello el hombre tenga que abandonar —todo abandono es escisión y aislamiento— lo que Paz llama el no-cuerpo. 


V. En Viento entero escribe Octavio Paz: “el presente es perpetuo”. No creo cine [sic] sea exagerado afirmar que la obra de Octavio Paz —matizadísima como son matizadísimos los análisis del cuerpo y del no-cuerpo que aquí he presentado en forma extrema— ofrece, a la vez águila y sol, lo inconciliado que el poeta concibe siempre como conciliable; las separaciones que el poeta siempre ve e imagina como posibilidad de unión. Tensión de contrariedades, el hombre es también búsqueda de un pacto más alto, es decir, más íntimo: el de una tensa y perpetua presencia del espíritu. Tal vez, por decirlo con Paz poéticamente, simbólicamente, encarnadamente:

Viva balanza
Los cuerpos enlazados
Sobre el vacío.

          Pero, principalmente —el hombre que es él mismo y en él mismo otro que sí mismo: cuerpo y no-cuerpo:

Nadie acaba en sí mismo.
                                                Un todo cada uno
En otro todo,
                         En otro uno:
                                                constelaciones.


NOTAS

[1] Revista Iberoamericana, volumen, XXXVII, enero-marzo de 1971.

[2] Ibid, pp. 29-33.

[3] Ramón Xirau, Octavio Paz: el sentido de la palabra, México, Joaquín Mortiz, 1970.

[4] Ramón Xirau, Entre la poesía y el conocimiento, México, Fondo de Cultura Económica, 1970.

[5] Empleo aquí las palabras cuerpo y no-cuerpo en el sentido hasta cierto punto neutro que Octavio Paz les da en Conjunciones y disyunciones. En este sentido el materialismo moderno obedece al signo no-cuerpo, sin que por ello implique el signo ‘alma’.

[6] Muchos son los antecedentes occidentales de este pensar de Octavio Paz: de Heráclito a Nicolás de Cusa, de Plotino a Schelling; de los místicos a Lévi-Strauss. Uno, acaso no recordado por Paz: Hegel. Para Hegel, en efecto, la síntesis, y sobre todo la síntesis última que son la Idea, el noesis noseos (Dios y filósofo divinizado) llena frecuentemente el nombre de: reconciliación.