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Reivindicando el radicalismo de Octavio Paz: "Raíz del hombre" como poema antifascista

Daniel Cooper

Año

1937

Personas

Alberti, Rafael

Tipología

Conversación

Temas

Recontextualizaciones

Lustros

1950-1954

 

Comida ofrecida a los delegados del II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas, a su llegada a Madrid, en la redacción del Diario Republicano ABC. Fotografía de Tello. En la foto se puede ver a Octavio Paz, Elena Garro, Nicolás Guillén y Pablo Neruda.
Las ruinas de la luz y de las formas
glorifican, Amor, tu densa sombra,
la sombra en que se agolpan mis latidos,
árbol vivo en relámpagos crecido,
ante el rumor confuso de los suyos.[1] 

Con estos versos Octavio Paz empieza su poema erótico Raíz del hombre, publicado en enero de 1937 poco después del bombardeo más intenso de Madrid durante la guerra civil española por las fuerzas fascistas de Francisco Franco. Una consideración de ambos —el contexto histórico en que aparece el poema y el partidismo antifascista inquebrantable del joven poeta en ese momento— además de otros factores externos e internos al poema en sí, contribuyen a la tesis de este texto: que, más que el poema intimista y escapista celebrado por los críticos, Raíz del hombre representa un texto sumamente político cuyo mensaje moral de solidaridad radical se poetiza en un fuerte simbolismo de comunión erótica. Además, este mensaje resuena urgentemente hoy en día. Con paralelos inquietantes al horror que observaba Paz durante la segunda mitad de los años 30, el mundo de hoy parece estar cayendo de nuevo, como una película en cámara lenta, en un infierno de nacionalismos donde las fuerzas autoritarias —y sí, fascistas— avanzan cada día con mayor fuerza. 

Acercar al poema así posibilita que la imagen de apertura que cito arriba, una imagen de ruinas de luz y formas —símbolos por excelencia de la razón sobre la cual Platón visualizó su república ideal— funcione como un lamento de Paz por el asalto antidemocrático y violento sobre la república española. Por cierto, hay que notar que Paz escribió Raíz del hombre entre 1935 y 1936, antes de la guerra civil. Sin embargo, dentro del contexto en que aparece el poema, la evocación de ruinas y la visión del amor como fuente eterna de renacimiento que Paz ofrece a lo largo del poema, y presentada en estas líneas introductorias como un fénix que se levanta glorificado de la destrucción, añade al posible sentido revolucionario de Raíz del hombre

Provocando en los lectores una meditación sobre lo perdido a causa del fascismo, el simbolismo poético de las ruinas figura prominentemente en la poesía de la guerra civil española, una tradición que, encabezada por Rafael Alberti y Pablo Neruda, entre otros, emergía justo en este momento. En febrero de 1937, ambos recién trasladados a París después de haber huido del asedio de Madrid, publicarán, respectivamente, poemas cuyas imágenes centrales son las ruinas de la capital española. En “Madrid-otoño”, por ejemplo, Alberti lamenta las “avenidas de escombros y barrios en ruinas”.[2] En “Canto sobre unas ruinas”, Neruda canaliza el pesimismo modernista de Eliot cuando anuncia que, a causa de la destrucción de la ciudad, ya “no hay raíces para el hombre”.[3] Tal vez consciente de la intención política que subyace su poema, el mes siguiente Paz envía Raíz del hombre a Neruda quien, a comienzos de 1937, se está asumiendo la identidad del escritor latinoamericano “antifascista de mayor prestigio internacional”.[4] En marzo, aproximadamente al mismo tiempo que recibe el poema de Paz, Neruda publica una carta abierta titulada “A mis amigos de América”, en la cual exige a los autores latinoamericanos que incorporen el compromiso político en su escritura. Al recibir Raíz del hombre en París, el chileno le responde a Paz con una invitación al Congreso de Escritores Antifascistas que está ayudando a organizar para ese verano. Según Neruda en sus memorias, Raíz del hombre “me pareció contener un germen verdadero”.[5]

Pero Neruda no es el único escritor de izquierdas involucrado en la lucha antifascista que valora a Raíz del hombre en su contexto histórico al leerlo esa primavera. El poeta y editor español Manuel Altolaguirre, por ejemplo, encuentra suficiente sentido antifascista en el poema, podemos deducir, para incluir fragmentos de él en el primer libro que edita durante la guerra civil. La colección de poemas editada por el español se titula Bajo tu clara sombra y otros poemas sobre España y aparece en agosto de 1937, más de un año antes de su edición del famoso poemario nerudiano España en el corazón.  

A pesar de estas tempranas lecturas politizadas de Raíz del hombre por dos de los hombres de letras antifascistas más importantes en el mundo hispano durante esos días, la mayoría de los críticos desde entonces han valorado consistentemente, y no sin razón, al poema por sus cualidades eróticas. Elevando como su raison d’être un erotismo privado de cualquier sentido político, los críticos a menudo contrastan el intimismo de Raíz del hombre con el esfuerzo panfletario de otro poema de Paz de la época, ¡No pasarán!, como prueba de la autenticidad del primero frente la superficialidad del segundo. 

En una reseña de 1937 de la obra reciente de Paz, Rubén Salazar Mallén, por ejemplo, combina una critica fuerte de ¡No pasarán! con una celebración entusiasta de Raíz del hombre: “[¡No pasarán!] era una caja de palabras completamente vacía, era un aspaviento demagógico para ignorantes de la poesía. Pero acaba de publicar Paz un poema nuevo: Raíz del hombre, en que la lejanía de la política es cabal, en que se busca el camino y la libertad por la poesía”.[6] Anthony Stanton subraya las voces divergentes que Paz había mostrado para comienzos de 1937 —“el poeta de tema social y político [de ¡No pasarán!]” y “el neorromántico y erótico de Raíz del hombre”— y enfatiza la distancia entre ambas: “[con Raíz del hombre] estamos más lejos todavía de la poesía de consigna de ¡No pasarán!: el lector se encuentra ante una poesía auténticamente erótica”.[7] Aquí, Stanton implica que la poesía erótica auténtica evita la política. Y Tom Boll insinúa una exclusividad mutua entre el erotismo y la política que parece imposibilitar una interpenetración: “Raíz del hombre displayed no explicit political intention but traced an erotic relationship through sixteen poems of moderate extension”.[8] 

Salazar Mallén, Stanton, y Boll están en lo correcto al notar la falta de política abierta de Raíz del hombre y las divergencias entre su sensualidad íntima y el efecto panfletista de ¡No pasarán! Raíz del hombre claramente se abstiene de referencias directas a cualquier momento histórico o político. Pero el impulso crítico de demarcar tan pronunciadamente los diferentes estilos de Paz en esta fase temprana, especialmente con respecto a dos poemas publicados a unos meses el uno del otro, puede minar la fluidez —y quizás la confusión— que informa su absorción de influencias y su voluntad de experimentar durante una emergencia poética determinada en gran parte por las realidades históricas y políticas de un mundo en flujo. Paz publica Raíz del hombre cuatro meses después de ¡No pasarán!, y unos meses antes de empezar a escribir en Yucatán el poema Entre la piedra y la flor, descrito por Evodio Escalante como “el mejor poema acabado de protesta de la poesía hispanoamericana del pasado siglo”.[9] En otras palabras, Raíz del hombre aparece justo en el clímax del experimento del joven Paz con la poesía comprometida. Ignorar este hecho y enfocar solamente en el erotismo del poema como un fin en sí mismo sirve, en mi opinión, de mutilar el poema de un significado más amplio e importante. 

Entonces, ¿cómo releer a Raíz del hombre para deducir su fuerte antifascismo implícito? Precisamente en diálogo con ¡No pasarán!, y no como su simple negación. Así, se puede leer la fe en un erotismo natural atemporal que Paz evoca en Raíz del hombre como una respuesta autentica y afirmativa a la militancia apriorística de ¡No pasarán! En un ensayo de 1937, Efraín Huerta ofrece una perspectiva perspicaz para acercar a los dos poemas: “si [en ¡No pasarán!] el poeta habló por nosotros oponiéndose con todas las fuerzas y recursos del arte a la feroz acometida fascista sobre el proletariado español, hoy clama [en Raíz del hombre] con el poder de sus nervios juveniles por una perfección en el placer y una justa nobleza en la forma de manifestarlo”.[10] Así, al publicar Raíz del hombre que afirma la vida y el amor como un complemento a la ira ideológica de ¡No pasarán!, Paz revela su comprensión del valor intrínsecamente revolucionario del abrazo erótico que celebra como la raíz del hombre frente la nada del fascismo. Veinte años después, en una sección de Piedra del sol en la cual el hablante recuerda el horror de la guerra civil, Paz presenta el abrazo erótico como forma de resistencia:

Madrid, 1937,
en la Plaza del Ángel las mujeres
cosían y cantaban con sus hijos,
después sonó la alarma y hubo gritos,
casas arrodilladas en el polvo,
torres hendidas, frentes esculpidas
y el huracán de los motores, fijo:
los dos se desnudaron y se amaron
por defender nuestra porción eterna,
nuestra ración de tiempo y paraíso,
tocar nuestra raíz y recobrarnos,
recobrar nuestra herencia arrebatada
por ladrones de vida hace mil siglos,
los dos se desnudaron y besaron
porque las desnudeces enlazadas
saltan el tiempo y son invulnerables,
nada las toca, vuelven al principio…[11] 

En ¡No pasarán!, Paz representa la destrucción de la “acometida fascista” con imágenes de desperdicio y estancamiento, productos finales de la nada. En Raíz del hombre parece responder directamente, presentando una energía vital y humana que fluye por un mundo natural preñado de fertilidad y la potencial de renacimiento. Por ejemplo, la “sangre encadenada” estéril de ¡No pasarán! se convierte en Raíz del hombre en la activa “sangre que penetra tu cuerpo”, que, como un río, “baña orillas”, y en la que el hablante se hunde repetidamente como si se bautizara: “desciendo hasta tu sangre”, dice en varias ocasiones. El inmóvil “árbol sin brazos, silencioso, insepulto, calcinado” de ¡No pasarán!, que recuerda al “dead tree that gives no shelter” de Eliot en The Waste Land, se transforma en Raíz del hombre en el “árbol vivo en relámpagos crecido” y “el árbol de mi sangre”. A la luz de tales paralelismos y otros que abundan a lo largo de ambos poemas, cuando se lee a Raíz del hombre como respuesta a ¡No pasarán!, el mensaje que Paz transmite en el primero, sobre la fecundidad de la comunión como símbolo de la solidaridad, es tan inequívocamente antifascista como la oposición panfletaria del segundo. 

Hay otras formas de percibir el radicalismo de Raíz del hombre, sobre todo por un análisis del marxismo de su título. En una entrevista con Braulio Peralta en 1994, Paz explica el origen del título del poema de 1937:

Al principio no me pareció que hubiese una oposición entre la política, que yo concebía en esos años como una actividad revolucionaria, y la poesía. Para mí, la poesía era, en ella misma, revolucionaria. De ahí el título de mi primer: Raíz del hombre. Era poesía erótica y a mí me parecía que, por eso mismo, era poesía revolucionaria. Repetía la frase de Marx: “el radicalismo llega a la raíz”. El amor, el sexo, eran la raíz de hombres y mujeres. La poesía y la actividad revolucionaria no eran esencialmente diferentes, aunque sus modos de operación fuesen distintos.[12] 

En El laberinto de la soledad, escrito en 1950 cuando ya se había desilusionado con la idea de la revolución como camino sostenible a la libertad, Paz define el meollo del pensamiento revolucionario en términos generales como “una tentativa por reintegrarnos a nuestro pasado”, y “una voluntad de integración y regreso a las fuentes”. Más específicamente, comenta sobre la experiencia revolucionaria de su propio país: “El radicalismo de la Revolución mexicana consiste en su originalidad, esto es, en volver a nuestra raíz, único fundamento de nuestras instituciones”.[13] 

Paz no trata este principio de una forma tan exhaustiva y explícita en ninguna otra parte su obra poética como lo hace en el acertadamente titulado Raíz del hombre. Si exalta el principio revolucionario precisamente por su impulso de “volver a la raíz” en El laberinto de la soledad, en un momento en que generalmente ya había perdido la fe en la revolución como esfuerzo histórico-político sostenible, su insistencia en ese mismo lenguaje a lo largo de Raíz del hombre llegó cuando el joven Paz quedaba plenamente comprometido con la causa revolucionaria. Con versos erotizados como “Y se agolpan los tiempos tumultuosos / y vuelven al origen de los días”, “rozamos nuestro origen y raíces” y “Desde las formas bajo a tus raíces”, entre otros, Raíz del hombre representa “una tentativa por reintegrarnos a nuestro pasado” en forma poética.

Como ya mencioné, Raíz del hombre apareció en el clímax de la inmersión en la poesía comprometida de Paz, y merece ser visto en ese contexto. Leo el poema, entonces, como una representación juvenil pero consciente, en forma poética altamente erotizada, de la elocuente definición de la revolución radical que elaboraría como el escritor maduro de El laberinto de la soledad.

Apreciar la afirmación del amor y de la vida que es Raíz del hombre por su valor político nos ayuda hoy en enfrentar las fuerzas del poder, que cada día menosprecian más nuestra humanidad, y especialmente la humanidad de las personas ya marginadas: los inmigrantes, los pobres, las mujeres, las personas LGBTQ y otros. Si podemos aprovechar de la lección de Raíz del hombre y amarnos verdaderamente —es decir, si podemos alcanzar la raíz del hombre y de la mujer— y extender ese amor al plano político en forma de una solidaridad radical y organizada, pues entonces, no pasarán.



NOTAS

[1] Octavio Paz, Raíz del hombre, México, Simbad, 1937, p. 11.

[2] Rafael Alberti, “Capital de la gloria” en Hora de España, número 2, febrero de 1937, pp. 29-34.

[3] Pablo Neruda, Obras completas I, Barcelona,  RBA Coleccionables,  2005, p. 384.

[4] Manuel Aznar Soler, Ed. II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura (Valencia-Madrid-Barcelona-París, 1937),  Valencia, Generalitat Valenciana, volumen 2, 1987, 135.

[5] Pablo Neruda, Confieso que he vivido. Barcelona, Seix Barral, 2014, p. 151.

[6] Citado en Federico Campbell y Armando Ponce, “1905-1986 Rubén Salazar Mallén: entre el escándalo y el olvido” en Proceso, 28 de junio de 1986.

[7] Anthony Stanton, El río reflexivo: Poesía y ensayo en Octavio Paz (1931-1958), México, El Colegio de México, 2015, p. 156.

[8] Tom Boll, Octavio Paz and T.S. Eliot: Modern Poetry and the Translation of Influence, Oxford, Legenda, 2012, p. 92.

[9] Evodio Escalante, Las sendas perdidas de Octavio Paz, México, Ediciones sin nombre, 2013, p. 122.

[10] Efraín Huerta, “Lady Jane y la poesía” en Canción del alba: Efraín Huerta en su centenario, Edición de Raquel Huerta-Nava, Guanajuato, Ediciones La Rana, 2014, p. 185.

[11] Octavio Paz, Libertad bajo palabra (1935-1957), Edición de Enrico Mario Santí, Madrid, Cátedra, 1988, p. 344.

[12] Braulio Peralta, El poeta en su tierra: Diálogos con Octavio Paz. México, Grijalbo, 1996, p. 159.

[13] Octavio Paz, El laberinto de la soledad. 1950. Edición de Anthony Stanton, Manchester, Manchester University Press, 2008, pp. 156-157.


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